Era una mañana del 15 de septiembre. En esta fecha particular daría comienzo la primera ronda eliminatoria de la XXXIII Edición de la Liga de los Elementales. Cientos de miles de jóvenes y adultos se habían inscrito para la posibilidad de participar en el evento más prestigioso del Reino de Shiho, celebrado cada cinco años. Gloria, fama, riquezas incalculables. Todo aquel quien triunfara sobre el resto tendría la vida solucionada y su nombre grabado de forma permanente en la historia del reino.
No obstante, no sería fácil llegar a la final. Como el nombre del torneo sugería, todos los participantes eran elementales, humanos adeptos en utilizar un elemento en particular para diferentes situaciones. Cualquier elemento o materia podría, en teoría, ser el elemento afín de un individuo en particular: fuego, agua, tierra y aire son los cuatro elementos fundamentales, a los que se suman otros como luz, sombra, planta, rayo, hielo o metal. Existen asimismo elementos derivados de la combinación de dos, como lo es el magma, fruto de la unión entre el fuego y la tierra. Inclusive hay casos documentados de elementales de pelo, chicle y proteína.
El Bosque del Dragón Azul fue el lugar elegido para tener lugar esta primera eliminatoria. El área es uno de muchos bosques en la región de Seiryu en el este de Shiho, conocida por ser su centro de agricultura; no es casualidad que una porción notable de sus habitantes sea de elementales de planta y madera. En contraposición a ella, existe la región industrializada de Byakko al oeste, con numerosos elementales de metal y virus. Las otras dos regiones, Genbu y Suzaku, ubicadas en el norte y el sur respectivamente, se caracterizan por sus climas dispares: mientras que Genbu es un cuadrante montañoso y gélido, la región de Suzaku es famosa por sus temperaturas excediendo los treinta grados y sus cristalinas costas.
Espika Blumenthal, a sus 17 años, era una de los miles de elementales de planta de Seiryu participando en esta ronda eliminatoria. Para su suerte, el grupo en el que fue sorteada abría las rondas eliminatorias en su región natal, en concreto en un bosque a varios kilómetros de la capital de la región, en donde ella residía: Ciudad Cerezo. Como una de las elementales más fuertes de su instituto, ella tuvo la posibilidad de participar en el torneo en lugar de asistir al último curso antes de finalizar su etapa de educación obligatoria.
Sentada en un tocón de árbol, Espika observaba a quienes serían su competencia. Era fascinante cómo la ropa y algunos rasgos físicos podían ayudar a indicar el elemento de algunos a plena vista. En efecto, sus ojos de color lima y su pelo verde oscuro, puesto en un estilo semirecogido de coleta alta, indicaban su afinidad al elemento planta, como lo hacía su altura de un metro setenta. Asimismo, llevaba ropa que parecía hecha de pasto, incluyendo una falda que llegaba a mitad de su muslo y una camiseta ombliguera. Además de lo anterior, llevaba pantalones cortos debajo de la falda y botas que casi llegaban a sus rodillas.
—¿Te pasa algo?
Espika, con su cabeza apoyada en la mano, miró de lado a su hermano Finster. Su pelo ondulado negro, ojos con pupilas oscuras y piel pálida eran indicadores claros de que se especializaba en el elemento de la sombra. Su elección de vestimenta era similarmente afín a la naturaleza oscura de su elemento, a juzgar por su sudadera negra con capucha, característica por llevar un símbolo en un idioma antiguo cuyo significado Espika desconocía, pero no dudaba que se trataba de algo que él definiría como, en sus palabras, «algo muy, pero que muy irónico». Como era de esperar, tanto sus pantalones vaqueros como sus botines eran negros.
—No, la verdad, solo tengo sueño. Me ha costado dormir por la emoción —Espika contestó perezosamente y le lanzó a Finster una mirada inquisitiva—. Lo que no sé es cómo tú estás tan tranquilo.
—No, no lo estoy, pasa que tengo buena cara de póker —Finster contestó y sacó la lengua. De manera muy contraria al estereotipo de alguien quien usa la oscuridad como arma, Finster tiene un carácter alegre y bromista, tanto que ha llegado a molestar a varios compañeros de clase sin su conocimiento. Sus expresiones faciales, dramáticas y exageradas, eran su arma secreta para añadirle ese «algo» a su forma de relacionarse con los demás—. Tenemos que encontrar nuestros dos tótems, pero necesitamos pensar en algo antes, ¿no? —al preguntar esto, giró su cabeza a un lado, casi como si intentara imitar a un cachorro.
Para esta fase eliminatoria, los responsables escondieron un número limitado de estatuillas doradas denominadas como «tótems» en las profundidades del Bosque del Dragón Azul. Como era de esperar, quien tuviera uno de los tótems clasificaría para la siguiente fase de las eliminatorias. No obstante, el caso de los hermanos Blumenthal era particular: la mayoría de los elementales de sombra, a temprana edad, se vinculan con una persona con la que tienen una conexión especial. Esta relación, en la que el elemental de sombra está atado a un llamado «elemental cuerpo», fusiona las sombras de ambos y requiere que el elemental de sombra esté dentro de un radio de aproximadamente cien metros del elemental cuerpo con riesgo de muerte si la distancia aumenta. Debido a la naturaleza simbiótica de esta relación, los elementales de sombra y sus elementales cuerpo deben obtener dos tótems para pasar de ronda.
Pese a esta aparente dependencia, dicha conexión trae beneficios para las parejas cuerpo-sombra. Con el paso de los años, el elemental de sombra es capaz de sentir lo que su elemental cuerpo siente, hasta el punto de desarrollar un vínculo emocional y psíquico. Esto permite que estos dúos puedan llegar a sincronizar sus movimientos y a ser impredecibles en combate. Tal es el caso de Finster y Espika, cuya unión en combate es tal que recibieron la distinción de ser los más fuertes de su instituto y en consecuencia se les ofreció la posibilidad de inscribirse en las rondas eliminatorias del torneo.
—Sí, ese es el plan. Pero tendremos que tener cuidado, a saber lo que han podido poner en el bosque para dificultarnos las cosas —contestó Espika, disponiéndose a mirar alrededor para escrutar a los rivales—. Además, esta gente parece dispuesta a todo por conseguir un puesto en la final.
—Venga ya, tú conoces este sitio como la palma de tu manita —tanto Finster como Espika se criaron cerca del área, por lo que ambos tenían una cierta ventaja sobre el resto—. ¿Quieres que eche un vistazo y te comento lo que veo?
—Además de que lo que propones sería hacer trampa… Mira —Espika contestó, señalando a los guardias de seguridad colocados alrededor del perímetro, evitando que cualquier concursante entrara—. ¿Qué crees que pasaría si te pillan?
—Espera, ¿lo es? —Finster abrió los ojos de par en par, esta información era algo nuevo para él, y Espika no tardó en darse cuenta. Espika se llevó una mano a la frente en ligera frustración, pues ciertas cosas de él continuaban desconcertándola a estas alturas, y se volvió para mirarlo.
—Sí, lo es. ¿En qué estabas pensando mientras explicaban las normas?
—Bueno, pensaba en muchas cosas —Finster se rio de forma bastante nerviosa e incómoda, conforme se rascaba la cabeza—. Y a la vez pensaba en nada, supongo. ¿Podrías repetírmelo? A ti te escucho.
Espika no podía creer lo que escuchaba. Ambos habían sido seleccionados para participar en un evento de semejante magnitud y aun así Finster parecía tomárselo todo como un chiste.
—Vale, solo para que no la líes por no haberte enterado —Espika suspiró, recordando las instrucciones que habían dado varios minutos antes—. Dentro de veinte minutos darán la señal para entrar, hasta entonces han puesto vigilantes y barreras para que nadie se asome, y cuando entremos se cerrarán todas las salidas durante dos horas y en ese tiempo tendremos que conseguir una estatuilla cada uno y mantenerla hasta estar fuera. No hay límites a la hora de luchar, entre nosotros o contra las bestias que han liberado en el bosque.
—Oh, entiendo —Finster asintió—. No suena muy difícil, podemos pasar esto sin ningún problema, Espi. Creo que simplemente debemos camuflarnos bien cerca de dos de esos tótems, vigilarlos y evitar que alguien se los lleve y, cuando estemos al final, volvemos a la meta. Pan comido —Finster sonrío con su característica sonrisa, mostrando todos sus dientes y cerrando los ojos. Espika no pudo evitar negar con la cabeza ante la gran confianza de su hermano y le sonrió de lado, de manera jocosa.
—Bueno, si estás dispuesto a pasar las dos horas más aburridas de tu vida, yo no te lo impediré.
—Descuida, mi apellido es «Paciencia» —Finster se rio nuevamente, ganándose una sutil mirada escéptica de Espika, quien rodó los ojos y sonrió divertida, pues esta última sabía que el elemental de sombra nunca pudo destacar en el arte de esperar—. Aunque me da curiosidad, ¿qué clase de oponentes nos esperarán?
A unos metros de los hermanos, un par de muchachas jóvenes esperaban a que diera inicio la ronda. Una de ellas tenía pelo negro que le llegaba a los hombros, con las puntas aparentemente teñidas de rojo y un flequillo tapando su ojo derecho; en cuanto a la ropa, llevaba una camiseta de mangas cortas que exponían sus hombros, pantalones cortos que llegaban a la mitad de sus muslos y unas botas que, igual que las de Espika, terminaban por sus rodillas. Sus ojos de pupilas rojizas miraban alrededor con cierto aburrimiento, observando a la competencia conforme se apoyaba en su compañera, cuyo pelo morado estaba puesto en grandes coletas y tenía ojos azules; esta última llevaba una blusa blanca de mangas cortas con chorreras negras, una falda roja tartán con pantalones cortos por debajo, largas medias blancas y zapatos negros planos.
—Qué aburrimiento, a ver cuándo empezamos con esto —tras un largo bostezo, la joven de las coletas habló.
—No entiendo a qué vienen esas prisas, ni que fuera a costarnos ganar esto —contestó su compañera, ganándose una risa amistosa.
—Esa es la actitud, pero no finjas que no tienes prisa —sonrió de forma confiada, casi maliciosa—. El aburrimiento te lo puedo leer hasta yo.
La muchacha de pelo negro de puntas rojas no pudo evitar reírse por lo bajo. Ella sabía lo extremadamente competitiva que su amiga era, pero era justo por su carácter abierto que ella no pudo evitar tomar confianza con ella. Habían pasado años desde aquella noche en la que se conocieron, y ambas podían afirmar que eran mejores amigas.
—Vale, Esper, lo admito —ella sonrió de lado—. Tengo ganas de ver qué nos tienen preparado.
Esperanza Molniya, conocida por sus allegados como «Esper», se quedó mirando a su amiga con su confiada mirada. Este torneo traería oportunidades para que Esper alcance la gloria que tanto ansiaba. No le sorprendió el hecho de que, a sus 16 años, fuera una de las más jóvenes en entrar a participar en las eliminatorias, después de todo, el mundo es un lugar contaminado por la mediocridad y ella era, como apuntó algún que otro profesor de ella, un rayo de esperanza. Su motivo era simple: ganar, y ella sabía que tenía todas las posibilidades de llegar lejos. A diferencia de ella, su amiga tenía otros motivos para participar.
—Entonces, ¿tú crees que este torneo te ayudará a encontrar eso?
No hicieron falta muchas palabras para que la joven de pelo negro dejara de reírse y su expresión se tornara seria.
—La verdad, eso espero. Este torneo podría ser la excusa perfecta para investigar en diferentes sitios sin levantar sospechas.
—Bueno, ciertamente salir de la capital de vez en cuando no vendría mal —Esper notó que era la primera vez en mucho tiempo en que ella salía de su natal Ciudad Qilin, la gigantesca metrópolis que ocupaba la zona central del Reino. Su compañera, pese a haber nacido en el cuadrante sur de Suzaku, había vivido gran parte de su vida en la misma ciudad que Esper.
Esper cambió su mirada de su amiga al resto de participantes. Era una escena que subía los ánimos a Esper, pero simultáneamente se los bajaba: ¿cómo es que podía tenerlo ella tan fácil? La mayoría de los que veía, juzgaba, no tendrían oportunidades ni contra ella ni contra su amiga. Estaba claro que ambas pasarían a la siguiente ronda.
—Me pregunto qué querrá el resto —murmuró Esper.
—A saber, probablemente la mayoría solo buscan un puesto y prestigio fácil, o algo por el estilo —se encogió de hombros y, al notar la mirada que Esper dirigía al resto, la miró de lado—. No deberías subestimarlos. Por muy hábil que seas, es posible que algunos de ellos representen un reto.
Este comentario provocó que Esper le dirigiera la mirada nuevamente:
—Por favor, Kerket, la única que veo aquí subestimando a alguien eres tú a nosotras. Después de todo, nacimos con suerte —tras decir esto, dos de los dedos de Esper empezaron a proyectar un rayo de color índigo, como si intentara recordar a su amiga de algo.
Kerket Makher, durante gran parte de su vida, se sintió en soledad debido a un incidente que marcaría su vida. Su existencia era considerada una amenaza por ciertas personas y llevaba una vida en las sombras, ocultando su verdadero ser por evitar el rechazo o incluso algo peor. No obstante, todo cambió cuando conoció a Esper. Desde el día en que ambas se conocieron, Kerket dejó de sentirse incomprendida y encontró a su mejor amiga. Este recordatorio le bastó para sonreír con confianza, mientras pasaba sus dedos por el colgante de color negro de su brazalete escarlata, un recordatorio sutil de que nunca debe olvidar quién es y de dónde vino.
—Sí, supongo que tienes razón —contestó Kerket, conforme se cruzaba de brazos—. Pero nunca está de más tener en cuenta al enemigo —en ese momento, notó que Esper estaba fijada en dos concursantes. Una tenía el pelo verde oscuro con ojos lima y su compañero tenía pelo y ropa negra, para Kerket era obvio que eran elementales de planta y sombra, respectivamente. Alzó una ceja, sin entender la fijación repentina de su amiga—. ¿Qué les miras a esos dos?
—Fíjate bien en ellos. ¿No te parece injusto que metan a un dúo y que una de ellos juegue en su elemento? Aunque pensándolo bien… —Esper sonrió de par en par en una mueca más exagerada, desconcertando a Kerket todavía más—. Esto hará nuestra victoria más jugosa todavía.
«Pobres de esos dos, le han llamado la atención a quien no debían», pensó Kerket, quien se quedó sin comentarios ante la observación de Esper.
—¿En qué estás pensando? —Esper codeó a Kerket y le guiñó un ojo—. ¿En cómo esta ronda será pan comido?
—Podrías decirlo así, casi me dan pena los demás.
Esper, confiada al máximo, continuó observando a los concursantes y su mirada se fijó en alguien con pelo azul claro recogido en una larga coleta; murmuró nuevamente:
—Pringados todos…
Souji Vuoret permanecía en un rincón de la zona de espera, observando a los demás participantes. No podía evitar sentir cierto nerviosismo, pues había mucho en juego. Tenía gente que lo necesitaba y no iba a defraudarlos; después de todo, ya había tomado un gran paso decidiendo inscribirse en el torneo y abandonar la septentrional y nevada región de Genbu que lo vio crecer.
Debía admitir que la temperatura era algo más cálida que en su región natal, por lo que se había vestido con ropa ligera, con una camiseta negra ajustada que exponía su ombligo, guantes igualmente ajustados que iban desde sus codos hasta cubrir sus manos y dejaban sus dedos al aire, pantalones negros con dobladillo por sus rodillas y un par de sandalias. Su largo pelo azul estaba recogido en una coleta.
Pan comido, el 80 % de ellos no tiene nada que hacer aquí.
Por mucho que no le gustara subestimar a nadie, a Souji no le daba la impresión de que le rodearan oponentes particularmente peligrosos. Esperaba no tener que luchar contra nadie, al menos no en esta primera fase.
Será mejor pensar en alguna estrategia para el otro 20%. Recuerda, no confíes en nadie.
Suspirando profundamente, Souji se mentalizó para lo que venía. Debía tener cuidado, pues un paso en falso podría significar su pronta eliminación. Una frase particular hacía eco en su mente:
Solo me tienes a mí.
Tras unos minutos, el encargado de la prueba del Bosque del Dragón Azul organizó a los cerca de cien elementales que estaban esperando a que iniciara la ronda. El señor, de pelo rubio y con una máscara metálica cubriendo su boca, se había posicionado a un lateral de la entrada principal al bosque, mientras que los concursantes estaban puestos en posición.
—La primera prueba clasificatoria para la Edición XXXIII de la Liga de los Elementales está por comenzar, todos a sus puestos…
Finster estaba al lado de Espika. No podía evitar sentirse nervioso, en marcado contraste a su ánimo jocoso de antes, y miró a su hermana para tranquilizarse un poco. Espika, espirando, sonrió con confianza mientras miraba a la entrada decidida, tenía fe de que los dos verían la siguiente ronda. Era la mejor posibilidad que tenía ella de conocer nuevos lugares y viajar, iba a luchar por ello.
—En sus marcas…
Kerket miró a la entrada con expresión seria, centrada en conseguir su tótem para poder pasar de ronda, no podía fracasar, no era una opción. Paralelamente, Esper crujió su cuello y nudillos mientras sonreía confiadamente, la fiesta estaba a punto de comenzar.
—Listos…
Souji, con expresión entre nerviosa y decidida, asintió. Al igual que Espika y Kerket, tenía sus motivos para llegar a la siguiente ronda, y no iba a defraudar a quienes necesitaban que ganara.
—¡Que dé comienzo la prueba!
En ese momento, los numerosos elementales entraron corriendo al gran bosque, uno por uno. Cinco de ellos no lo sabían aún, pero este sería el día en el que verían sus caminos cruzarse y en el que sus vidas darían un giro, para bien o para mal.
