Advertencias: tanto los personajes como las situaciones son propiedad intelectual de Cassandra Clare.
Este relato es para Nochedeinvierno13-Friki, como recompensa por haber ganado en el reto exprés "Familias de Nefilims", del foro [Cazadores de Sombras].
¡Enhorabuena cariño! Espero te guste.
Monster
"El amor, el amor verdadero, es ser visto. Es ser reconocido. Es ver las partes feas de alguien y, aún así, amarle." The Evil We Love – Tales from Shadow hunter Academy, Cassandra Clare.
El sonido le despertó. Había vuelto a soñar con ese día, ese lejano momento en el bosque, cuando le había perdido para siempre. Su corazón se había vuelto a romper, aún cuando estaba tan roto que a penas se podía sostener, haciendo que cada latido doliera intensamente, trayéndole de nuevo recuerdos de un ayer que no quería ver, que deseaba olvidar para siempre, pero que, sin embargo, estaban tatuados sobre su piel. Porque ello era la runa que tenía dibujada en el cuello, tan grande que opacaba las demás, con el trazo firme y anguloso de otras manos que ya no tocaban su piel. Ello era la punzante agonía que se había instalado en su pecho, constante y perenne, golpeándo tan fuerte que temía que le partiese por la mitad. Y quizás aquello fuera menos doloroso, quizás así su corazón se apagase y ya no tendría que volver a sufrir, a tener que verle de nuevo, sus dedos aferrados a los de ella, sus ojos azules viendo a través de él, pero incapaz de perdonarle, de hablarle otra vez. La franqueza, la amistad, el amor que ambos compartían se había convertido en polvo que el viento se había llevado, y que ahora se espacía sobre los verdes prados de Brocelyn.
Ya no eran parabatai, aunque ambos seguían luciendo las marcas. Entre los dos se había instalado el vacio; un miedo que oprimía, un silencio que en las noches gritaba de pura agonía; el desprecio en esos ojos que ya no le miran, unos ojos que lo habían sido todo y que ahora sólo le hablaban de rencor, promesas partidas, de palabras nunca dichas, de adiós. Había frialdad donde siempre había habido alegría, la felicidad había muerto, dando paso a algo distinto.
Le había perdido para siempre, lo sabía, y nunca le recuperaría; estarían partidos, dos mitades buscando un complemento, algo que les hiciera sentir menos perdidos, menos rotos. Robert la tenía a ella, por quien se forzaba a sonreír, aunque la luz no bailase en sus ojos. El miedo, el rechazo, los prejuicios… habían ganado la partida. Ahora sólo quedaba que su amor por él muriese, olvidarse para siempre y seguir, aunque ahora ya no fueran más los dos.
