El precio
Pasados cinco años tras el fin de la guerra y la muerte de Lord Voldemort, la atención de la prensa seguía sobre el trío dorado. Cientos de publicaciones periódicas sobre cada aparición pública de Harry Potter, Hermione Granger y Ronald Weasley.
El compromiso y posterior boda del niño que vivió fue la comidilla de cada reportero de la época. Por supuesto que la sorpresiva relación de pareja que sostenía la gran Hermione con el juguetón Weasley, el más agradable con la prensa, no dejó de ser noticia. Todos estaban expectantes a ese compromiso y boda. La gente sólo se lo podía imaginar… Todos los más grandes héroes de guerra reunidos otra vez, se podrían hacer todo tipo de comentarios sobre la ropa que llevaban puesta, sin dejar de lado la alegría de ver a los encantadores jóvenes casándose.
Aquello no sucedió.
Nadie advirtió que a los ojos de todos se daba el conflicto. Hermione se fue transformando de a poco en una de las personas claves en el ministerio. Llevando al consejo a tener posiciones mucho menos vulneradoras y flexibles con las criaturas mágicas, y más allá de eso, se estaba transformando en una líder carismática con un futuro político digno de desear. La popularidad que la joven tenía entre la gente no era comparable con otro político del momento, cuyas imágenes tras la guerra quedaron en el piso.
Por su parte, Ronald forjó una imagen publica fuerte. Mejoró su estado físico con sus intentos por jugar Quidditch, sin embargo, supo pronto que su talento era limitado. Se dedicó a los negocio junto a su hermano, y entonces supo de la opulencia. Comenzó a invertir en ropa lujosa y escapadas románticas junto a su brillante novia.
El problema se dio cuando los horarios de trabajo de Hermione dejaron de parecerle bien a Ron. Él no tenía casi que pasar tiempo en las tiendas, ese trabajo se lo llevaba su hermano. Por otra parte, le parecía que su novia estaba obsesionada con políticas que no eran aplicables en el mundo mágico.
Él quería una esposa que lo acompañara en forma reservada y leal. Que lo esperara con afecto y se encargara de todo.
El final de la relación era algo evidente para los cercanos, inimaginable para las audiencias.
El último año de noviazgo fue el peor. Ron comenzó a controlar sus horarios y relaciones sociales, hasta que un día discutieron de forma tan fuerte, que él la tomó de ambos brazos y la lanzó contra el piso. Para Hermione fue evidente el hálito alcohólico de su entonces novio. En ese momento fue el final.
La vida de Severus Snape sufrió cambios drásticos.
Un día despertó en San Mungo sin poder mover una sola extremidad y sin capacidad de habla. Casi un año tardó en estar completamente recuperado. Un año más tardó en ser declarado un hombre libre de todo cargo.
De pronto, tras la última audiencia de juicio en su contra, volvió a su casa en La Hilandera sin tener una sola ocupación ni preocupación. Evidentemente no le preocupaba la vida de nadie más.
Volver a dar clases era una oferta absolutamente digna de ser rechazada en forma fervorosa. Se había prometido a sí mismo no volver atrás, nunca más haría algo que no disfrutara.
Tras recuperarse físicamente, seguía sintiéndose el hombre mas miserable del mundo, y un día entendió que aquella sensación le perseguiría siempre. Era mejor acoger dicha sensación como una vieja amiga, indeseable, pero conocida.
Severus no tenía nada, nada más que dinero.
No tenía buenas redes, de pronto él era un amigo deseado por todos tras conocerse su historia, pero vamos, Snape podía haber pasado por una terrible experiencia en la guerra, pero seguía siendo él. No deseaba compañía alguna, no leía las cartas que le llegaban, no asistía a las reuniones, cenas y/o bodas a las que lo invitaban. Se enteró por el profeta que fue "el gran ausente" en la boda de Potter. No se le ocurría un lugar más indeseable donde estar, que en aquella boda.
Sus gastos durante tantos años eran tan reducidos, que su idea fue fácilmente financiada. Abrió en el Callejón Diagon una tienda de objetos e ingredientes para la elaboración de pociones, y se dedicó a la fabricación de las más complejas para ser el principal distribuidor para San Mungo y Hogwarts.
Tres años después, Severus tenia dos tiendas en Londres, una en Brasil y dos en New York. Odiaba viajar, así que reclutó a los mejores pocionistas para que fueran sus empleados y poder dar abasto.
Le iba económicamente bien. Olvidó La Hilandera como tanto quería y se trasladó a otra casa. Una no de gran tamaño, pero suficiente para él. Dos habitaciones (nunca supo porqué dos, no le gustaban las visitas), una oficina, un laboratorio amplio y los espacios comunes típicos.
Pagó por una buena vista a un lago… sin vecinos, obviamente.
Nunca se quitó el negro, pero vestía más cómodo, no por estética, sino porque las pesadas ropas eran incomodas para un cuerpo re-hecho por los medimagos. Se cortó el cabello para facilitar el pasar desapercibido en la calle.
La imagen de Severus era una fantasía general. El típico profesor oscuro, hosco, con el pelo grasiento y rostro de dureza. Snape quiso cambiar lo más superficial para que nadie se le volteara a ver. Lo conseguía parcialmente.
Justamente de esa forma comenzó esa extraña amistad.
El negocio de Snape creció tanto, que las cantidades de ingredientes que necesitaba requerían de disposición de una serie de extrañas criaturas. Se comentaba que Snape había conseguidos los animales por contrabando, que usaba magia oscura en su contra… en fin, su pasado lo volvía a acechar.
En el quinto piso del ministerio se encontraba el Cuerpo de Normas Internacionales de Comercio Mágico, quien sugirió como medida precautoria el inicio de una investigación en el cuarto piso, en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas.
Desde ese momento en adelante, quedo claro que Severus no incurría en ninguna ilegalidad, y es más, las cosas fueron a su favor. Tenía libre disposición a emplear los recursos del departamento, a cambio de otorgar la seguridad de un buen trato a las criaturas.
Eso implicaba claramente… autorizaciones, ¿de quién?, de Hermione Granger. Y en adelante, lo único que se desarrolló fue una extraña y reservada amistad.
La joven compartía tiempo con Severus, casi nunca con más personas (sólo un par de excepciones). Las conversaciones iniciales fueron distantes, sin embargo el tiempo les dio cierta cotidianidad que finalmente terminó en la intimidad que se tiene con un amigo que no se todos los días, pero que cada reunión es como si nada hubiera cambiado con el tiempo.
-Dejar a ese idiota es la mejor decisión que has tomado. Y digamos que no suelo halagar tus elecciones. - Le decía Severus a Hermione mientras abría una copa de vino blanco.
Cenaban en el departamento de ella, quien le había pedido desesperada que fuera a verla. Estaba llorosa y destrozada, no había comido y él cocinaba tan bien.
-Siempre esperé más de él… yo quería ser mejor para que estuviera orgulloso de mí, pero todo esto nos distanció tanto… siento ya no lo conozco… digo, ¡me empujó! ¡Ron!… ¡¿qué le pasa?!
-Granger, él sólo te detiene.
-Sabes que nunca estuve de acuerdo contigo en eso, pero debo asumir que tal vez tenías razón.
-La tengo - le dijo con una mirada certera y apuntando directamente a su cara.
-Al diablo, es un cretino. Siempre fue controlador y eso me tenía agotada. ¿Sabes qué haré?
-No, pero miedo me das - Señaló sarcásticamente.
-Tonto - le dedicó una sonrisa - Me olvidaré de todo esto de las relaciones estables que buscan un "futuro" junto a otro. Digo, seamos realistas. - Se puso en pié con la copa en la mano y comenzó a caminar por la habitación. Severus la seguía con la mirada.- Tengo un magnífico trabajo, mi desempeño es altísimo y mi futuro laboral es prometedor. Tengo buenos amigos y amigas, soy joven. Olvidaré todo y voy a disfrutar la vida. La vida es hoy. ¿Qué opinas? - le dijo extendiendo levemente sus brazos hacia los lados, mirándolo fijamente.
Severus contuvo la respiración, no sabia hacia donde iban las cosas. Le preocupaba que algo malo pudiera pasarle a Hermione, pues como primera razón estaba seguro de que ella aún amaba al pelirrojo y por otra parte, sabía que existía una enorme fila de personas que querrían involucrarse con ella… Algo de eso le produjo un segundo de tristeza, la que disimuló como siempre.
-Has lo que sientas Granger.
Hermione se durmió en su sillón tras llorar un poco más, en frente de ella, Severus tomaba otra copa mientras la miraba agobiado.
Pensaba en qué tácticas usaría ahora para no hacer el ridículo, no comportarse como un niño cada vez que le contara con quien salía. Él estaba de acuerdo con ella, su futuro tenía buena pinta y era evidente que él nunca encajaría en él. Sólo había que aguantar, y él sabía hacer eso.
La dejó en su cama, puso un hechizo sobre los utensilios que ocupó en la cocina. Se preocupó de dejar el espacio asegurado con los encantamientos correspondientes, y partió.
Para Severus las cosas se habían dado de forma lenta, extraña e incontrolable.
Primero había odiado la idea de tener que relacionarse con una "chiquilla" que lamentablemente debía ser de las personas que más detalles tenía de su pasado, uno que le parecía por completo humillante. Cuando se la encontró por primera vez no reparó en ningún detalle de su persona, sólo se centró en el objetivo laboral que los cruzaba. Posteriormente, ella comenzó a intentar buscar cada vez más conversación, algo para lo que él no era bueno, o al menos eso pensaba.
Un día ella cambió la rutina, y le sugirió hacer el papeleo de siempre fuera de la oficina, llevándolo sin preguntar a un café céntrico. Se sintió encerrado, no recordaba una situación social así con una mujer que no fuera servidora del Señor Tenebroso y se estuvieran planificando muertes. Esto era distinto y no sabía cómo diablos interpretarlo.
Ese día ella se dio un espacio para hacer el ridículo dandole las gracias por su actuar en la guerra, y dijo algo así como que lo admiraba. Él hubiera reído, de no ser Snape, así que le pareció una hipocresía, e invalidó la declaración. Pero el tiempo pasó y ella insistió, se fue metiendo en su mundo de a poco, hasta que finalmente sin comprender porqué, Severus asumió que tal vez, y sólo tal vez, ella no tenía sentimientos hostiles con él. Tal vez, ella era más inteligente de lo que él creyó.
Tuvieron que pasar meses para que él fuera abriendo un poco de su mundo con ella. Al menos dos años de amistad para que hablara de la guerra y de Lili. Tres años para que hablara de sus padres.
Hermione era una mujer insistente, jodidamente insistente cuando quería y vaya que había logrado avances. Influyó desde sus opiniones hasta la decoración de su casa, algo de lo cuál él se declaraba ignorante. Nunca había dejado de ser Snape, pero Granger era una pequeña cuota de suavidad y tenacidad en su vida.
No hubo caso. Se enamoró de ella sin poder evitarlo.
Severus no se sentía culpable por amarla, sino por ser tan vulnerable a la mínima actitud genuinamente afectiva. Era horrible darse cuenta de que simplemente le pasaba lo mismo que con Lili. Una mujer que llega de forma desinteresada a preocuparse de él y fin, se había enamorado de nuevo. Odiaba compararlas, pues consideraba que no podían ser más diferentes. El ideal de Lili ya había caído para Severus hace años.
En cuanto asumió frente al espejo que amaba a Hermione Granger, comenzó su despliegue de estrategias para hacerle frente a ese "problema".
Pensó, considerar el hecho de que sus sentimientos fueran superfluos y pasajeros, así que comenzó a devaluar en su menta las evidentes características positivas de su "amiga".
En segundo lugar tuvo una serie de acostones con varias mujeres. El problema fue que pocas tenían conversaciones interesantes, y las que tenían dicha virtud estaban en el mismo plan de él. Hubo una con quien llegó un poco más lejos, pero se detuvo al notar que olvidar a Granger al parecer sería más difícil de lo que creía.
Luego fue tajante y se alejó. Delegó las reuniones con ella en otro empleado y viajó. Pero al poco rato ella lo buscó pues "lo extrañaba y necesitaba". Estaba sometida a mucha presión y se sentía poco apoyada. Necesitaba a su amigo Snape, el cual con pesar, culpa y vergüenza, no pudo evitar casi correr para ayudarla.
Finalmente se rindió. "A la mierda", pensó. No había caso en intentar olvidarla si es que no iba a desaparecer de su vida, cosa que le aterraba pensar.
Se dijo a sí mismo que podía. Severus Snape tenía claro lo que era vivir sin amor. Hermione Granger nunca se iba a fijar en él, eran amigos. La historia se repetía y ya casi no le importaba. No haría nada. Se quedaría ahí pero dignamente, como el hombre que era.
Nunca se lo dijo, nunca insultó a Weasley más de lo merecido. Nunca hizo una escena de celos, nunca intentó nada mas allá con ella aunque se muriera de ganas.
Nunca se lo dijo a nadie, no se expondría a ninguna humillación más, y menos de parte de la mujer que amaba o alguno de sus cercanos. Sabía quién era, el murciélago de las mazmorras.
Tras un par de meses sola, Hermione Granger comenzó a compartir más con sus amigas y colegas. Todas la instaban a cumplir su palabra y comenzar a, por una vez en su vida, hacer grandes locuras.
La primera vez que salió de fiesta con objetivo de acostarse con un cualquiera fue un fracaso. Tomó tanto que terminó sola acostada encima de una cama con todo y ropa. Ni los tacones le sacaron.
Al la mañana siguiente el dolor de cabeza y el hambre que sentía eran enormes. "Nunca más", dijo.
Claramente aquello no fue cierto.
Al fin de semana siguiente, Hermione había renovado gran parte de su closet y se preparaba para salir nuevamente. Había formado un pequeño grupo con cinco colegas. Sus amigas de Hogwarts habían decidido casarse tan jóvenes… de pensar por un minuto que ella hubiera estado en aquella misma condición se alteraba.
Aquella noche sería tranquila, se juntarían en casa de Amy, una auror que llevaba un año en el ministerio.
Llegó y no supo cómo pasaron las horas. De pronto eran las 3 de la madrugada y había bebido como bastante.
-Vamos Hermione, ¿no te pasa que necesitas un buen polvo nada más? - Dijo Amy, mientras que Hermione fruncía el ceño.- ¿No? pues a mí todo el tiempo eh.
-Lo tengo en mente, pero es difícil… siento como si no supiera coquetear, no tuve esa clase. -En ese minuto sus amigas repararon en lo obvio.
-Tú no necesitas hacer nada Herms, sólo déjate querer.
-Se equivocan, no me siento "buscada" por los hombres ni mucho menos.
-Dudo. ¿Nos vas a decir que de verdad no ha pasado nada con quien tú sabes?
-Por dios Amy, pareciera que hablas de Voldemort - Gritó Emma desde el mini bar. Miró la cara de "qué pasa" de Hermione y aclaró ofuscada - habla de Snape.
-¡Severus!
-Uuuuuh Severus - dijeron varias a la vez con gesto pícaro.
-Nada que ver. Nosotros somos amigos, y además es Snape, ¿no necesito explicar más verdad?
-¡¿A qué te refieres?! - dijo Bonnie - yo me lo tiraría. Inmediatamente hubieron gritos de parte de las cuatro chicas.
-El profesor Snape ha mejorado mucho con el tiempo Herms. Ya sé que debe ser el mismo de siempre, pero al menos se ve… ya sabes…- Gina miró a Hermione como diciendo "no seas estúpida".
-Somos amigos. - Sentenció Granger.
-¡¿Y eso qué?!, ya sé que no has pedido mi opinión, pero te la daré igual, no me importa. Creo que lo que más necesitas ahora mismo, es un tiramigo.
-¿Tiramigo?
Hermione salió de aquella casa a las 4 de la madrugada, ebria y excitada. Lo notaba en su forma de respirar y la humedad de su entrepierna.
Cerró los ojos y se apareció… en casa de Severus. Al abrirlos sólo pudo decir "mierda, estoy loca".
Caminó rauda hacia la puerta de la casa, con decisión "eres una mujer adulta, y vas a hacer algo que quieres". Valor Gryffindor supuso. En cuanto sus pasos fueron mas firmes comenzó a poner velocidad y de pronto, ¡zas!
Cuando abrió los ojos Severus estaba frente a ella con una bolera blanca y unos pantalones oscuros, ¿tal vez eran parte de un pijama? ella no podía fijarse en eso en aquel momento.
-Hechizos de protección Granger, ¿en qué pensabas?
La chica se enderezó lo más dignamente posible y entonces se dio cuenta de que se sentía tan aturdida como caliente y ebria.
-Pensaba en que me pudieras follar.- Le dijo así como se habla de ir a comprar el pan.
Severus se quedó congelado y pensando en cómo le habría afectado tanto el coñac que tomó antes de dormir.
-¿Cómo dices?, te oí mal.
-Pensaba en que me pudieras follar Severus, ¿puedes?
Snape la miró, enfundada en un vestido casual precioso, con los labios irritados y la mirada… medio perdida. No era su mejor noche. La chica no podía estar más embriagada. Una copa más y se mataba.
-Vas a dormir Hermione.
-¡No!, yo vine a que me…-Severus levantó su varita con pesar. De pronto Hermione no podía estar más avergonzada. -No conozco ese hechizo.
-Aún desconoces muchas cosas Granger. Ahora a dormir. - Severus tenía una erección poderosa, de solo pensar en la idea de que Hermione hubiera querido hacerlo con él… no caía en sí mismo… pero por supuesto que estaba ahogada en alcohol y él no haría nada. Caminó hacia la habitación esperando que Hermione lo siguiera, y la chica lo hizo, callada y cabizbaja.
El ex profesor la dejó acostada en una habitación contigua y se encerró a pensar por milésima vez en cómo sería poder hacerle el amor a Hermione. Cómo era posible que un imbécil como Weasley lo supiera y él no. Ese idiota había tenido el placer de entrar en su cuerpo como el querría hacerlo. En forma feroz para saciar la necesidad de poseerla, luego lento para que no olvidara cómo se sentía su forma de entrar.
Pero no. Aquello no sucedería esa noche.
Hermione, ahora más que nunca sobria, conjuró un muffliato y estaba acostada gritando contra la alomada y golpeando el colchón.
-¡¿Cómo puedes ser tan estúpida?!
Cuando logró calmarse notó que estaba a punto de llorar, y no se lo permitiría, no esta vez. "No Hermione, asume como adulta… adulta".
Se puso en pie dispuesta a "molestar" nuevamente a su ex profesor para pedirle las disculpas correspondientes.
Con miedo y la respiración contenida tomó el pomo de la puerta y lo giró. Estaba abierta, y eso le hizo alzar las cejas sorprendida sin querer.
Mientras abría la puerta para entrar a la habitación oscura, pensó en cómo sería que Snape le tocara todo el cuerpo con fervor.
Aún en la oscuridad distinguió el rostro de Snape acostado, aparentemente dormido. No lo pensó, y precisamente por eso lo hizo, no lo pensó y se quitó el vestido. Quitó de encima las sábanas de la cama, sorprendiendo a Snape quien adoptó una posición de rigidez mientras la miraba en lo oscuro.
Sin recostarse, Hermione se arrodilló en la cama a lado de Snape en un tenso y excitante silencio. Estiró sus manos para tomar el borde de su polera y levantarla hasta sacarla. Él en respuesta la tomó de las caderas para llevarla con posesión sobre sí.
Entonces la chica se detuvo un segundo sobre su rostro y se deslizó hacia la derecha para besar el cuello de quien fuera su profesor. Pudo sentir en los labios los surcos de las cicatrices del pocionista, por alguna razón aquello la encendía más… primera vez que besaba a alguien que no fuera un jovencillo. Lento y sintiendo cómo las manos de él comenzaban a acariciar sus muslos con la fuerza precisa, ella lamió suavemente su oreja, arrancándole un suspiro que la hizo sentir poderosa.
De pronto sintió cómo Snape tomaba su rostro en sus manos para besarla como nunca se lo hubiera imaginado… sólo ese beso la había mojado más de lo normal. Severus se pegó contra ella y pudo sentir la fuerza y dureza de su pene que rozaba con la parte frontal de su vagina hacedora desear saber cómo se sentiría tenerlo entrando y saliendo de su cuerpo.
Severus la movió sin preguntarle nada, y en un par de segundos era él quien estaba encima y la chica sólo podía tirar con manos y pies ese pantalón que nunca había odiado más.
Severus se embelesó cuando tomó los pechos de Hermione en sus manos y pudo besarlos. Succionó cada parte sensible de la chica mientras no dejaba de tocarla. Siguió bajando por sus piernas hasta devolverse a esa vagina húmeda en la que hundió su boca. El ex profesor deslizó su lengua por la suave piel de la joven desde su entrada hasta el clítoris, notando inmediatamente cómo la castaña arqueó la espalda y se movió buscando un mayor contacto. Severus ponía la presión justa en los mejores lugares, mientras que Hermione volaba y pedía más. Snape continuaba succionando su piel mientras introducía uno de sus dedos en forma rítmica, fue paciente, no se apuró, sólo disfrutaba de su sabor. El mago aumentó la velocidad sobre su clítoris hasta que la bruja explotó en un orgasmo en su boca.
Cuando Hermione volvió a abrir los ojos lo vio encima de ella, expectante.
-¿Qué quieres? - Preguntó Snape, con su voz aterciopelada, produciendo que Hermione se erizara por completo y sin poder pensar en cómo decirlo de manera más clara se lo pidió.
-Métemelo. - Le suplicó. En cuanto se escuchó se extrañó de sí misma.
Severus le abrió más las piernas que la chica había cerrado por impulso mientras se contraía en su orgasmo. Ubicó su duro miembro y se deslizó por la mojada y apretada entrada. Snape sintió como las paredes de la chica enfundaban su pene en un calor delicioso del que no querría salir nunca más. Comenzó a moverse contra ella mientras la chica gemía, cada vez más fuerte, apretando su pecho y sus brazos cada vez que la investía con rudeza.
Severus se alejó y recostó nuevamente. La tomó con fuerza, cosa extraña para Hermione, ubicándola sobre él. La chica no sabia que hacer con todo ese control.
Prontamente se encontró moviéndose sobre su pene mientras entraba y salía, gritando como una loca por tamaño placer. Él no dejaba de tocarla y besar su cuerpo mientras ella se movía sintiéndose tanto sublime como sucia y mala. Aquello último le encantaba.
De pronto Severus le pidió sin palabras que parara de moverse sin salir de su cuerpo, la acercó hacia sí mismo y tomó su cabello para sujetarlo con una mano mientras la otro tomaba su trasero. Él comenzó a moverse tan rápido que Hermione sólo gritaba contra la almohada, pidiéndole que no parara. Escuchar el sonido que hacían sus cuerpos al golpearse contra el otro era la melodía más excitante que había oído.
La bruja cayó rendida cuando él la soltó. Vio de reojo cómo él se ponía de pie y caminaba rodeando la cama hasta pararse en un lateral desde donde la tomó suavemente por las piernas ubicándola cerca del fin del colchón. Abrió nuevamente sus piernas y volvió a entrar lentamente. La castaña tuvo tiempo de respirar. Snape podía sentir cómo Hermione apretaba los músculos de su vagina aumentando la presión sobre su pene.
Acerco los pies de la chica hasta ponerlos en su pecho y comenzó a moverse rápidamente de nuevo. En nivel de los gemidos y maldiciones de Hermione eran la forma en qué medía qué hacer y qué no.
Se detuvo un instante sin salir y la chica no pudo sostener las piernas en el dorso del pocionista, quien vio la oportunidad perfecta de acariciar su vagina con los dedos mientras seguía moviéndose lento.
Hermione no pudo más y se corrió con potencia, apretando fuertemente a Snape, quien tras el segundo orgasmo de la joven salió de su cuerpo para terminar sobre sus pechos.
El mago se encargó de limpiarlos a ambos con magia. No había fuerza para más.
Hermione aún no volvía del cielo en que estuvo viajando. A su lado, Severus se sentía sorprendido y más que nunca preocupado.
¿Qué había significado todo aquello?
