NA: Es el principio de la historia y espero ubicar un poco en el mundo en el que se mueven los personajes. Me gustaría escuchar críticas para ver si voy consiguiendo poner en situación al lector. Aparte, escuchar comentarios motiva para partes las resumiré un poco porque quiero hacer una historia sobre otros protagonistas de la misma historia. Lo que tiene que ver con nuestras protas está.

CAP 1

Corrían tiempos oscuros para los muggles. Desde hacía siglos, el mundo mágico había desatado una cruzada contra todo ser que no podía hacer magia, en especial los humanos. La pureza de la sangre primaba ante cualquier cosa. Expresiones como " tojour pour" podían leerse en todos los rincones del planeta, sobre todo, en Francia donde la esclavización de los muggles había tenido una especial importancia.

Los muggles vivían en los territorios de los grandes señores, magos y otras criaturas mágicas, a los cuales les debían obediencia y un diezmo por el uso de sus tierras. Las tasas resultaban asfixiantes para las pequeñas aldeas como Haut Champ donde los inviernos eran terriblemente duros. Las nevadas cortaban los caminos, destrozaban las cosechas, traían enfermedades, etc.

Era temporada de hambruna y mortalidad. Por ello, los niños crecían muy rápido. Muchos de ellos trabajaban en las minas, en el campo, o como era en el caso de Hermione, ayudando a sus padres. Hermione era una niña de diez años que empezó a trabajar a los 3 en la taberna de Aberforth "Bière pour tous". Sus días consistían en limpiar baños, encender el fuego, cocinar para los clientes, fregar suelos, limpiar mesas...Se podría decir que la taberna era su vida.

-Aberforth, ¿dónde está tu hija con mi potaje? - preguntó uno de los clientes habituales.

-Disculpa, Pierre. Aún lo está haciendo.

-Ya está, ya está - dijo Hermione corriendo con el plato - Perdón por la tardanza.

El cliente aceptó de buena gana la comida. Con la estación del año que era, no iba a dejar que el plato se enfriara por quejarse.

Aberforth, que se dio cuenta de lo retrasada que iba la cocina y, como él era mucho más rápido, le cambió el puesto a Hermione. Ella, que se había quedado fuera, en ausencia de nueva clientela se puso a limpiar el mostrador hasta que estuviera reluciente como una patena.

De pronto, entraron en la cantina un señor y dos niñas con ropajes muy ataviados. Las dos jovencitas parecían no estar aún en la adolescencia. Hermione se dispuso a atenderles cuando se fijó en que la mayor desprendía una luz dorada casi hipnotizadora. Sin darse cuenta, dejó caer el trapo que tenía entre las manos. Aunque no tardó en volver en sí y acercarse a ellos - ¿Qué van a querer tomar, señores?

-Mis Señores - corrigió el mago. Ante la mirada perpleja de la muggle, prosiguió hablando -Mis señores. Yo soy James Potter, dueño de esta tierra en la que tú vives, por lo tanto, soy tu señor.

La muchacha enseguida rectificó - Ah, claro. ¿Qué van a tomar, mis señores?

-¿De dónde viene vuestro agua? - preguntó el Señor.

-Hay un manantial en las montañas. Todas las semanas nos...

James no queriendo escuchar más la interrumpió - Mejor trae una botella de vino. Se conserva mejor. Y de comer...- miró alrededor a ver qué podía pedir en ese lugar - El caldero más grande que tengas de bouillabaisse y un pollo para los tres.

Hermione abrió los ojos como platos. Jamás antes le habían pedido tanto en una sola mesa. El pollo y la bouillabaisse eran caros. Normalmente una sopa normal, unas lentejas, comida de cuchara poco pretenciosa.

Su reacción no le agradó nada al señor - ¿Sucede algo?

-No..., mi señor, no es nada- pero la mirada incrédula del noble le obligó a decir la verdad- Es sólo que has pedido mucho y casi nadie tiene ese dinero.- Su incomodidad aumentó cuando las chicas se rieron. Una risa hermosa, sin lugar a duda, pero tan hermosa como maligna.

-Esto sí que es bueno - murmuró la mayor de las chicas.

Lo que estaba insinuando era una ofensa que James no dejaría pasar- Te lo explicaré en lenguaje vulgar para que nos entendamos . La tierra es mía,eso incluye toda la aldea, en la cual está tu local, que es mío también, y tus pollos también son de mi propiedad. A ver si eres inteligente y adivinas lo que te voy a pagar.

-¿Nada?- En su pequeño cerebro Hermione estaba intentando darle sentido. Siempre le habían dicho que daba la comida y la gente le pagaba. Ahora le daba a entender que no. Era complicado para ella- Pero...todos pagan.

Aquello ofuscó más a la familia. Podrían ordenar cortarle la mano por tal barbaridad. Antes de que el patriarca saltase, la mayor de las jovencitas le detuvo.- James, deja que yo me encargue.- Fue entonces, cuando ésta se levantó temerariamente con su varita en la mano apuntando hacia la camarera de cabello enmarañado. Hermione sintió cómo le levantaba la barbilla con la punta de la varita, y en esa cercanía, el ambiente se intensificó. Era como si sólo estuvieran ellas. Sus miradas se llamaban la una a la otra, e inconscientemente se inclinaron acotando la distancia. Algo en el interior de la bruja rugía sin cesar. Nunca lo había sentido antes. Una fiera tan poderosa que se agitaba como loca por dentro.

Antes de cometer una locura, sacudió la cabeza, y le dijo a la camarera con voz tenebrosa- ¿Pueden todos hacer esto? - Y con un simple movimiento de muñeca, lanzó un hechizo que rompió todas las botellas del mostrador. El estallido del cristal llamó la atención de Aberforth, quien se asomó desde la cocina. Lo que vio fue una Hermione enfadada con los puños apretados y luciendo altanera frente a una maga que enseguida reconoció como Fleur Delacour, la hijastra de James Potter, quien estaba en la mesa junto a su hija Gabrielle Potter. Una familia de nobles en su taberna no podía ser bueno. Se acercó aprisa y obligó a Hermione a que atendiera la cocina de nuevo- Les ruego que la perdonen, mis señores. Ella no pretende causar ningún mal. Es joven y no entiende.

-Puede dar gracias a que mi hijastra se encargó de la situación- tomó la conversación el Señor - Yo no soy tan clemente.

- Comprendo, mi señor.

-Puede retirarse a servirnos la comida. Muero de hambre- dijo una caprichosa Gabrielle. Cuando el anciano desapareció de su vista, Gabrielle no reprimió las carcajadas que llevaban un buen rato queriendo brotar de su boca - Ha sido lo más divertido de todo el día. ¿Habéis visto la cara de miedo del viejo?

-Yo no le veo la gracia- dijo James Potter. Para él la situación cuestionaba su autoridad.

Tras un silencio que permitía a los tres reflexionar, Gabrielle volvió a intervenir- Deberíamos enseñar a esa muggle quién manda aquí.

-Gaby, no están las cosas como para castigar por los pueblos a cualquiera- James estaba al tanto de la situación global y no quería apretar el yugo innecesariamente.

La pequeña mandataria se vio con convicción- No a cualquiera, a los nuestros.

Tanto James como Fleur se miraron sin comprender la situación- Creo que ni tu padre, ni yo te seguimos.

-Querida hermanita- prosiguió Gabrielle- Es mi octavo cumpleaños. De aquí a 3 años tendré mi primera sangre, y para entonces debería tener una esclava personal que me ayude a todas las cosas básicas para las que no tenemos conjuros como bañarse, vestirse, bajar las escaleras...si Harry no tiene hijos, yo soy la heredera. Podría caerme por las escaleras antes de cumplir la mayoría de edad y... ¡adiós al linaje Potter!

-Ella es demasiado joven, no podría cuidarte- protestó James- Además de insolente.

-Conmigo no será insolente- respondió Gabrielle con esa oscura mirada que Fleur conocía tan bien. No quiso reconocerlo, pero por unos instantes, Fleur tuvo miedo por la seguridad de esa niña de cabello revuelto. Su hermana pequeña enfurecía con mucha facilidad. Llegó a prender fuego a la cabeza de una esclava por equivocarse en el postre que había pedido.

-Padre, le aseguro que será una esclava responsable y, lo más importante, sumisa. - Gabrielle estaba realmente insistente con ella- En cuanto a su edad, es sólo un aliciente. No quiero una vieja como la de Fleur. Su esclava en un par de años no servirá para nada.

A veces, James Potter le daba la sensación de que su hija no tenía 8 años, sino que era una mujer adulta con unos fines muy concretos. Además, ese día salieron porque le había prometido un regalo por su cumpleaños y parecía que ya había elegido lo que quería, no le podía negar el capricho. Así que cuando Aberforth regresó con la bebida, abordó el negocio- ¿La niña es tu hija?

No tuvieron que decir a quién se referían para que Aberforth lo supiera.- Sí, así es, mi señor.

Fleur le miró con mucho asco de arriba a bajo - ¿No eres muy viejo para ser su padre?

Sonrió lo más amablemente que pudo- No tan viejo como parezco.

James interpuso la mano para ordenar silencio. Quería tomar el mando de la conversación- La situación es ésta. Mi hija, Gabrielle, acaba de cumplir 8 años y quiere un regalo bonito. Tu hija es bonita.

Fleur comprendió lo mal que se podía entender aquello- Lo que mi padrastro quiere decir es que mi hermana necesita una esclava personal, y eligió a tu hija.

Definitivamente no era bueno, era malo, muy malo. El anciano en su cabeza estaba inventando mil y una excusa para evitar aquello - Es demasiado joven.

-Aprenderá - espetó James.

-Y un poco torpe...Muy torpe.

Pero Aberforth no contaba con que Pierre, el cliente de antes, interviniera con buenas intenciones de ayudar a la pequeña, aunque el pobre no sabía en el problema que la estaba metiendo.-Tu hija aprenderá. Es muy inteligente.

El anciano con cara de circunstancias intentó que Pierre volviera a su sitio, pero éste aún insistente agarró a Aberforth por el brazo y le alejó de los nobles. Ninguno entendía la actitud del otro.

-¿Qué haces, Pierre?

No. ¿Qué haces tú? - replicó el cliente- He venido a tu taberna durante muchos años, creo que podríamos decir que somos un poco más cercano que unos conocidos, así que deja que te diga que eres tonto si desaprovechas esta oportunidad. ¡Mira por la ventana! - señaló la nieve- Los niños se están muriendo de enfermedades, frío y hambre. Tu hija está sana pero, ¿por cuánto tiempo? En su hacienda a tu hija no le faltaría de nada.

James Potter era un buen jugador de ajedrez y gran necogiante. Conocía los tiempos de espera para tomar acciones. Ser impaciente no ayudaba, ni tomar decisoones con el estómago vacío. Esperó a que todos los platos estuvieran servidos para abordar el tema una segunda vez. Sin embargo, el tono que empleó entonces no era tan amigable.- Mi hija se está empezando a enfadar. Podemos hacer las cosas de dos formas. La que más te puede gustar es que me das a tu hija voluntariamente y yo me voy con ella sin hacer ruido. La otra es que yo doy la orden y hacemos un baño de sangre. Te doy dos minutos para decidir.

Mientras tanto en la cocina, Hermione hablaba consigo misma- Es mi Señor, no señor blablabla. ¡Mi señor don mierda! Seguro que es de los tipos que todos los años mandan pintar su casa...¡Así se intoxiquen con la pintura fresca!

Sospechosamente, Aberforth entró en la cocina para decirle que comiera. Era extraño, nunca comía a esa hora.

-¿Qué sucede?- preguntó la muchacha.

El anciano tomó una buena bocanada de aire para hallar el valor de decírselo- Los magos quieren que te vayas con ellos.

-Yo no quiero.

Aberforth se arrodilló ante ella, y colocó las manos en sus hombros- No es tan sencillo, Hermione. Pueden obligarnos, ellos son magos.

-¡Y tú también!- respondió la niña.

-Pero no pueden saberlo, nadie puede saberlo. - Aberforth llevaba muchos años escondido de su pasado. Un pasado oscuro que temía que pudiera salir a la luz- Prometí a tus padres que te protegería, si les atacamos te pondría en el punto de mira.

Toda esa palabrería no convencía a Hermione. ¿Qué tanto mal podría haber hecho para tener que esconderse de esa forma? Para ella todo eran excusas que no tenían sentido- No me quieres contigo, es eso, ¿verdad?- se alejó de él con gran desconfianza- Puedo correr, no tengo que irme con ellos.

-¡Por Merlín, Hermione! - se exasperó Aberforth- ¡Son magos, no necesitan correr para atraparte!

Pero la muchacha no se daba por vencida, había escuchado historias horripilantes sobre las cosas que pasaban en esa hacienda y no se iba a rendir tan facilmente. Era capaz de hacer lo que fuera, incluso de...Fue rápida y en dos segundos tuvo en su mano la varita que el anciano tanto guardaba.

-Aunque consiguieras escapar, te convertirías en una prófuga. No podrías volver y nunca dejarías de estar perseguida. ¿Eso es lo que quieres?- Aberforth no quería hacer comprender a la muchacha que no tenía salida. No se trataba de una visión personal, se pondría en contra del país entero, del mundo entero. Salir huyendo no era una solución factible.

La muchacha con tristeza lo comprendió y bajó la varita, pero no se la devolvió, ni él se la pidió.

-Si eres obediente con lo que te manden, tal vez, te dejen visitar la aldea y visitarme- dijo el anciano con nostalgia en su voz.

La despedida entre ellos fue dura. Era mucho tiempo juntos. Aunque para Hermione la actitud de su padre ficticio fue un poco distante cuando en el abrazo le susurró - No dejes que lo sepan.-Como si fuera lo que más le preocupaba. Esperaba que sólo fuera una sensación.

Fleur los estaba observando desde su posición y algo no le encajaba con la escena. Un abrazo entre un padre y una hija un tanto extraño. Recordó la muerte de su padre y se vio a sí misma llorando. -Ella también llora,pero ¿llora por irse o por venir? - pensó.

Finalmente, todos estaban en el carruaje. Por antojo de Gabrielle, Hermione se sentó dentro del coche con los nobles. EL viaje estaba siendo tormentoso, pues Hermione seguía pensando en todas las historias sobre ellos, mientras las incesantes palabras de Gabrielle llenaban el silencio.

- Serás mi esclava personal, tendrás que vestirme,peinarme, ayudarme a bajar las escaleras...

-Sois magos,¿ no podéis apareceros y así no tenéis que bajar las escaleras, mis señores? - preguntó Hermione con un tono sarcástico en el título nobiliario.

Gabrielle ofendida por su ignorancia respondió- Tonta,no puedo aparecerme hasta que no sea mayor de edad, aún me faltan muchos años para eso. Debería castigarte por tu estupidez.

La pequeña francesa se tranquilizó al notar la mano de su hermana en su hombro. La cual, todo sea dicho, no había abierto la boca desde la taberna, y no parecía que tuviera intención de hacerlo. Lo inquietante era su mirada penetrante que no abandonaba la figura de Hermione. Era como si examinase un objeto intentando encontrar por dónde estaba roto.

Por su parte, James no estaba prestando atención a las chicas. Pensaba en lo familiar que le resultaba el dueño de la taberna. No porque le fuera conocido, estaba seguro de que jamás le había visto. Sin embargo, le recordaba a alguien, pero no conseguía averiguar a quien.

El silencio continuó hasta la llegada al hogar de los Potter. Allí las cosas se pusieron más feas aún. Un niño de pelo azabache corrió hacia ellos con los brazos abiertos.

- ¡Papá, papá, quiero ser auror como el tío Sirius!- dijo el niño. Hermione dedujo que sería el hijo de James Potter. No sólo por lo de papá, lo cual resultaba bastante esclarecedor. Ambos tenían gran parecido.

-Ya veo que Apolline te leyó la carta de tu tío - dijo James acercándose al salón. Para Hermione esa frase era el principio del fin. Ya sabía que la cosa no iba a acabar bien. Se limitó a observar en qué momento todo iría mal

-Sí- contestó todo orgulloso- De mayor seré como él. Viajaré por todo el mundo, correré, y atraparé a los delincuentes.

Localizó el momento. Ése era el momento en el que todo iría mal. No conocía a la familia, pero si lo que había visto en el carruaje no la sacaba del error, tenía que llegar un comentario hiriente por parte de alguno de ellos.

-Oh, tú no harás tal cosa- dijo Gabrielle entrando al salón detrás de James.

-"Lo sabía"- pensó Hermione. No, no la defraudaron. Tampoco le parecía tan honroso el deseo de ser auror. Esos asquerosos aurores atrapaban muggles que huían de sus amos. Los perros del diablo. El mundo sería un lugar más feliz sin ellos.

Fleur intentó intervenir en favor del muchacho, pero fue inútil.

-No Fleur, Gaby tiene razón, y cuanto antes lo acepte mi hijo, menor será la decepción- el patriarca dejó patente que el futuro ya estaba más que escrito- Tú no serás auror, Harry. Tú eres el heredero de los Potter, el portador del apellido. Mantendrás mis negocios, te embarcarás en otros, conocerás a una joven de buena posición y me darás nietos. Tus hijos harán lo mismo que tú, tus nietos también, y así sucesivamente, para mantener el nombre de la familia.

No pudo evitar sentir un poco de compasión al ver a aquél niño que se fue llorando. Tanto dinero y no podía decirse que fueran más libres que los muggles. Él se quedaría en las tierras de los Potter porque su padre así lo dijo. Igual que ella.

-Seguro que en las familias de los muggles no pasa esto, ¿mmm?- dijo Fleur, quien ante la situación familiar sintió la mirada observadora de la nueva esclava como una amenaza. Fleur siguió rondando a la castaña - Apuesto a que los muggles ni os preocupáis cuando vuestros hijos se dedican a algo peligroso como trabajar en las minas. Tomemos de ejemplo a tu padre. Él ni lloró cuando tuvo que entregarte a nosotros. Ahora mismo debe de estar en su casa celebrando que hay una boca menos que alimentar.

El comentario hirió a Hermione en lo más profundo, porque su corazón joven temía que pudiera ser verdad. Luchó contra sus lágrimas y éstas ganaron. Poco a poco fueron saliendo contra su voluntad.

Madame Delacour, ante la situación que estaba provocando su hija la mayor, llamó a la esclava personal de Fleur, Rosmerta, una mujer cerca de los 40 años, para que se la llevase a su habitación. No le gustaba ver llorar a los esclavos.

En la habitación, Hermione se quedó llorando durante el resto del día hasta que sus ojos adoloridos no podían más. Lo único que la distrajo fue la llegada de cierta pelirroja a la habitación de Rosmerta, que ahora sería también la suya.

-¿Qué la pasa?- Escuchó Hermione entre sollozos.

- No le pasa nada. Ginny, por favor...- dijo Rosmerta como buena mujer prudente.

Pero Ginny no era de las que escuchan cuando la mienten de forma descarada - ¿Es por que te han secuestrado?

-¡Ginny, por favor! ¡Nadie ha secuestrado a nadie!- Rosmerta estaba escandalizada por el uso de la palabra secuestro. Llegada a oídos de los magos sería un castigo muy duro. Aunque dedujo que Ginny se lo había escuchado decir a otros, o mejor dicho, a otra.

Hermione asintió. Le gustó aquella niña por su forma directa de hablar. No como los adultos. Ella, al igual que la pelirroja, estaba convencida de que la palabra secuestro era bastante acertada para definir aquello.

-No es un secuestro- insistió Rosmerta- El señor está en su derecho de hacerla llamar.

Para Hermione las justificaciones de esa mujer eran absurdas. ¡¿Qué la pasaba?! ¡¿Acaso no tenía ojos?! Su mente intentaba abarcar todo. La mujer esa, la pelirroja, los magos...-¡Malditos!- gritó con toda su fuerza. Rosmerta, alarmada, le tapó la boca con su mano.- Me iré, volveré a casa con mi padre- murmuró convencida de que había escapatoria.

-No sé de qué te quejas. Aquí no se está tan mal - dijo Ginny.

-Fácil para ti - pensó Hermione.

La pelirroja se sentó en la cama de enfrente para mirarle directamente- Muchas veces cuando no tenemos nada que hacer, jugamos.

-Ginny, no creo que le importe vuestros correteos por el jardín - le interrumpió Rosmerta.

Por primera vez, Hermione se dignó a mirarle. Sus ojos se esancharon como platos con un tinte de esperanza- ¿Corréis?

Rosmerta al ver que estaba dando resultado dejó que Ginny prosiguiera - ¡Sí! Y también bailamos.

¡¿Bailáis?! - Llegados a este punto sus ojos parecían los de un búho.

Rosmerta continuó por la niña- Sí. Incluso algunos hacen tambores y cosas así, para tocar música. Otros cantan...no se está tan mal aquí, ya verás.

La niña cansada de tanto llorar se detuvo a pensar que a lo mejor las historias que se contaban de aquel sitio eran falsas. Un lugar que permitieran hacer eso tenía que estar bien, ¿verdad?

-Yo soy Ginny- se presentó la pelirroja.

-Yo me llamo Hermione.

Le pelirroja la miró raro - ¡Qué nombre más feo! - Sí, se ganó un manotazo de Rosmerta en la nuca. - ¡Ouch!- se quejó - Bueno, Nymphadora dice que las esclavas personales apenas trabajáis, que os convertís en vagas, así que cuando termines tus labores búscame y podremos jugar con los demás.

Rosmerta estuvo cerca de corregir a la niña, pero no quiso airear todas las tareas a las que tendría que someterse la nueva. No so quería que estuviera de buena gana.

Cuando Ginny se fue, que desde luego no se fue sin decir un último lo siento por tu secuestro, Rosmerta intentó recordar lo que a ella otra esclava le dijo cuando llegó al servicio de la familia siendo una cría. -Sabes, si trabajas bien durante unos días, te dejan visitar la aldea.

La niña recordó lo que le dijo Aberforth sobre ir a verlo. Eso le daba oportunidades para escapar. La hizo sonreír. Rosmerta sabía que aquella mentira la mantendría entretenida y haría que se esforzase en todas las tareas. Le ayudaría a no quejarse y a llenar su mente con otras cosas. Para que poco a poco, lo que fue acabe siendo una sombra del olvido.