Disclaimer: Boku no Hero Academia pertenece a Horikoshi Kōhei.
Advertencias: Universo alterno con temática Steampunk, basado en la ilustración de la segunda encuesta de popularidad del manga.


El tren en el que estaba pronto iniciaría su viaje, y al igual que todos los demás, Midoriya corría de un lado para otro para tener todo listo para cuando los pasajeros comenzaran a llegar. Se preocupó de tener el pasillo libre de obstáculos, los asientos y mesas sin polvo, los vasos y cubiertos relucientes y la comida fresca y bien preservada.

Se miró al espejo una última vez, aprovechando de acomodarse la corbata burdeo que llevaba puesta, además del cuello y puños de su camisa. Al igual que el resto del tren, él debía estar deslumbrante para los pasajeros, pues si bien él era solo un camarero, siempre intentaría ser el mejor.

En pocos minutos las personas comenzaron a subir al tren y, con una gran sonrisa en su rostro, los recibía y ayudaba a acomodarse a lo largo del vagón para luego ofrecerles una taza de té o café, a modo de bienvenida. En cuanto terminaba con un vagón se iba de inmediato al siguiente, pues él estaba encargado de servirles a todos los pasajeros de al menos tres vagones seguidos, incluso de más, si la cantidad de pasajeros lo requería.

Cuando terminó con su tarea, escuchó un grito de una de sus compañeras, dando aviso de que el tren partiría en menos de cinco minutos. Midoriya suspiró hacia sus adentros, eso significaba que era poco probable que subieran más pasajeros, por lo cual tendría un pequeño descanso.

Miró su reloj de bolsillo, y cuando ya habían pasado los cinco minutos, se encargó, junto al resto de sus compañeros, de cerrar las puertas de cada vagón. Cuando finalmente iba a cerrar la última, alcanzó a divisar a alguien que venía corriendo a toda velocidad en dirección hacia él, o más bien, en dirección a la entrada.

Sin tener mucho tiempo para reaccionar sólo pudo abrir la puerta para que la persona alcanzara a subir, pero no logró quitarse de en medio, por lo que nada más al subir al vagón fue embestido por esta persona, quien se apresuró en ponerse de pie y cerrar la puerta que recién había cruzado.

Midoriya, aún adolorido, se puso de pie y luego ordenó su ropa, algo malhumorado. Para nada se esperaba que aquella persona tuviera tan malos modales como para tirarlo al piso y ni siquiera ofrecerle ayuda o disculpas.

—Señor, disculpe. —Intentó llamar su atención, pero fue inútil.

Notó que esta persona seguía junto a la puerta observando hacia el exterior, y no lo dejó de hacer hasta que la bocina del tren resonó por todo el lugar y éste comenzaba a andar, dejando atrás la estación.

Cuando la estación no se divisó más, esta persona se giró y se topó con Midoriya de frente, quien lo miraba reprobatoriamente.

Midoriya lo miró de pies a cabeza, fijándose en la maltratada capa con capucha que llevaba, que estaba casi o igual de sucia que sus bototos, llenos de polvo y barro seco.

—Señor, si me permite, puedo ayudarlo a acomodarse en el tren —dijo con entereza, después de todo tomaba muy en serio su trabajo—, pero primero necesito que se quite esa capucha y limpie sus zapatos.

El hombre que estaba frente a él lo observó unos segundos, luego miró hacia un lado y finalmente volvió a mirarlo.

—Me quedaré en la zona de carga, si no es un problema.

Midoriya se sorprendió ante aquella respuesta, totalmente inesperada.

—Señor, insisto, preferiría que se acomodara en el interior de uno de los otros vagones…

—Y yo insisto, preferiría ir en la zona de carga.

Midoriya no quería ceder ante tan extraña petición, después de todo no podía dejar ir a un pasajero en tan malas condiciones, pero aquel hombre no parecía que cambiaría fácilmente de opinión, por lo que decidió dejarlo ahí por el momento.

—Entonces, ¿debería traerle algo de beber o comer?

Notó que los ojos del hombre brillaron más de lo normal cuando pronunció beber y comer.

—Solo agua y… cualquier cosa dulce estaría bien.

—Volveré enseguida —respondió Midoriya, para luego dar media vuelta y salir por la puerta que unía a cada vagón con el siguiente.

Durante todo el camino estuvo inmerso en sus pensamientos, tratando de unir cabos respecto a aquel extraño hombre, quien no parecía ser un buena persona, pero tampoco una mala; tenía una extraña aura alrededor suyo que confundía y dejaba perplejo a Midoriya.

Cuando consiguió las cosas se fue directo hasta el primer vagón de carga, en donde supuso estaría este hombre, y así fue, éste estaba sentado en el piso y apoyado contra una de las tantas cajas que allí habían.

—Señor, le he traído el agua que pidió —dijo mientras se acercaba a él—. Y respecto a lo dulce… opté por un pedazo de bizcocho Victoria, espero que sea de su agrado.

El tipo miró hacia arriba tan rápidamente que la capucha cayó suavemente hacia atrás, dejando ver por primera vez su rostro.

—Siempre he escuchado a otras personas decir lo delicioso que es este dulce, pero no había tenido oportunidad de probarlo —dijo el hombre mientras se colocaba de pie. Después se acercó a Midoriya y tomó el platillo de la bandeja con delicadeza—. Estoy muy agradecido de que haya traído esto, joven camarero. Muchas gracias.

Midoriya no pudo responderle nada al hombre, estaba muy concentrado observado su rostro puesto que este se le hacía muy familiar.

Su cabello era de diferentes colores, una mitad blanca y la otra roja, cualidad que compartía con sus ojos, siendo uno de color negro y el otro de color azul, y como si aquello no fuese lo suficientemente llamativo, tenía una gran cicatriz en su rostro que cubría la mitad superior izquierda del mismo. Midoriya no pudo evitar pensar en lo doloroso que debió haber sido.

Al ver que el joven comía con ánimo su pedazo de bizcocho, Midoriya decidió que lo mejor era irse y dejarlo disfrutar. Se retiró del vagón, no sin antes recordarle que si necesitaba cualquier cosa solo debía pedírsela, luego salió.

Una hora de viaje pasó sin apuros ni sorpresas, quedando poco menos de la mitad de camino para llegar a destino, cuando un gran estruendo remeció todo el tren.

Las personas en su interior gritaron y se afirmaron de lo primero que encontraron, intentando no caer al piso o golpearse contra cualquier objeto. Midoriya por suerte logró agarrarse de la mesa que había en el bar.

De pronto llegó una de sus compañera, muy agitada.

—¡Todos los pasajeros deben mantenerse alejados de los últimos vagones! ¡Por su seguridad, deben mantenerse en sus asientos y no realizar movimientos bruscos!

De inmediato los pasajeros comenzaron a murmurar entre sí, algunos aliviados de que solo hubiese sido una avería, mientras otros se preguntaban si eso era lo que realmente había pasado.

La compañera de Midoriya iba a seguir su camino para dar aviso en el resto de vagones, pero Midoriya la detuvo y la alejó hacia un lado.

—¿Qué está pasando, Kendou?

La joven sujetó con fuerza las manos de Midoriya mientras temblaba ligeramente.

—Unas personas se han metido al tren; al parecer nos venían siguiendo desde que salimos —dijo en voz baja para que los pasajeros no escucharan—. Se han subido en el último vagón y lo han hecho explotar… y además…

La joven detuvo su relato. Tomó algo de aire y continuó luego de reprimir las lágrimas.

—Han asesinado a Kodai…

Midoriya abrió los ojos impactado, y esta vez él también sujetó con fuerza las manos de Kendou.

—Ellos nos atraparon y obligaron a decirles la ubicación de alguien que no conocíamos… pero no hicieron caso y como castigo tomaron y apuñalaron a Kodai sin pensarlo dos veces… Luego me enviaron hacia acá para que tranquilizara a los demás y así nadie escapara… ¡Te prometo que no tengo idea de a quién buscan…!

Kendou siguió murmurando más cosas, cada vez menos comprensibles pues la voz se le rompía a ratos.

Midoriya, en un intento por hacerla recobrar la calma, la sostuvo por los hombros, obligándola a mirarlo a la cara.

—Kendou, lo mejor que puedes hacer ahora es tranquilizar a los pasajeros, sino el sacrificio de Kodai habrá sido en vano.

Ella lo miraba con los ojos abiertos de par en par. Antes de que las lágrimas comenzaran a caer, se refregó los ojos con los puños de su blusa.

—No dejes que esto se convierta en un caos. Sé que eres capaz de mantenerlos a todos tranquilos.

Kendou bajó la cabeza durante unos segundos, luego la levantó y se golpeó con fuerza en ambas mejillas con la palma de sus manos.

—Tienes razón; es mi deber como asistente. —Sus hombros bajaron y su rostro se suavizó, logrando formar una sonrisa— Gracias por estar aquí, Midoriya. No vayas a los últimos vagones por favor.

Midoriya recibió un abrazo apretado por parte de su compañera, quien luego se retiró rápidamente del lugar y siguió avanzando por el tren. Midoriya, por su lado, estaba decidido a ir por el camino en que ella había venido.

Sin considerarlo dos veces comenzó a caminar hacia la parte trasera del tren, pensando en cómo sería capaz de resolver este problema. Personalmente no se tenía mucha confianza en una lucha mano a mano, pues jamás había sido bueno en ello —a pesar de haberlo intentado para quitarse a uno que otro matón de encima—.

Cuando pasó al siguiente vagón, únicamente con fuerza bruta logró quitar una manilla adherida a la pared, y entonces, con ella en mano, se armó de valor y se atrevió a cruzar hasta el siguiente vagón. Una ráfaga de viento lo recibió bruscamente, haciendo que perdiera el equilibrio por al menos un segundo. Cuando notó la razón de porqué había una brisa constante en el lugar abrió los ojos completamente sorprendido; todo el techo del vagón había desaparecido, incluyendo algunos pedazos de pared también.

Se impresionó aún más cuando observó con más detalle el resto del vagón; lo que quedaba del tapiz y de las cortinas se quemaba lentamente por culpa de unas pequeñas pero constantes llamas, y, por otro lado, había unos grandes pedazos de hielo que parecían brotar del suelo y se incrustaban en la pared o una que otra ventana.

Midoriya no terminaba de entender qué fue lo que había pasado, nada parecía tener sentido allí.

Sin dejarlo intentar explicarse lo sucedido, alguien más apareció de pronto, cayendo desde lo que quedaba de techo. Midoriya estuvo preparado para golpearlo de inmediato, pero el hombre detuvo su intento sólo bloqueándolo con la palma de su mano.

—Debería tener más precaución con eso. Podría golpear a alguien.

Aunque Midoriya pensó de inmediato que eso era precisamente lo que quería hacer, se contuvo de responder puesto que, al ver el rostro del hombre, todo tuvo —al menos un poco— más sentido; se trataba del mismo joven que se había colado en el tren hace una hora y al que él le había ofrecido bizcocho.

—¿Qué hace acá? —preguntó Midoriya con sorpresa— ¡Es muy peligroso que esté aquí! —Lo cogió de una mano y tenía toda la intención de sacarlo de ahí—. Debe ir a los otros vagones, allí estará más seguro…

El joven se mantuvo firme en su posición, haciendo retroceder al camarero, quien se giró hacia él con notoria duda en su rostro.

—Aquí estoy bien. Si voy a otro lado más personas pueden resultar heridas.

—¿De qué está hablando…?

Ni siquiera alcanzó a terminar de hablar cuando notó que venía una carroza a toda velocidad en su misma dirección, intentando alcanzarlos.

A diferencia suya, el otro joven se giró con tranquilidad hacia la parte destruida del vagón, logrando observar a los tipos que venían tras ellos.

—¿Es que acaso vienen más…? —Midoriya temblaba de sólo pensar en ello— ¿Qué es lo que quieren…? —se preguntaba en voz baja, apretando los dientes con fuerza debido a la frustración— ¿Acaso no fue suficiente con tomar la vida de Kodai…?

—¿Ella era su amiga? —preguntó el joven frente a él.

—Sí, desde hace muchos años. Fue una de las que más me ayudó a saber llevar este trabajo…

—Lamento mucho no haber sido capaz de hacer algo por ella.

Cada vez la carroza se acercaba más al tren, y cuando finalmente estuvieron a la misma altura, la puerta se abrió de golpe dejando ver a un tipo que se comenzó a preparar para saltar al vagón.

—No es su culpa que esto pasara…

—Sí... lo es.

—¿Qué quiere decir?

Luego de que el primero saltara, otros dos hombres salieron de la carroza, dando un solo gran salto para llegar hasta el vagón. Cuando se hallaron frente a Midoriya y al joven, el más alto de los tres sacó un gran cuchillo desde la funda de su cinturón, después los otros desenfundaron una pistola y una escopeta, apuntando directamente a ambos.

—Todo esto es mi culpa.

Cuando los tipos dispararon hacia ellos, en menos de un segundo una gran pared de hielo que salió de la nada los protegió de las balas.

—¿Qué…?

Midoriya miró hacia el suelo pero no había nada, luego observó al joven a su lado y notó que el hielo había salido desde su mano derecha. El joven se giró hacia Midoriya y con su mano libre lo sujetó del hombro.

–Quédese aquí, detrás del hielo. No se le ocurra salir —ordenó sin esperar una respuesta.

Midoriya sólo asintió rápidamente, pues no quería llevarle la contraria a alguien que podía crear hielo de la nada.

Entonces el joven, en un sólo movimiento rodeó el hielo y fue directo hacia el tipo más alto, quien a pesar de notar que se acercaba, no logró reaccionar lo suficientemente rápido ante su ataque y antes de que se diera cuenta, una gran cuchilla hecha del mismo hielo había atravesado su estómago, haciéndolo retroceder mientras se llevaba las manos al abdomen.

El hombre que llevaba la escopeta, al tener en su rango al otro joven intentó dispararle, pero éste utilizó el gran cuerpo del otro para cubrirse. Ya moribundo, el tipo fue lanzado hacia el mismo que le había disparado, haciéndolos caer y aplastando a uno en el proceso.

Rápidamente el joven se giró y golpeó en la muñeca al hombre restante, haciendo que soltara la pistola y ésta cayera al suelo, inútil. Sin oponer más resistencia el tipo levantó las manos en símbolo de completa rendición, pero sin piedad, el joven levantó su mano derecha y, sosteniéndolo por el cuello, un afilado hielo atravesó su garganta; a pesar de que se resistió unos segundos, luego ya no había nada que hacer.

Midoriya solo miraba quieto desde su posición, sin poder creer todo lo que estaba viendo. No podía entender cómo alguien era capaz de matar a tantas personas a sangre fría, sin dudarlo ni un segundo.

A pesar de que no estaba de acuerdo con todo lo que había hecho, no pudo evitar advertirle cuando notó que el tipo que había sido aplastado por el cuerpo de su compañero ya se lo había quitado de encima y estaba a punto de pararse y atacarlo por la espalda.

De inmediato el joven reaccionó y se giró, colocando uno de sus pies sobre el pecho del hombre en el piso, luego tomó la escopeta y le disparó en la cabeza.

Midoriya dejó escapar un gran suspiro al saber que ya no habían más de esos tipos cerca —sin contar al conductor de la carroza, pues este había escapado de inmediato cuando el primer hombre fue derrotado—, pero aún así no se terminaba de sentir aliviado. En ese preciso instante compartía espacio con un hombre mucho más peligroso que todos los otros juntos, y no estaba seguro de si podía confiar en él.

El joven se quedó de pie allí mismo, observando con atención el arma que aún tenía en sus manos.

—Lo siento por hacerle ver este espectáculo tan desagradable. No estaba en los planes que alguien más se viera involucrado.

Midoriya se mantuvo en silencio, pues simplemente no supo qué decir. El joven suspiró desganado.

—Me ha visto asesinar a sangre fría a todos estos hombres. Desde mi punto de vista solo hay dos opciones, puede correr y decirle a los demás que hay un asesino a bordo o… puede simplemente olvidar todo lo que ha visto aquí.

Midoriya sudó frío. La respuesta era obvia, ¿no?

—Entonces, ¿cuál elige?