"PREPARADOS PARA EL ADIÓS"

Disclainer: "Preparados para el adiós" es un fanfic basado en la serie CSI: Las Vegas. Grissom, Sara y el resto de personajes mencionados son propiedad intelectual de su creador Anthony E. Zuiker, su productor Jerry Bruckheimer y la cadena CBS. Yo no intento violar las leyes de copyright, ni obtengo ningún tipo de remuneración económica por escribir esto.

Nota de la autora: Este fanfic tiene muchos, muchos, muchos spoilers ya que comienza donde lo dejo Living Doll, el último capitulo de la séptima temporada de CSI.

Tipo: No recomendado para menores de 13 años y GSR por todos sus lados.

Escrito en mayo de 2007.


CAPITULO I.

No podía respirar.

Su boca y su nariz estaban contra el barro y apenas si podía mover el cuello. Tenía casi todos los huesos de su cuerpo rotos y su piel estaba llena de cortes y contusiones. Sin embargo, no sentía dolor.

Sólo vacío.

Humedad.

Ni siquiera miedo.

En aquel momento sus pulmones no recibían el oxígeno necesario para vivir y lo único real era la lluvia cayendo sobre su brazo. Su mano intentando agarrarse a la tierra, su mano tirando de ella, su mano quería vivir al igual que ella.

Sara nunca fue de las que se rindió con facilidad.

No podía creer que aquello fuese el final, no podía creer que después de todo no hubiese nada más… Ella no creía en otras vidas, ni en la salvación, no creía en el cielo, tampoco en el infierno. Era la nada lo que la esperaba al final del camino. El dejar por fin de luchar.

Cerraba la boca para no morir asfixiada por el barro, levantaba la cabeza apenas unos milímetros para poder respirar.

¿Quería dejar de luchar?

Sara siempre pensó que dado el momento se arrepentiría de no creer en Dios y rezaría lo poco que aprendió en su niñez, como siempre hacía su madre, pero no, en aquel momento Dios no apareció en su cabeza. Tampoco su madre, ni su padre, ni su odio hacia ellos. Tampoco las casas de acogida o todas las lágrimas inútilmente derramadas.

Dado el momento estaban ella, el barro y el coche.

Ella.

Sara no quería morir. No estaba cansada de luchar. Aún tenía batallas que ganar.

Quería levantarse y descubrir porque había sido victima de esa desagradable broma del destino. Quería saber quién y por qué. Quería saber que estaban haciendo por encontrarla y si merecía la pena dejarse la vida en cada pequeña respiración.

Sara siempre quiso saber. Siempre quiso más. Más aún.

Su cerebro seguía dando a su mano la orden de moverse, pero hacia un rato que no sabía si su mano la obedecía. No sabía si sus ojos estaban abiertos o cerrados, porque sólo veía oscuridad, pero de repente… Luz.

Se acordó de él.

De su mano acariciando su rostro. De su sonrisa de complicidad. De aquello que nunca llego a comprender. De su mutua promesa...

La calma la invadió.

Respirar ya no parecía tan difícil.

Aquella batalla, la que mantuvo con él, la había ganado aún teniendo todos los pronósticos en contra.

"No estoy lista para despedirme"

Ella no quería decir adiós.

Dos años antes.

Apenas hacia media hora que habían dejado a Nick en el Hospital acompañado de sus padres y unas cuantas de sus hermanas. El amor se podía sentir en aquella habitación, así que los CSI poco a poco fueron abandonando el centro hospitalario sabiendo que Nick se encontraba bien.

Bueno... por lo menos estaba vivo y con los suyos. Y eso, dadas las circunstancias, era mucho.

Recuperarlo fue un sock, ya que nunca estuvieron preparados para perderlo.

Grissom y Sara fueron los últimos en irse. Tal vez porque su vida era esa y porque no había nada más al salir de aquella habitación, donde el cariño se notaba en cada esquina. Tal vez porque volver a la soledad de sus hogares era una opción que ya no les valía. Que ya no querían que les valiera.

Sara tiritaba como una hoja desde que salieran del Hospital, estaba blanca como la nieve, la tensión de las últimas horas le estaba empezando a pasar factura. Gil, sin embargo, estaba bien, perfecto, como si nada de lo que había pasado en las últimas horas le hubiera afectado lo más mínimo. Parecía el hombre de hierro.

Tras todo lo vivido, no había ganas de volver al Departamento de policía a por coches o ropa, así que Grissom se ofreció a llevar a Sara a su casa y a recogerla al día siguiente. No había doble intención en sus palabras. Gil Grissom no sabía que era tener doble intención. Tampoco había intención alguna, cuando aparcó el coche frente a la casa de la joven, obligándola prácticamente y sin querer a que le invitara a pasar.

Gil estaba perfectamente bien, pero en su subconsciente no quería quedarse sólo, no quería estar sólo, no quería tener que enfrentarse a sí mismo y plantearse todo lo que aquel día le había hecho sentir. No quería, no podía, no debía, daba igual, porque Sara se dejó caer llorando en mitad de la cocina mientras preparaba un café.

Sara quería llorar, necesitaba llorar, no le cabían más lágrimas en los ojos y pasaba de querer ocultarlas. Ya había sido fuerte para todo lo que quedaba de año, para todo lo que la quedaba de vida. Nick estaba bien y ella necesitaba llorar.

Grissom se levantó diligente del sofá y se acercó hacia ella. Se arrodilló frente a la chica y le preguntó si se encontraba bien. Como si encontrarse mal no fuera una opción en ese momento. Sara le miró, como quien mira a un extraño, mientras prácticamente le gritaba.

- No Grissom. No estoy bien.

El hombre pareció entender de repente, como si todo lo que hubiera pasado en las últimas horas hubiera llegado de golpe a su cerebro.

- Le hemos encontrado – dijo con voz tranquilizadora-. Está bien.

Sara se le quedó mirando fijamente. No sabía que pensar, no sabía que hacer, no sabía…

- Despierta – dijo la joven con voz neutra y cierto deje triste.

- ¿Qué?

Las lágrimas habían dejado de salir de los ojos de la chica. Ahora miraba fijamente a los ojos de su jefe, como si aquella conversación no pudiera ser lo suficiente real como para estar siendo mantenida.

- Podría haber muerto. ¿No lo entiendes? Podría haber sido Greg, o Cath, o Warrick… Podías haber sido tú, o yo. Podía haber terminado en un cementerio. Deja de hacer que no te afecta – la joven volvió a levantar la voz – Dime que te afecta.

- Relájate – dijo Gil con voz irritantemente calmada mientras intentaba acariciar su rostro.

- No quiero – gritó la joven mientras las lágrimas volvían a salir con fuerza de sus ojos -¡¡¡Despierta!!! – dijo furiosa mientras apartaba la mano de su jefe y le empujaba con fiereza.

Grissom perdió el equilibrio. Acabó con el culo en el suelo y la cabeza contra el mueble de la cocina. El golpe se oyó hueco y Sara, que se estaba levantado con ira, se giró de nuevo hacia su jefe al notar el golpe. Afectada, viendo el gesto de dolor de Gil, se agachó enseguida para atenderle.

- Lo siento, lo siento – dijo la joven con lágrimas en los ojos mientras le inspeccionaba la cabeza – perdóname, no sé que me pasa... esto es...

- Me afecta – dijo Gil mirando a la chica directamente a los ojos- Las cosas me afectan más de lo que crees.

Y sin más, Grissom se puso de rodillas, a la altura de Sara. Recorrió el camino que quedaba hacia su boca y comenzó a besarla con desesperación. No fue un beso dulce, ni suave, no hubo caricias, ni preliminares. Sólo había deseo, pasión, furia y una inmensa necesidad de sentir por parte de los dos.

Sus lenguas se peleaban sin compasión. Aquello más se parecía al odio que al amor. Las manos de Gil luchaban por deshacerse de la camisa de Sara y no dudo en apretarla contra el suelo de la cocina incluso sin conseguirlo. Las labios de ambos estaban hinchados y sus respiraciones desacompasadas. Apenas en unos minutos Grissom había conseguido bajar los pantalones de la joven hasta los tobillos y desabrochar los suyos.

Sara hacia rato que había perdido la voluntad y sólo esperaba sentirse mejor al ser embestida por Gil una y otra vez. Aquello seguramente era un error, pero sentía un vació en su alma, quería sentirse viva, quería...

- Sara – escuchó gemir a Gil a apenas unos milímetros de su cara, mientras sus manos expertas parecían dispuestas bajar sus bragas – Sara...

En la actualidad.

- Sara – la voz de Gil de repente se había vuelto más real – Sara, mírame. Despierta – y hacía mucho más frío en su cocina-. Sara, por favor, escucha – la petición se convirtió en suplica-. Despierta. No me dejes – y los gemidos se convirtieron en gritos- ¡¡Sara!!.

Sintió sus manos de nuevo sobre su pecho, pero esta vez no intentaba quitarla el sujetador.

- Por lo que más quieras Sara, no te mueras.

Abrió los ojos apenas unos milímetros, vio a Gil desesperado reanimándola, cuyo rostro cambio al instante al verla respirar sola.

- Sara, no me dejes – dijo acariciándola el rostro-. No estoy preparado para decir adiós.

Sara sonrió levemente, para volver a cerrar los ojos al instante. Estaba muy cansada… pero la habían encontrado.