Fantasy Fics Estudios es un grupo de fans reunidos en torno al amor por la escritura, la fantasía y el libre uso de la imaginación. Muchas razones nos inspiran a escribir pero la razón principal de hacer esto es que es divertido.
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Fantasy Fics Estudios presenta:
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Con los personajes de Rumiko Takahashi
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Aoi Fhrey presenta:
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-Rupta-
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Esa mañana Tofu Onno salió de su clínica con la perspectiva de un largo día de trabajo por venir. Hoy no podía quedarse en la comodidad y frescura de su consultorio, era la época del mes para visitar a las personas que ya no podían ir por sus propios medios a la clínica. En total cinco pacientes por visitar. Pero tan distantes unos de otros que le tomaría varias horas en metro, caminando y en autobús completar todo el recorrido.
Con un suspiro Tofu comenzó su marcha hacia la estación. Usualmente hubiera tomado un taxi, pero con las finanzas tan frágiles como estaban este mes lo mejor era hacer un ahorro, por pequeño que fuera.
"Una moneda ahorrada hoy será una buena aliada mañana." Decía su padre con aquella practicidad suya para la vida. Y en esta época difícil necesitaba todas las aliadas que pudiese conseguir.
Con pasos tranquilos avanzó hasta dejar los límites del distrito especial de Nerima; un tecnicismo que Tofu encontraba adecuado por todas las personas "especiales" que vivían en ese lugar. Casi cualquier cosa podía pasar en ese distrito. Sin ir más lejos la semana pasada había visto contra todo pronóstico un barco volador.
Pero para él ninguno de esos eventos peculiares era muy importante. Nerima era especial porque ahí se encontraba su clínica, su orgullo y el fruto de años de trabajo y estudio. Además de que era en ese lugar donde vivía una mujer muy especial para él. Ella aún no lo sabía pero era la persona con la que Tofu quería iniciar el proyecto más emocionante de su vida…una familia. Si tan solo por una vez no se pusiera en ridículo en su presencia.
Solo pensar en la dulce Kasumi Tendo le hizo sentir esa niebla enloquecedora en la cabeza. Con un pequeño esfuerzo Tofu mantuvo la neblina de sus gafas bajo control.
En cuanto sus pies lo sacaron de Nerima sintió un leve escalofrió, era sutil pero se podía sentir el cambio de energía. Aquello era como salir de un cuarto cálido hacia la fría intemperie. Toda la chispeante alegría y vida quedaba atrás para solo dejar fría y pesada monotonía. En ocasiones casi se podía sentir que Ranma y sus amigos le daban una infusión de energía al lugar, pero Tofu nunca se dio el tiempo para comprobarlo… Tal vez un día de estos cuando el trabajo y las preocupaciones fuesen menores.
Cuando sus pasos por fin lo acercaron al río de gente que se reunía en el metro, los movimientos de Tofu se hicieron lentos y sus pasos pesados.
No habían pasado ni 30 minutos y ya comenzaba a sentirse cansado. De nuevo.
Se encaminó hacia una humilde banca para descansar un poco. "Debe ser el calor del sol lo que me está molestando" se dijo a sí mismo como una especie de mantra en el que casi ya no creía. Otra voz en su interior, la del experto le enumeró todos los detalles que él se esforzaba por ignorar. "Esta fatiga no es normal, la gente a tu alrededor ha comentado que se te ve más delgado; duermes con normalidad pero cada día te cuesta más trabajo dejar la cama; has olvidado citas de pacientes y dejaste la billetera en el taxi la semana pasada."
Tofu ignoró sus propias observaciones, ya que en ese momento recordó que no eran cinco sino seis los pacientes por visitar. Con un suspiro sacó un papel de entre sus ropas y añadió a la lista el nombre de Midori Asakura. Ahora eran tres hombres y tres mujeres en la lista. Y para colmo de males Midori-san era quien vivía más lejos de los seis.
Y con la perspectiva de un día ligeramente más duro que en un principio, Tofu se puso en pie nuevamente y se dirigió sin pausa hacia la estación del metro.
La mañana continuó sin mayores sorpresas, y tras atender a sus dos primeros pacientes sin sentir cansancio alguno, el hombre de los anteojos se convenció de que todo iría bien. Las consultas restantes eran en áreas semi-rurales, lejos del ruido y el ajetreo. Otro viaje en tren bala llevó a Tofu hacia un área mas despejada y verde.
Como para confirmar sus ideas optimistas al dejar la estación el sol estaba radiante y calentaba su piel sin ser una molestia, en el cielo apenas se notaban unos jirones de nubes dispersas. El aire limpio y húmedo que se respiraba tenía un agradable aroma a hierba húmeda tal vez por una lluvia nocturna. Pero lo mejor era que, mientras avanzaba, la vista de Tofu disfrutaba de una verde pradera frente a él. Tal vez era por los restos de rocío pero aquella pradera tenía un color mas vivo de lo usual y era un regalo para los sentidos.
El hombre de los lentes avanzó con calma por el pequeño sendero que conducía hacia la casa de su próximo paciente.
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oOo
Yukino Ibuki era por naturaleza una persona desconfiada. No era que la anciana mujer fuese agria o mal humorada, pero su filosofía de vida era: "Todas las personas quieren obtener algo a cambio",y sin importar cuán amables o bien intencionadas fuesen, todas perseguían un interés. Y eso no cambiaría para ella.
Cuando ya no pudo ir a Nerima el joven Onno ofreció visitarla en su casa para no interrumpir su terapia, a lo que ella respondió de forma automática.
–¿Cuánto dinero extra va a costarme este servicio suyo joven?
Tofu le dio una mirada confundida a la anciana, pero le respondió con una sonrisa.
–El precio de la consulta es el mismo Ibuki-san, pero tendremos que espaciar un poco las terapias.
Ella asintió conforme pero en su interior no bajó la guardia. "Si no es dinero lo que quiere alguna otra cosa tendría que ser. Solo es cuestión de tiempo para que el niño pida algo a cambio."
Pero pasaron los meses y el joven quiropráctico nada pidió. Ella dejó dinero descuidadamente sobre la mesa, preparó comida especialmente buena los días de sus visitas para tentarlo a comer, incluso lo espió por la ventana cuando se marchaba para ver si tomaba algunos vegetales de la cosecha que descuidadamente dejaba en cajas abiertas cerca del sendero.
Pero nada tomó. Yukino simplemente no entendía su comportamiento.
Cuando llegó para su revisión de este mes, la anciana contuvo un gemido de sorpresa: era el mismo hombre amable, la misma sonrisa, su forma de atenderla era tan profesional como siempre, ¡pero estaba tan cambiado! Sus ojos se veían opacos, cansados, tenia ojeras, sus movimientos eran lentos y estaba muy delgado. La forma de pensar de toda una vida le susurró: "Hoy sí que te pedirá algo; con ese aspecto le sobran motivos, Hoy es el día".
Con esa obstinada idea esperó. Mas al terminar la consulta, lo único que el joven Tofu dijo fue:
–Hasta el próximo mes Ibuki–san, no se esfuerce mucho cargando objetos pesados.
Y con una reverencia salió de su casa. La confundida mujer solo le devolvió el saludo sin decir nada.
Aunque ella era mayor, en ese momento se sintió como una niña grosera e imprudente. Por su aspecto el doctor tenía algún problema serio. Y ella con infantil obstinación no ayudó en nada.
–Necia…Necia…Necia...Ya es muy tarde para que arregles tu conducta –se repetía una y otra vez Yukino– miró por la ventana y aún se distinguía la espalda del joven que se alejaba por el sendero. –Aún no es demasiado tarde–apresuradamente fue hacia su mesita en busca del teléfono y marcó un número.
–¿Shingo? Soy yo, tengo un favor que pedirte… ¡No, no quiero tu dinero viejo necio! Lo que quiero no es para mí, y en cuanto termines puedes venir directo a mi casa, que ya sé que me cobrarás…Nada…No tengo tiempo para explicarte, solo lleva tu carrito de ramen a la encrucijada del sendero… ¡No me escuchaste!… ¡Solo lleva tu carrito a donde te digo!…En unos treinta minutos pasará un hombre joven de cabello castaño y lentes redondos… ¡No me interesa tu reuma! Cuando llegue debes tener el puesto listo y le ofreces un ramen de lujo… ¡No! ¡No le cobres! -la mujer escuchó las razonables protestas de su hermano del otro lado de la línea. Cuando terminó ella le respondió con una voz calmada y seria.
–En cuanto lo veas entenderás porque te estoy pidiendo semejante locura sin darte explicaciones…ya me dirás si fuiste capaz de cobrarle el ramen.
oOo
Tofu avanzaba con paso lento por el pequeño sendero. El sol ya no era tan amigable como en su viaje de ida y le daba con fiereza en la cara. Se estaba cansando de nuevo, pero a diferencia de su recorrido por la ciudad no había un sitio para descansar en la pradera. "Tal vez debería dejar el resto de las visitas para mañana", se dijo al sentir los pies como si sus sandalias fuesen de plomo. Con una mano se limpió el sudor del rostro. Un momento después tuvo que limpiarse los ojos pues su visión se estaba empañando como cuando miraba a cierta hermosa mujer de cabello castaño.
Al ajustarse de nuevo los lentes pudo ver un pequeño techo de madera que asomaba por la colina. Con la esperanza de sentarse a esperar el autobús bajo la comodidad de una sombra, el quiropráctico avanzó más rápido.
No era la caseta de madera que esperaba, sino un puesto ambulante de ramen. Aunque le pareció un tanto raro el lugar para vender ramen él no puso objeciones. "Agradece cada pequeña bendición que te regale la vida", decía su madre, y aunque solo tenía dinero para una modesta comida, Tofu estaba agradecido.
–¡Bienvenido! ¿Qué desea comer joven?
La vigorosa voz era de un anciano de piel curtida por el sol pero aun así con visibles estragos por el calor. Casi parecía haber corrido una larga carrera bajo el sol.
–Gracias, solo quiero un ramen sencillo.
El pequeño hombre le dio una mirada a Tofu mucho más tiempo del que se consideraría educado observar a una persona.
–¿Ocurre algo, señor?
–No, no, no. Nada joven. Perdone a este viejo perdido en sus pensamientos. El calor me hace divagar un poco. ¿Quiere una bebida fría por cuenta de la casa mientras espera?
La respuesta de Tofu fue una sonrisa.
A falta de más clientes el anciano se puso a parlotear con buen humor mientras amasaba la pasta.
–Aprendí a hacer los fideos ramen de esta manera en Shanghai. Era fascinante el ver como un fideo se convertía en dos, después en cuatro y así sucesivamente todo el tiempo.
–¿El ramen es muy popular en esta región?–preguntó Tofu con interés.
–Ya lo creo joven. Ahora se ven platos de ramen por todo el país y muchas personas hacen grandes filas para probar sus favoritos. Pero mi padre siempre me dijo que el ramen comenzó a ser popular en Saporo, y de ahí se extendió a otras ciudades. Lo que nunca pude averiguar es de donde viene la palabra.
Tofú recordó cierta plática con la matriarca amazona y le respondió.
–¡Ah!, la palabra viene de la propia forma de elaborar los fideos. Son dos caracteres chinos que se leen "ra" y "men" y que significan respectivamente "estirar" y "fideo".
El hombre detuvo sus laboriosas manos y soltó una alegre carcajada.
–¡Vaya! Con que de ahí viene. Mi esposa Sumiko y yo hemos tenido una pequeña discusión por años sobre el origen de la palabra, ¡y ahora resulta que ninguno de los dos tenía razón! jajaja.
Tras asegurarle que la información venia de una respetable persona nativa de China, el hombre estaba de tan buen humor que insistió en cambiar su orden por un ramen de lujo con cerdo extra totalmente gratis.
Después de despedirse, Shingo miraba la figura del joven de las gafas alejándose hacia la carretera para esperar el autobús. Su sonrisa de vendedor se cambió a una expresión preocupada, con todo y la comida parecía que una brisa suave derribaría a ese hombre.
–Yukino onne-sama tenía razón, le hubiera dado comida incluso para llevar.
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El sol de la tarde aún iluminaba lo suficiente el cielo, y Tofu avanzaba con calma hacia la estación del tren después de haber concluido sus visitas. Dos de sus pacientes estaban en la misma casa, pero para su mala suerte con el último paciente tuvo que esperar casi dos horas para que lo recibiera.
La jornada fue larga, y Tofu solo quería llegar a su clínica para tomar un buen baño e irse a dormir; como ultima precaución se revisó los bolsillos para asegurarse que el dinero de las consultas estuviese bien guardado. "Mucho trabajo como para que en un descuido se pierda". Con un movimiento de la mano tocó el papel donde había escrito los nombres de sus pacientes, y al recordar el nombre extra en su lista el hombre dio un gemido.
"Olvide de nuevo a la señora Midori". La mujer solo tenía una fisura en la pelvis, pero tan impetuosa como era no dudaría en ignorar sus recomendaciones. Un movimiento incorrecto convertiría esa pequeña grieta en una fractura muy seria. No se podía aplazar su visita durante más tiempo.
Así que en lugar del recorrido de 20 minutos en tren hacia Nerima Tofu tomó el vagón para hacer el viaje de 2 horas hacia la estación de Kanegawa.
Era un extraño contraste: por la mañana eran las áreas rurales y tranquilas, pero para su último paciente tenía que ir a un lugar casi tan lleno de gente como Tokio.
oOo
En el distrito de Kanegawa los residentes vivían de la forma más tranquila y normal que les era posible. Algunos borrachos tardíos o el ocasional robo eran los sucesos de mayor notoriedad, nada de los bizarros eventos que contaban sobre otros distritos. Sin embargo existían algunos habitantes "notables" por sus excentricidades, uno de ellos era la amarga mujer dueña del edificio en el lado norte de Kanegawa.
La señora Midori Asakura contaba siempre la misma historia a cada uno de sus visitantes.
–El edificio de departamentos Kiseki no Umi fue planeado con las mejores intenciones por sus diseñadores. Cuando se inauguro a inicios de los ochenta era el edificio más alto de la región, con ocho pisos, y por eso contaba con una vista aérea privilegiada para sus residentes. El sol daba al edificio una buena iluminación durante todo el día y las corrientes de aire eran aprovechadas por su ingenioso diseño para mantener un ambiente fresco en el lugar. En sus inicios el edificio estaba pintado de un color azul vibrante fácil de recordar.
Pero al llegar a ese punto de su relato la voz de la mujer se volvía amarga.
–Sin embargo todo ello cambio cuando los lotes inmediatos al Kiseki decidieron construir edificios residenciales también. Usando los beneficios originales a su favor, el primer edificio nuevo de once pisos despojó de la luz matinal al veterano. El segundo edificio, que se construyó en su flanco izquierdo, bloqueó las corrientes de aire. Y el último, de la misma altura que el Kiseki, le quitó la luz de la tarde.
Y del mismo modo que el agua estancada el edificio se fue deteriorando lenta pero irreversiblemente. Los pasillos una vez luminosos se volvieron lúgubres, sin importar cuanta luz artificial se colocase. El aire se llenó de los olores combinados de las cocinas o baños de los edificios vecinos. Y ningún aparato instalado pudo limpiar por completo ese ambiente viciado para los vecinos del Kiseki. El edificio quedó irreversiblemente cercado por sus vecinos, dejándole solo un callejón de dos metros como salida y por donde muy raramente daba la luz del sol.
El relato de la anciana era casi siempre el mismo; lo que nunca variaba en su historia era el final.
–Una herradura de hierro y concreto –decía la dueña y residente del Kiseki no Umi– Ahogaron mi sueño y convirtieron el nombre del edificio en un mal chiste.
Con tantas repeticiones Tofu ya solo se sentaba pacientemente a escuchar la historia. Pues ninguna otra cosa le interesaba a la mujer. Ella no pedía ayuda o lastima…Tan solo que sus visitantes escucharan su relato.
Y como si se tratara de un conjuro mágico, una vez terminada la historia, el tiempo fluía con normalidad otra vez para Midori.
–¿Ya ha pasado un mes Tofu-kun? El tiempo no se siente encerrada en esta hermosa jaula.
–Veo que está de tan buen humor como siempre Asakura–san. ¿Cómo se ha sentido este mes?
–Aburrida, solo quiero que me des el alta para poder salir de este departamento.
–Bueno, pues vamos a revisar esas radiografías para ver si puedo cumplir ese deseo suyo.
Mientras la revisión de la mujer continuaba, Tofu no pudo quitarse la sensación de ser observado. Era una impresión incomoda, como si los demás pudiesen ver algo que escapaba a sus propios ojos, pero nadie decía nada.
Tal vez era por aquella molestia o tal vez porque la fatiga del día estaba regresando, pero Tofu se apresuró a terminar su examen.
–Me alegra decir que ya puedes ir a donde te plazca Midori-san, la lesión ha sanado por completo pero debes…
–Sí, sí, nada de esfuerzos, ahora sal de esta jaula muchacho. Tal parece que el Kiseki te estuviera envenenando a ti. Ve a buscar una buena compañía, ya te visitaré yo misma en Nerima si hace falta.
Al salir del departamento y ya a plena oscuridad, Tofu pudo concentrarse en regresar a casa; se sentía agotado y también muy mareado. El taxi a casa ya no sería un lujo sino una necesidad. Avanzó por el pasillo hacia los elevadores apoyando una mano en el muro para no caer, pero el solo dar algunos pasos era un esfuerzo titánico. Con voluntad trató de llenar de aire sus pulmones para combatir las nauseas. Tras algunos minutos de respiraciones lentas, el mareo bajó lo suficiente como para que pudiera levantar la cabeza de nuevo. "Una ambulancia parece mejor opción", pensó lúgubremente Tofu.
Pero al tratar de volver sobre sus pasos para pedir ayuda la iluminación estaba mucho peor, como si hubiese neblina. No había formas definidas, solo manchas. No podía ubicarse.
Tofu siguió avanzando en la dirección en la que él creía que podría encontrar ayuda. Después de caminar por un tiempo se preguntó confundido: ¿Dónde terminaba el pasillo?
El piso también se sentía extraño, no podía mantenerse estable. Era como caminar en la cubierta de un barco con el mar agitado. Tofu se tambaleó mientras trataba de avanzar, ¿dónde estaba el elevador?, aquella neblina se volvió rápidamente una nata blanca y lechosa que se llevaba todo: ideas, recuerdos, sentido común…Todo. Era como cuando se encontraba con esa mujer…Pero no había nada de la maravillosa euforia que le daba el ver o escuchar a Kasumi Tendo.
Solo un poco más de esfuerzo y llegaría…a… ¿A dónde tenía que llegar?
En un instante la niebla se volvió negra; el cuerpo le dolía; ir abajo, ¿qué era abajo?, no más dolor; la sensación de algo cálido en su cabeza; la niebla ahora era de colores; sonidos incomprensibles, solo molesto ruido.
Caminar era muy difícil ya que todo se movía. Ir hacia la derecha…Pero los pies se movían en círculos… ¿O hacia atrás? De entre la niebla se distinguían otras figuras, pero todas se apartaban de él.
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Del pequeño y lúgubre callejón para salir del edificio Kiseki, emergió un hombre dando traspiés y tumbos al caminar. Era joven, de no más de treinta años, usaba unas gafas redondas que estaban algo torcidas y agrietadas. Tenía una expresión confundida o asustada en el rostro y aparentemente había sido víctima de una caída o un asalto, porque de su frente manaba un pequeño hilo de sangre.
Algunas personas se aproximaron para ayudarle, pero su preocupación se volvió rápidamente recelo. El desconocido se tambaleaba al caminar y solo balbuceaba incoherencias. Muchos se alejaron de inmediato, otros daban risitas mal disimuladas y una mujer fue en busca del policía de barrio solo para que se llevara al indecente exhibicionista, y no por algún asomo de piedad.
Cuando la mujer volvió escoltada por dos Kovani, el extraño hombre ya no estaba a la vista. Tras recoger una breve descripción del sujeto los uniformados preguntaron a las personas si el extraño se encontraba ebrio, pero todos concordaban en que no percibieron ningún olor a alcohol.
Al preguntar a una mujer por alguna seña particular ella respondió:
–El hombre hablaba en incoherentes balbuceos. Además del golpe y su extraño aliento no parecía ebrio.
–¿Extraño aliento?
–Sí, raro…–le dijo la mujer al uniformado – Me recordó a ese polvillo verde que tienen algunas fibras metálicas con las que se limpian los sartenes.
–¿Polvo verde?–dijo el policía en un ligero tono de burla– Bien, vamos a dar una ronda para buscar al sujeto. Si alguien lo ve de nuevo no duden en avisarnos.
Y fue ese corto y burdo reporte policial la única noticia real que se tuvo de Tofu Onno desde ese día.
Continuara…
