Tal como enseñé en el trailer, aquí está mi nueva historia SwanQueen. Habrá gore... habrá sexo... habrá drama por un tubo, por supuesto. Y como siempre, espero mejorar lo anterior y seguir hacia adelante. Una vez más tengo que darle las gracias a Silviasi22, que me ha dado el último empujoncito para comenzar este relato de las opciones que tenía. Aunque esta vez también quiero mencionar a Sweetbastard... que me ha estado dando coba también para que escriba. ¡Ala, ya puedes estar contenta que me he quedado sin mis vacaciones fiqueras por tu culpa! Nah... iba a escribirlo ahora de todas formas... tú lo sabes tan bien como yo.


Emma Swan

Atada de pies y manos a aquella silla, me esforzaba por conseguir soltarme. Pero estaba bien atada. Aquellos nudos no eran precisamente fáciles de soltar, estaban atados a conciencia. Sentí el frío acerco del cañón de aquel revólver justo sobre mi frente. Aquellos ojos fríos, mirándome, tan sólo iluminados por el brillo de la bombilla que había sobre nuestras cabezas. Aquella escena era tan estereotípica que si no me estuviese jugando la vida, puede que lo llegase a encontrar cómico.

_ Dígame, señorrita Swan. ¿En qué momento considerró que erra buena idea entrometerse en los asuntos de la mafia Rusa?_ Aquella voz, y aquel remarcado acento, daban verdadero pavor. Pero yo me mantuve en silencio, como me habían dicho._ ¿Tan poco aprrecia si vida como para perderla por un par de joyas?

Lo cierto es que, decididamente, no había sido la mejor idea del mundo entrar a robar a la casa de un mafioso... pero se suponía que iba a estar fuera toda la noche. ¿Cómo iba a sospechar que iba a cancelar sus planes?

Por eso, lo máximo que pude hacer fue suspirar de alivio cuando escuché un sonido metálico y otra pistola se incorporó a la fiesta, apuntando esta vez a la frente del mafioso. Él, sintiéndose derrotado, bajó el revólver e hizo el amago de girarse, pero la pistola se aferró aún más a su cabeza. Sin embargo, yo ya sabía que aquello no era una advertencia, porque aquel hombre me había visto la cara... sabía mi nombre... así que no me sorprendió cuando se escuchó el disparo y la cabeza del caballero ruso se desperdigó por toda la sala.

_ ¡Ya era hora, Úrsula!_ Exclamé, volviéndome hacia la mujer que había disparado. _ Casi me vuelan la cabeza.

Úrsula me miró con desgana, guardándose el arma, reprendiéndome con la mirada.

_ Emma... Emma... Emma..._ Dijo, mientras me desataba._ Menudo ejemplo estás dando... Y mira que te lo advierto.

_ ¿A qué te refieres? Tú fuiste la que me metió en este lío._ Le recordé, poniéndome en pie.

_ Mira, ya me cuesta convencer a la banda de que no eres una metepatas, Blanquita. ¿Qué clase de pandillera conduce un escarabajo amarillo?_ Me increpó.

_ ¿Una que no puede pagar el alquiler, puede ser?_ Le dije._ Quizá debería dejar toda este montón de mierda que me habéis echado encima, Úrsula. Estoy cansada de ser la recadera de toda tu panda. Sois unos putos racistas y yo prefiero ganarme la vida sin tener que jugarme la vida todos los días.

_ No tienes respeto._ Me dijo, negando._ No tienes ni idea de lo que te espera si te apartas de mí.

_ ¡Tengo respeto por la realidad!_ Dije, mientras salía por la puerta, dando un portazo._ ¡Dile a la banda que me rajo, estoy cansada de todo esto!

Y estaba decidida. Aquello era lo último. Tendría que estar loca para querer tener una pistola sobre la cabeza más de una vez. Me estaba bien empleado por intentar entrar en una banda de negros. Iba a tener que buscar mi propio camino.

Arranqué el escarabajo amarillo y decidí conducir hasta el infinito, perdiéndome en el desierto de Nevada. Aquel viaje a las Vegas había sido un suplicio... ¿Y para qué? ¿Por un par de billetes más que podrían haberme costado la vida? Iba a empezar una nueva vida, legalmente, sin robos. Era lo mejor.

Aparqué en mitad del desierto y me dormí sobre el volante. Desperté horas más tarde, cuando escuché el sonido del acero doblarse. Vi a alguien encima de mi coche. Sus pies habían atravesado el capó. Antes de poder reaccionar, pestañeé y desapareció. Pero sólo lo hizo para aparecer junto a mi puerta, que arrancó con la mano. Grité, observando como aquella mujer me sacaba del coche, intentando luchar, sin éxito... dado que su fuerza era muy superior a la mía.

Rodé por el suelo, mirando impotente como aquella mujer se abalanzaba sobre mi coche y lo destrozaba antes de ser víctima de un repentino desmayo.

Úrsula

Se me había escapado. Después de tantos meses intentando captar a Emma Swan, la salvadora, se me había escapado por una rabieta. Y eso me hacía sentir furiosa. Tremendamente furiosa. Mis esfuerzos, una vez más, convertidos en nada más que un mal recuerdo. De modo que aquella noche no me dirigí al apartamento que había alquilado todos aquellos meses, me dirigí a aquella imponente mansión en Beverly Hills. Fue un viaje largo, pero mereció la pena con tal de poder desquitarme.

Toqué el timbre insistentemente mientras esperaba a que se me abriese el portón. Maldita mansión que tenía aquella desgraciada. Llegué al salón y encontré a Cruella fumándose un cigarrillo en silencio, con una copa en la otra mano, esperándome, con otra en la mesa, que me ofrecía sin decir nada. Yo parecía completamente fuera de lugar, con una gorra de color verde chillón y ropa holgadísima.

_ Tu plan ha fallado._ Le dije, con la voz dura._ Emma es más independiente de lo que habías previsto... y ahora... Regina le echará el guante.

_ Deja a Regina en su casa de locos... ella no tiene nada que decir en esto... dudo que sepa siquiera quién es ella si es que se le acerca._ Dijo, arreglándose las uñas._ Nuestro plan A ha fallado, pero aún nos queda una larga lista.

_ ¿Ahora que ha fallado es nuestro plan? Juraría que antes siempre mencionabas este plan como tuyo._ Me quejé, sentándome en aquel cómodo sofá y llevándome la copa a los labios.

_ No son más que tecnicismos, Úrsula._ Me dijo, dando un trago._ Ya puedes abandonar esa actitud de pandillera.

Me quité la gorra y la tiré a la chimenea encendida. Estaba harta de aquel papel, era bien cierto, estaba segura de que Cruella no habría aguantado más de un par de días separada de sus pieles y de su mansión. Yo había tenido que hacer todo el trabajo... si no supiese que su magia estaba seca pensaría que me había lanzado su conjuro de fidelidad.

_ Sencillamente debíamos ganarnos la confianza de Emma y extraerle su magia._ Rememoré._ Yo he fallado, y ahora te toca a ti.

_ Te subestimas... Que Emma te haya pegado un par de gritos no significa que haya perdido del todo el respeto que te tenía. Ahora debemos seguirla, encontrarla... y esperar que no esté en manos de Regina... esa mujer está perturbada... y si le hace trizas la mente poco vamos a poder hacer para ganarnos su confianza.

_ No será para tanto, Cruella._ Dije, alzando una ceja.

_ No te haces una idea de lo que la maldición que ha lanzado esa mujer le ha hecho a su cabeza._ Dijo, mirándome con... ¿Era terror eso que había en sus ojos?

Regina Mills

La sala, con las paredes de un tono gris, tan sólo tenía la máquina a la que aquella mujer estaba sujeta. Yo, por mi parte, me encontraba en la sala de control, observándolo todo con una sonrisa que, afortunadamente, Mary Margaret no veía, porque de lo contrario habría percibido lo mucho que estaba disfrutando con todo aquello. Verla sufrir era mi pan de cada día... pero lo adoraba, más de lo que una persona cuerda debía. Sin embargo... ¿No estaban locas todas las personas que se encontraban en aquella institución? ¿Qué más daba una más?

_ ¿Lo intentamos otra vez, Mary Margaret?_ Dije, en un susurro._ ¿Cuántas veces tendré que decirte que no eres Blancanieves?

Pulsé aquel botón, y los consiguientes gritos sonaron como música para mis oídos. La mitad del hospital los estaba escuchando, y sin embargo, esa idea sólo hacía que me sintiese aún mejor si cabía. Mary Margaret gritaba con todas sus fuerzas mientras las agujas se clavaban en su piel, inyectando diferentes sustancias. Salí de la sala de control y entré con ella, mirándola. Su mirada estaba perdida, sus ojos vidriosos... de sus temblorosos labios salía algo de espuma. Cuando solté las correas del aparato de tortura se cayó al suelo y lloriqueó como un bebé.

_ Intentémoslo una vez más... ¿Te parece?_ Dije, con voz dulce._ ¿Cuál es tu nombre?

_ Me-me llamo Mary Margaret Blanchard... era stripper... en The Rabbit Hole... hasta que perdí la cabeza y me ingresaron aquí.

_ Sí... eso está mejor... empezar a recordar es el primer paso para curarte. Las enfermeras te llevarán a tu habitación.

_ Sí... Doctora Mills._ Dijo, sin mirarme, pues sus ojos estaban vagando sin rumbo fijo, mientras una sonrisa idiota se quedaba alojada en su rostro.

Dejé la bata en un gancho junto a la puerta, y anduve hasta mi despacho. Estaba satisfecha con el trabajo del día. Ir destruyendo poco a poco y sin prisas a Mary Margaret, al igual que al resto de los pacientes, nunca dejaba de ser divertido. Mi venganza contra ellos era mucho más satisfactoria que lo que habría sido si hubiese seguido mi plan original y simplemente hubiese creado una ciudad en la que hacerles infelices. El hecho de que una parte de ellos supiese quienes eran de verdad, y que esto les hubiese vuelto locos, me hacía estar mucho más en contacto con esas personas.

_ Mírate... Regina... acumulando dolor sin sentido... sin propósito... ¿Te satisface eso?_ Me preguntó una voz. Me giré rápidamente, por puro instinto.

Allí estaba, vestida de negro, con aquel sombrero torcido. Anzu mostraba un look que hacía pensar en la novela negra, en los detectives privados de esas viejas historias cuyo éxito ahora parecía pasajero. A pesar de todo, estaba segura de que en una película en blanco y negro estaría fabulosa... ojalá pudiese meterla simplemente en una y lograr así que desapareciera de mi vista.

_ ¿Qué haces aquí? Si vienes a preguntarme por tu hija ya lo he arreglado... ha quedado confirmado que el cuchillo que encontraron bajo su almohada era de nuestras cocinas._ Dije, mirándola fijamente.

_ En realidad no he venido por eso._ Dijo, sonriendo. Cuando sonreía sentía que debía preocuparme._ En realidad quería informarte, porque parece que ninguno de tus enfermeros lo ha hecho todavía.

_ ¿Informarme? ¿Sobre qué?_ Pregunté, alzando una ceja, alerta.

_ Sobre la nueva paciente, por supuesto._ Dijo, mirándome como si le hubiese preguntado algo obvio._ He tenido que traerla yo misma.

_ ¿Y te consideras con capacidad para ejecutar un diagnóstico?_ Le pregunté, alzando un poco el tono.

_ Bueno... esa mujer vino diciendo que un monstruo había hecho trizas su coche... que seguía entero a un par de metros de distancia de donde ella se encontraba. Trataba de ser amable.

_ Eso es precisamente lo que me preocupa._ Reconocí._ No sueles ser demasiado amable.

_ Tengo mis momentos._ Dijo, extendiendo la sonrisa._ Supongo que no tardarán en llevarla a su habitación. Pensé que querrías hacerle una visita. Su nombre es Emma Swan.

Emma Swan

Aquel lugar tenía que ser el infierno, o al menos un lugar similar. El cielo parecía estar deprimido, mostrando un tono casi verdoso. Y el edificio al que me llevaban tenía un aspecto ruinoso. Yo luchaba, tratando de resistirme, pero los hombres que me llevaban me habían colocado una camisa de fuerza ante mi resistencia, por lo que solo pataleaba como una idiota mientras ellos me introducían en aquel infierno, que no ofrecía nada más agradable dentro que fuera. Si el exterior era deprimente y siniestro, pues aquel hospital psiquiátrico ofrecía el aspecto de estar encantado, para describir el interior, la palabra que usaría sería "sucio". Las paredes tenían humedades y daban la impresión de llevar meses o incluso años sin limpiar.

Me callé, al ver que era inútil. No estaba loca, y dar la impresión de estarlo no iba a ayudar a mi defensa. Recordaba muy bien lo sucedido, y estaba segura de que no era un sueño, aún tenía una pequeña herida en el rostro que había surgido por la brusquedad en que aquella cosa, fuese lo que fuese, me había sacado del coche. Así que entré en la habitación, que no ayudaba tampoco a tranquilizarme, porque estaba incluso más sucia que el pasillo. Había una litera, que chirrió cuando la ocupante de la cama superior se incorporó para verme. Las sábanas, que en su día debieron ser blancas, mostraba un tono gris con manchas negras... casi parecían que las hubiesen usado para limpiar aceite. Había una pequeña ventana que daba al patio además de la diminuta que tenía la puerta. Ambas estaban enrejadas, y cuando la puerta se cerró no pude evitar pensar en tirarme en la cama y echarme a llorar. Ahora echaba de menos a Úrsula, lo confieso.

_ No pareces una heroína._ Dijo mi compañera de cuerpo. Su voz me devolvió a la realidad.

Aquella chica era poco más que una niña. No debía llegar a los diecisiete años. Su cabello era negro como la noche... y su piel... pálida como la leche. Pero, a pesar de este contraste, lo más llamativo eran sus ojos. Dos ojos verdes, tan vivos y achispados como... en una palabra, locos. Sus ojos reflejaba esa locura que suponía la había llevado a aquellas instalaciones. Era una cría pero... aún así, espantaba.

_ ¿Una heroína?_ Pregunté, sin entender.

_ Claro tonta... tú tienes que salvarnos a todos._ Dijo, sonriendo de oreja a oreja._ Eres la salvadora.

_ ¿Qué soy qué?

_ Rayos... había apostado con la tetera a que te acordarías... ahora tendré que darle mi postre..._ Dijo, muy molesta._ Bueno, pero no importa... aún tenemos tiempo para que recuerdes. Soy Alice Liddel... Y tú eres Emma Swan... ¿Verdad?

_ Sí... soy Emma Swan... pero no pienso quedarme._ Dije, intrigada... ¿Cómo es que sabía mi nombre?_ Hablaré con la persona que mande aquí y saldré mañana mismo. Yo no estoy loca...

_ Oh querida..._ Dijo Alice, lanzando una risotada estridente._ Pero sí que lo estás. Y vas a pasarte mucho tiempo aquí...