NUEVA HISTORIA.

BASADA EN LA TRILOGÍA HECHA POR KIERA CASS* Libro 1, LA SELECCION, Libro 2, LA ELITE y Libro 3 LA ELEGIDA.

El cual se encuentra entre mis favoritos.

DIALOGOS SON AUTORIA TOTAL DE ELLA. OTROS SON MODIFICADOS Y ADECUADOS AL CONTEXTO DE HARRY POTTER POR SU SERVIDORA.

LOS PERSONAJES SON OBRA DE JK ROWLING.

ESPERO LES GUSTE ESTA ADAPTACIÓN.

DEJEN REVIEW.

LA SELECCIÓN

Capítulo 1.

No era una hija particularmente desobediente en lo que me ordenaran mis Padres que hiciera, pero cuando mi madre me dio aquella noticia me prometí que sería la última vez que le aguantaba.

El aspecto eufórico de ella me tenía con los pelos de punta, jamás la había visto en aquel estado. Seguro serían buenas noticias. Con una serie de ademanes que no alcanzaba a descifrar muy bien, me iba contando el contenido de la carta que acababa de recibir. El fin de nuestros problemas estaba cerca, por fin desaparecerían para siempre.

Me paré y me dirigí a mi habitación sin voltear atrás, dejando a mi protectora con la palabra en la boca.

Estuve escondida ahí por el resto del día, aquel era el único lugar que me daba la tranquilidad necesaria para resistir el diario vivir. Pensé en algunas opciones para convencer a mi Madre de que aquello no era lo mejor. Tenía que encontrar la manera de persuadirla para que se olvidara de su plan, pero estaba segura de que no escucharía nada de lo que yo alegara.

Se acercaba la hora de la cena, y yo seguía sin apetito. Seguro mamá ya tendría lista la comida, y yo no iba a poder seguir evadiéndole de esa manera. Me levanté de la cama y decidí hacerle frente.

En cuanto entré en la cocina, me lanzó una mirada fulminante, pero no dijo nada. Ejecutamos una danza silenciosa por todo el comedor mientras le ayudaba a poner la mesa para tres. Cada vez que levantaba mi vista, ella me lanzaba una mirada furiosa, como si con aquello fuera a ceder a sus objetivos. Era algo que hacía a menudo, como cuando me negaba a acompañarle al té con sus amigas. A veces le funcionaba. A veces no. Y en esta ocasión no le daría ninguna oportunidad.

El golpe de la jarra de té sobre la mesa hizo que pegara un brinco.

–¿Tanto te costaría llenar la solicitud?– dijo por fin, incapaz de contenerse ni un momento más. –La selección podría significarte una gran oportunidad– mentía significaría una oportunidad magnífica para ella, pero no para mí.

Suspiré. Si llenaba aquella solicitud estaría un paso más próximo a mi muerte.

No era ningún secreto que existían personas malas en el mundo mágico. Y aún más, las que seguían guardando odio y rencor en contra de la Sagrada Familia. Muchos odiaban la pureza de los magos sangre limpia. De ahí que intentaran a como diera lugar exterminarlos a todos.

No obstante de esa situación, sentía que se me rompería el corazón solo de plantearme participar en la Selección. No pude evitar sonreír al recordar todos los motivos que tenía para quedarme donde exactamente donde estaba.

–Estos últimos años la hemos pasado muy mal, tal vez si tuvieras un poco de compasión por tu padre…–

Papá. Sí quería ayudarlo. Y supongo que a mi madre también. Cuando planteaba las cosas así, no había manera alguna por la cual me negara. Mi padre había enfermado del corazón, y no teníamos los recursos suficientes para darle la mejor atención médica que se merecía. Si bien había sido la mejor de la clase durante mi estancia en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, también lo era que, las diferencias de clases sociales seguían siendo evidentes tanto en el mundo mágico como en el muggle. Yo era hija de muggles, mis padres eran dentistas, pero en aquella Gran Ciudad de Londres aquel trabajo no era muy bien remunerado, llevábamos una vida apenas sostenible.

En el mundo mágico existían castas. Teníamos a los Sagrados 28 los cuales en su conjunto constituían la Realeza Mágica. Luego venían los magos sangre pura, y después los mestizos (aquellos en los que el matrimonio se daba entre un mago y una muggle o entre una bruja y un muggle), muy por debajo de ellos estaban los squibs quienes habían nacido sin magia a pesar de tener padres magos, y hasta al final estaban los traidores a la sangre que aunque eran sangre pura, su ideología iba en contra de la que reinaba en aquel mundo.

Y luego estaba yo, hija de muggles. Sin ningún pariente ancestral mágico. Es decir, nada de nada.

Gracias a Albus Dumbledore, quien apoyaba fielmente la eliminación de las castas, había podido terminar mis estudios en Hogwarts. Lamentablemente había fallecido a mitad de mi último curso, haciendo que mis ilusiones cayeran en picada. Poco después de su muerte, los altos mandos del ministerio habían restringido mi magia para evitar que hiciera un mal uso de ella. En realidad, habían hecho eso con todos aquellos que íbamos en contra a las ideologías de la Sagrada Familia. Luego de ello, mi vida se había complicado. Intente buscar un trabajo que me gustara y que estuviera bien pagado para poder ayudar a mis padres, pero el ser una hija de muggles no ayudó en mucho.

Harry me había ofrecido vivir con él en lo que me encontraba un buen trabajo. Estuve un poco tentada con la propuesta, pero la noticia de la enfermedad de mi padre me hizo olvidarme de todo.

Sin poder despedirme de la mejor manera de mis amigos, regresé al mundo muggle. Por un tiempo me dediqué a tocar instrumentos en festivales reconocidos. Era algo que había aprendido perfectamente desde niña. Mi favorito siempre había sido el violín y el piano.

Llevaba dinero a casa. Y eso era lo único que me importaba, siempre que pudiera darle a mi Padre una mejor calidad de vida.

Pero como todo, teníamos rachas malas. Había momentos en que mis padres no tenían ni una sola consulta en toda la semana, haciendo que mis ganancias se repartieran para cubrir los gastos de la casa.

Si pensaba bien en aquello, la Selección sería mi salvación.

Me quedé mirando a mi madre. Era castaña, al igual que yo. Pero tenía un par de canas de un color blanco brillante que le habían aparecido hace algunos meses. En la comisura de sus ojos, se le dibujaban ya las líneas de expresión. Y aunque aún era bastante joven, al moverse por la cocina noté que se curveaba levemente hacia adelante, como si cargara sobre ella un peso invisible.

Sus ojos me regresaban la mirada. Sabía que me estaba portando como una malcriada, al no querer llenar una estúpida solicitud.

Sin embargo, había cosas en este mundo de las que no quería separarme. Y veía aquel trozo de papel como algo que me separaba a una distancia muy larga de todo lo que yo deseaba. Quizás fuera que lo que deseaba era una tontería; pero no me veía capaz de sacrificar mis sueños.

Tras la llegada de esa carta, todos mis esfuerzos dejaron de tener importancia. A los ojos de mi madre, yo ya era la elegida.

Sin embargo, yo no quería pertenecer a la Familia de los Sagrados 28. No quería ni siquiera intentarlo, y menos si él era el último heredero.

..

Continuará