Disclaimer: Nada me pertenece salvo la trama. El resto es de Jotaká y no gano nada con esto.


Precipicio

Sol, mar, brisa.

Recuerda aquel día, hace ya tantos años. Cuando era una niña, de cabello oscuro y mirada pícara, en aquella playa. Cuidaba de sus hermanas, allá a lo lejos. Cissy y Andrómeda, chapoteando en el mar. Y su mamá, allí en lo profundo, nadando, feliz y contenta.

Druella era una mujer valiente, fuerte, sabía saltar al vacío, o eso decía Cygnus.

Y aquel día, saltó. Oh, si saltó. Subió a lo más alto de un acantilado, con su bañador azul brillante y la sonrisa en el rostro, Salto de acantilado, es muy divertido, algún día también lo haréis. Pero Bella ya sentía que algo iba mal, lo sabía de alguna forma.

La sonrisa de su madre intentó tranquilizarla. Nunca comprendió por qué su madre era tan distinta al resto de la familia. Todos eran sombríos, a veces aterradores, todos parecían moverse en las sombras. Pero no Druella. Debía ser la única descendiente de los Rosier que se dedicaba a hacer galletitas de crema con una sonrisa en el rostro. Andrómeda la amaba con todo su ser. Y ella lo sabía. Sabía que su hermana tenía miedo a su padre, a su tío, a su abuelo… Pero no a su madre.

Tenía que reconocer que de pequeña también ella la quería mucho. Era un descanso, un bálsamo para el dolor, el miedo y la desesperación. Y aquel día, con su habitual sonrisa, su madre se dispuso a enseñarles otra de esas grandes cosas de la vida, un momento de adrenalina y felicidad que algún día ellas probarían. Simplemente una experiencia que vivir.

Lástima que aquellas rocas del fondo parecieran no pensar lo mismo. Duras, frías, cortantes, crueles. La sangre inundó la superficie. Andrómeda jamás lo vio. Cissy gritó. Bella sólo ensombreció su mirada, como si ya supiese lo que iba a suceder, derramando una única lágrima.

Han pasado más de treinta años. Las hermanas han cambiado, han encontrado su lugar en el mundo. Encontraron un modo de vivir. Pero aquel día, Bellatrix Black se prometió jamás ser como su madre. Jamás caería por un precipicio por pura estupidez. Cada paso que diera la llevaría a lo más alto. No habría sonrisas para la gente estúpida, ni miradas de compasión.

Lo cierto es que Bellatrix siempre temió acabar como Druella. Y ahora está en lo más alto, junto a Él, junto al Señor Tenebroso. Los recuerdos siguen ahí, clavados en su mente.

Pero ya no es una niña triste, ni asustada, ahora es la mortífaga más importante del gran Lord, su mano derecha, una pieza importante.

Y por eso hoy debe olvidar, porque la batalla más grande jamás ocurrida empezará en unos minutos. Ella lo sabe, y luchará hasta el final. No con una sonrisa estúpida en la boca, no intentando ayudar a nadie. Luchará intentando olvidar la brisa del mar en aquella tarde de julio, años atrás. Luchará intentando olvidar la mirada feliz de su madre. Y lo logrará.

Porque luchará por él.