Todo el mundo afirmaba que el Joker estaba loco.

Y en cierto modo, el Joker podía aceptar, que sí, probablemente exista una locura dentro de él. No iba a negarlo, estaba consciente de que no era como los demás, nadie era igual a él, nadie podía entenderlo.

Excepto por Batman.

Claro que la locura que Batman tenía a otros les parecía tan heroica y atractiva. El Joker sólo estaba siendo un poco...un poco incomprendido, ¿Acaso no debía de ser lo mismo en su caso?. Ambos habían sido cortados con la misma tijera.

O tal vez no, tal vez la locura del Joker era aún mejor ya que el Joker si era capaz de llevar sonrisas a la gente, el murciélago no podía de reírse ni siquiera con una buena broma.

Ja...ja...ja...locura.

Locura era la única forma de llamar a lo que se había apoderado de él; sociópata, psicópata, ególatra, maniaco, enfermo. Eran las palabras con las que lo habían clasificado para poder darle un nombre. Eso era un engaño que se repetía la gente para justificar la idea de que el ser humano es capaz de tanta maldad.

Negar la existencia de la maldad del Joker poniéndole el nombre de una enfermedad era el único método para concebir los horrorosos actos que cometía con regularidad.

Pero eso era problema de la gente, no suyo.

Últimamente su mente estaba ocupándose con ideas más importantes.

Aún con una firme opinión sobre lo que decían los doctores, en los últimos días el Joker había comenzado a creer que en realidad si existía una locura dentro de él.

No había razón en negarlo, él mismo podía sentirlo; era un monstruo, algo oscuro y voraz que lo recorría por dentro. Eran cientos de voces que hablaban a la vez, no se callaban, peleaban unas con otras y viajaban dentro de su cuerpo. Un día estaban en su cabeza, otros días recorrían sus brazos o su torso o sus piernas. Se movían unas con otras sin control y parecían ser uno mismo.

Eran diferentes a las que habían comenzado a habitar en su interior desde el incidente lo de los químicos en la fábrica. Lo hacían respirar agitadamente, gruñir, querer arañar, reír y gritar como nunca antes en su vida.

Era la sensación que sentía al combatir a Batman y al mismo tiempo era totalmente diferente. Era cien veces más amplificada, era más electrizante, más potente, más adictiva que una droga.

Era desesperante e irónico que el Joker, quien anteriormente había vivido para el caos, ahora se encontraba anhelado un poco...solo un poco...de paz.

Hacía meses que estaba repitiendo esta rutina, una y otra vez.

Y lo peor era que él podía terminar con todo esto, parte se sí mismo le gritaba que debía tomar su trasero y salir de ahí, pero la otra parte le decía que debía quedarse. Ese monstruo negro que se estaba incubando en su interior era feliz aquí. Entre las cuatro paredes de ésta celda, al menos podía disfrutar de un sonido que calmaba a aquella bestia de su interior, un sonido que lo atraía como el canto de las sirenas.

Dicen que el canto de las sirenas despertaba a los marineros y los atraía como moscas a la miel, una vez que los tenían a su merced pagaban el precio de su arrogancia con sus vidas, ¿Acaso a él le sucedía lo mismo?

¿Quién diría que Arkham podía dejar salir tan dulces melodías?

El ruido desordenado que hacían los otros internos no molestaba al Joker, él tenía una voz musical que lo acompañaba en su mente y repetía una y otra vez.

Una y otra, y otra vez.

Y lo llamaba.

Harleen, Harleen, Harleen, Harleen, Harleen, Harleen.

¡Oh Harleen!

Harleen lo hacía asfixiarse, le hablaba y lo llamaba aún cuando no estaba ahí.

¿Cómo era posible que pudiera escucharla tan claramente?

Lo hacía mantenerse despierto y lo arrullaba al mismo tiempo.

Lo hacía querer gritar y al mismo tiempo no emitir ni un sonido.

Y aunque lo intentara no podía descifrar cómo era que había terminado en ésa situación.

Harleen Quinzel era una mediocre doctora en Arkham, a penas era una principiante, una interna. No había nada interesante en ella, nada la hacía destacar de cualquier "bimbo" o rubia barata de la calle.

Y a pesar de todo había hecho que él despertara un interés desesperante por ella.

Había algo dentro de él que lo hacía buscar violentamente en sus memorias corriendo tras el sonido de su voz.

Siempre había sido un método de limpieza el sumergirse en la tormentosa marea de su pasado, era una experiencia refrescante ya que siempre era confusa y cambiante. Algunas veces había sido un hombre con esposa e hijos, mientras que otras veces había sido maltratado por sus padres. Siempre era una versión diferente, nunca constante, más allá del accidente con los químicos podía ser cualquier persona, y en cierta forma eso era -reconfortante para él.

Muchas veces se quedaba quieto, esperando que los recuerdos inundaran su cabeza. Si debía tener un pasado le gustaba pensar que tenía múltiples opciones, al menos el Joker era lo suficientemente inteligente como para admitirlo.

Pero cuando sus recuerdos pasaban por los de Harleen, éstos dejaban de ser revolturas confusas de imágenes y sonidos. Los recuerdos se volvían claros y nítidos, como si los pudiera presenciar el ése instante.

Recuerdos, recuerdos, recuerdos...

Recordaba estar aburrido. No hay mucho con qué entretenerse en Arkham, los rídiculos doctores que gozaban de asediar su mente con medicinas eran lo único que le traía un poco de diversión, lo otros internos eran aburridos:

Depresivos, maniáticos, suicidas; unas palabras eran suficientes para hacer que se mataran unos a otros o a ellos mismos. Los mismos doctores que se decían ser los sanos no necesitaban más que un par de palabras de su parte para terminar en posición fetal arrastrándose por el suelo. Y después de hacerlo tantas veces, ¿Cuál era la diversión en ello?

Regla número uno de un buen comediante: No se deben de gastar los chistes.

Se había propuesto deshacerse de los doctores uno por uno hasta llegar al líder, como en los videojuegos. Había esperado que el mismo Dr. Arkham tomara su caso en sus manos para así poder jugar un poco más, y estaba a punto de lograr su cometido.

Sabía que el Dr. Arkham se estaba desesperando. La cabeza en jefe de Arkham ya había arreglado que en poco tiempo iba a tener una cita con un interno, ¿Eso quería decir que no le quedaban más doctores para atender al Joker?

Había enviado nada más y nada menos que a una recién salida de la universidad.

La Doctora Harleen Quinzel no le serviría ni para el comienzo. Podía saber todo sobre ella aunque no la había visto en persona, la historia era sencilla; seguramente se había esforzado toda su vida por ir a la Universidad, tener un doctorado antes que nadie, ser excelente, ser excepcional.

Lograr prestigio, trabajando en el asilo de Arkham para los criminales, curar a los incurables.

Fama.

Aspiraba a un lugar más alto fuer de la podredumbre a la que estaba acostumbrada.

Y para su mala suerte el Joker planeaba hacerla mártir. Podía apostar a que la doctora no iba a pasar de la primera sesión, no necesitaba ni siquiera moverse para lograrlo, aunque...no era como que pudiera hacerlo.

Por desagradables experiencias pasadas, los guardias acostumbraban llevarlo esposado al "consultorio" que era más bien una celda reforzada. Todos los días que tenía terapia, sin falta, vestía una camisa de fuerza y solían atar unos grilletes a sus manos y a sus pies encadenándolo al suelo, podía moverse en un radio de metro y medio, pero entrar más allá, al perímetro de doctor no se le permitía.

El Joker rara vez necesitaba moverse, en realidad, a menos que lo hicieran realmente enfadar o aburrirse prefería sentarse en su silla la mayoría de las sesiones. Esperando como un depredador a su presa. De ésta forma podía estar atento a los sonidos y a todo lo que ocurría a su alrededor para anticipar cualquier cosa, era parte de lo que un buen comediante hace; escuchar a su audiencia.

Así podía concentrarse en escuchar los finos tacones de aguja que hacían eco en los suelos de Arkham mientras se aproximaban a su "consultorio". Podía ver la curva de los cabellos dorados de la doctora, las pesadas gafas. La manera en la que vestía aquella ropa humilde pero elegante, la forma en la que se acomodaba correctamente en su silla; como toda una mujercita, adaptaba sus notas sobre la mesa y sacaba una pluma de detrás de su oreja mientras comenzaba a escribir algo en sus apuntes.

El Joker esperaba a que ella comenzara como el resto de los normales; un "Buenos días, ¿Cómo te sientes hoy?", la misma ensayada y estúpida pregunta que todos los psiquiatras, inclusive el más viejo y experimentado le hacía.

Pero nunca llegó.

La doctora se mantenía en un inquietante silencio. Lo cual, era impensable, ¡Por favor! una recién salida de la universidad, frente a uno de los criminales más famosos de ciudad Gótica...

Trató de sacar una reacción de ella pero sin éxito, los juegos no funcionaban, nada parecía derribar la estoica fachada de la doctora. Era una situación complicada, la doctora no se dignaba a levantar la mirada de sus apuntes y el Joker no iba a rebajarse a decir la primera palabra o para insistir por su atención.

Estaba atento, esperando alguna fractura en la armadura de la doctora, pero no parecía que fuera a encontrarla pronto.

Se tuvo que conformar con lo segundo mejor; espero a que la mirada de la doctora se desviara momentáneamente para posarse en él.

Podía sentirlo, su inusual apariencia había picado la curiosidad de la doctora, eso fue todo lo que necesitó para saber que iba a comenzar un juego muy divertido.

"¿Y?, ¿No piensa comenzar la sesión?" cuestionó el Joker haciendo un último intento, si la doctora no reaccionaba a esto, se vería obligado a levantarse y arrancar de una mordida esa bellísima yugular.

La doctora Quinzel lo miró sorprendida, como si la hubiera sacado de sus cavilaciones. Al parecer no había esperado que el Joker diera el primer paso, y no la culpaba porque él mismo se había sorprendido de su arranque, pero lo sorprendió aún más cuando Harleen sonrió de lado y le respondió.

"Podríamos hacer eso, pero tenía la impresión de que usted no deseaba hacerlo", se limitó ella bajando nuevamente la mirada a sus notas, el Joker levantó una de sus inexistentes cejas.

"¿Y qué le hizo pensar eso doctora?", Harleen dejó de lado la pluma que tenía en manos y acomodó un mechón de su cabello detrás de su oreja.

"Bueno, quizás por el rastro de psiquiatras perturbados que va dejando detrás de usted, o tal vez por el hecho de que usted está aquí encadenado", señaló los grilletes que lo apresaban.

El Joker tuvo que admitir que no era una respuesta que hubiera esperado, por lo que no tuvo más que echarse a reír, después de todo, ¿Quién mejor que él para apreciar un poco de sarcasmo?.

"¡Oh!, pero yo quería divertirme con usted doctora" respondió el Joker haciendo un puchero.

"Bueno, podríamos conducir la terapia si eso es lo que realmente quiere, pero no creo que nos lleve a ningún lado", dijo Harleen mirándolo fijamente a los ojos.

A cualquiera le parecería un gesto casual, pero el Joker sabía que en realidad, en el fondo, esos ojos azules lo estaban calculando. Todas y cada una de las reacciones de su paciente eran archivadas una por una en la memoria de la doctora.

Nunca había visto a alguien hacer eso con él, al menos todas las personas a las que se había enfrentado hasta ahora, solamente lo habían enfrentado con una mirada de horror o terror en la cara. Jamás lo habían mirado como si él fuera la presa. Conjeturando, analizando cada una de las reacciones, y calculando las suyas propias, todos y cada uno de los músculos de ella estaba atentos, esperando la orden para moverse con el único propósito de complacerlo.

Esos ojos azules le permitían ver claramente sus pensamientos, eran caóticos, unos se apilaban sobre otros luchando por la dominancia dentro. Y aún así todo parecía estar en control, era una tempestad en una sola dirección y como único objetivo estaba él.

Harleen, Harleen, Harleen, ella, ella lo tenía dentro de sí, podía sentirlo y verlo aún en la oscuridad de los pasillos deArkham, Harleen lo tenía dentro de sí; anarquía, confusión, desorganización, indisciplina, desconcierto, desarreglo.

Caos...

"¡Eso es algo que no había escuchado antes!", comentó el Joker con un brillo en sus ojos, "¿Ahora a quién podré contarle todos mis secretos?" se lamento juguetón. Harley pareció escuchar lo que quería escuchar porque al escuchar de esto, su rostro se iluminó.

"En ese caso, yo soy la Dra. Harleen Quinzel, seré su terapeuta de ahora en adelante", Harleen hizo una pausa, "al menos hasta la próxima vez que escape de aquí", agregó con una sonrisa.

Abruptamente volteó a ver el reloj que en la pared, soltó un suspiro con un gesto de disgusto, "Creo que se nos ha terminado el tiempo señor Joker, nos veremos la semana que viene"

Harleen se inclinó para recoger sus notas, tomó la primera página y la dejó descuidadamente en la mesa frente al Joker, mientras parecía estar ordenando los demás papeles. Sin más, se dirigió a la puerta con pasos suaves y dio unos cuantos golpes para indicar que el preso estaba listo para ser transportado de regreso su celda. "Fue un gusto conocerlo finalmente Joker" agregó antes de desaparecer posteriormente tras la puerta.

El Joker se quedó mirando dónde había estado anteriormente la doctora Quinzel, una ira primitiva se comenzó a burbujear ante sus ojos. ¿Quién se creía que era?

Él era el Joker, Él era el Príncipe payaso del Crimen, el dueño del escenario. Ésta niña creía que iba a venir y actuar como anfitriona en su lugar, en su escenario. ¡Era una estúpida!, estaba decidido a arrancarle sus preciosos dientes uno por uno para quitarle esa pretenciosa sonrisa de la cara.

No era diferente a los otros estúpidos doctores, creía que con una sonrisa y unos cuantos comentarios inteligentes iba a poder controlarlo, manejarlo como a los demás idiotas del asilo.

No iba a manipular al gran Joker.

No era capaz, no, no, no...

Su mirada se posó en la página en la que anteriormente había estado escribiendo la doctora y en lugar de las regulares y aburridas notas que siempre veía en los otros psiquiatras en ésta hoja de papel, Harleen había garabateado un mal dibujo del guardia que lo había escoltado al consultorio. Era un buen retrato, pero tenía los signos de haber sido hecho con el propósito de pasar el rato, como lo hacen las niñas de colegio, lo podía ver porque en la figura le había dibujado un cómico bigote falso y sombrero de copa.

Harleen, Harleen, Harleen, Harleen.

¿A qué estas as jugando?

La ira burbujeante se convirtió en una sonora carcajada que hizo eco por todas las paredes de la celda del Joker.

¡HARLEEN!, ¡HARLEEN!

¿Cómo podía tenerlo tan subyugado?, la Dra. Harleen Quinzel y la nítidas memorias que traía a su cabeza, lo hacían querer arrancarse la piel y voltearla de adentro hacia afuera. O mejor aún, tomar ésa perfecta y cremosa piel y arrancársela el mismo.

Por traer ésta claridad a su mente, por apropiarse del caos y llevárselo con ella.

Por ser una cobarde, por venir y meter éste monstruo oscuro en su interior para marcharse y abandonarlo.

Por sólo venir una vez por semana, ¿Acaso no podía llevar una terapia constante como los demás psiquiatras habían hecho?

¿Era idea de ella?

¿O era idea del Dr. Arkham?

¿O de los psiquiatras que se encargaban de llevarlo a la sala de electroshock?

¿Dónde estaba Harleen el resto del tiempo?, ¿Qué hacía Harleen cuando no lo atendía a él?

¿Acaso había otros pacientes?

La semana tenía siete días, Harleen pasaba una hora de un día con él, no trabajaba los fines de semana.

Son siete días menos tres.

Lo que le dejaba cuatro días, ¿Qué hacía el pequeño arlequín en cuatro días que el Joker no sabía de ella?

¿Dónde está Harleen?

¿Dónde está Harley, Harley Quinn?

Siete menos uno da seis, seis días en los que no veía a Harleen. Ayer fue jueves hoy era viernes.

Faltaba sábado, domingo, lunes, martes, y miércoles.

¿Qué hacía el pequeño arlequín?

¿Le gustaría saber que él estaba boca abajo en su catre amarrado con una camisa de fuerza que los guardias no se habían dignado a cambiar en un mes?

Al personal de Arkham le parecía divertido privarlo de sus derechos de higiene, creían que no lo merecía.

Los privilegios de higiene son solo para los buenos internos, no los malos internos como el Joker. Incluso el mismo Arkham pensaba se esa forma y solo se hacía el de la vista gorda cada vez que pasaba frente a la grasienta celda del Joker.

Pero él sabía la verdad, sabía que no era razón de ser bueno o ser malo. En realidad los guardias creían que el Joker se tenía bien merecido no tener privilegios.

¿Acaso Harley también lo creía?

No... Harley no sabía del apresurado baño que le daban con una manguera a presión y agua fría una vez al mes.

¿Cómo iba a saberlo?, el guardia le arrojaba una toalla húmeda para que se limpiara cada Miércoles.

Y él, siendo el Joker, no podía permitir que los preciosos ojos azules de la doctora lo vieran desarreglado, mugriento o maloliente. Tenía que lucir encantador frente al pequeño Arlequín.

Para que...para que los ojos azules no se alejaran de él... para que no se llevara el caos a otra parte... no podía permitir que se fueran y por eso tenía que darles algo, algo para que llamaran su atención.

No, no, no, no era por eso, se decía cada miércoles mientras trataba de componer su reflejo en el agua del retrete mugriento de su celda.

Era porque él era el Joker. El mejor comediante de Gótica no podía aparecer frente al público en desgracia, ¿No?.

Porque él era perfecto, por eso gastaba en joyas, autos deportivos y costosas ropas.

El Joker, el más temido criminal de Gótica, ¡Del mundo!

¿Sabía Harley que el Joker, el más perverso hombre sobre Gótica, estaba boca abajo mordiendo la almohada con sus dientes metálicos tratando de calmar su agitada respiración?

Tratando de contener las carcajadas amargas que querían escapar de su boca.

El Joker podía apostar a que sí.

Podía apostar a que aquel bello arlequín estaba en algún lugar riéndose lejos, muy lejos de él.

¿Estás muy lejos Harleen?, ¿Lejos de mi Harley Quinn?, ¿Riendo?

Estaba seguro de esto; cuando dejaba de respirar, cuando obligaba a sus pulmones agotados haciendo que se detuvieran unos segundos solo para asegurarse de su propia mortalidad de que si contenía el aliento moriría.

Para sentirse asfixiado y comprobar si había diferencia.

Para sentirse vivo.

En esos segundos había paz, había silencio, su monstruo interno se calmaba. Pero era justo en ese momento que podía escuchar la risa de ella. Era una risa abierta y libre...melodiosa.

Podía escucharla una vez por semana cuando en sus sesiones ella preparaba chistes para contarle en lugar de hacer la aburrida terapia.

Sesiones en las que él le pagaba el gesto contándole bromas inapropiadas y chistes con humor negro.

Su risa sonaba como la primera que escuchó provenir de ella y al mismo tiempo como todas y cada una de las risas que habían salido de su boca. Eran una cacofonía melodiosa.

Sobre todo esa primera risa. Una risa que lo hacía extrañar escucharla los seis días de la semana que no podía.

"¿Cómo está el día de hoy señor Joker?" preguntó al entrar en la sala esta vez con un simple cuaderno en lugar de las voluminosas carpetas que llevaba la primera vez.

El Joker gruñó moviendo su cabeza hacía su lado izquierdo, "Estupendamente, envuelto en ésta preciosa camisa de fuerza y encadenado al piso. Listo para la sesión como un pavo en Navidad"

Harleen dejó que una sonrisa iluminara su rostro y se limitó a sacar un bolígrafo de bolsillo de su bata blanca .

"¿Por qué no vienes a abrir tu regalo?" insinuó sugestivamente moviendo sus inexistentes cejas de arriba abajo.

Harleen lo miró brevemente y comenzó a hacer anotaciones en su cuaderno como en la primera sesión.

"Me temo que no puedo hacer nada para mejorar su movilidad señor Joker, usted entiende, es un protocolo del establecimiento", respondió sin mirarlo. El Joker ronroneó moviendo su cabeza erráticamente.

"¡Pero yo creí que no nos íbamos a apegar al protocolo!, creí que yo un era paciente especial", comentó con gesto de falsa indignación. Harleen se limitó a pausar su anotaciones y levantar la mirada lentamente.

"Y por eso mismo no pienso arriesgarme con usted", dijo Harleen inclinándose sobre la mesa escrudiñando con su mirada azulada los ojos del guasón. Y él pudo verlo de nuevo, un fragmento, un pequeño destello de lo que había detrás.

babel, desorden, confusión, barahúnda, galimatías, lío, caos.

¿Nuevamente la presa queriendo cazar al cazador?

"¿Entonces te vas a sentar en esa silla la hora entera a hacer un estupendo retrato del guardia?" preguntó el Joker enderezándose en su asiento hinchándose como un pavo real , "¿Qué te parece si haces uno de mí?, pero no me pongas sombrero de copa ni bigote falso , no es mi estilo".

Esto hizo que Harleen ampliara aún más su sonrisa como conteniendo las risas que querían escapar de ella.

Casi podía escucharlas, lo llamaban, le gritaban que las liberara.

Sus manos estaban ansiosas de moverse, podía sentirlas vibrar dentro de la camisa de fuerza. Había un calor, una sensación que se arremolinaba dentro de él.

Violencia.

Tuvo que hacer un esfuerzo enorme por controlar nuevamente la respiración ya que de no hacerlo, comenzaría a jadear.

Caos...

Las risas.

Quería sacarlas de ahí, fantaseó unos breves instantes con liberarse. Saltar sobre la mesa, tomar el rostro de ella con las manos, meter sus dedos entre esos deliciosos labios rojos, introducirlos en esa boca y tirar con fuerza con sus manos; estirando los maxilares, destrozando tendones, sentir la humedad de su lengua en las yemas de sus dedos mientras éstos jugueteaban en su cavidad para liberar las risas.

Liberar el Caos...

"Tienes un gran talento artístico Harleen", dijo el Joker con una sonrisa maliciosa y con un tono agradable.

"Mis maestros de arte de la escuela no opinaban lo mismo señor Joker, pero debo agradecer el cumplido"

"Nada de eso Harleen", dijo el Joker con una sonrisa y una mirada casi soñadora

"Llámeme Dr. Quinzel por favor, es lo más apropiado", Harleen pudo ver como el rostro de su paciente se transformaba, como si con ése comentario hubiera hecho que él la odiara. Parecía genuinamente enfadado, la ira quemaba tras sus ojos y en ellos podía ver las múltiples muertes que él estaba planeado para ella.

"No", interrumpió dejando salir un sonido brutal cómo el de un animal.

No, no ,no, ¡No lo arruines! ¿Por qué tan seria?, eres Harleen.

Eres lo que yo digo que seas. Harley.

Eres lo que el caos dijo que eras.

"Tu nombre es Harleen", gruñó. Ella se quedó un segundo mirando pasmada sin saber qué hacer, pero en lugar del miedo que quería provocar en ella, parecía que su enfado había provocado lo contrario. Parecía triunfal y victoriosa cuando los preciosos ojos azules abandonaron los suyos y recobraba el bolígrafo para hacer otra anotación en el papel.

"Bueno, en ese caso, dígame ¿Cuál es su nombre?", el Joker entrecerró los ojos; la pequeña rata era lista.

"Joker" respondió secamente.

"Su verdadero nombre", repitió lentamente Harleen dejando que el aire abandonara su boca lentamente.

"Joker, es el único nombre que he tenido desde que nací" gruñó por lo bajo a la vez que se inclinaba para dar un efecto más dramático a sus palabras.

"Si, pero que tal otra vidas, ¿Cuál era su nombre en otras vidas?", insistió Harleen. Aquella mujer era una rata lista, probablemente a cualquier otro hombre lo habría engañado, pero a él no. Él estaba lo suficientemente atento como para ver que estaba preparada para arrojarse sobre cualquier fragmento de información que él dejara escapar. Todo esto era un escenario cuidadosamente construido para hacerlo caer, pero no iba a darle el gusto.

"Joker, no hay otro nombre", dejó escapar una risilla grave. El Joker levantó la cabeza abruptamente y comenzó a reír abiertamente. Cada exhalación que permitía escaparse de sus pulmones venía acompañada de un sonido rasposo y cansado.

Harleen solamente se quedó quieta sin mover un músculo, se encogió de hombros tratando de ocultar su decepción haciendo más notas en el papel.

¿Decepción?, ¿Por qué Harleen?

El Joker detuvo sus carcajadas.

"¿Entonces no hay nada más?, ¿Usted un día despertó y decidió que iba a llamarse Joker?" cuestionó en un tono monótono a la sostenía nuevamente su mirada en él. El azul de sus ojos estaba frío, ceñido. De la nada, Harleen había hecho desaparecer el tumulto que había tras ellos, no había interés, no había cacería, no había nada.

¿A dónde te lo llevaste? . Caos. Caos. ¡Tráelo de vuelta ahora!

¿Estaba decepcionada?

"Todo lo que se necesita es un mal día doctora" dijo haciendo énfasis en la última palabra.

"¿Y usted tuvo una mal día?, ¿Quiere hablarme de ello?" preguntó Harleen suavemente. Estaba tanteando el terreno de juego, se mantenía lejos sin soltar los dados. Pero la pregunta era obvia; quería que él revelara más sobre sí mismo. Ella no parecía esperar una respuesta a la pregunta.

Harleen.

A veces era muy sutil y a veces era totalmente franca con sus aproximaciones.

"Harleen, me has hecho recordar..." dijo casualmente, esperando verla moverse en el filo de la silla para que se acercara un poco más. Sólo un poco más y podría ver sus ojos con claridad. Maldita la distancia de seguridad que los guardias le habían impuesto.

"¡Verás Harleen!, estaban, estaban un día dos locos. ¿Los conoces? ¿No?, dos enajenados mentales que sin querer lograron quitarle una escopeta al guardia de seguridad ", el Joker sonrió como un gato que se comió al canario cuando pudo ver la chispa de interés encenderse nuevamente.

"Y uno de los locos le pregunta al otro; "¿Para qué sirve éste artefacto?, el otro loco se encoge de hombros y le contesta que no tiene idea." hizo una pausa para continuar en un susurro, "El primer loco se pone a observar cuidadosamente la punta del cañón, el otro loco aprieta el gatillo y ¡BAM!", hizo otra breve pausa para disfrutar del visible interés de Harleen por saber que pasaba después.

¡Mírame!, ¡Mírame Harleen!, no desvíes tu mirada. Yo debo ser el centro de tu atención. Pensó olvidando por unmomento controlar su respiración y dejando escapar un casi imperceptible jadeo.

"¿Qué pasó después señor J?", preguntó Harleen expectante. El interés nuevamente brillando en sus ojos.

¿Señor J?

Señor J sonaba mal.

"El loco que había jalado el gatillo se le queda viendo indignado a su compañero y le dice; "No me mires con ésa cara, ¡Yo también me asusté!"

En ése momento pudo verlo. Harleen no pudo contener las risas que salieron melodiosas de su boca, una tras otra como gotas de agua. Una corriente eléctrica lo recorrió de arriba a abajo mientras escuchaba atentamente los sonidos que emitía Harleen, podía ver las contracciones rítmicas de su tórax, el subir y bajar de sus pulmones que se llenaban y vaciaban al compás de sus carcajadas. Podía jurar que estaban en todas partes, la envolvían a ella y lo envolvían a él, llenaban su alrededor como olas de agua.

¡Harleen!, ¿Escuchas lo mismo que yo?, Tu risa, tu risa, la puedo escuchar. ¡Oh Harleen!, ¡Es perfecta!.

El Joker cerró los ojos dejando que lo recorriera entero.

Harleen no dejes de reír, no te lo lleves. Pensó frenético.

Para cuando pudo salir de su trance, ella ya había desaparecido nuevamente tras la puerta del consultorio y un guardia entraba para llevárselo de regreso a su celda.

Lo único que quedaba de Harleen era el sonido de sus zapatos al golpear el suelo e irse alejando poco a poco.

¡Vuelve Harleen! ¡Harley Quinn!

"Har...ley" gruñó silenciosamente entre dientes a la vez que mordía aún con más fuerza la almohada. Trató de incorporarse en sus rodillas, pero no podía levantar la cabeza, le pesaba como plomo, no podía dejar de morder el cojín. Si lo hacía, se vería a obligado a tomar aire otra vez , las risas desaparecerían y la bestia comenzaría a inquietarse otra vez.

La estúpida perra se sentía con el derecho de llevárselas con ella, de desaparecerlas por seis días y no dejarlo oírlas.

¿Creía que podía controlarlo de ésa forma?

Lo más seguro era que sí, ella quería tenerlo en un puño, mantenerlo en su caja de cristal personal, para diseccionarlo a su antojo. Romperlo en pedazos y armarlo como a ella le gustara.

Pedazos, ¿Que pedazos de él le gustaban más a ella?

¿Su cuerpo?, su ¿Mente?

Él podía recitar los pedazos que más le gustaban de ella, sus piernas largas y torneadas, sus caderas que se balanceaban juguetonamente al caminar, su pequeña nariz, su cabello, su ojos, sus manos...

Nunca lo habían tocado, siempre habían estado estrictamente separados, aún cuando la sensación de camaradería entre ellos era más fuerte que nunca, Harleen no perdía la compostura lo suficiente como para cruzar ésa línea. Ella siempre estaba a la altura de la situación.

Solamente una vez.

Lo había planeado con antelación, era un plan perfecto. Había esperado a que le dieran su baño con la manguera a presión. No había mucho que pudiera hacer por su higiene cuando durante la "ducha" lo mantenían encadenado a la regadera como un animal, pero aquella vez había procurado que el agua se llevara consigo la mayor parte de la suciedad posible.

El Joker era un hombre bien formado, y nunca se había avergonzado de su cuerpo. Era un cuerpo perfecto, un lienzo en blanco para él que poco apoco había llenado con arte, con un legado.

En realidad no sentía vergüenza de que cada que o llevaban a las "duchas" lo exhibieran como a un animal, ¿Por qué iba a avergonzarse de la perfección?, aún en el acto barbárico que cometían contra él, el Joker seguía siendo único.

Había días en los que deseaba que Harleen estuviera ahí para verlo. Había hecho todo lo posible para forzarla, pero no había cedido. Y a cierta parte de sí le molestaba que ella no se sometiera a sus deseos. Otros doctores habían sido fáciles de manipular, una cuantas palabras para hacer que dudaran de sí mismos, una historia trágica por aquí y los tenía en la palma de su mano. Pero no Harleen, ella estaba dentro del juego, pero era un juego nuevo, uno en el que ella había aceptado entrar por su propia voluntad y consciente, probablemente víctima de su propia soberbia y ambición al querer curar al Joker quien ya había sido diagnosticado incurable por otros psiquiatras.

Sorprendiendo al mismo Joker con ésa voluntad, le provocaba nauseas y un deseo casi incontenible de aplastar su cabeza contra la mesa cada vez que la tenía frente a él.

Harleen, por el contrario siempre reaccionaba de una manera impredecible a cada juego que él le proponía, a veces caía directo en la trampa y para cuando se daba cuenta ya estaba atrapada, pero siempre hallaba una manera de salir.

El Joker disfrutaba en pensar maneras para hacerla caer en un pozo sin salida. Quería que ella viera con sus propios ojos la crudeza de la vida, que supiera que el bien y el mal no tienen una línea bien definida entre ellos.

Que entrara y viera cómo era maltratado por su queridos colegas, que viera la belleza de su cuerpo tatuado en todo su esplendor.

Que viera su desnutrida complexión causada por las raras y ocasionales comidas que recibía en el asilo.

Pero no había nada que ver porque estaba seguro.

Ella lo sabía. ¡Claro que lo sabía!

Solamente había esperado usar ésa carta en el momento oportuno.

Sabía que él no comía comidas regulares, por eso aquel día había aparecido con comida. Era comida simple de la que se obtiene de la máquinas de la cafetería, sencilla y nada elaborada. Un emparedado, un jugo de caja y uno de esos postres con cuchara cómo los que les dan a los niños para que llevaran a la escuela.

"¿No te importa que coma aquí verdad Joker?", había dicho sacando el refrigerio. Su mirada era genuina, y transparente, pero el Joker sabía que algo había detrás, era un juego.

Ella le estaba proponiendo un nuevo juego.

"Tuve un día terriblemente ajetreado", dijo mientras colocaba los alimentos cuidadosamente sobre la mesa, "Por alguna extraña razón ninguno de mis otros pacientes ha querido asistir a nuestras sesiones" afirmó con un gesto casual mientras terminaba de abrir la cajita de jugo, y lo miraba de reojo.

El Joker pudo estar seguro. Era un juego.

Ella estaba lanzando el reto. Estaba exhibiendo la comida frente a él como un castigo. Ella quería que él la viera comer. Quería que él supiera que ella estaba disfrutando algo más que un plato de avena blanda al día.

Todo esto era con intención.

Chiquilla descarada, se sentía con todo el derecho de retar al Joker.

Una sensación de emoción corrió por sus venas antes de que fuera capaz si quiera de controlarla. Casi como reflejo el Joker trató de buscarlo de nuevo en los ojos azules de la doctora. Una semilla, un indicio de su existencia dentro de ella, solamente para asegurarse de que no había sido producto de su imaginación.

Solo un poco de la anarquía.

Nada, la mirada de ella era completamente hermética. ¿Acaso podía encenderlo y apagarlo a voluntad?

"Eso es algo desalentador, ¿No cree doctora?", comentó el Joker en un tono irónico. Harleen siguió sosteniendo su mirada, nuevamente calculando cada centímetro de espacio entre ellos. El Joker podía escuchar los engranajes de su cabeza trabajando, uno por uno. Su perfecto rostro era impasible, ¡Pero esos ojos!.

En una milésima de segundos se fueron abriendo desde lo más profundo del azul que los coloreaba. Como su hubiera estado parado en la orilla del océano y un montón de olas enormes comenzara a acercase, sabiendo que el choque con la playa era inevitable, sabiendo que provocarían la muerte.

Tuvo que contener una carcajada de júbilo.

¡Dios era fascinante!, era como una tigresa lista para lanzarse sobre él. Pero ella no sabía que en éste caso él era el León.

"Me temo que sí, desgraciadamente mis pacientes no quieren asistir a las sesiones conmigo y el personal se ve en la necesidad de usar métodos poco ortodoxos para hacer que vengan a terapia , incluso mis pacientes más tranquilos llegan tarde. Por eso me veo en la necesidad de forzar un poco mi horario de almuerzo", dijo Harleen mientras destapaba la bolsa que contenía el sándwich y lo inclinaba de tal manera en la que el olor llegara hasta a él.

¡Qué movimiento tan sutil!, eran claras sus intenciones de hacerlo sufrir. Su estómago se revolvió ante el prospecto de verdadera comida, revelándose ante su mente que le decía que debía detenerse, no podía doblegarse ante Harleen. No ahora, el objetivo era prolongar las sesión o al menos someter a Harleen para que acortara ésos detestables seis días.

Por su mente pasó por un momento confrontarla directamente, pedirle explicaciones para la terapia de electroshocks o por qué a pesar de ser la encargada de su caso solamente tenía terapia una vez a la semana, ¡¿Por qué otros internos podían verla tres veces a la semana como parte de su terapia?!

No podían ser más interesantes que él.

Ella no podía encontrarlos más fascinantes.

Sus pútridas mentes, sencillas y claustrofóbicas no podían hacerla jugar como con él.

Con ellos no podía estimular su mente como con él. El claro desafío que le estaba ofreciendo era prueba fehaciente de esto.

No iba a doblegarse, no iba a terminar con el juego cuando era tan divertido, por eso mantenía la boca cerrada.

"Bueno Harleen, eres doctora, tú mejor que nadie tienes que comprendernos a nosotros los locos, no a muchos nos gusta que traten de diseccionar nuestros pensamientos", comentó con ironía en su voz.

Harleen se inclinó hacia adelanta con un pesado suspiro. "Pero si siguen retrasando sus sesiones no tendremos ningún avance", dijo Harleen tras una pausa, "Además no creo que a mi jefe le agrade saber que ninguno de mis pacientes quiere llevar la terapia conmigo, actualmente eres el único paciente que está aquí puntual y que no pierde ninguna sesión".

El Joker, quién había estado disfrutando del reto hasta ahora tuvo que retroceder unos milímetros. A pesar de tono casual de la conversación, ambos podían escuchar que la conversación que se llevaba a cabo por debajo de las palabras;

"¿Has estado intimidando a mis pacientes?"

"Tal vez"

"No eres el único que ocupa mi tiempo"

"Debería de serlo"

"Si sigues con esto ya no podremos seguir con la terapia"

Quizás por eso era el castigo, por eso los electroshocks de la semana pasada.

Sí, había estado intimidando a los otros internos, pero con razones muy poderosas.

Ellos eran basura, no había nada en ellos que a ella le pudiera interesar, no eran inteligentes, no tenían ninguna aspiración, solo eran escombros. El resto de los internos evitaban que ella pasara más horas de terapia con él a la semana. Si ellos se iban Harleen podría emplear ése tiempo aquí con él.

Pero la amenaza estaba en la mesa.

Amenazaba con cortar la terapia.

¿Retirase?

¿Por qué amenazaba con retirarse cuando ella sabía perfectamente que era imposible?

Ella no quería retirarse, podía sentirlo. Ella quería saber sus secretos, ambicionaba con el prestigio que le daría el ser terapeuta del mismísimo Joker. Era un salto hiperespacial en su carrera.

Además ella estaba interesada en él, ¿Verdad?

No podía equivocarse, él representaba lo único interesante el su vida. Así como ella era el único juguete interesante en todo el asilo.

No podían quitarles sus sesiones.

Ella no podía renunciar ahora, él no se lo permitiría.

"Trágico, esperemos que con el tiempo cambien de opinión, después de todo si usted es tan buena doctora con ellos como lo es conmigo seguro lo harán", dijo el Joker tras una pausa casi dolorosa para él. Esto era como dar un paso atrás frente a ella, ceder, era casi una derrota.

Y lo peor era que aún tendría que soportar su castigo. Harleen había ganado ésta mano de cartas y estaba seguro que iba a aprovecharlo al máximo.

Esperaba que la expresión jactanciosa le iluminara el rostro, pero ésta nunca llegó.

"Yo también albergo la misma esperanza" , dijo Harleen sonriendo dulcemente complacida.

Era una expresión inocente como cuando una niña recibe el regalo que quería para Navidad, no supo si pensar en eso como algo bueno o como algo malo, pero no se detuvo mucho en ello.

"Bueno, ya hemos hablando mucho de mí, ¿De qué quieres hablar el día de hoy?" agregó Harleen suavemente, el Joker hizo un puchero con la boca y frunció el ceño.

"¿Hoy vino como la Doctora Quinzel?, ¿Vamos a fingir que tenemos terapia de verdad?, yo quería contar chistes y platicar sobre los internos del asilo", dijo el Joker decepcionado, el castigo iba a ser más grande de lo que se había imaginado. Algo peor que sentarse a verla comer una comida decente eran sus fútiles intentos por hacer una "terapia".

Eran sosos, vagos y llanos. Harleen rara vez hacía uno de estos intentos con él. La típica pregunta de "¿Cómo te sientes hoy?" o ¿Cómo te hace sentir eso?" eran reemplazada por alguno que otro comentario que lo hiciera desenvolver algo de información sobre él y él trataba de dirigirlo de tal manera de que sucediera lo mismo con ella.

Con el tiempo había logrado saber que había sido la mejor alumna en la Universidad de Gótica, que había sido recomendada por sus maestros para trabajar en el Asilo de Arkham, que recientemente había comprado su propio apartamento y una motocicleta. En resumen, sabía más de ella de lo que ella sabía de él.

Para ser alguien que no era Batman, Harleen era un verdadero dolor en el trasero.

Vamos Harleen, prometo que ya no me portare tan mal...por un tiempo.

Harleen se encogía de hombros mientras daba una mordida a su sándwich.

"Pues, no hay mucho que contar hoy"

"¿Dejarás de aterrorizar a mis pacientes?"

El Joker se limitó a gruñir frustrado.

"Está bien."

Ambos se mantuvieron en silencio por unos instantes. Lo único que se oía eran los sonidos de Harley al comer. El Joker no podía despegar su mirada, era cierto que no era igual a ningún otro en el mundo, pero incluso él tenía un estómago que le exigía comida.

Aún y cuando ésta fuera comida barata de una cafetería, era frustrante verse reducido a anhelar una mordida de un insípido pan, cuando afuera podía tener los más exquisitos y costosos platillos de Gótica con tan solo chasquear los dedos.

Platillos Gourmet, incluso la comida instantánea que compraban sus hombres era la más rica y costosa.

No un simple sándwich.

Harleen no debería estar comiendo esa basura, debería probar los más delicados platillos.

¿Qué clase de comida le gustaría a Harleen?, ¿Se maravillaría una vez que su ineducado paladar tocara verdadera comida?

¿Le complacería probar aquel restaurante italiano que tanto le gustaba a Johnny?

Por un momento pudo imaginar su rostro curioso frente a él, en una mesa de mantel blanco, en uno de sus clubes, mientras Johnny servía un poco de la comida para los dos acompañado de jugo de uva.

¡Soda de uva!, no ése jugo barato que ella estaba bebiendo ahora.

¡Oh Harleen!, seguramente estas disfrutando esto, ¿No?. Disfruta mientras tengas el sartén por el mango.

"¡Vaya!, permíteme una disculpa, yo comiendo frente a ti como una total desconsiderada sin ofrecerte si quiera un mordisco, ¿Gustas?" invitó Harleen extendiendo su mano sobre la mesa.

El Joker hizo una mueca de disgusto por el ofrecimiento.

¿Quién creía que era?, ¿Un muerto de hambre?

"Estas perdonado"

Su estómago gruño recordándole su existencia.

¿Qué había de malo en un mordisco?, solo uno, uno grande. Y un poco de esa bebida, después de todo, la uva era su preferida.

"Espero que te guste el sabor, sé que a muchos no les gusta porque dicen que es un sabor artificial, pero por alguna extraña razón a mi me fascina la uva" comentó Harleen al tiempo que ofrecía el jugo casualmente.

"No entiendo por qué pensarían que es un sabor artificial"

"Supongo porque las uvas en realidad no son de ése tono de morado y no tienen ése sabor", dijo Harleen juguetonamente. El Joker se limitó a gruñir complacido.

Sin darse cuenta, poco a poco la comida se fue terminando, la mayor parte por culpa del Joker quien no podía evitar ronronear como un gatito cada vez que Harleen ofrecía un poco. Era fácil perderse en la sensación de probar comida decente después de tanto tiempo de subsistir de migajas de pan duro y avena blanda, además Harleen conversaba con él de lo que sucedía en el asilo con facilidad.

Escuchaba sobre la Dra. Leland, quien al parecer se había vuelto amiga de Harley casi cuando recién llegaba y sobre el Dr. Arkham que era un jefe patético. El Joker ofreció deshacerse de él entre bromas, pero Harleen declinó la oferta argumentando que necesitaba que alguien firmara sus cheques al final de mes.

Había cierta sensación de tranquilidad en conversar con Harleen de ésta manera, aunque la mayor parte del tiempo él se preocupara más en pensar qué comentarios hacer para arrancarle una risa. Cuando hubo terminado de comer, observó cómo ella levantaba el postrecillo de la mesa y comenzaba a destaparlo.

"Es pudding de vainilla, espero que te guste" explicó pasando su deleitable lengua sobre sus labios.

El Joker miró el postre con desconfianza, compartir un poco del sándwich o el jugo era algo sencillo e impersonal. El pudding por el contrario implicaba que ella se lo diera directamente en la boca con la cuchara, los grilletes y la camisa de fuerza no le permitían mucha movilidad.

Después de un momento mandó todo pensamiento al diablo, probablemente no comería otra comida de éstas. Si iba a disfrutar de ello, al menos podía hacerlo bien sin importarle lo que la doctora opinara.

Además, el hecho de que ella se lo diera directamente de la cuchara implicaba hacer que Harleen se acercara unos centímetros más de lo usual. Quizás esta vez ella le permitiría verlo aún más de cerca.

El caos.

Solo quería experimentar un breve vistazo.

Cuando Harleen se inclinó sobre la mesa para ofrecer el primer bocado fue lo primero que vio en los ojos azules de ella.

Le hablaban claramente, ofrecían un mar, un océano de turbulencia tras ellos.

Nuevamente tuvo que mantener su respiración vigilada, si descuidaba su control rompería el momento. Pero no pudo evitarlo, sus manos cosquilleaban, deseaban sostener las tersas mejillas de la doctora, con las yemas de sus dedos recorrer ésa piel cremosa y tersa hasta llegar a la comisura de sus ojos.

Enterrar la punta de ambos dedos índices en sus cuencas y retirar con fuerza sus ojos, tensar hasta que ése cráneo cediera ante la presión de sus manos. ¿Sería un crujido rápido?, ¿Derramaría mucha sangre?.

Probablemente.

La imagen mental era demasiado placentera, era demasiado real. Tuvo que inclinar su cabeza hacia atrás para contener el gemido brutal que luchaba por salir de sus labios.

Sin poder evitarlo, la doctora Quinzel hizo un movimiento rápido para evitar que la cuchara se le deslizara de las manos, pero al ser muy brusco, hizo que unas cuantas gotas del pudding saltaran con voluntad propia y se posaran sobre la mejilla derecha del Joker.

Niña sucia, hiciste un desastre.

Mala, mala, eres una niña mala Harleen.

"Disculpa, te ensucie de puddin'", Sin pensarlo dos veces Harleen estiró su mano por encima de la mesa y con su pulgar limpió un poco de los restos que el postre había dejado en su tez pálida.

Había sido un movimiento inconsciente y no deliberado, casi cómo un reflejo. Pero el Joker sintió como su hubiera sido atravesado por un rayo. Era una descarga eléctrica tan fuerte que ni siquiera su experiencia personal con los electroshocks podía compararse.

Puddin'.

¿Qué clase de acento usaba cuando decía pudding?

Parecía Neoyorkino, eliminaba la g del final.

Puddin, puddin, puddin, también sonaba mal. Pero al mismo tiempo sonaba tan...bien.

La mano de Harleen. El contacto.

¿Caos?...¿Harley?

La sensación sacudió todas y cada una de sus células, sentía como si se estuviera sumergiendo en un tanque de químicos por segunda vez, o como si su propia piel se quemara. Tuvo que contener el aliento un segundo.

¿Harleen?, ¿Qué haces Harleen?

Trató de respirar nuevamente pero se encontró imposibilitado, sus pulmones se negaban a moverse, era como si la electricidad lo hubiera paralizado.

¿Harley?, mi caos, mi Harley.

Solo recordar aquella sensación lo hacía querer devanarse los sesos uno por uno. Lo enviaba a un estado en el que jamás había estado en ésta vida y era casi doloroso.

Las manos de ella, lo hacían desatarse en un frenesí.

Siempre que se encontraba solo en su celda como ahora trataba de recrear la sensación, una y otra vez, pero era inútil, no había nada que pudiera asimilarse a la realidad. Su imaginación era poderosa y podía crear una falsa fantasía de aquel impulso eléctrico que sintió cuando Harleen lo tocó, pero no era lo mismo.

Lograba calmar un poco sus anhelos, pero generalmente terminaba con esa sensación de hormigueo desconocida y esa incómoda tensión en la parte delantera de sus pantalones.

Aquella sensación, aún cuando ésta era provocada por su imaginación y su memoria, traía consigo una incesante incomodidad en su entrepierna. Comenzaba con un cosquilleo y podía sentir como la sangre se aglomeraba en aquel punto a voluntad propia.

Era una suerte que los pantalones de los internos de Arkham fueran espaciosos.

Lo hacía sentirse consciente de ello, de la tensión de los músculos alrededor y aquella parte de su cuerpo que pedía a gritos atención, haciendo demandas que antes no había hecho.

No era cómo si no le hubiera sucedido antes. Sí había sucedido, pero con muy poca frecuencia. Su mente era un pozo sin fondo en el que le gustaba sumergirse durante días y solo se dignaba a salir para ocuparse de Batman o de sus negocios, siempre estaba ocupado, placeres mundanos como el sexo eran un retraso en los grandes planes que tenía de pintar de rojo la ciudad. Y cuando sucedía, lo único que tenía que hacer era encargarse de ella, o ignorarla lo suficiente como para que se doblegara.

Pero ahora era diferente, sus memorias provocaban aquella reacción y por más que lo intentara no lograba calmarla. Encargarse personalmente de ella no era una opción, los guardias de Arkham solo lo dejaban salir de su camisa de fuerza durante una hora al día, solo para comer y para asearse, además, con la camisa puesta era imposible. Llegaban a pasar horas antes de que su cuerpo sucumbiera ante la necesidad y finalmente se calmara.

Cuando sucedía siempre regresaba al punto de inicio.

Harleen.

Harleen era la culpable de esto, Harleen quién no venía a hacerse responsable, ella estaba en alguna parte allá afuera, libre...disfrutando de su libertad...

¿Qué estaba haciendo esa mujer?

Siempre llena de sorpresas, llena de trucos.

Harley...Quinn.

¿Acaso seguía molesta?

Es posible...algunas mujeres por muy divertidas que sean, no pueden soportar un poco de dolor.

¡Ah mujeres! no puedes vivir sin ellas y tampoco puedes abofetearlas.

¿No es verdad Jimmy?, pensó el Joker mientras se comenzaba a retorcer lentamente en su catre tratando de controlar su ansiedad. Con movimientos suaves y deliberados trató de contraer cada uno de sus músculos para liberar un poco de tensión.

La sanidad se le estaba escapando entre los dedos, aquella locura estaba a un tornillo flojo de desatarse. Ya no podía contenerse más, tenía que actuar rápido y abandonar este lugar de una buena vez. ¿Podría azotar nuevamente su cabeza contra los barrotes de la ventana?

La última vez eso fue inútil, ¿Recuerdas?

Mentira.

No había sido tan inútil. Harleen había salido.

El pequeño conejito blanco había salido de su madriguera para asomar sus orejitas.

Directo a la boca del lobo.

La última vez, Harleen se había estado pasando de lista, en las últimas sesiones se había vuelto más impaciente y con menos tacto al momento de hacer sus aproximaciones. De no ser porque lo divertía tanto, el Joker hubiera escapado de ahí hacía bastantes semanas.

Pero había hecho que alcanzara un punto de no retorno cuando sus sesiones de electroshock habían cambiado de regularidad a dos veces por semana. ¿Acaso Harleen estaba tan desesperada por algo de fama?

Se había sentido rendido y agotado tratando de controlar los temblores de su cuerpo dañado por la electricidad había sido arrojado a su celda sin mucha ceremonia. Jimmy, su guardia en turno, no había perdido la oportunidad de escupir en su dirección maldiciendo el momento en el que nació.

Pero la ofensa no fue tomada en cuenta por el Joker, su cabeza estaba más concentrada en la ira que se estaba aglomerando en su interior. Se sentía desconectado de su propio cuerpo y eso no era un efecto secundario de la terapia, sino de su cabeza que comenzaba a trabajar en su plan de escape.

La doctora lo había traicionado.

Creía que habían llegado a un acuerdo. Ella era el juguete y él era el jugador, no al revés.

Todos en éste lugar pensaban de manera cuadrada y siempre eran dependientes de sus métodos, apegándose al los libros y manuales. ¿Dónde estaba la creatividad?.

Harleen había sido diferente en un principio, había estado jugando fuera de la caja hermética en la que piensan el resto de los psiquiatras. Bien podía deberse al hecho de que era una recién egresada de la Universidad o porque algo más que en su interior se lo decía, quien sabe, tal vez y a pesar de que Harleen era una del montón, una persona normal, ella era capaz de utilizar su imaginación.

Desgraciadamente, en los últimos días ésta se estaba terminando. Tal vez aquellas aburridas personas la estaban forzando a entrar en su aburrido molde, Harleen era una mujer de mente débil o quién sabe. El Joker no estaba dispuesto a quedarse para averiguarlo. La extraña sensación oscura que provocaba dentro de él no le causaba la suficiente curiosidad como para intentar diseccionar los motivos de Harleen.

No era como si hubiera algo espectacular en una estúpida psiquiatra como Harleen.

¿Quería entrar en su cabeza?, ¿Quería conocer al Joker?

Bien, cumpliría su deseo.

Lo que Harleen no sabía que aquellos que logran acercarse lo suficiente al Joker como para verlo jamás salen con vida.

Para comenzar, había decidido, no más a sus terapias de electroshocks y no más a soportar solamente una hora de terapia a la semana.

Estaba listo para abandonar el juego.

Se estaba sintiendo ansioso por salir de ahí, por jugar con Batsy en las calles de Gótica, por poner en su lugar a los patéticos criminales que creían que podían usurpar su trono. Ya había dejado a los ratones hacer mucha fiesta mientras el gato no estaba, era hora de retornar.

Harleen lo iba a ayudar.

No más terapia.

El Joker había decidido que estaba curado y se lo iba a informar en la próxima sesión. Pero ésta vez iba a ser en sus propios términos, porque no estaba dispuesto a esperar seis días enteros para volver a ver a la doctora.

Por suerte durante el periodo en el que había estado jugando con la doctora había sucedido un incidente con Bane unas celdas más al fondo y uno de los guardias del Joker había tenido que ir a prestar refuerzos. Desgraciadamente éste valiente hombre había fallecido.

Por lo tanto, el bueno y novato Jimmy había reemplazado a Carl.

Jimmy era más simpático que Carl. Carl era un hombre valiente y experimentado, había sobrevivido a dos de sus escapes de Arkham, y nunca quería charlar con el Joker.

Jimmy por el contrario era más carismático. Le hacía el favor de temblar un poco cuando colocaba la camisa de fuerza del Joker, además no sabía ajustar bien los grilletes de la silla del consultorio de la doctora, y a diferencia de Carl hablaba mucho.

Gustaba charlar sobre como el Joker era un hijo de perra y sobre cómo se iba a pudrir en ésta celda.

Definitivamente Jimmy era uno de sus mejores amigos en Arkham además de la doctora Quinzel.

Por eso el día que Jimmy encontró al Joker corriendo a toda velocidad, dándose golpes contra los barrotes del la ventana de su celda, riendo y con el rostro ensangrentado, estaba algo aterrado.

"¡La doctora Quinzel!" gritaba el Joker entre risas y aullando como un animal al que están a punto de degollar.

Jimmy era a penas un chico y a pesar de haber trabajado unos años en Arkham, nunca había sido testigo de las locuras del Joker. Cuando otro de sus compañeros vino a revisar la situación le informó que esto era nuevo, el Joker nunca había hecho semejante locura.

"La doctora Quinzel puede ayudarme", gritó el Joker mientras se desplomaba en el suelo unos segundos para tomar aire, "¡Tengo que hablar con la doctora Quinzel!"

Ambos guardias dudaron un segundo. Esto podía ser otro de sus trucos para escapar o podía ser genuino, después de todo, en sus últimos días había estado muy tranquilo. Pensándolo con detenimiento, hacía un buen tiempo que el Joker no causaba estragos en el asilo.

Sin quererlo, una idea cruzó por la mente de Jimmy; tal vez esto era un efecto secundario de los electroshocks.

No sabía cómo funcionaba muy bien eso, pero estaba seguro que tantas sesiones de electroshocks seguidas no eran del todo buenas para el cuerpo, aún y cuando éste fuera el del Joker.

Por un segundo entró en pánico.

El Joker tenía agendada por el Dr. Arkham una sesión por mes, y la Dra. Quinzel había estado metiendo sus narices mucho en eso, había escuchado por los pasillos que estaba abogando por que se le retirara al Joker de ése tipo de terapia, argumentando que su enfermedad no podía ser curada de esa forma.

El Dr. Arkham había estado indignado alegando que ella era una principiante y que no tenía ninguna experiencia comparable con la de él, cómo para diagnosticar al Joker recordándole que su posición como terapeuta del Joker estaba en terreno arenoso debido a sus escasos avances y que, de no ser por sus recomendaciones de la Universidad de Gótica ella ni siquiera estaría trabajando ahí.

Sus colegas tenían la misma opinión, y habían recomendado continuar la terapia, pero estaban llegando a un punto excesivo. No era ningún secreto en Arkham que el Joker y el Dr. Jeremiah tenían una especie de feudo entre ellos.

El doctor Arkham había dejado de intentar curarlo hace mucho tiempo y en su lugar buscaba nuevas maneras de hacer que la estadía del guasón en el asilo fuera lo menos placentera posible. La única razón por la que continuaba la pretensión de las terapias era por el reporte semanal que tenía que enviar a las empresas Wayne, quienes eran los principales benefactores del asilo.

Personalmente Jimmy creía que el Joker se tenía bien merecido recibir unos cuantos voltios por todas las atrocidades que había hecho allá afuera y estaba seguro que muchos aquí compartían su opinión.

Pero...¿Qué tal si el Joker terminaba por matarse a sí mismo?

Estaba seguro que todo el mundo se alegraría de ello, pero lo más probable era que si la noticia de su muerte llegaba a propagarse, tendrían a todas las cámaras de la prensa aquí y publicarían el trato poco ortodoxo que se le daba al Joker.

Habría un alboroto con los activistas de derechos humanos, las empresas Wayne retirarían su apoyo, probablemente el asilo acabaría clausurando y perdería su trabajo, no podía darse ése lujo, Jeannine estaba a punto de dar a luz y a muy apenas les alcanzaba para pagar la renta.

"¡Quiero ver a mi doctora!" gritó el Joker nuevamente incorporándose con mucho trabajo en su dos piernas para volver a correr y chocar esta vez contra el plexiglás a prueba de balas que fungía como barrotes en su celda, dejando una mancha de sangre en el cristal y cayendo sin mucha ceremonia de espaldas. "¡Harleen!, ¡Harleen!" gritaba a todo pulmón desde el suelo, pataleando como un niño.

Jimmy supo que no tenía otra opción.

"Llama a la doctora Quinzel", ordenó a su compañero, "Dile que su paciente la estará esperando y trae a un enfermero para que se lo lleven a revisar", ordenó después de escuchar los gritos desesperados del interno.

El Joker tuvo que contener una sonrisa, Jimmy era un buen amigo. Es decir, no cualquiera tiene la confianza suficiente como para escoltarte a la sala del hospital mientras un montón de enfermeros te examinan los signos vitales y se quedan al pie de tu cama vigilando.

Además, fue lo suficientemente amable como para no ajustar mucho las correas que lo mantenían atado a la camilla.

¡Oh Jimmy!, ¡Definitivamente era un hombre fantástico!

Quería agradecerle tanto cuando lo colocó de pie, en la habitación donde vería por fin a su querida doctora. Jimmy era tan buen amigo por facilitar su reunión, algún día le regalaría una gran sonrisa.

Pero en aquel instante debía aprender un poco de...privacidad.

La conversación que iba a tener con Harleen era un asunto privado.

Cuando Harleen entró a la sala, tuvo que hacer un esfuerzo por no comenzar a reír.

¿Qué maldita hora era?

La celda del Joker estaba en una sección completamente cerrada, no había vista al exterior, debido a un incidente con su último escape, su ventana había sido clausurada con láminas de hierro desde afuera. El Joker no sabía realmente que hora del día era ya que el patrón de encendido y apagado de luces en su celda no correspondía a las horas del día. Los responsables de seguridad, gozaban de hacerlo sufrir encendiéndolas rara vez, ya generalmente la mantenían apagadas.

Sí, sí, todo son risas y risas hasta que el Joker le clava un tenedor en el ojo a algún guardia.

Pocas veces su cuerpo necesitaba de sueño y no estaba al tanto de las horas de la noche y el día. Él solo quería divertirse un rato con los guardias, no le importaba que no le dejaran dormir. Hacía mucho tiempo que había dejado de funcionar como un ser humano normal.

Pero al parecer, había escogido la hora perfecta para hacer su escape. Harleen tenía cara de haber sido despertada recientemente y su cabello estaba pobremente sostenido en unos cuantos pasadores. Traía puesto descuidadamente un conjunto que ya le había visto anteriormente; una blusa color roja con corbata negra y una falda estilo lápiz color gris, sobre ella, su clásica bata blanca de laboratorio que tenía una mancha de lo que parecía ser café.

Nunca la había visto tan desaliñada, y aún así tenía que admitir que la doctora se veía devastadora. La curva de sus labios conservaba ese rictus firme y deseable, su voz era melódica, constante y su olor seguía siendo asquerosamente...profesional.

La doctora nunca usaba ningún perfume, generalmente olía a lo que olían la mayoría de los doctores...a medicina. Lo que era un tanto desagradable para él, no había una fragancia más asquerosa en una mujer que la de seriedad y medicina.

Harleen haría bien en usar algún perfume.

Tal vez un aroma más adecuado serían rosas, ¿A eso huelen las mujeres no?

¡No!, Harleen no, no como cualquier mujer.

¿Cítricos?, No, a eso huelen los limpiadores para pisos.

Un olor nuevo, ¿Uvas?

¿Fresas?

Goma de mascar sabor fresa

¿Acaso existían perfumes con ese aroma?, ¿Qué tal si usara una fragancia diferente cada día?

Eso sería interesante.

Tuvo que hacer una nota mental de hacer que Johnny juntara varias botellas de perfume. Cada uno con diferente fragancia, tenían que ser de las costosas, probablemente tendría que asaltar alguna boutique o esas tiendas departamentales, ya que quería todos los tipos posibles del mercado. Le diría que los envolviera en cajas y papel morado brillante para que los enviara al departamento de Harleen.

Probablemente con una nota...

Detuvo su tren de pensamiento en seco, de nada le servirían las botellas de perfume a Harleen, después de todo, los cadáveres no pueden usar perfume.

Tuvo que contener una carcajada, su actuación de una recaída psicótica no iba aparecer nada genuina si comenzaba a reír como quería hacerlo.

Era una lástima que Harleen no sobreviviría esta noche.

¡Vaya!, ¡Qué capacidad tan grande tenía Harleen para hacerlo distraerse de sus pensamientos!

No por nada había estado quedándose tanto tiempo extra en el asilo.

Para no ser Batman, Harleen tenía una facilidad enorme para ser un dolor en el trasero.

Harleen, por el contrario se quedó viéndolo con desconfianza tan solo al entrar en la sala. No tardó mucho en cambiar ésa expresión por una expresión de fastidio que extrañó un poco al Joker.

¿Acaso no te preocupa tu paciente Harleen?

¿O es que no esperabas mi visita?

¡Después de tratar de fundirme el cerebro con tu terapia!, pensó indignado.

Harleen dejó escapar un pesado suspiro y sacó un pañuelo desechable de una caja próxima y se aproximó colocándolo sobre la mesa.

"Límpiate" instruyó en un tono monótono, "Mírame", sacó una pequeña lámpara de uno de los bolsillos de su bata y comenzó a hacer una revisión de sus reflejos.

Después de un par de intentos inútiles por hacerlo seguir los parámetros de la prueba, se inclinó un poco y sostuvo su mirada firmemente. El Joker podía sentir que estaba buscando algo, nuevamente tenía puesta en sus rostro una expresión serena, pero en el fondo podía ver el fastidio y el verdadero enfado.

Oh, estás molesta Harleen.

¿Por qué?, ¿Estabas haciendo algo importante?

Yo también estoy molesto Harleen, muy, muy, muy molesto.

"Voy a tener que hacerte un examen más minucioso", dijo seriamente la doctora después de una pesada pausa y dejar escapar un segundo suspiro.

"Me informaron que querías hablarme de algo", continuó levantando una carpeta que el enfermero había dejado previamente en una mesa próxima.

El Joker se limitó a sonreír inocentemente y poner una mueca burlona.

La doctora, levantó la mirada lentamente y se dirigió a Jimmy.

"Déjanos a solas por favor" ordenó en un tono autoritario.

"Lo siento doctora, tenemos órdenes de no dejar al interno solo durante los chequeos médicos", contestó Jimmy con un tono firme.

¡Oh!, ¡Pero si casi parecía un soldado!, El Joker no pudo contener la serie de risillas que salieron de su boca, las que trató de disimular con unos cuantos quejidos. Harleen por el contrario solamente le dedicó una mirada fría.

"Como puede ver, esto no es un chequeo médico. Esto es una sesión de terapia entre doctor y paciente, y cómo parte de eso es necesario mantener la privacidad del paciente, por lo que le voy a pedir nuevamente que abandone la sala", ordenó reiteradamente Harleen en un tono ligeramente más ameno pero no menos imperativo.

Jimmy parecía lo suficientemente conmocionado con los hechos recientes como para querer escapar de la presencia del Joker. Había estado tratando con el hombre anteriormente, pero generalmente era cuando él estaba débil ya sea por los medicamentos que le obligaban a tomar o cuando acababa de recibir su terapia de shock. No se había enfrentado a un Joker en estado psicótico y no estaba ansioso por hacerlo, por lo que cuando Harleen le dijo que abandonara la sala hubo una parte de él que agradeció el poder salir de ahí.

No entendía cómo era que la doctora podía pedirle eso, o cómo era que soportaba ser la terapeuta de aquel maniaco. La doctora Quinzel era una preciosidad que merecía ser llevada a los mejores lugares y ser tratada como a una reina, no tenía por qué estar sumida en este agujero con éstos locos. ¡Maldita sea! muchos de sus compañeros preguntaban sobre si era soltera, mientras que otros hacían apuestas sobre quién invitaría a salir a la bella doctora. Y otros más de sus colegas eran rechazados en sus ofertas de hacerla pasar un buen rato.

Podía apostar que incluso el Dr. Arkham en persona había hecho un intento por meterse en sus pantalones, sin éxito.

La doctora Quinzel estaba casada con su carrera de psiquiatra.

Probablemente nunca se entendería qué era lo que la mantenía tan esperanzada en curar a éstos locos, y mucho menos a uno cómo el Joker.

No obstante, su deber como guardia no le dejó retirarse sin antes hacerle una advertencia a la doctora.

"Esteré al pendiente de lo que necesite", señaló a la mesa dónde se encontraba un botón de alarma.

Harleen asintió con una recatada sonrisa y esperó a qué éste saliera de la sala en silencio. Una vez fuera, la sonrisa desapareció completamente de su rostro y en su lugar se volvió a componer la expresión de seriedad y enfado contenido. Con cuidado ajustó las pesadas gafas de marco negro que utilizaba usualmente y se dirigió a su paciente.

"Muy bien, ya se fue, ya puedes dejar esta farsa", indicó Harleen acercándose un poco.

El Joker no se había esperado que Harleen pudiera ver tan fácilmente a través de su farsa, pero no lo tomó por sorpresa. Harleen era una cazadora voraz después de todo, en cierta manera, si no lo hubiera hecho , el Joker hubiera sentido que había estado tirando su tiempo a la basura los últimos días retrasando su escape.

"¿Cuál farsa?", preguntó indignado. Pero no pudo contener la risotada que le provocó ver la mirada de enfado que la doctora le dirigió.

"Ambos sabemos que no tienes nada, no hubo cambios en tus medicamentos, no tienes alterados los signos vitales y estas perfectamente sano", indicó Harleen mientras retiraba las pesadas gafas de sus ojos y hacía acto de limpiarlas con un pañuelo.

"¡Oh no doctora!, revise nuevamente sus datos, estoy muy enfermo" insistió el Joker cerrando ambos puños y moviéndolos en círculos haciendo que las correas de su camilla rechinaran un poco.

"¿Enfermo?, no creo que ni tú mismo creas lo que me estás diciendo. Tú no estás enfermo en lo absoluto"

"¿Ah no?" cuestionó enarcando su inexistente ceja. "¡Vaya Harleen, me alegra que tu y yo coincidamos el algo!, pero dime, si tu no crees que yo esté enfermo, ¿Por qué crees que aún estoy aquí mientras tu estas allá afuera? ", cuestionó el Joker seriamente. Harleen se detuvo un segundo y levantó la vista para posarla en la del Joker.

Era la primera vez que veía ambos ojos sin el cristal de sus anteojos, no eran más azules de lo que parecían, sin embargo, cuando los retiraba, les daba un efecto de más profundidad a pesar de que su mirada estaba nuevamente cerrada.

Clausurada, como si tuviera que contener el enfado o éste causaría...que escapara...que rompiera las cadenas...el caos.

¿Estás decepcionada Harleen?

¿A dónde te lo llevaste?.

Me tomo todas estas molestias para verte y esto es lo que haces, lo escondes de mí.

Mala, mala, mala, niña mala. Pensó el Joker mientras gruñía sonoramente.

"Lo que haces...", continuó la doctora tras una pausa entrecerrando los ojos, nuevamente calculando como si estuviera perdida en su mente y al mismo tiempo presente en aquella sala, "Las cosas que haces, no las haces porque estés enfermo. De hecho, estas sano, probablemente más sano que nadie"

"¿¡Más sano que Batman doctora!?", interrumpió el Joker entre risas golpeando sus puños contra el colchón de la camilla con la breve fuerza que sus correas le permitían.

Harleen pareció salir de su trance.

"Eso no lo sé", se limitó a contestar, mientras que el Joker se limitó a reír nuevamente.

"Muy bien Harleen, eres mi doctora Harleen, eres mi doctora y no de Batman, muy bien" gruñó feliz a la vez que levantaba con fuerza su mano derecha y como por arte de magia la correa cedió, "Y tú dices que yo estoy sano" continuó mientras repetía el mismo proceso con la otra mano.

Harleen quedó petrificada en su sitio. El Joker sonrió y se levantó de su camilla lentamente haciendo un gran espectáculo del acto. Una vez incorporado en ambos pies comenzó a caminar en círculos rodeando a Harleen que parecía contener hasta la respiración.

"Sin embargo, no me dejas salir de aquí", comentó acercándose cada vez más y más mientras continuaba caminando en círculos alrededor de ella, "Y me abandonas Harleen en éste agujero, ¿Por qué Harleen?, creí que éramos amigos" cuestionó el Joker.

Solamente vienes una vez por semana Harley.

Solamente te puedo ver una vez a la semana, a otros pacientes los ves todos los días y conmigo te molestas si les pido prestado un poco de tiempo.

"Ni siquiera vienes a verme con regularidad, ¿Por qué Harleen?", cuestionó el Joker sin evitar que su mente divagara desesperadamente por una respuesta que ella no parecía querer facilitar, seguramente era porque ella creía que de ésa manera podía manipularlo.

Pero ya no más.

Harleen levantó la vista y se la sostuvo firmemente sin titubear.

"¿Y por qué debería de venir?", cuestionó retadora.

Acabas de firmar tu sentencia de muerte Harleen.

"¿Por qué?, ¿Por qué?; pregunta Harleen", el Joker se giró en sus talones dándole la espalda a su inexistente audiencia, "Dime Harleen...", se giró nuevamente para encararla directamente. Complacido de que ella no hubiera flaqueado ni un centímetro de distancia entre ambos.

"No es cómo si estemos haciendo un gran progreso, cada vez que vengo aquí hablamos, pero nunca hablamos de nada serio" interrumpió Harleen, "Solo quieres hablar de mí, solo quieres jugar juegos de palabras, a ti no te interesa la terapia, no me vengas con que estás ofendido. Lo único que hice es facilitarte el tiempo en lo que haces tu siguiente escape".

El Joker gruñó como única respuesta sin despegar su mirada de aquellos ojos azules.

"Cada vez que trato de hablar contigo buscas la manera de distraerme o de confundirme, nunca quieres hablar de ti, de lo que sientes ahora o de las cosas que haces. Siempre estás cuestionando sobre mi pasado, pero no quieres hablar de tú pasado" dijo aumentando su tono de voz con cada palabra, "¿Quieres saber lo que pienso?" cuestionó Harleen retadora.

El Joker se inclinó cada vez más sin despegar su mirada de la de ella ajeno a la creciente furia que Harleen dejaba escapar en su discurso. Había algo intrigante nuevamente en aquellos ojos azules. La respiración de él se hacía pesada, jadeante. Parecía que le costaba trabajo mantenerse de pie, sus gruñidos se hicieron más y más graves, alternando entre pequeños ronquidos y fuertes ronroneos.

Podía verlo; aquel océano en sus ojos azules se estaba abriendo, olas gigantes se aproximaban listas para chocar contra él, grandes tempestuosas y perturbadoras.

Sí, sí, sí, sí, quiero saberlo, dime, quiero saber qué hay en esa hermosa cabecita tuya, dímelo, ¡habla!, ordenó aquellabestia que mantenía incubando en su interior.

¿Qué piensa el arlequín?

¿Qué piensa Harley Quinn?

"¿Qué piensas?", cuestionó entre jadeos, moviendo la cabeza de arriba a abajo sin quitarle los ojos de encima.

Harleen cambio de inmediato su expresión.

No, no, no. Caos. ¿A dónde te lo llevaste?

"Creo que no quieres hablar de ti porque tienes miedo, ¿No es así Joker?, tienes miedo porque tú no puedes recordar tu pasado, quieres escuchar sobre el mío para así poder construir uno para ti y así meterme en alguno de tus cajones de juegos. Realmente no tienes memoria de lo que te sucedió", dijo Harleen con una expresión triunfadora.

El Joker soltó una carcajada que hizo poco por ocultar su ira.

"Oh no digas tonterías muñeca, la verdad es que, si voy a tener un pasado, me gusta tener múltiples opciones para escoger-"

"¡Sandeces Joker!, esas son sandeces y lo sabes. En realidad no tienes ni la más mínima idea de lo que te hizo ser cómo eres ahora", interrumpió Harleen con una expresión desafiante.

El Joker entrecerró los ojos, indignado por lo que acaba de escuchar, "Así como así, ¿Crees que me tienes completamente descifrado?, ¿Crees que soy como los psicópatas y sociópatas de tus libros?", inquirió enfurecido.

"Precisamente", se limitó a contestar Harleen, completamente serena y sin un solo rastro de temblor o miedo en la voz, sino todo lo contrario; parecía estar completamente satisfecha consigo misma.

El Joker apretó ambos puños hasta provocar que las uñas se le clavaran en la piel.

Harleen creía que podía clasificarlo, romperlo en pedazos y meterlo entre le motón.

Solo eres un paciente más.

Otro loquito del libro.

No eres nadie para ella.

Nada importante

El Joker estaba completamente frío, estático. Harleen creía que su patético título de doctora le daba el derecho de etiquetarlo como uno de montón. Pero se equivocaba, él era el Joker. Él debía ser su insuperable paciente, el más importante, el más trascendental ser humano que jamás hubiera conocido, el único hombre en su vida.

Tan perdido estaba en sus pensamientos que no alcanzó a comprender en qué momento había comenzado a moverse al mismo tiempo que Harleen quien daba pequeños pasos de espaldas en dirección a la mesa dónde estaba el botón de auxilio.

Hay otros que invaden su mente.

¿Hay otros que pueden verlo?

Hay otros que tienen ése privilegio, ellos pueden verlo; el caos.

Otros imbéciles que ni siquiera saben lo que ven.

No eres el único.

"¿Para qué quitaste los medicamentos?", preguntó con voz ronca, "Si ibas a llevarme a un agujero".

Una última oportunidad, dilo, dilo, di algo que me haga no querer matarte, ¡Sálvate Harleen!.

Harleen lo miró con expresión confundida, ¿De qué estaba hablando? , era ilógico tratar de razonar con uno de sus pacientes, pero en este caso se trataba del Joker. El más loco de todos ellos, aunque, curiosamente era el único con el que podía entablar una conversación fluida y con sentido. El hecho de que el Joker no estuviera hilando la plática con elocuencia la estaba perturbando en cierto nivel.

"Yo traté de ayudarte", insistió Harleen tratando de ganar tiempo.

Estas muerta Harleen.

¿Ayudarlo?, ¿Arrojarlo en un agujero y abandonarlo durante seis días era ayudarlo?, ¿Electrocutar su cuerpo hasta fundir su cerebro era ayudarlo?

"Oh Harleen, ¿Crees que te darán un premio?, una estrella brillante y la colgaran aquí ", dijo clavando su dedo índice unos centímetros abajo de la clavícula derecha de Harleen, "Para señalar que eres una buena doctora", abruptamente levantó la cabeza y clavó su mirada en el techo.

"Para abrir los ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, para que reciban el perdón de los pecados y una herencia entre los santificados por la fe en Mí" recitó a todo pulmón el Joker mientras respiraba entrecortadamente.

Harleen entrecerró los ojos, ¿De qué estaba hablando?, ¿Dónde había leído esas palabras antes?;

Para abrir los ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz.

Tinieblas a la luz

¡Oh Dios! en la sala de terapia de Shock.

Esas eran las palabras que alguien había pintado ahí.

Harleen no sabía exactamente a qué se refería, pero ya se estaba dando una idea. Trató de buscar en su mente alguna respuesta correcta pero no pudo encontrar ninguna. Éste Joker era demasiado inestable e impredecible, estaba molesto y lo que era peor, si lo que decía era cierto, estaba enfadado con ella. Trató de aferrarse a la única esperanza que le quedaba de vida.

"¿Ayudarme?, ¡Tú!, ¡Tú me abandonaste en un agujero de ira y confusión!", gritó haciendo que ambos puños chocaran fuertemente en la pared uno en cada uno de sus costados y a la altura de su cara. El Joker inhaló sonoramente e hizo que las pupilas de sus ojos se escondieran tras sus párpados dándole un efecto dramático.

Había imaginado este momento tantas veces que no podía contener la emoción y el júbilo de finalmente tener a Harleen frente a él, vulnerable y lista para su muerte. Había tantas posibilidades, tantos resultados que no sabía cuál de todos escoger, debía ser una obra maestra.

Una cosa si tenía segura; debía de echar un último vistazo a esos ojos azules. Debía verlo una vez más y así liberarlo.

!Oh! el mundo sería tan perfecto una vez que por fin lo liberara.

Para hacer esto bien, era necesario contenerse un poco. Inhaló profundamente y cerró los ojo visualizando la belleza que estaba a punto de crear, lentamente los abrió para encontrarse con la mirada de ella, firme, soberbia; sin miedo.

Eran nuevamente dos puertas listas para abrirse, y solo tenía que dar un pequeño empujón.

"¡I-interno número 6, de un paso atrás y ponga las manos en alto!", escuchó una voz que le ordenaba a sus espaldas.

Una mirada de reconocimiento atravesó la faz de Harleen, había llegado la caballería.

¿Crees que han venido a salvarte cuando no pudiste salvarte tú?

El Joker se detuvo en seco escaneando la situación en milésimas de segundos, repentinamente apegó aún más su cuerpo al de Harleen provocando que éste chocara con fuerza en la pared de atrás. "Tenemos compañía", susurró directamente en su oído y dejando escapar una enorme sonrisa.

"¡¿Eres tú Jimmy?!", exclamó en tono juguetón.

¡De un paso atrás y ponga las manos en alto, ésta es su última oportunidad!", repitió el pobre guardia tratando de ocultar el temblor de su voz sin mucho éxito.

"Jim, Jimbo, mi querido Jimbo, ¿No te han dicho que es de mala educación interrumpir a los adultos mientras están hablando?", dijo el Joker mientras ampliaba aún más su sonrisa maquiavélica, poco a poco recorrió con su mano el aire que circundaba la suave curva del rostro de Harleen deslizándola de arriba a abajo lentamente, con un dejo de candor solamente rozando el aire, sin hacer ninguna clase de contacto, hasta posarse exactamente frente a su corazón con la palma abierta.

"¡Con un demonio!, ¡Aléjese de la Doctora Quinzel!," gritó nuevamente Jimmy con desesperación en la voz.

En una fracción de segundo, el Joker cerró la palma de su mano alrededor del bolígrafo que Harleen había dejado en el bolsillo de su bata de laboratorio, se giró rápidamente y clavó la punta del mismo exactamente en el centro de la frente de Jimmy, haciendo que un chorro de sangre empapara sus manos y pudiera sentir la calidez del líquido salpicar un costado de su rostro. Jimmy no alcanzó a emitir ningún sonido, el golpe había sido tan certero que solo provocó que Jimmy se retorciera y cayera al suelo sin vida.

El Joker dejó escapar otra risa.

"¿Qué te había dicho de interrumpir a los mayores Jimmy?", se acercó a donde yacía el cuerpo inerte del guardia y se inclinó en cuquillas para susurrarle al oído sonoramente, "Quédate quietecito en lo que la doctora Harleen y yo charlamos", con lentitud deliberada hizo que su mano recorriera un camino desde la frente de Jimmy hasta su pecho manchando el recorrido con la sangre que aún brotaba a borbotones de su frente.

"¡Buen chico!", felicitó el Joker al tiempo que se incorporaba de espaldas a Harleen. Y se sacudía las manos limpiándose en su uniforme de interno.

Posteriormente extendió ambos brazos a nivel de sus hombros.

"¡Mira lo que has hecho Harleen!" reprendió afable, colocando ambas manos en su cintura prosiguió, "No estuvo bien que invitaras amigos a nuestra fiesta".

Dejó escapar un suspiro, y movió la cabeza de derecha a izquierda chasqueando su lengua. Estaba muy, muy enfadado: Consigo mismo por haberse distraído tanto con la doctora como para no notar que sus escurridizas manos habían llegado al botón de auxilio y enojado con Harleen por hacer que su muerte tuviera que ser un evento apresurado. Giró sobre sus talones gruñendo por lo bajo.

"Ahora solamente tenemos unos minutos antes de que llegue el resto de los invitados", rugió al tiempo que azotaba la palma de su mano en la pared, aprisionando el cuerpo de Harleen entre el suyo y el muro.

Entonces pudo ver como en aquellos ojos azules no había temor. No era lo que sus otros cientos de víctimas habían mostrado en su mirada antes de morir; el recelo, la duda, la aprensión.

Harleen ni siquiera tenía esa expresión en su rostro, en su lugar estaba una expresión impasible y contenida. Sus ojos no estaban mintiendo, éstos estaba abiertos casi en una expresión de sorpresa; en el fondo había una especie de sugestión.

Era aquella profundidad que había visto antes, pero esta vez en lugar de ser olas era como si él estuviera en medio del océano, rodeado por todas partes de más y más extensiones de masas acuáticas justo en medio de la nada. En medio de una soledad inmensa, como si poco a poco un agujero negro se comenzara a abrir de las profundidades y lo succionara. Litros y litros de azul lo comenzaban a inundar por todas partes, a cubrir el espacio sobre su cabeza; ahogándolo.

Aquellos ojos azules lo eran todo;

mare magnum, barullo, perplejidad, perturbación, caos

Eran únicos, eran perfectos.

¿Cómo es que ésta criatura no puede sentir el temor?

Tenía que acercarse, sentía una necesidad imperiosa de cubrir aquella distancia, para poder ver más de cerca, para sumergirse más profundamente.

¿Qué era aquello en su rostro?

¿Valentía?

¿Asombro?

¿Fascinación?

...anarquía...

Conforme más se sumergía, más tenía aquella sensación de ahogarse en el océano, su respiración se hizo cada vez más profunda y agitada. Un hormigueo le recorría todo el cuerpo como chispas que se encienden en cadena. Todas y cada una de sus terminales nerviosas estaban alerta. Estaba consciente de su existencia como nunca lo había estado antes.

Podía escuchar el ritmo de cada una de las células de su cuerpo al funcionar, podía escuchar la luz, los pensamientos de él, los pensamientos de ella. Podía incluso escuchar movimiento del aire que Harleen dejaba entrar y salir de su boca, probablemente resultado de la adrenalina. Parecía como si ésa fuera la fuente.

Todo aquello se mezclaba en una ruidosa sinfonía que no permitía distinguir un sonido del otro. Era estruendoso, estridente, estrepitoso, ruidoso, escandaloso; era demasiado. No le permitía ni siquiera entender sus propios pensamientos.

El Joker quien adoraba pasar horas y horas escuchando sus caóticos pensamientos, ahora estaba anhelando un poco de silencio y lo único que tenía que hacer era detener la fuente de todo eso.

Poco a poco hizo que su aliento se mezclara con el de ella, era la única manera de detenerlo, tenía que acercarse.

Pero el ruido aún estaba ahí, desesperado por silenciarlo, cerró la distancia entre sus labios y los de ella dando un primer toque lánguido y experimental. En aquel breve contacto pudo escuchar el silencio seguido de una extraordinaria explosión.

Eran como millones de voltios que salían de aquellos labios y electrocutaban a cada una de las células de su boca provocando una reacción en cadena que se extendía por todo su cuerpo hasta las partes que ni siquiera él mismo conocía.

Era justo como aquella vez que Harleen lo había tocado, pero veinte veces más amplificada.

Por un segundo, dudó retirando sus labios de los de ella, pero al sentir que se le nublaba el sentido tuvo que forzarse a seguir el magnético camino que lo guiaba de vuelta a la boca de ella. Cerrando la distancia con una rapidez que el mismísimo Flash hubiera envidiado, chocando contra sus labios con una fuerza que hasta a él mismo terminó por sorprender.

Se quedó quieto unos segundos experimentando nuevamente aquel cúmulo de sensaciones, se volvía adictivo, algo lo impulsaba a presionar con más fuerza. Necesitaba más, aquello iba más allá de lo placentero, esto era completamente nuevo. Los labios de Harleen eran húmedos y suaves, tenían la forma perfecta para encajar con los suyos.

¡Sí!, ¡Sí!, ¡Sí!

Obedeciendo a una fuerza mayor que la de su propia voluntad, se atrevió a profundizar el contacto encontrándose con una fuerte resistencia a su paso, pero no iba a permitir que esto se terminara tan rápido, ejerciendo más presión con su cuerpo aprisionó el cuerpo de Harleen con el de él evitando así, que pudiera intentar escaparse.

Pero no fue suficiente, aún no estaba lo suficientemente cerca, aún no había suficiente unión. Pudo sentir como los puños de Harleen golpeaban sus antebrazos fuertemente y empujaban para hacer que cesara el contacto. Pero el Joker no lo iba a permitir, apresó ambas muñecas y las colocó sin mucha delicadeza a los costados de sus hombros contra la pared.

Inclinó su cabeza para poder tener más acceso a la boca de Harleen, pero su lengua se encontró nuevamente con una negativa. Ella comenzó a empujar fuertemente haciendo involuntariamente que sus caderas golpearan las de él, lo que le causó que una nueva descarga le recorriera el cuerpo. De haber sabido antes que para sentir más era necesario que más partes del cuerpo de Harleen lo tocaran, habría hecho esto desde el principio.

Su mano dejaron de sostener las muñecas de Harleen, y se deslizaron por debajo de su bata para buscar así el filo de su blusa.

La impaciencia lo invadió; estaba tan sólo a unos centímetros de sentir la piel desnuda de Harleen en las yemas de sus dedos. Casi podía sentir la perfecta y cremosa piel de ella en sus manos.

Ella era perfecta, hecha para él.

Harley, Harley, Harley, Harley

Mi Harley.

Mía.

Harley Quinn.

Pero su burbuja se vio reventada cuando Harleen pudo colocar ambas manos en su pecho y lo empujó con aún más fuerza haciendo que retrocediera unos pasos, alejándose de ella.

Por un segundo pudo sentir como el sentido se le iba, si antes había estado ahogándose, ahora realmente se estaba asfixiando, no había luz, no había firme bajos su pies. Nada.

Esto era cien, no, mil, veces peor que los electroshocks.

Con sus manos buscó algo con lo que pudiera apoyarse, pero éstas le fallaron, se sentía como si fuera a caer en la nada.

Desesperadamente buscó los ojos de Harleen, eran su única salvación. Pero los de ella estaban transformándose frente a él.

Se habrían completamente en un gesto de sorpresa, de repulsión, como si fueran a salirse de sus órbitas. Ella se llevó ambas manos temblorosas a la boca y respiró agitadamente con un gesto desencajado.

Comenzó a limpiársela con el dorso de éstas mismas como si algo le hubiera quemado o como si hubiera comido algo desagradable, sintiendo una humedad cálida en sus labios, una humedad roja que el Joker había dejado tras de sí. La perplejidad completamente visible en su rostro se transformó en una de asco, de repugnancia. Podía ver y sentir claramente la aversión y el aborrecimiento hacía él.

El cuerpo de ella se comenzó a convulsionar del asco, invadida por unas fuertes náuseas, rápidamente buscó el bote de basura que mantenían en aquella sala y se acercó corriendo. Dejándose caer de rodillas, se inclinó sobre él y comenzó a descargar el escaso contenido de su estómago en él.

Las lágrimas le escurrían por las mejillas y se limitaba dejar escapar pequeños quejidos con cada arcada tratando de contenerse si éxito.

No, no, no, ¿Qué haces Harley?

¿No ves que fue perfecto?

Fue algo único.

Algo precioso.

¿No lo sentiste?

¿Cómo puedes no sentirlo?

Pero estaba más que claro.

Ella sentía asco.

Asco de lo que habían hecho.

Asco de su contacto.

Asco de él.

¿Cómo podía sentir eso?, ¿Cómo era posible que toda aquella perfección no la sintiera ella?, ¡¿Cómo?!

Había sido magistral, magnífico, extraordinario, soberbio.

Sin embargo, sus ojos no le mentían, ella sólo sentía repulsión. Tuvo que respirar profundamente para asimilar aquella idea.

Debía haber algo más, algo que no había visto, algo que interrumpía su conexión con Harleen.

Trató de buscar desesperadamente una explicación.

Quizás era la emoción, aquella sensación era muy poderosa, probablemente Harleen al haber vivido en un ambiente tan...normal toda su vida, no estaba acostumbrada a soportar aquella ola tan fácil cómo él.

Quizás éste era su primer beso, él había sido el primero en besarla y eso la había conmocionado.

Pero descartó aquella ridícula idea, Harleen era una mujer hermosa y madura. Su cerebro estaba buscando excusas para no asimilar la verdad y eso era algo que detestaba, eso sólo lo hacían los normales, él era el Joker.

El Joker.

El único.

Un pensamiento cruzó como bala su mente; Él no era el único, no era el primer hombre en besarla, era ridículo pensar que sí. Otros la habían besado antes, otros habían sentido la perfección de aquellos labios sobre los suyos, otros habían recibido los besos de Harleen.

Libres.

Voluntarios.

Con otros no había tenido la misma reacción. Con otros no había estado vomitando del asco posteriormente.

Había otros hombres a los que había besado voluntariamente.

¿Acaso había buscado los labios de otros con anhelo, al igual que él había hecho con ella?

No, no, no, ¡NO!

La visión se le nubló, solamente era capaz de ver las llamas de la ira que lo comenzaba a consumir.

Era un enojo, un enfado insoportable que lo recorría y se burlaba de él.

Harleen era una estúpida, una mediocre, una idiota, una normal y corriente que no era capaz de ver nada. Era una ciega.

En breves segundos estuvo parado frente a ella, la atrajo del brazo y la hizo incorporarse sin muchos miramientos. Ella aún se encontraba débil y no opuso mucha resistencia. Le hizo mirarlo jalando sus cabellos y colocó ambas manos en sus mejillas.

Por favor, miénteme; ¿En verdad sientes asco?

La expresión agotada de ella no había cambiado, le sostuvo la mirada con fiereza pero aún reflejaba repugnancia por él en su mirada.

El Joker dejó escapar un sonoro gruñido seguido de un fuerte grito de frustración.

Estúpida, estúpida, estúpida.

¿Por qué?

¿Por qué no sientes el anhelo?

Sin saber en qué momento, la ira se apoderó de él. El dorso de su mano hizo contacto con la mejilla de ella antes de que pudiera detenerla. La fuerza del impacto la hizo doblegarse de dolor pero él la obligó al levantar nuevamente el rostro jalando de sus cabellos.

¿Por qué no sientes lo perfecto de nuestra unión?

Estúpida, estúpida, estúpida.

Estúpida, estúpida, estúpida.

¿Cómo es que no lo entiendes Harleen?

Nuevamente su mano hizo contacto con la mejilla de ella. Sólo escuchaba risas, risas de quienes se burlaban de él.

Ella, indómita trató de incorporarse, pero su valentía solo consiguió que se enfadara más.

¡¿Cómo es que no lo ves?!

No ves que...

Due...le

Los pasos de los guardias se escuchaban aproximarse, pero él no era capaz de ejecutar el plan de escape ya que estaba cegado por la ira.

La indignación le quemaba por dentro, lo hacía soltar rugidos casi animales, gruñidos, ronquidos, gritos. El rostro de ella se veía cansado, agotado, resignado. Sus preciosos ojitos azules lo miraron nuevamente haciendo que su respiración se acelerara aún más.

¡Detente!

Su mano se levantó nuevamente lista para hacer contacto.

¡Detente!

¿Acaso eres estúpido?, ¡Detente!, ¿Cómo puedes lastimar a Harleen?

A Harleen. A tú Harley.

Una mano tomó la suya con firmeza y la torció de tal manera que esta quedara atrofiada en su propia espalda. Trató de oponer resistencia, pero pronto un cuerpo chocó con el de él con fuerza derribándolo en segundos.

No iba a rendirse, luchó contra aquello a pesar de que la punta del cañón de un rifle se le estaba encajando en el omoplato izquierdo. Trató de levantar la cabeza con mucho esfuerzo ya que una mano lo tomaba del pelo y no se lo permitía, con los pocos centímetros que logró levantarla pudo ver unos metros frente a él a Harleen quien dejaba recargar su espalda contra la pared y se deslizaba al suelo lentamente mientras cubría su boca con las manos para evitar que saliera el llanto que amenazaba con brotar a borbotones.

Pero es que...due..le

Lo último que alcanzó a ver antes de sentir como un dardo tranquilizante perforaba su piel fueron los bellos ojitos azules que se cerraban con una expresión de alivio.

Posteriormente solo pudo ver oscuridad.

Negra y enervante oscuridad.

Probablemente Harleen seguía molesta, se dijo abriendo los ojos para dejarse resbalar sin mucha ceremonia a un costado del catre para finalmente deslizarse al suelo entre risas perturbadas.

¿Qué remedio?

Mujeres siempre son mujeres, ¿no Jimmy?

Al menos Harleen era divertida, ¿Estaría riendo como él?

Ayer no había venido a verlo Harleen. Ayer tenían cita y no vino.

Debía salir de ahí, debía escapar. Gótica lo estaba esperando, la vida nocturna lo estaba esperando, sus negocios lo estaban esperando, Batman lo estaba esperando para jugar.

Bye, bye Arkham.

No había más tiempo para esperar a Harleen

Bye, bye, Harleen.

¿Estaría molesta?

Harley

Dejó escapar un breve gemido para explotar en risa nuevamente.

¿En su casa?, ¿Le dolería su bella mejilla?

Lástima, lástima por ella.

Lástima por él.

Lástima por Jimmy.

Pero Jimmy era un gran amigo, ¿No?

Se contorsionó en el suelo para salir poco a poco de su camisa de fuerza, como una mariposa saliendo de la crisálida levantó la mano izquierda triunfalmente sacando una tarjeta. Una tarjeta que casualmente podía abrir y cerrar todas las celdas de aquella galera de Arkham.

Definitivamente Jimmy era su mejor amigo.


N/A: Hola!, para el que todavía tenga curiosidad quiero que sepa que estoy reeditando un poco esta historia. Palabras más o menos lo mismo. Solo que la historia necesita pulirse, no me he muerto, juro por mi alma que voy a terminar esta historia!

Y como escusa de por qué no había hecho nada, es que me acabo de graduar de la carrera y ya tengo mi título de Licenciatura ¡yupi!