Este reto participa de la tercera prueba:

¡Soy una Mary Sue! en el Torneo de los Tres Magos del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Nota de autor: este fic está concebido como una grandísima ironía. Si no tenéis esto en cuenta, probablemente salgáis disgustados de este fic. Ante todo, no quiero que nadie se sienta ofendido. Este fic es una broma, una parodia. Una colección de clichés en los que todos podemos caer alguna vez. Dicho esto, os dejo con la lectura.


Ojos de gata


La quieres.

Desde el momento en que la viste, lo supiste.

Fue todo tal y como lo describen las grandes novelas románticas muggles que tanto le gustan a Hermione. Una mirada esquiva, una sonrisa tentativa. El corazón repicando con fuerza a través de tu pecho, la sangre agolpándose en tus oídos. El mundo deteniéndose durante un ínfimo instante para, un segundo después, reanudarse como si nada hubiera cambiado.

Sólo que todo había cambiado.

Desde aquella primera noche, quedaste prendado de sus ojos de gata y su sonrisa felina. Su pelo rojizo, como el fuego, sus andares ágiles y sensuales, el cadente contoneo de sus caderas y su perfume ―con toques marítimos― se apoderaron de tu mente y tus sentidos.

¡Si tan sólo fuera una cara bonita!

Pero no, Stella no es tan simple.

Stella lo es todo.

Inteligente, vivaz, atrevida. Con su carácter voluble y temperamental, te mantiene atado a ella. Tan pronto es la amiga más leal y dulce que puedas tener, como pasa a ser un volcán en plena erupción, capaz de arrasar con todo cuanto se encuentre en su camino. Nadie que tenga una risa tan sincera y clara, debería ser capaz de guardar en su interior la ira indomable que despierta en Stella cada vez que no sigues sus normas.

Pero nada de eso te importa.

Porque en lo más profundo de tu ser, sabes que estabais destinados a encontraros, a conoceros. A amaros. Y por eso nunca te das por vencido.

Sin embargo, no fuiste el único que cayó preso bajo el influjo de sus innegables encantos. Aquella primera noche, cuando realizó su gran entrada en el Gran Comedor, todas las miradas se dirigieron a ella. Tan hermosa e inalcanzable. Una desconocida capaz de despertar las más bajas pasiones e inspirar los sentimientos más puros con su sonrisa de dientes pequeños y afilados. Tan bella como peligrosa.

Es esa sonrisa la que hoy os ha traído hasta aquí.

Él la persiguió, la acorraló y trató de forzarla contra su voluntad. Pero pudiste impedirlo.

Ahora Stella llora, desconsolada, y en sus ojos azules con destellos púrpuras y verdosos, se refleja el dolor de toda una vida. Es la primera vez que te abre así su corazón y no te atreves a interrumpirla, ni siquiera a moverte.

Te habla de su padre, un vagabundo cualquiera, sin identidad, que dejó embarazada a su madre en una noche de locura y desenfreno. Habla de sus hermanos, trillizos, de los que la separaron a la fuerza para ser encerrada durante un largo tiempo, antes de ser adoptada por una familia de la que nunca se sintió parte.

Su larga confesión se ve interrumpida por fuertes sollozos que pronto se transforman en gemidos y maullidos de dolor. En silencio, te acercas a ella y restriegas tu cabeza contra la suya, en un intento de consolarla, de hacerle comprender que siempre estarás ahí.

Ella sonríe y acerca sus bigotes a los tuyos mientras murmura un suave y tierno «gracias, Crooshkanks».

Tú sólo ronroneas de felicidad.