Lo que paso en el salón de química.
Llevaba media hora observándolos, el rechinar de sus dientes para cualquiera que pasaba cerca de ella se escuchaba como el sonido de dos cuchillas afilándose, eso los hacía correr lo más lejos posible, sin embargo la curiosidad era mucha y se la quedaban mirando aunque poniendo una buena distancia de por medio. ¿Qué rayos hacía parada ahí Helga Pataki frente a esa puerta, si ella ni siquiera estaba en clase de química este semestre? La respuesta era sencilla, espiaba.
La sangre le hervía, se le revolvía el estómago, tenía ganas de matar a alguien y no sabía a quién, si al cabeza de balón o a la idiota que estaba coqueteando con él. Hacía media hora ella estaba feliz, caminaba contenta por los pasillos de la escuela, el día anterior había sido de lo mejor, la primera cita que había tenido con Arnold siendo ella misma, había sido un éxito, o al menos así lo sentía ella, fue todo un día de diversiones, habían subido a la montaña rusa en Dinoland, ahí gritaron hasta quedar afónicos, comieron dulces y luego fueron al cine, de ahí lo mejor fue el compartir las palomitas, y claro después lo más emocionante de todo, el beso que Arnold le dio poco antes de dejarla en su casa y darle las buenas noches, era lógico que pensara que había funcionado, ¿no? Pero de repente los vio ahí tomados de la mano, sonriéndose como un par de bobos, entrando a clase de química como si nada, no pudo evitarlo y se plantó frente a la puerta de la dichosa clase, observándolos, preparando su venganza mentalmente.
Todo parecía muy inocente, ahí estaban esos dos, hablando sobre la clase, ella le enseñaba algo en su libro y él le confirmaba asintiendo y sonriendo. ¡Por qué le sonreía! Helga se quería morir, odiaba sentirse así. De pronto, la gota que derramo el vaso, la idiota alzo la mano y se puso a acariciar el cabello de Arnold. ¡Pero como se atrevía! Helga no dudo más y de un empujón abrió la puerta de la clase, dejando al asombrado Sr. Ichijo, un japonés simpaticón que era el profesor de química, con la boca abierta y sin saber que decir.
De un par de zancadas quedo frente a Arnold y su amiga, amiga de él, amiga de ella, si el que tu amiga se ponga a coquetear con la persona que sabe te gusta, se le podía llamar amistad. Con los brazos cruzados frente a su pecho, mirándolos hacia abajo con toda su furia reflejada en la mirada, ellos estaban confundidos, mirándola, parecía que se había detenido el tiempo porque la idiota seguía con la mano en el cabello de Arnold y Arnold estaba pasmado mirando a Helga.
— ¡Te odio! ¡A ambos, pero más a ti! — Exclamó, mirándolos con furia y señalando a Arnold. — ¡Eres un idiota! Un torpe, un ciego, un imbécil, tarado, bestia, mequetrefe, imbécil, bruto, andrajoso, inútil, pusilánime, memo, palurdo, poco hombre.
Arnold atinó a alzar una ceja y mirarla como si no entendiera que le pasaba.
—Helga… — Ella lo paro en seco, mostrándole su palma y una mirada escandalosamente asesina.
Los compañeros que se encontraban en la clase estaban asustados, nunca habían visto tan molesta a Helga, les parecía que en cualquier momento sus vidas peligrarían si hacían algún ruido así qué trataban de no respirar, también el sr. Ichijo se quedó mudo, mirando todo sin querer intervenir.
—Me tienes harta, ¿sabes? —Miró a Arnold con el ceño fruncido y una vena parecía a punto de reventarse en su frente. —Nada más ves una cara bonita y la sigues, no importa cuánto me esfuerce, siempre terminas cayendo con las bobas.
La pseudo-boba alzó una ceja y la miró con reproche, pero Helga estaba concentrada en asesinar con la mirada a Arnold, quien por su parte de pronto comenzó a mostrar una actitud bastante apacible aunque por dentro le estaban doliendo cada uno de los insultos.
— ¿Qué creías que ganabas con engañarme de esta manera? —Lo apuntó con el dedo. — ¡Eres un cuajado, denso, pazguato, un incordio, un zurriburri!
— ¿Engañarte? Helga, yo…
Arnold se levantó de su asiento cuando escucho la última palabra, pensando en que necesitaría un buen diccionario si quería llegar a entender cada palabra que ella le dijo, nunca había sabido de donde sacaba esas palabras, algunas incluso ya ni se usaban en la era moderna.
—Helga… — trato de hablarle, con la voz más calmada que pudo salirle de la garganta.
— ¡Nada de Helga! —Resonó su voz atronadora por toda la escuela, varios de sus compañeros que estaban en otras clases se asomaban preocupados por la puerta, tratando de averiguar el motivo del enfrentamiento.
—Err, señorita Pataki… —se aventuró a hablar el señor Ichijo, pero su poco valor se esfumó cuando Helga se volteó a verlo con cara de 'ni se le ocurra'. Entones guardó silencio.
—Ayer me decías que lo nuestro podría ser, ¡me besaste, maldito imbécil! —Lo dijo con desprecio —. Y ahora… ahora... ¿Dejas que esta idiota te tome de la mano, te sonría y te acaricie el cabello? —Señalando a la idiota (?).
Arnold entonces razonó sobre lo que estaba pasando. Para su buena suerte Helga estaba celosa, entonces sonrío de lado, entrecerró los ojos, y se quedó mirando a Helga y solo a Helga.
La idiota, porque ahora Helga la llamaría así, nada de dulces apodos, simplemente le diría idiota, rodó los ojos viendo la expresión de Arnold, se levantó también y alzó su mano para mostrarle a Helga lo que tenía en ella, atrapada delicadamente entre sus dedos se hallaba una pequeña criaturita. Helga se quedó de piedra, solo un instante, luego retomo su actitud desafiante, eso no explicaba nada.
—Es solo una Catarina, Helga. No te pongas así. — Se lo dijo sin preámbulos, sin notas de misericordia, no la sentía, acababa de ser insultada sin necesidad y por alguien a quien apreciaba, más o menos.
— ¡Yo me pongo como se me da la gana! —Replicó de mala manera, la furia seguía estancada en su estómago.
— Creo que iré a dársela a Nadine. —Se lo dijo a Arnold, recogió sus cosas y los miro, a ella con un dejo de inquietud y a Arnold con algo de pena, pero no quiso intervenir, era algo que no le competía aclarar, se volvió con una disculpa a su profesor y se marchó, o al menos eso intentó porque la puerta estaba bloqueada con los curiosos.
Arnold suspiró mientras veía que su amiga se alejaba, luego miro a Helga y le sonrío de nuevo.
—Helga, yo…
—¿Ahora me dirás que todo lo que vi han sido alucinaciones? —Ciñó el entrecejo, mirándolo dolida.
—Bueno, no exactamente… —Trató de explicarle.
— ¡Lo ves, eres un fácil, merluzo, buscón, rufián, mujeriego, zascandil, botarate, granuja!
— ¡Espera, espera, aclaremos algo! — aprovechó que tomó una pausa para respirar, para ponerle un dedo en los labios, esperando que no estuviera en riesgo de perderlo de un mordisco, suspiró antes de seguir —. Lo de las manos… verás, ella solo me ayudaba a ponerme el reloj, el extensible se zafó hace un rato.
— ¡Eso no me consta, Arnoldo, cantamañas! — Necia, se quitó el dedo que cubría su boca dando manotazos, dio un paso atrás y lo miró desconfiada.
—Lo de la sonrisa —no dejó de explicar y se acercó a ella—, no puedo evitar sonreírle a las demás personas, es parte de mi personalidad —lo aseveró.
—Ya lo sé… — Frunció el ceño, porque siempre ha odiado admitirle ciertas cosas, miró a sus compañeros y les gruñó, aunque en realidad el enojo se le estaba diluyendo por la sonrisa de Arnold y sus palabras tranquilizadoras.
Todos contenían la respiración sin dejar de observarlos, cuando ella gruñó la mayoría saltó en su asiento.
—Está bien, creo que me las merezco —dijo Arnold y se puso la mano tras la nuca.
— ¿Qué? — Helga lo miró un poco confundida.
—Que supongo que merecía todas esas palabras (Insultos) —seguía con la mano en la nuca —. Me las merezco, al menos la mayoría, algunas de las que no conozco, quizás no — se veía nervioso—, aunque en realidad lo que dije ayer es verdad. Pero me temo que este no es el lugar donde debiste decirlas, ni donde debemos aclararlo.
La tomo de la mano y recogió sus cosas, le pidió disculpas a su profesor con la mirada y sacó a Helga del salón, pasando con agilidad a través de la masa de curiosos que había en la puerta del salón.
— ¿A-a dónde vamos? — Le preguntó soltándose del agarre, pero siguiéndolo de cualquier manera.
—A donde podamos aclarar todo esto —le contestó, sin dejar de avanzar.
Los curiosos los siguieron con la mirada hasta que se perdieron al final del pasillo.
— ¿Qué fue eso? —Le preguntó Lila a su mejor amiga, había llegado ahí por la curiosidad al oír el escándalo, mirando cómo se alejaban sus amigos.
— Celos — Regine (*) le sonrío de lado, no estaba realmente molesta, solo algo asombrada.
—Ya veo. Los conoces bien, ¿no? —sonriente.
Regine la miró mal y luego movió la cabeza.
—Acompáñame a llevarle este animalito a Nadine, debe estar en clase de biología y dejemos que esos dos arreglen su vida —dio la vuelta para dirigirse hacia el lugar mencionado.
— ¿Pasaremos por la clase de matemáticas avanzadas, donde está tu Lorenzo? —Intuitiva, remarcó el "tu" en la frase.
—Lila…
—Lo siento, a veces no puedo evitarlo —soltó una risita y luego la siguió con una sonrisa enorme en la cara.
Todo en la entrada al salón de química y los alrededores se comenzó a despejar, no sin que entre murmullos, uno que otro alumno de aquella secundaria se preguntara qué es lo que pasaría con Helga y Arnold, algo que por ahora solo ellos sabrían, aunque pintaba a que no sería la última vez que vieran un espectáculo de esta magnitud.
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Un muy silly drabble que le prometí a Killacad. Espero que les guste. XD (Se va y se esconde, sabe que está demasiado oxidada con la escritura)
(*) Regine es mi OC.
