Nota: Este fic está dedicado a dos amigas que quiero con el alma. Aunque ellas puedan pensar lo contrario.

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"(…) Y la sangre de tu vida será drenada.
Así podrías en vano temblar
Pues en la penumbra he de besarte,
Y sobre el umbral de la muerte
Cruzarás con espanto,
Envuelta en mis fríos brazos. (…)

El Vampiro, Heinrich August Ossenfelder

CAPÍTULO I. UNA INVITACIÓN A LA GLORIA.

Tokio, Japón. Año 2019.

Su nombre era Sora, una periodista que estaba a punto de hacer historia.

Desde hacía un par de años, el mundo estaba siendo azotado por una tasa de mortalidad alarmante. Extrañas muertes coronaban las portadas de los periódicos: cadáveres aparecían en medio de la calle, sin una gota de sangre y dos o más pinchazos en sitios específicos del cuerpo. Sora, quien era una periodista de investigación, había logrado conseguir información de los laboratorios forenses de la policía. Fuentes confiables le habían dicho que incluso algunas de las víctimas demostraron claras intenciones de salir caminando de la morgue.

De la misma fuente recibió la información de un grupo que parecía estar aún por encima del FBI. Ellos se estaban encargando del asunto de la renuencia de las víctimas a permanecer muertas.

Sora también había logrado seguir el rastro del misterioso grupo, consiguiendo información sobre su participación en casos similares en diferentes países. El mundo estaba hecho un caos por esas muertes y sólo este extraño grupo era el único que parecía poder arreglar el desastre, si bien no habían detenido las muertes. Sora estaba decidida a averiguar de qué se trataba todo lo que estaba sucediendo y sobre el grupo que actuaba en las sombras.

Finalmente, después de muchos meses de investigación y persecución Sora estaba a punto de darse por vencida, aceptar que era casi imposible acercarse más al extraño grupo, que parecía siempre estar un paso más adelante que ella.

Una noche, a eso de las 10pm, salía del edificio del periódico donde trabajaba, caminaba por el estacionamiento que estaba totalmente vacío hacia el único auto que quedaba. Caminó hasta estar a menos de un metro del vehículo, cuando una extraña brisa fría le tumbó los papeles de la mano. Cuando logró levantarse se llevó un susto que le hizo brincar y votó casi todos los papeles y carpetas, de nuevo.

Había una figura apoyada al lado de la puerta del auto, mirándola, con los brazos cruzados en su pecho. Era alto, rubio, de espalda ancha y piernas largas, se veía tan orgulloso e imponente que Sora se sintió como una campesina que tenía el honor de que un Rey se dignara a mirarla. Tenía los ojos azules y su mirada fría parecía clavársele en lo más profundo de su alma, desvestirla, violarla sin que ella pudiese o quisiera hacer nada. La presencia, la mirada de aquel hombre la encendía y no tenía idea de por qué ejercía semejante poder sobre ella. Lo peor de todo fue que, aún en medio del susto y la potente excitación que le causó, ella lo reconoció: era uno de los hombres del misterioso grupo que se hacía cargo de las muertes que ella misma estaba investigando.

-Vaya, me dio un susto de muerte usted. ¿Se…se le… ofrece algo?- dijo ella tratando de recuperar la compostura.

El hombre no dijo nada, solo siguió mirándola, casi sin pestañear. Bajó la mirada y luego la subió lentamente, como si estuviese examinando cada centímetro del cuerpo de Sora y ella se sintió totalmente desnuda ante él. Luego él se encaminó hasta donde ella estaba, se agachó y recogió los papeles; Sora no podía moverse, se sentía completamente intimidada por el rubio. Él se levantó, abrió las carpetas y vio fotografías de unas personas saliendo de la morgue a medianoche, metiendo cadáveres en una camioneta, incluso él aparecía en algunas de las fotos. Ella vio las fotos e hizo un intento de moverse, de quitarle los documentos que, para la periodista eran importantes. No tenía intenciones de dejar que aquel hombre las viera, ya que, si el grupo era tan poderoso como ella pensaba podía meterse en problemas; ¿por qué otra razón estaría ese sujeto en el estacionamiento, a esas horas de la noche si no para darle una lección y que no metiera sus narices de periodista donde no debía?.

Intentó quitarle los papeles pero la voz del sujeto canceló todo sus planes.

-No te muevas- dijo él en un tono firme y potente, sin dejar de revisar los papeles.

Ahí supo Sora que estaba realmente en problemas. La voz de aquel hombre, fuerte y un poco ronca entró por sus oídos y paralizó todos sus músculos, tomando el control de todo su cuerpo hasta de su cerebro.

-Parece que de verdad has logrado seguirnos un poco la pista. Sólo un poco- dijo él.

El hombre levantó el rostro y la miró directo hacia los ojos pero ella no fue capaz de sostenerle la mirada, le parecía demasiado profunda, demasiado impactante y poderosa. Bajó la vista y se encontró con que el sujeto le devolvía los papeles. Ella, aún temerosa los tomó, pero cuál fue su sorpresa que él se le acercó aún más hasta que sintió sus labios rozando su cuello.

-No te muevas. Solo te falta una prueba más que superar- le susurró él al oído.

Lo siguiente que Sora supo, fue que las luces del estacionamiento se apagaron de pronto, unas manos se cerraron sobre su cintura y la acercaron al cuerpo del rubio, mientras que sus potentes brazos la abrazaron lenta y sensualmente. Ella sólo alcanzó a levantar las manos y ponerlas sobre el duro pecho del hombre, en un intento por conservar cierta distancia entre los dos cuerpos pero le fue absolutamente imposible, la fuerza del rubio era descomunal. La chica sabía que no tenía escapatoria, pero ¿escapar de qué?, ¿qué tenía pensado hacer él con ella? No tuvo mucho tiempo para pensar cuando de pronto su visión se nubló y sintió que la fuerza se escapaba de su cuerpo, todos sus sentidos se disiparon y el suelo desapareció. Por un momento estuvo absolutamente segura de que se desmayaría, ya no veía nada y lo único que la separaba de caer al suelo eran los brazos del rubio.

Pasaron varios segundos aunque a ella le pareció una eternidad. De pronto la luz del estacionamiento volvió de golpe al igual que Sora volvió a la realidad. Sintió que podía volver a mantenerse en pie, el rubio la había soltado y se pasaba los dedos por los labios como si estuviese saboreando algo y una mirada coqueta se dibujaba en su rostro. Ella se sentía aturdida, tenía los ojos vidriosos y estaba soñolienta, no podía armar un sólo pensamiento coherente en su cabeza, era como si estuviera y no estuviera ahí al mismo tiempo.

De pronto otra figura apareció casi de la nada. Ella la vio, era otro hombre un poco más bajo que el rubio, tenía el cabello largo y de color verde. Sora trató de detallarlo pero pronto la ancha espalda del rubio le tapó la visión. Al hombre no parecía preocuparle que ella escapara, y claro, cómo no, si ella misma sentía que no podía moverse.

-¿Que tal nuestra intrépida periodista?

-Está muy bien. Ha logrado conseguir algo de información pero nada realmente importante. Trabajaré con ella- dijo el rubio

-¿Estás seguro de que podrás hacerlo?, tiene cara de que se va desmayar en cualquier momento.

-Bueno, es un poco débil.

-Y tú le sacaste "información personal".

-Eso también.

Aun cuando Sora no podía ver los rostros de los hombres escuchó toda la conversación y percibió los cambios en las voces: un ligero tono de reproche en la voz del peliverde, un tono de picardía en la voz del rubio…

-¿No habrás sacado más…información de la que tenías que sacar?

-Ya te dije que es débil- dijo el rubio riendo- anda, no me regañes.

Esta vez pudo percibir cariño en la voz del rubio que se acercó más al peliverde, ambos ignorando completamente a la chica que trataba de recuperar el control de sus pensamientos y sentidos.

-¿Y qué haces aquí?, ¿Ahora si nos vamos a casa, verdad?- preguntó el rubio, apartando cariñosamente uno de los mechones verdes del rostro del otro chico.

-…no, hay un caso en un pueblo pequeño de Rusia,Alandino, en la provincia de Olast. Quieren que lo atienda.

En ese momento, Sora vio como el rubio se separaba del peliverde mientras la temperatura del ambiente bajaba súbitamente y ella empezaba a recobrar el control de su cuerpo y a sentirse muy nerviosa, su instinto de conservación le decía que corría peligro.

-¿Qué?

-No te molestes, por favor. Estas perdiendo el control sobre la chica- dijo el peliverde

-No me importa. ¿Por qué diablos te están enviando tan lejos?, ¿Cuando vamos?

-…Voy solo.

El ambiente se volvió aún más frio, una fina capa de escarcha cubrió el suelo y los autos y Sora sintió como el frio se clavaba en sus huesos obligándola a abrazarse e hizo un intento por huir pero captó la mirada del peliverde que la paralizó.

-Imposible, ellos mismos fueron los que dijeron que debíamos ir en parejas, lo único en lo que he estado de acuerdo ¡¿y ahora se antojan de enviarte solo?!

-La chica…- dijo el peliverde mirándola.

-¡Me importa un bledo la chica!, ¡no vas a ir solo, ni lo pienses!

Mientras más se molestaba el rubio más se helaba el aire. Sora sintió como el aire frio se clavaba como dagas en sus pulmones, negándole el preciado oxigeno y supo que tenía que salir corriendo de ahí inmediatamente. El rubio, obstinado, percibió el intento de escape de la chica y se volvió hacia ella volcando todo su poder y su furia sobre el débil cuerpo que cayó pesadamente al suelo y sintió como una enorme presión le aplastaba los huesos y los órganos. Lanzó un grito de dolor, asfixiada por la presión. De pronto esta desapareció, cuando Sora levantó el rostro vio que el peliverde se había atravesado entre ella y su compañero. Estaba protegiéndola de la oleada de ira del rubio pero ahora él mismo también estaba cargado de rabia y parecía tan peligroso como el otro.

-¡¡Basta!!,¡ella no tiene la culpa, la necesitamos, lo sabes, no descargues tu rabia contra ella! ¡Ya sé que estás molesto, yo también lo estoy pero tenemos que hacerlo si queremos acabar con lo que está pasando en el mundo!.

Luego el peliverde se agachó y tomó las manos de la chica entre las suyas. Ella se sobresaltó al sentirlas tan frías pero supuso que sería por el frío que los rodeaba. Ella no entendía nada, no entendía cómo el rubio podía tener semejante poder, ¿cómo hacía para controlar la temperatura del estacionamiento y qué era esa presión que había sentido?. Sobre todo, ¿quiénes eran ellos?, ¿tendría el peliverde el mismo poder que su compañero de ojos azules?.

-Por favor, discúlpalo, tiene mal carácter- dijo el peliverde sonriendo.

Todavía le dolía el cuerpo por la presión y no pudo corresponder a la sonrisa amable del chico, pero pronto sintió una oleada de aire tibio que le calmó el dolor y la encerró en una especie de burbuja de calor que la protegió del frio amenazador de afuera. Ella levantó la vista y vio la preocupación en el rostro del rubio pero él no la miraba a ella sino al peliverde que ahora se levantaba y lo encaraba. Su voz sonó suave, dulce y Sora se sintió conmovida.

-No quiero irme sabiendo que estas molesto. No soy ningún niño y soy todo menos débil, puedo cuidarme perfectamente bien solo, lo sabes.

-¿Fue ese idiota de tu hermano otra vez, no?, tiene…"siglos" queriendo separarme de ti.

-Averiguaré quien dio la orden y se arrepentirá por esto, no importa quien sea, te lo prometo. Pero ahora debo irme, dime que no estás molesto, por favor-dijo el peliverde colocando su mano derecha sobre la mejilla del rubio.

-No puedo decirte eso, pero puedo decirte que no estoy molesto contigo. Déjame acompañarte, además ¿cómo te vas a comunicar con esa gente?.

-No, debes trabajar con la chica. Y recuerda que tú me enseñaste a hablar ruso.

Luego el rubio bajó la mirada, se mordió el labio inferior haciendo que brotara un hilo de sangre, luego levantó el rostro y se acercó al otro hasta que sus labios se rozaron. Estuvieron así durante unos segundos, Sora estaba estupefacta, completamente ignorada por los dos jóvenes sintió como una nueva ola de calor, de excitación, de hambre invadía su cuerpo. De nuevo, una emoción ajena a ella. Vio al peliverde morderse el labio inferior, un gesto que encendió al rubio que atrapó los labios del otro, abrazándolo como si le doliera que tuvieran que separarse. Sora estaba aturdida y mareada por el despliegue de emociones que sentía; pronto notó que la burbuja que la protegía desaparecía y que la temperatura volvía a la normalidad. Supo que la protección que había puesto el peliverde alrededor de ella se desvanecía debido a que había perdido la concentración al entregarse al beso apasionado de su compañero. Luego el rubio se separó de los labios del otro y lo abrazó fuertemente por varios segundos hasta que les tocó separarse.

-Te llamaré la cantidad de veces que me dé la gana y más si no sé nada de ti, no me interesa la maldita cuenta telefónica ni la tarjeta de crédito, les dejaré a la fundación una deuda que los hará llorar.

El peliverde se echó a reír ante el comentario del rubio y éste recobró la mirada pícara, atrevida y coqueta de siempre.

-Ya me voy, no me retengas más. Cuídate, por favor, corres más peligro que yo- dijo el peliverde.

-Nadie puede conmigo, lo sabes.

-Ayuda a la chica, trátala bien, la dejaste muy débil.

Dicho esto se miraron por varios segundos, se contemplaron como tratando de recordar cada aspecto del rostro del otro, como si fuera la primera vez que se veían y no fueran a verse de nuevo hasta dentro de mucho tiempo. Luego el peliverde se encaminó hacia la oscuridad despareciendo de la vista de la chica que lo siguió con la mirada hasta que la oscuridad se lo tragó. El rubio no pudo voltearse a verlo partir, solo cerró los ojos y volvió a abrirlos cuando estuvo seguro de que ya no podía sentir la presencia del otro. Solos de nuevo el rubio fijó la vista en la chica.

-¿Y tú por qué sigues en el suelo?.

Ciertamente era una muy buena pregunta. La burbuja de calor había ayudado a Sora a recobrar su salud y autocontrol y ya no tenía razones para permanecer en el suelo. Pero la forma en que el chico formuló la pregunta se le antojó odiosa, fría y poco amable. Era muy diferente al otro muchacho y se preguntó qué habría visto él en ese chico tan frío y arrogante.

-Créeme, yo también se lo pregunto a veces, pero él sólo sonríe y dice que no sabe quien fue el idiota que dijo que la frialdad y la arrogancia eran defectos y no cualidades dignas de ser atractivas- dijo él encogiéndose de hombros.

Sora lo miró asombrada y él le sostuvo la mirada. Trató de levantarse cuando el chico la tomó de la mano y usó su propia fuerza para levantarla.

-¿Me ha leído el pensamiento?- se preguntó la chica.

-Creí que te había quedado claro, preciosa. Lo hice y lo sigo haciendo con toda la intención de demostrarte que no soy un hombre común y corriente. Y por eso estoy aquí. Tú estás investigando las muertes que nosotros estamos tratando de detener pero se nos ha hecho muy difícil y lamento decirte que será peor, pronto no podremos proteger a cada familia del planeta de sus enemigos y por eso hemos decidido revelarle al mundo toda la verdad sobre nosotros para así ayudarlos a ustedes a protegerse.

-¿A nosotros?

-Sí. Y tú eres una de las "elegidas" para entregarle esa verdad al mundo. Mi nombre es Hyoga, tal vez debí empezar por ahí, pero no te preocupes, ya tendrás tiempo de conocerme, conocerás toda nuestra historia-dijo Hyoga mostrando una pícara sonrisa en su rostro.

-¿…Hyoga?

-Sí, exacto, Hyoga, ¿quieres decirme algo?

-¿Ya tendré tiempo de conocerte? ¡Vaya, sí que eres arrogante de verdad!

Hyoga enarcó una ceja.

-Bueno pequeña, no pienso casarme contigo así que poca importancia tiene que sea arrogante o no, además tengo motivos ¿no?- preguntó Hyoga guiñándole un ojo.

-Eh…bueno…- balbuceó la periodista. La galantería y sensualidad de Hyoga le robaba el aliento.

-Sí ya sé que sí tengo motivos, no tienes que decirlo. Bueno ahora, ve a tu casa, pasa la noche despierta y duerme todo el día porque pasaremos toda la noche juntos. Prepara tus cintas o lo que sea que uses porque escucharás horas de historia, todo desde que Shun y yo nos conocimos.

-¿Shun?

-Sí, a él ya lo viste, acaba de irse.

-ah… ¿te refieres a tu… novio?- A la chica le pareció que no debía decir esa palabra así que solo la pensó pero Hyoga lo escuchó como si lo hubiera gritado.

-Ustedes humanos y sus títulos-dijo él poniendo los ojos en blanco- No es solo eso, es mucho más pero ahora no lo entenderías. Cuando hablemos espero que lo hagas. Ahora vete y duerme todo el día, nos veremos en la noche.

Dicho esto Hyoga se dio la vuelta para retirarse y se encaminó hacia la oscuridad igual que lo había hecho Shun.

-¡Espera!, ¿cómo quieres que duerma con todo lo que ha pasado?! Además mañana tengo trabajo, ¡es imposible que duerma!

-No lo tienes, te dieron vacaciones, me encargué de eso. ¡Hasta mañana, preciosa!- dijo Hyoga sin voltearse.

Sora se quedó en el sitio, demasiado aturdida con todos los acontecimientos como para notar que estaba completamente sola en el estacionamiento sin ninguna prueba de que aquellos hombres hubiesen estado ahí. Tuvo que ordenarle a sus pies que se movieran, a su cuerpo que se metiera en el auto y a su cerebro que la llevara hasta su casa. Ya en su departamento, pensar en dormir le pareció hasta absurdo. Pasó toda la noche despierta, pensando en todo lo que había pasado y casi como si estuviese obedeciendo las órdenes de Hyoga en cuanto amaneció se metió a la cama con la seguridad de que, cuando despertara estaría a pocas horas de volver a ver a aquel hombre y por fin tendría respuestas a la enorme cantidad de preguntas que tenía.