--En algún lugar--
Entre la oscuridad se podía ver claramente a tres ancianas la del medio poseía una rueca y en ella tenía tanto hilos como humanos existían en el mundo. La de la izquierda sostenía en sus manos unas tijeras que hacía sonar de vez en cuando mientras se mecía en su mecedora despacio. La anciana de la derecha entre sus manos sostenía y media los hilos que luego iba añadiendo a la rueca de la de en medio. Cuando la de en medio detenía la rueca la de la izquierda detenía su mecer y sostenía entre sus manos alguno de los hilos lo ponía en medio de su rueca y cortaba.
-¿Para qué has venido Joven héroe? - Pregunto la anciana del medio sin dejar de hacer girar la rueca mientras las de sus lados se mecían, la una aun midiendo los hilos y la otra hacía sonar las tijeras. A paso pausado y tal vez algo cansado se aproximó a ella un encapuchado. Su capucha era de color Amarillo.
- Mis señoras - se inclinó con respeto delante de ellas y después se levantó - He venido a ustedes, esperando una respuesta a mi petición -
- ¿Tanto deseas cambiar aquello Joven héroe? - Levanto la vista del hilo que media la anciana de la derecha.
- Lo que estas pidiendo es un imposible - dijo la de la izquierda con un nuevo hilo entre sus manos y las tijeras, uno azul cielo.
- El no merece tal sufrimiento mis señoras, yo creo que ya ha perdido demasiado - respondió el encapuchado - Y no solo él. Ella también -
- Cambiar el destino. Hilar y deshilar es difícil. Cambiar lo escrito es complicado - dijo la del medio deteniendo la rueca y mirándole con esos ojos blancos. El encapuchado solo se mantuvo ahí callado.
- Pero en algo te hemos de dar la razón - bajo las tijeras sin cortar el hilo y miraba con esos ojos blancos con fijeza al encapuchado.
- La vida de ellos no ha sido fácil y nunca la será - se lamentó la de la derecha tomando de la rueca un hilo azul eléctrico que tenía una tenue luz plateada y uno verde mar cada uno tenía de él más hilos atados. Uno de ellos era el hilo azul cielo.
- Esa pérdida puede ser irreparable para él y para mucho mas - dijo el encapuchado viendo a la rueca, el hilo estaba atado a muchos más. A un hilo anaranjado que parecía haber sido tensado y vuelto a tejer, un hilo oscuro que se aferraba firmemente al azul y a uno amarillo.
- ¿Sabes que tendrás que dar mucho a cambio de esto? - Dijeron las tres al mismo tiempo. El encapuchado dio un enorme respiro.
- Lo sé. Pero yo deseo que me cumplan este deseo egoísta. Yo no tengo nada más en este mundo, yo ya vi pero quiero que ellos vivan más y mejor. Ellos se lo merecen - respondió con convicción guardando en su voz el anhelo y la esperanza que a aquellos hilos ya les faltaba. Las tres se vieron entre si.
- Hemos de concederte lo que nos pides. Pero el precio será pagado y un juramento será borrado - dijeron las tres, posaron todas sus manos sobre la rueca y comenzaron a darle vueltas hacia atrás - El destino que fue una vez hilado, será cambiado y una oportunidad más habremos dado. El joven héroe su deseo pagara con lo que más a apreciado - Una luz blanca empezó a envolver todo.
-- Campamento Mestizo --
Hace unas semanas la guerra ha terminado. Gaia la madre tierra dormía una vez más y los mestizos podían descansar. Hace unos días, se han enterado que Leo Valdez, uno de los mayores héroes que tenía esta guerra, había sobrevivido y que ya estaba sobrevolando el océano en busca de su hogar junto con su dragón de bronces celestial y Calipso la titanide de la isla de Ogigia. Todos estaban felices con la noticia en especial su pequeño hermano Harley quien está construyendo un aparato para que haga más fácil su regreso.
Pero como mestizos no todo podía ser felicidad y paz. Otro de los héroes de la profecía al igual que la mayor parte de los campistas, no se encontraba para nada bien. En el Argo II después de haber regresado de su no tan grato paseo por el tártaro, lugar que ni los dioses desean pisar, no ha quedado nada bien. Y para acabar con el desastre su novia se ha marchado en un viaje familiar.
- Percy - se escuchaba la voz del hijo de Júpiter resonar por todo el campamento. Percy no ha estado bien desde aquel viaje para derrotar a la madre tierra y cerrar las puertas de la muerte. La verdad nadie ha quedado bien. Pero él era un caso especial. - ¿Dónde te has metido? - se preguntaba con frustración el rubio. Él es el encargado de cuidar o hacer de "niñero" a uno de los semidioses más poderosos del lado griego.
Los ladridos a la lejanía le advierten al romano que probablemente su amigo se encuentra en uno de los lugares que debió haber ido a revisar primero. Corrió hasta la parte de atrás de la arena de duelo, ahí lo vio sentado en el suelo siendo lamido por su gran perra del infierno. El rubio suspiro, no era fácil cuidar de él pues a cada rato se le desaparecía, él era el único que podía cuidarlo. Frank apenas había llegado y sabía que tenía mucho que arreglar con Hazel y ver lo de lagunas cosas con los griegos. Nico tenía sus propios problemas y su propio doctor particular. Aquel hijo de Apolo no lo dejaba ni a sol ni a sombra.
- Ahí estabas - se acercó corriendo al azabache que ahora le daba una galleta a su perra - Jackson ¿se puede saber por qué no estabas en la cabaña tres? - Lo había dejado solo un momento para ir a ver a su novio. Oh, él amaba a Piper demasiado, que más quería que estar con ella.
- Grace - saludo el hijo de Poseidón con todos los ánimos que pudo e hizo un amago de sonrisa. Lanzo lejos una galleta a su perra y se puso de pie - Me fui porque me estaba aburriendo ahí dentro - se encogió de hombros y el otro suspiro con frustración.
- Te dije que me esperaras ahí, que llegaría en un rato - rodo los ojos el rubio mientras se cruzaba de brazos. - ¿Qué estás haciendo aquí? -
- Paseaba monos albinos pero han decidido irse cuando te han visto llegar - respondió con claro sarcasmo en su voz mientras arqueaba una ceja. El rubio sonrió, bueno que la pregunta había sido estúpida.
- Me refiero a que haces aquí solo Percy - volvió a decir el rubio descruzando los brazos, el otro volvió a encogerse de hombros antes de responder.
- Pero ya te dije, no estaba solo los monos se acaban de ir ¿Por qué no me dejas hacer amigos nuevos en paz Superman rubio? - Le brindo la mejor sonrisa que pudo y el otro resoplo. Si Percy no le hacía fácil el cuidar de él, se escapaba y contestaba cualquier cosa cuando preguntaba el pro que de la escapada.
- Porque estoy seguro que los monos más que amigos querían hacerte de su familia. Lo cual sería extraño porque no conozco monos marinos Acuaman - respondió el rubio siguiéndole el juego y el otro rio. Eso alegro al rubio un poco.
- ¿Un duelo Superman rubio? - Pregunto con genuino interés. Jason asintió, la verdad era temprano. Ninguno de los dos había desayunado aun. El rubio sabía que por esa razón el azabache se había ido. Últimamente prácticamente tenían que obligarle a comer.
- Acepto pero después vamos a comer - arqueo una ceja viéndolo y el otro le vio con los ojos entrecerrados y suspiro resignado. No es que el quisiera preocupar a sus amigos pero con todo lo que sentía desde que estuvo en aquel lugar, no deseaba nada.
- Está bien Grace - saco su bolígrafo del bolsillo de su jean y pronto se convirtió en una espada. Jason saco la suya del cinto que traía y pronto ambos empezaron a luchar. Estocadas, amagos, vueltas, rodadas, esquivar, estocada nuevamente. Llevaron luchando un buen rato, hasta que Percy hizo un último movimiento y su espada termino a centímetros del cuello de Jason - Gane - sonrió con arrogancia, una sonrisa real dedujo Jason.
- Si pero algún día te derrotare Acuaman - espeto el rubio mientras el otro le tendía la mano y le ayudaba a ponerse de pie.
- ¿Otra? - Pregunto con un brillo en sus ojos, el rubio lo vio, noto el brillo ese aquel que ahora solo veían fugazmente en sus ojos. Ese que hacía que Percy fuera Percy. Así que el rubio asintió solo para ver un rato más ese brillo la sonrisa divertida de su Bro. Comenzaron a combatir una vez más y luego una más.
- ¡Jason! - Escucho su nombre mientras trataba que Percy no lo derribara - ¡Percy! - Ambos notaron que eran sus amigos. Hazel, Frank, Nico, Will y Piper que venían acercándose. Probablemente habían notado su ausencia y les buscaban para comer.
- Hay que ir a comer ya Percy - dijo Jason mientras hacía que el otro retroceda empujando su espada con la suya propia. Percy hizo una mueca, se dio media vuelta y volvió a atacar con más fuerza haciendo que Jason pierda su espada y esta repiquetee contra el suelo. - Has ganado vamos a comer - Percy guardo su espada convirtiéndola en bolígrafo sin decir nada. Pronto una luz blanca empezó a envolverlos.
- ¿Qué es esto? - Dijeron los dos, el rubio tomo su espada rápidamente del suelo y el otro volvió a sacar la suya. Se pusieron espalda contra espalda y vieron como sus amigos corrían hacia ellos pero la luz los termino de tragar.
-- Olimpo 1946 --
En el Olimpo estaban reunidos para el solsticio de invierno, era 21 de diciembre de 1946. Exactamente un año después de que la guerra terminara. Hace como media hora que todos se encontraban tranquilamente sumiéndose en la pena por la pérdida de sus hijos y los estragos de la guerra... bueno digamos que tranquilamente, algunos ni por la muerte de sus hijos han dejado de pelar.
- ¡Tienen que morir! - Bramaba Zeus haciendo resonar su perno maestro contra el suelo, chispas volaban por la sala.
- ¡Son mis hijos! ¡No voy a dejar que mates a mis hijos! - Devolvía Hades mientras sombras salían de su túnica llena de almas que parecían querer escapar. Apolo pensaba que su tío tal vez debía cambiar de castigo a esas pobres ánimas.
- Suponen un riesgo para el Olimpo, deberían morir - decía Deméter muy tranquilamente. En realidad había estado llorando la perdida de sus amados hijos hacia un momento pero más le podía su odio a Hades y a la prueba de la infidelidad contra su hija que cualquier cosa. Claro como no son sus hijos que se vayan a la porra no pensaba Apolo.
- ¡Ninguno debe morir! - Recrimino Poseidón hacia su hermana, que solo desvió la mirada - ¡No es justo que mueran! ¡Tú solo quieres acabar con ellos porque no tienes ninguno! - El dios de los mares, solía ser uno de los dioses más agradables de todo el Olimpo, hasta solía sonreír, las pequeña marcas cerca de sus ojos podían dar fe de eso. Pero el día de hoy no lo hacía.
- ¡No voy a arriesgar al Olimpo solo por un capricho! - Volvió a Gritar Zeus esta vez contra el dios de los mares y el aire crepitaba en tensión, las nubes se arremolinaban a su alrededor y rayos se esparcían por la sala.
- ¡No es un capricho! ¡Son mis hijos! - Refuto Hades haciendo que las sombras crezcan y un frió se esparza por la sala. Incluso Apolo siendo el dios del sol sintió frió.
- ¡Quieras o no la profecía se cumplirá! - Replico Poseidón. Oh si, ahí estaba el motivo de todo el alboroto. Aquella profecía que involucraba a un pobre no nacido o nacida de uno de los tres grandes que sería quien decida el futuro de todo el Olimpo.
A Apolo no le gustaba ser el dios de las malas noticias. Si por el fuera, no las habría dado. Pero ¿Quién lo mandaba a ser el portador del Oráculo de Delfos? Era este quien escogía a una mortal para poder transmitir loa profecías y para mala o buena suerte del Olimpo, la última que escupió no fue nada buena. El no quisiera que el futuro pintara tan negro como se veía o que un pobre muchacho o muchacha cargara con tal peso sobre sus espaldas, si por el fuera su Oráculo se habría quedado con la boca bien cerrada.
Bueno pero no se podía negar que cada vez que los tres grandes tenían hijos estos solían ser demasiados poderosos e incontrolables. Para mayor muestra estaba la guerra que acaba de terminar, todos estaban pagando aun la factura de ella. Afrodita aun lloraba la perdida de sus hijos y parejas favoritas. Ares estaba pensando en todos los soldados que se le habían consagrado y vigilaba a su amante que estaba siendo consolada por su esposo. Hefestos puede que llegara a no saber demasiado de emociones pero si sabía una cosa, perder a un hijo dolía demasiado.
Artemisa acariciaba su arco, la verdad es que ella como diosa de la caza, los partos y la luna, sufría por la pérdida de inocentes que se fueron de este mundo más pronto de lo que era debido. Aunque claro la diosa trataba de no demostrarlo. Porque a los dioses no se les permitía mostrar interés alguno por los mortales, a menos que quieras tener hijos semidioses. Hermes estaba muy ocupado contestando llamadas y entregando correo a las familias que aun esperaban algo de los soldados que fueron a la guerra. Dioniso por su parte estaba desparramado con un vaso de vino en su mano pensando en cuanto más duraría aquella reunión, él no había perdido ni hijos ni amantes en la guerra.
Hestia observaba desde su fogata totalmente triste como su familia se perdía porque ni Hera que se suponía que era la que debía servir para unir a esta familia, por ser la diosa del matrimonio y la familia. La diosa del matrimonio, antes parecía feliz con la pelea, claro cómo no iba a estarlo si fue idea de ella el dichoso juramento. Ella solo quería que su marido no le fuera infiel de nuevo. En resumen todo era un caos en la sala de los tronos, hasta Atenea estaba distraída revisando un libro, pero seguramente pensando en todos los festejos fúnebres para sus pobres y desdichados hijos que perecieron. Una luz blanca apareció de la nada en el techo y pronto de este cayo un paquete haciendo un suave plop en el piso.
Apolo que era el único que no estaba, o emborrachándose o llorando o consolando o contestando llamadas o peleándose o leyendo o lamentándose en silencio, noto el paquete. Paso vista por la sala a ver si alguien más estaba viendo lo que él veía y noto que no era así. Entonces la curiosidad le gano y se levantó con cuidado de su trono y camino hasta el paquete. Este traía una nota pegada.
- ¡Hey! ¡Dioses! - Trato de llamar la atención de los demás pero nadie le hacía caso. Solo Hermes aun con una carta en la mano levanto la vista y le vio con una ceja arqueada en modo de ¿Qué pasa?.
Apolo era un dios paciente pero también era un dios al que le encantaba que lo tomaran en cuenta. Vamos que a todos los dioses les gustaba ser tomados en cuenta. Y ser ignorado no era algo que él iba a tolerar. Intento llamarlos con su voz normal una vez más pero otra vez solo Hermes y su hermana Artemisa lo miraron. El dios del sol se puso rojo de la ira mirando como sus tíos discutían y comenzaban a pelear. Así que aclaro su garganta y se dispuso a ser oír su voz. Él era demasiado Guay para ser ignorado.
- ¡Préstenme Atención! - Grito haciendo resonar su voz por todo el Olimpo y tal vez dejando sordo a algunos. Ahora si todo el mundo se calló Que bonito era eso ¿no?
- ¡Apolo! - Gruño su padre frotando uno de sus oídos - ¿Qué pasa? - Apolo rodo los ojos, el debió ser el dios del teatro. Todos se sentaron correctamente en sus lugares, hasta Dioniso lo hizo. Hestia veía atentamente a su sobrino.
- Ha llegado un paquete y trae una nota. Me parece que es de las destino - No se escuchó ni el respirar de los dioses, ¿Ahora si se callaban, verdad?
- ¿Qué dice la nota? - pregunto Atenea saliendo de su estupor.
- Pues a ver - El dios del sol abrió con mucho cuidado el papel, como si este le fuera a explotar en cualquier momento. Hijo de dramático no podía no serlo ¿no?
Queridos dioses
El futuro del Olimpo es un caos no podemos creer lo irresponsables que son y las medidas estúpidas que tomarán para la profecía que no servirá de nada.
Por eso les enviaremos de tarea leer una parte de la vida de uno de los mayores héroes que puede existir él no es como los demás tienen que jurar no dañar a los semidioses que vendrán a leer con ustedes.
att las destino
El silencio reino en la sala de los tronos, ninguno de los dioses sabía que hacer o que decir ¿Tan mal estaba el futuro, para que las destinos hayan decidido intervenir? ¡Ellas nunca intervenían! Apolo se aclaró la garganta haciéndose notar una vez más.
- Bueno ya que traerán semidioses, no creen que lo más recomendables sea no ser. ¿Tan divinos? - Inquirió el dios de la verdad viendo a s todos.
- Tienes razón. A su forma humana ¡Ya! - Demando el rey de los Olímpicos.
- Entonces la pelea la dejamos para después - espetaron Hades y Poseidón viendo con cierta furia a su pequeño hermano.
- Si - los vio de refilón el dios - ahora a jurar- una vez lo hicieron una brecha se abrió en el techo expulsando a dos jóvenes.
El que cayó primero era un muchacho rubio según pudieron notar, este cayo con gracia y estilo hasta quedar totalmente de pie en el suelo. Aquello hizo que Hera tenga una idea y vea mal a su marido. Era bastante apuesto según pensaba Afrodita y después de el para su suerte o desgracia, cayo un azabache. Lo malo es que este no parecía poseer la misma gracia y estilo que su compañero pues se dio un tremendo golpe contra el rubio, haciendo que este bese el suelo, soltando un juramente en latín según oyó Apolo.
El dios del sol, quiso muy amablemente ayudar a los jóvenes y se puso de pie para ir hasta ellos.
- Perseus bájate - le escucho gruñir al rubio. Supuso entonces que Perseus era el azabache. Este se estaba poniendo torpemente de pie. El dios del carraspeo para hacerse notar y explicarles a los jóvenes lo que sucedía.
Pero aquello fue una mala idea.
En menos de un segundo el muchacho de cabellos negros ya tenía un espada en su mano y al otro le estaba apuntando directamente al cuello. Se aproximó a él y lo sujeto del cuello de la camisa que portaba el dios en ese momento. Es condenadamente rápido pensaba Apolo viendo al muchacho. Este tenía la mirada enfurecida mientras su compañero se ponía de pie.
- ¿Quién eres? ¿Dónde estamos?- comenzó a cuestionar mientras presionaba la punta de la espada contra la garganta del dios. Los instintos del dios por primera vez en siglos le gritaban peligro, este chico era peligroso. Tal vez demasiado. Pero el rubio que pareció más despabilado que el otro, rápidamente noto donde estaban.
-¡Perseus basta! - Recrimino en voz algo alta mientras le tomaba del brazo y le obligaba a bajar la espada. El azabache le miro enfurecido - Estamos en el Olimpo - Esto hizo que el otro suavizara la mirada y bajara en su totalidad la espada y soltara al dios.
Percy miro al dios del sol y luego a todos los que estaban atrás. Su mejillas tomaron color casi al instante.
- Lo siento - retrocedió un poco, ya muchos dioses le habían intentado matar por menos que lo que acaba de hacer. Jason se puso delante de él - yo... yo... no quise señor Apolo - murmuro viendo al dios. Apolo por su parte estaba deleitándose con su vergüenza. Con las mejillas rojas y esos ojos tristes ya no parecía capaz de herir a nadie.
- Ya, ya tranquilo - le dio una sonrisa brillante como solo el dios del sol podía darle - Están en el Olimpo el año de 1946 -
- ¿Después de la segunda guerra mundial? - Cuestiono Jason arqueando una ceja.
- Si las destino le han traído aquí a leer un libro, Perseus - dijo el dios mirando al azabache que aún estaba detrás del rubio. Jason asintió mientras una sonrisa divertida aparecía en sus labios. Percy por su parte frunció el ceño e hizo un puchero. A Apolo eso le pareció de lo más tierno, claro no fue el único que pensó en eso. Afrodita aunque lejos podía ver perfectamente la escena.
- Mi nombre no es Perseus - se quejó el azabache viendo mal al rubio que parecía aguantar la risa.
- Vamos que en tu acta dice Perseus - logro decir el rubio antes de que la risa le ganara y el otro lo vea con los ojos entrecerrados.
- No es divertido Grace - mascullo viendo a su supuesto Bro. Luego miro al dios del sol y suavizo la mirada - Mi nombre es Percy no le haga caso al rubio teñido -
- No soy teñido - dejo de reír en el acto. Percy lo ignoro Olímpicamente. Apolo solo les veía divertido estaba visto que ambos eran bastante especiales.
- ¡Preséntense! - Bramo Zeus haciendo sonar su bonito perno contra el suelo, cansado de ser ignorado probablemente. Los demás dioses rodaron los ojos. Afrodita soltó un chillido cuando los vio más de cerca.
- ¡Son tan lindos! - Achucho mientras daba saltitos en su asiento, se mordió el labio como decidiendo algo y pronto chasqueo los dedos, cambio sus ropas por túnicas griegas - Ahora se ven más lindos -
- Esto es horrible - se quejó Jason por lo bajo y Percy asintió apoyando la idea. Los dos veían la túnica que cargaban pero sabían que no podían decir nada o la diosa se podría molestar y maldecirlos.
- Apolo dame el libro - pidió/exigió Atenea. Apolo frunció el ceño.
- Yo fui quien lo encontró. Es mi deber leerlo - respondió el dios sentándose en su trono y ella abrió la boca para reclamar.
- Comienza de una vez la lectura Apolo - gruño Zeus ya cansado de todo esto y Atenea le miro airada pero no dijo nada.
- Está bien, el título es... - leyó con la vista y luego miro a los dioses y después a los dos jóvenes.
- Sobrino lee de una buena vez antes que tu padre comience otra vez con el drama - casi suplico Poseidón antes de que Zeus abriera la boca. Zeus lo vio mal.
- Si, si está bien, se titula El Hijo de Neptuno - el silencio reino en la sala de tronos una vez más. Los dioses miraron expectantes a los jóvenes que ahora se encontraban sentados en un sofá que hizo aparecer Afrodita.
- ¿Pasa algo? - Cuestiono el rubio viendo a los dioses.
- ¿No les sorprende el título? - Inquirió de vuelta Apolo. Percy y Jason se miraron y negaron.
- Yo soy romano, así que no - contesto Jason.
- Yo sé sobre los dos mundos así que tampoco - dijo Percy.
- Romanos - Escupió Atenea.
Y si con tantas discusiones todos olvidaron las presentaciones de los chicos.
- Bueno entonces podemos empezar - dijo Apolo, Afrodita dio un chasquido y les cambo la vestimenta.
- Si, si hazlo de una vez antes que Atenea entre en shock grecorromano - bufo Zeus aunque la verdad no parecía nada preocupado por el asunto.
- El capítulo es Percy I - dijo Apolo y se escuchó un claro gemido por parte del azabache.
N/A: Aquí esta el nuevo prologo o la llegada. espero les guste, solo cambie algunas cosas y otras las deje tal cual.
