No-Rae está conversando con un desconocido justo a la salida de un restaurante. Ríen y hay un tipo de contacto entre ellos que no les sienta bien. Bueno, al menos no a los ojos de cierta persona. Esas caricias resultan dolorosas de ver porque son de las que esconden significado, de las que son para parejas y es ilógico porque ellos no lo son, ¿cierto? No-Rae no está saliendo con nadie, ¿verdad?
La escena sigue adelante sin tomar en cuenta las preguntas que se le van planteando a la espectadora minuto a minuto…
Después de hablar un rato más, la pareja se decide a entrar. No-Rae va adelante y quien sea que sea el hombre que la acompaña, va justo detrás y posa la mano en su cintura hasta finalmente estar junto a ella, al mismo nivel. Y ese gesto no parece incomodarle. Es más, lo mira y le sonríe. Sí, le dedica esa sonrisa inocente y tranquilizadora que es capaz de sosegar hasta al más embravecido mar; no cualquiera se merece ver un espectáculo así. Ese hombre ya se puede considerar el ser con más suerte del planeta.
Piden una mesa, el tipo se adelanta y finge ser un caballero apartándole la silla a No-Rae para que se siente. Él regresa a su puesto, llama al camarero y ordenan su comida. El viejo se va y el desconocido le dice a No-Rae lo bien que le queda lo que lleva puesto. Seol-a, sin entender qué es lo que está viendo, suspira y cierra los ojos con fuerza. En serio cree que con esos gestos se la va a ganar…, piensa.
La cena está servida y, antes de que No-Rae pueda apoderarse de su comida, el tipo toma su mano y cuando ella quería reaccionar, él ya estaba prácticamente encima de ella. El beso llegó sin avisar, ella se quedó congelada pero luego de unos segundos pudo relajarse. Seol-a quiso acercarse enseguida y detener todo ese agobiante clima de falso romanticismo, pero no pudo. Sus pies se negaban a moverse por lo que sólo cerró sus puños con todas las fuerzas de su ser y se mordió el labio hasta casi sangrar, todo por evitar llorar de la rabia y la impotencia.
—¡TE AMO! —gritó. Pero No-Rae no la escuchó, estaba ocupada escuchando los susurros de alguien más.
El amargo sueño termina abruptamente, tal como llegó. Y ella despierta tomando una gran bocanada de aire porque siente que se asfixia. A pesar de que sabe que no tiene nada impidiéndole respirar, toca su cuello con desesperación. Con dificultad, logra sentarse al borde del sofá. Los brazos a cada lado la ayudan a mantenerse sentada. Sólo ve al piso para recuperar la compostura y de alguna manera asimilar al fin que ya ha vuelto a la realidad.
No-Rae entra a la sala de estar tarareando la canción que está escuchando desde su reproductor mp3. Está tan inmersa en su concierto irreal que no se da cuenta de la escena hasta que, por error, desconecta los audífonos con la mano derecha que simulaba ser parte de su guitarra de aire. Le habla a Seol-a, pero no es hasta que la ve que su expresión cambia drásticamente y se acerca hasta ella, asustada.
—¿Qué tienes? ¿Qué sucedió? —pregunta; su tono de voz es preocupación pura. Se agacha hasta poder ver su rostro porque su largo cabello lo cubre considerablemente.
Seol-a no puede hacer que sus lágrimas se detengan, es como si no tuviera potestad para controlarlas. Esa pesadilla drenó su energía por completo. Su corazón sigue muy agitado y su respiración igual de pesada que cuando apenas despertó. No puede moverse ni ver a No-Rae a los ojos, la tiene al frente y percibe su mirada de preocupación, pero no sabe cómo verla. Intenta ponerse de pie, pero las piernas le tiemblan y cae nuevamente. No-Rae se paró al mismo tiempo por instinto así que puede atraerla hacia sí justo a tiempo y evita que golpee sus rodillas en la caída. La siente pesada, se nota que está agotada y deja que apoye la cabeza en su hombro.
—Calma, ya estoy aquí. Estás a salvo, no pasa nada —la sostiene aún con más fuerza y hace que bajen lentamente para sentarse en el piso. No-Rae decide que deberá descifrar su rostro para averiguar qué sucede—. Respira despacio. Y, por favor, intenta decirme qué tienes.
Seol-a se abalanza sobre ella y la abraza como si su vida dependiese de ello. Recorre sus hombros con sus manos, es un contacto torpe y brusco; lo hace sin que le importe dejar entrever su ansiedad por sentirla cerca de sí. No-Rae tiene los ojos muy abiertos y está claramente confundida.
Sin embargo, no dice nada, corresponde su abrazo rodeándola a la altura de su cintura, para no incomodarla. Seol-a siente eso y sus lágrimas se multiplican, sabe que no puede permitir que la vea así y esconde su rostro en su hombro. Percibe su fragancia, huele tan bien como de costumbre. Su perfume llega a sus sentidos con mucha más fuerza y esto le extraña por unos segundos, pero ya luego cae en cuenta de que, en realidad, ya hacía mucho tiempo que no la abrazaba.
El departamento se queda en silencio por un período más largo del previsto. No-Rae empieza a sentir sueño y es precisamente por este impulso que nota que Seol-a se ha quedado dormida mientras la abrazaba. Sin saber qué hacer, porque no quiere despertarla, se queda escuchando su ritmo al respirar. Ahí confirma que eso era lo que le estaba provocando dormir; el sonido es tan constante y sutil que la arrulla.
De pronto, ve que la posición en la que está no es cómoda y que, si la deja seguir así, le dolerán las piernas al despertar. Con tristeza, se decide a hacer que se levante.
—Hey, hey… —susurra.
Después de varios intentos, añadiendo algunos toquecitos en los brazos, finalmente se despierta.
—¿Eh? —Seol-a se sienta adecuadamente con los ojos entrecerrados. Segundos después, su cerebro le informa de inmediato lo que ha pasado y su semblante cambia—. ¡Wow, cuánto lo siento!
—¿Por qué te disculpas? —dice No-Rae mientras se levanta y se dirige a la cocina.
—Por tan cutre espectáculo. Por eso.
—No sé de qué hablas. —responde, ya regresando a la sala con un vaso con agua. Se lo ofrece a Seol-a y se sienta junto a ella—. ¿Ya te sientes mejor?
Acepta el vaso y bebe unos sorbos. Sin poder verla a la cara de la vergüenza, responde. —Sí, ya estoy mejor.
No-Rae sonríe. —Me alegro mucho.
Vaya, ahí está esa sonrisa otra vez…, piensa Seol-a. Su mente nuevamente la traiciona y las lágrimas se escapan de sus ojos.
—Hey, ¿qué te pasa? ¿Dije algo malo?
—No, no. No dijiste nada malo. Estoy bien. Es sólo que me duele la cabeza, creo que mejor me voy a acostar.
—¿Estás segura?
—Sí, lo estoy. Me iré a mi habitación.
No-Rae toma su mano, parece triste y a la vez muy preocupada. No está dispuesta a dejarla ir. —¿Qué soñaste? ¿Es por eso que estás llorando tanto?
Seol-a se pone muy tensa. —¿Por qué me preguntas eso?
—Porque estabas durmiendo hace un momento y cuando vuelvo a verte estás muy decaída. Llorando a montones.
—Tan sólo fue una pesadilla. Eso es todo.
Seol-a se va a su habitación para evitar seguir hablando del tema con la protagonista de su horrible sueño. Y no es que haya sido malo precisamente por su participación en él, es la situación en la que ella estaba la que lo hace intolerable.
Negándose a hacer algo más aparte de dormir, se lanza sobre su cama y se cubre de pies a cabeza con la manta. Cierra los ojos y se desconecta por completo del mundo.
En la madrugada, ya que todo el lugar estaba sumergido en un completo silencio, fue muy fácil oír unos murmullos que perturbaban la paz del ambiente. Seol-a se zafó de su cama y caminó muy despacio hasta la puerta de su habitación para saber qué sucedía. Extrañamente, a medida que la distancia se reducía, la fuente de los sonidos incomprensibles se sentía más y más cerca.
Abrió la puerta y casi grita al ver a No-Rae durmiendo en una bolsa de dormir justo afuera de su habitación. Y al escucharla balbucear, confirma que es ella la fuente del ruido. Le da pena despertarla y ya que tiene mucha curiosidad de saber qué es lo que sueña, se acuesta en el suelo junto a ella para descifrar que es lo que ronda por su cabeza.
—Woow… Eres… m-muy bonita…
—Gracias, tú lo eres aún más. —susurra Seol-a, reprimiendo una risita.
—Agradezco mu-ucho… qu-que… … conmigo…
—Ess… difícil pero… … decirlo…
—Amo… Seol-a…
—¡¿Qué?! —Seol-a se cubre la boca de inmediato, reaccionando ante su tono de voz elevado, temiendo que No-Rae se despierte.
—Sí… e-enn… … yo t-te amo… Seol-a…
Con los ojos muy abiertos, el corazón a mil y muy sonrojada por la vergüenza a pesar de que nadie más ha escuchado eso, por acto reflejo, termina poniendo su dedo índice en los labios de No-Rae para que ya no hable más. Pero eso sí que hace que se despierte.
—¿Eh? ¿Qué haces en mi habitación? —murmura No-Rae con dificultad debido al dedo posado en sus labios.
Seol-a, con la cabeza agachada para que su expresión no la delate, no sabe qué decir a pesar de que tiene que dar una respuesta bastante simple. Intenta digerir lo que acaba de escuchar. Y por su cabeza cruzan tantas preguntas en ese preciso instante que ya empieza a ofuscarse. Hace que todo se detenga y está consciente de que debe regular el ritmo de su respiración si quiere aparentar estar en completa calma.
—No sabes lo que dices… Esta no es tu habitación. Fíjate bien, estás en el pasillo. —responde. Y no levanta la mirada, pero al menos quita su dedo de labios ajenos.
—¡Oh! ¡Tienes razón! Es que me quedé aquí porque estaba preocupada por ti. Ya sabes, por lo de la tarde.
—Ya estoy mejor, no hay nada de qué preocuparse. —Al fin se permite sonreír y se pone de pie extendiendo su mano para ayudarla—. Vamos, es tarde y tu cama es más cómoda que el suelo.
—Vaya, ahora sí creo que estás mejor. Ya me puedo ir a dormir tranquila entonces. Buenas noches, que sueñes bonito… —dice No-Rae también con una sonrisa y se dirige a su habitación.
—Que duermas bien, también espero que sueñes bonito.
Justo después de despedirse, Seol-a entra enseguida a su cuarto. Cierra la puerta y no puede alejarse de ella. Se desliza hasta llegar al suelo. Está estupefacta. Aún le cuesta procesar lo sucedido a pesar de que está completamente segura de lo que escuchó al igual que su corazón.
Tiene una sonrisa de oreja a oreja y cubre su rostro. Llora. Pero esta vez de la inmensa alegría que siente. Se le escapan risitas, sigue sin poder creerlo.
Luego de un rato pensando en lo que escuchó, puede respirar mejor y ya no siente ese horrible vació en su ser. Al contrario, ahora siente que está en las nubes. Suspira y abraza sus rodillas contra su pecho. Ya no tiene sueño.
—En realidad, sí me escuchó… —susurra, cerrando los ojos y se dibuja en su rostro una pequeña sonrisa.
