Hola!

Últimamente me ha dado por escribir one-shoots, este es uno de los que se me ocurrió mientras iba en el bus. Al principio iba a ser un drabble de la canción "Jueves" de la Oreja de Van Gogh, luego creo que vi a un gato y al final, recordé que no tengo novio (?) jajja no estoy segura de esas dos últimas, pero bueno. Espero que les guste.


Todos los días lo veía en la estación donde tomaban el metro para irse, ella a la universidad, él ni idea.

No sabía nada de su vida, solo que debían de vivir cerca ya que cada mañana tomaban el mismo tren, por lo que su horario debía ser similar al de ella.

Ella siempre lo miraba de reojo, en más de una ocasión él cedió su asiento en vista de que se encontraban en la hora pic.

No se consideraba una persona "pinky", si esque se podía usar ese término, sin embargo amaba el color rosa de su cabello, le parecía extravagante, salvaje, natural, expresivo y un montón de adjetivos que ni siquiera ella misma podía recordar.

Tampoco sabía su nombre, lo cual le resultaba aún más romántico, como en las novelas románticas donde la heroína se veía irremediablemente atraída hacia cierto chico del cual nada sabía. A diferencia de la mayoría de las chicas, su amor platónico no era un cantante ni un actor, sino que se trataba de un misterioso chico de profesión desconocida que se subía al mismo tren que ella.

Profesión desconocida. A veces se quedaba divagando sobre eso, a simple vista se veía joven, aproximadamente de su edad por lo que podía suponer que se trataba de un estudiante universitario al igual que ella. La idea no hacía más que emocionarla, pensar que ambos asistían a la Universidad Fairy Tail la volvía una paranoica en todos los sentidos, a donde sea que iba esperaba poder toparse con él, ya sea en la escalera o caminando por el pasillo. Su historia se parecía tanto a la de una novela que muchas veces podía verse a sí misma chocando con él, para que el pelirosado como todo un caballero la sostuviera entre sus brazos para evitar su caída.

Entonces despertaba y volvía a la realidad, eso solo le pasaba a una en mil, además, no lo conocía, no sabía sus costumbres. ¿Cómo saber si estaba frente a un caballero? Sus dudas desaparecían cuando lo veía ceder su asiento, y debía contenerse para no gritar como fan girl.

Desde que lo conoció, todos los días despertaba una hora antes para arreglarse el cabello, buscando lucir un peinado diferente cada día. También dejaba su ropa lista antes de ir a dormir, para lucir bien y no parecer que tomó lo primero que encontró antes de salir. De seguro él no se fijaba en eso, pero para ella era importante lucir bien en su presencia, aunque solo pudiera verlo los cortos minutos que duraba el paseo.

Era triste que no tomaran el mismo tren de regreso, el viaje se le hacía largo y aburrido a diferencia de la mañana, cuando su presencia hacía el trayecto más emocionante y corto.

Suspiró resignada, hoy había tenido que pasar por la tienda a comprar algo de comida para gatos. En su mente se imaginó subiendo al metro y que su adorado caballero de hebras rosadas se le acercara y cargara con el molesto paquete todo el camino. Para cuando el metro llegó a su parada, la fantasía inicial había cambiado bastante, ahora imaginaba que la bolsa de alimento se convertía en un hermoso caballo blanco en el cual se montaba junto a su príncipe hasta llegar a su palacio, donde la empleada con orejas de gato ya había predispuesto todo para su cena bajo la luz de la luna, en un balcón que permitía ver el Reino en todo su nocturno esplendor.

Bueno, eso pasaba en su mente, ya que en la realidad ella simplemente se estaba bajando de un tren, cuya única similitud con el caballo era el color semi-blanquesino del metal, arruinado por las líneas verdes que solo servían como mala decoración.

Poco antes de llegar se encontró con un anuncio pegado en una pared, era extraño, generalmente siempre se colgaban anuncios de perros perdidos, no de gatos extraviados. Pero bueno, el dueño de ese animal debía ser alguien extravagante y de mucha personalidad, quizás, pero por sobretodo, amaba a ese gato.

El felino tenía un extraño parecido con el animal que ella mantenía en casa, luego de encontrarlo dentro de su alacena. Aún no entendía cómo fue que entró en su departamento por eso lo solía llamar "Intruso", al principio por odio, luego con amor. Se había encariñado con el estúpido gato.

Sin embargo el felino del anuncio respondía al nombre de "Happy" y la casa del dueño quedaba a un par de cuadras de la suya.

Estaba casi segura, la pista final se la concedió el propio gato cuando entró en su departamento y lo llamó usando el nombre que acababa de descubrir.

"Happy".

Su amigo gatuno no tardó en saltar hacia ella.

No era un perro, pero sabía responder a su verdadero nombre.

Esperó al fin de semana para poder despedirse de su nuevo amigo -y de paso darle tiempo para que se terminara la bolsa de comida, no había gastado su dinero en eso para que luego él se fuera y la dejara con todo ese alimento perdido-.

Siguió la dirección del anuncio y llegó hasta una extraña casa, tan extraña que no encontró palabras para describirla. Sin embargo lo que de verdad la inmutó fue conocer al dueño de semejante hogar. ¡Su príncipe azul de cabellos rosados!

Se quedó atónita y no supo cómo proseguir. Miles de pensamientos invadieron su cabeza.

Hoy se había puesto lo primero que encontró… ¡y estaba frente a él!… por fin le había hablado directamente… ¡y estaba frente a él!… ese gato le pertenecía… ¡y estaba frente a él!… debería hacer algo… ¡pero estaba frente a él!… no sabía qué decir… ¡y estaba frente a él!… seguro se veía como una idiota… ¡frente a él!

Y eso es solo un ejemplo de los miles de pensamientos que invadían su mente en ese momento. Realmente, este no era el encuentro que esperaba, pero no dejaba de ser un momento digno de cualquier novela rosa.

Y entonces alguien más salió de la extraña casa.

Y entonces la realidad la golpeó con fuerza.

Su amiga Lissana le había dicho que hace poco se había ido a vivir junto a su novio, a costa de los reclamos de sus hermanos. Debía ser… entonces…

—¡Lu-chan!—gritó la peliblanca al ver a su amiga.

No sabía qué pensar ni qué decir.

—Mira Lissana, han encontrado a Happy—exclamó el pelirosado con entusiasmo.

—Muchas gracias por traerlo, Lu-chan.

Lucy ya ni siquiera podía entender las palabras de su amiga. ¿En qué momento su dulce historia de amor se transformó en una tragedia romántica?

Obligó a su cuerpo a despedirse, quería irse, alejarse lo más posible de la escena.

Si se hubiera quedado a esperar. Se habría enterado de la verdad. Lissana se había enterado de que su novio le era infiel, lo encontró en la cama junto a otra mujer y corrió en busca del consuelo de su amigo de la infancia, en vista de que no tenía el coraje para llegar así de fracasada a su casa.

Si se hubiera quedado, Natsu habría conocido a la misteriosa chica rubia, de la cual ahora solo conocía su nombre. Lucy.