Holiiis!

Nueva historia. Costará de tres capítulos, espero poder cumplir y subir uno cada semana :)

Espero que les guste.

Empezó como una loca idea y terminó como un fic.

Bye.


Disclaimer; los personajes de esta historia pertenecen a J. K. Rowling, excepto los que han sido creados por mí.


Sentidos y miradas

Capítulo 1. Draco

I

—Está nevando.

Un brazo se engancha al mío. Suspiro. No me muevo. Quiero que la brisa fría de la nieve me acaricie el rostro.

Respirar aire puro, helado y relajante, es todo lo que necesito en un día como hoy.

Aunque, me encantaría estar ahí, entremedio de todos, haciendo ángeles de nieve o… cualquier cosa.

—Tengo frío, ¿Podemos entrar?

Su voz me saca de la nebulosa de lo que quiero hacer y me transporta al presente.

Muevo la cabeza de acuerdo.

Caminamos sin ninguna prisa hacia la entrada y poco a poco vuelvo a escuchar el bullicio del Gran Comedor. Hace diez minutos he terminado de cenar y sin avisar a nadie me he escabullido. Pansy me ha alcanzado.

—Has mejorado —murmura cuando nuestros pasos se dirigen hacia nuestra Sala Común.

Sonrió.

Las mazmorras siguen siendo frías, grises y silenciosas. Un goteo continuo se escucha a lo lejos, estamos cerca. Pansy no puede acompañarme hasta mi habitación, no quiero que lo haga.

—Estás muy callado hoy.

Tanteo la barandilla y doy un paso hacia el primer escalón, la miro —Pensativo —susurro.

Mi morena amiga solo… solo se queda en silencio. Está en silencio, y escuchó el tarjeteo de todos. Moviéndose, apartándose, quitándose de mi camino.

Me giró.

No me aferro.

Me muevo deliberadamente. La varita apenas y se asoma de mi manga. Me guía, me facilita las cosas tanto o más que andar con Pansy.

Entrar a mi habitación es un contraste con el mundo exterior: esta cálida, en silencio.

A medida que camino hacia la cama me quito la ropa y convocó el pijama, me dejo caer en las cálidas frazadas acurrucándome con la almohada más cercana. Cierro los ojos dejando que la oscuridad inunde mis pensamientos.

Hoy, o ayer, no lo recuerdo, se cumplen seis meses desde la guerra. Me reincorporé dos semanas después de que Hogwarts volviera a su funcionamiento. Fue una petición expresa de mi madre antes de morir.

Estaba sedado y apenas escuchaba cuando leyeron su testamento, por supuesto pude… pude enterarme mejor cuando estuve plenamente consciente de todo. Ella murió a manos de él, mi padre está pudriéndose en Azkaban y yo estoy terminando Hogwarts para encerrarme junto a él.

No tengo una jodida idea de porque lo permitieron, pudieron haberme mandado ahí apenas salí del hospital, pero no, no, ellos decidieron que debía terminar el colegio y, luego, podían encerrarme.

Aunque, estaba agradecido.

Agradecido por el golpe de realidad que recibí. Tuve que perder algo importante para darme cuenta de que debía dejar de contar los días. Solo debo vivir, vivir dentro mis posibilidades. Cada día era uno menos y una más a la vez, menos para que me encierren y más para poder disfrutar de las cosas que antes había pasado por alto.

Me relajo. Dejo que el sueño me inunde. Tengo que dormir. No puedo vivir a base pociones.

Dormir o estar despierto es lo mismo.

Theo me espera afuera, agradezco que no sea como Pansy, caminamos en silencio dirigiéndonos al Gran Comedor. Tenemos deberes que comentar mientras desayunamos porque una clase de Transformación sería tediosa sin la energía que necesito.

Pansy se nos une en el camino. Juntos nos sentamos en el mismo sitio.

El gentío es mínimo, no oigo nada más que susurros pocos por aquí y por allá.

—Son correctos —comenta Theo luego de unos minutos.

Me devuelve los apuntes que le he pasado. Se lo agradezco: Theo y Pansy son las personas en las que más confió.

—Está aquí —murmura Pansy. Se mueve, sus pies se deslizan impacientes por el piso.

—Es Potter, Draco —confirma Theo.

El mundo se queda en silencio cuando él se mueve entremedio.

—¿Cómo se ve?

Sé que ambos comparten una mirada de duda, finalmente Pansy habla —Pálido.

—No me dices mucho, Pans.

—Triste —comenta Theo—. Melancólico, herido, creo que… no ha cambiado en nada desde ayer.

A tientas busco el tenedor y parto… —¿Qué desayunamos hoy?

—Waffles.

Parto los waffles llevándome un pedazo a la boca. El sabor dulce se sumerge en mi boca, hay pedazos de frutilla en medio.

—¿Con quién está?

Alguien bufa.

Ambos tardan en responder. En realidad, se quienes lo acompañan.

—Longbottom y Finnigan.

—Predecible —hablar con la boca llena es de muy mala educación, pero últimamente lo he hecho a menudo. Disfruto de las cosas que antes no hacía.

—Yo diría… aceptable.

Pansy y Potter, según ella, han llegado a un acuerdo mutuo donde ella le pidió perdón y el solo asintió. Pansy ha cambiado, Theo sigue más introvertido y yo, bueno, ya no soy el insufrible chiquillo. Si lo siguiera siendo no estaría aquí, estaría muerto.

Parpadeo borrando los malos recuerdos.

—Yo diría… consolador.

Frunzo el ceño.

Aceptable y consolador.

Me pongo en los zapatos de Potter por un segundo. Estaría destruido… no tan solo me hubiera desagarrado la garganta, sino también a mí mismo. Lenta y dolorosamente.

Perdí a mi madre, dolió, no la vi y eso hizo que doliera un poco menos. Su ausencia me rodea cada vez que piso Malfoy Manor.

Perdí a Zabini, un gran amigo y amante, cuando murió en mis brazos en medio del fuego demoniaco.

Perdí la autonomía.

—Llegaremos tarde, Draco.

Dejo el tenedor a un lado. Dos bocados. Me estomago se revuelve y suena, lo ignoro. Pensar en las cosas que perdí, solo el comienzo, me da nauseas.

Me levanto. Pansy y Theo lo hacen también.

Caminamos presurosos hacia la salida, siento las pisadas de los demás.

Me detengo.

Miro hacia la entrada.

Alguien está a mi lado.

—¿Nieva?

Ella suspira apoyando su cabeza en mi hombro —El suelo está más blanco que ayer.

Asiento y dejo que me lleve.

Escucho murmullos a medida que llegamos al salón, siempre son iguales. No me toleran, yo los ignoro, pero no ignoro las bromas pesadas y crueles que me hacen. Son mínimas a las que yo hacía, pero esta vez, por cualquiera de ellas, mi vida corre peligro.

Un paso en falso, una indicación errónea o una oscilación de varita de más murmurada y estoy muerto.

Estoy ciego.

La guerra no solo me quito seres queridos o amigos.

No tengo autonomía.

Zabini murió en mis brazos, algo cayó encima de mí noqueándome y quemándome el rostro.

No hay huellas, los Sanadores de San Mungo y Madame Pomfrey se lucieron curándome y revitalizando mi muerta piel. No hay cicatrices asquerosas ni piel arrugada. No está perfecta tampoco, me toco y siento pequeños desniveles que, según Pansy, son invisibles.

Realmente, no lo sé. No me veo. Pansy siempre se encarga de que mi cabello esté en orden o de cualquier cosa que se le ocurra.

Theo se encarga de revisar mis apuntes, puntitos que forman letras, o simplemente lee en voz alta cuando estudiamos.

Es una mierda, pero estoy acostumbrándome a vivir con ello. Fue difícil. No lo acepté y pensé muchas veces en terminar con mi vida, pero siempre había algo que me hacia desistir. Promesas. Soy fuerte y soy capaz de salir adelante, no importa cómo, solo importa el que puedo hacerlo y lo estoy haciendo. No importa donde termine… aprovecharé estos momentos.

—McGonagall ha llegado —Pansy murmura al tiempo que me toma del brazo para ponerme de pie.

Escucho atentamente las indicaciones y cuando finaliza percibo sus pasos acercándose, toca mi hombro y murmura algo sobre que no sería justo que participara.

Me contengo en gritarle porque sé que tiene razón, puedo hacer mínimos hechizos, y solo si estoy cien por ciento seguro de lo que hago. Me calló y asiento. Me conduce hacia otro lado. Todos tendrán acción, yo simplemente leeré un tedioso libro y haré deberes.

Mi entretenida sesión de clases se termina cuando McGonagall se apiada de mí y me deja salir diez minutos antes que los demás. Percibo los pasillos desiertos, estoy solo, no debo estarlo, pero me aburro de andar siempre con niñeras.

Estoy agotado, mi mano esta temblorosa de tantos hechizos braille que he hecho en el pergamino.

Me muevo según me va indicando la varita.

Se supone que a unos cuantos metros más llegaré a la entrada y podré deslizarme entre la nieve.

Creo… no, estoy demasiado seguro de que es lo que más extraño. Es algo estúpido, pero la nieve, blanca y neutral, es tranquilizante. Añoraría acostarme en ella y solo… solo… estar ahí dejando que la humedad se colara por mi ropa.

—¡Pero miren lo que escupió el fuego!

Me detengo abruptamente.

El hechizo guía se rompe.

—¿Qué quieres?

El chico, obviamente de doy cuenta de ello, camina a mi alrededor. Puedo sentir sus pisadas cerca —Queremos que te vayas de aquí.

¡Malditos cobardes! En otro tiempo, les soltaría alguna estupidez propia de mí, pero ahora estoy con una jodida gran desventaja. No veo nada —El año terminara pronto y me iré.

—La cosa es que… —chico número dos hace su aparición. Son solo dos, mi instinto no falla— queremos sacarte ahora de aquí.

La varita pulsa en mi manga, podría hechizarlos, pero que dé en el blanco es imposible. Tendría que concentrarme muy bien. Doy un paso atrás —No querrán ensuciarse las manos con un simple mortífago.

Se ríen burlonamente.

Se mueven.

Se coordinan.

Cierro los ojos. Me concentro.

Me muevo cuando un hechizo pasa rozando mi cabeza.

Es lo mas que puedo hacer. Jadeo por el esfuerzo. Se han esparcido. Atacaran. Cualquier hechizo me noquearía.

Apretó los dientes y miró al suelo.

Derrotado.

Entonces, escucho gritos que se cortan al instante.

El silencio reina.

Parpadeo y levanto la mirada intentando percibir el motivo por el que todo cambió a mi alrededor.

Una mano me toma del codo levantándome.

Sin un sentido los otros se potencian. Mi olfato está un poco más desarrollado. Ese olor. Se quién es.

Tiemblo.

Jadeo.

—Potter.

II

No lo afirma. No dice nada.

Sé que es él…

Aún… aún puedo reconocer su olor.

Puedo…

Me muevo soltándome de su agarre dando pasos inseguros hacia atrás.

Tengo que alejarme e irme. No puedo estar en el mismo lugar que él. Es… aún es demasiado doloroso.

Susurró dos palabras. Y la vocecilla sale a flote diciendo exactamente donde estoy. Trazo un nuevo camino hacia las mazmorras, cambio de planes.

No decimos nada.

Está parado frente a mí, pero no le digo nada.

Cualquier palabra sobra.

Me aferro y camino según se me indica.

Todo está despejado, hay silencio en medio y es necesario para que mi agolpado corazón intente tranquilizarse.

Potter y yo tuvimos algo. Corto e intenso.

Termino tan pronto como empezó.

Fue un desliz que se repitió más veces de las que me gustaría.

Explosivo y prohibido. Un subidón de adrenalina que nos tuvo a ambos arriba, tan arriba que aún siento el golpe y las magulladuras en el cuerpo.

Siempre supe mis preferencias, mi padre pretendía que me casara al terminar la guerra y continuara con el linaje Malfoy. Nunca fue necesario que le dijera que desistiría. Potter no sabía. Estaba en el limbo… ambos nos encontramos en un punto y no pensamos mucho cuando nos involucramos. Solo que… él si supo regresar… yo me quedé ahí esperando cosas que nunca sucederían.

Alguien entra cuando estoy medio dormido. Sus pisadas a penas y se sienten en la madera.

No es tarde, pero luego de mi encuentro preferí encerrarme en mi habitación. No fui a cenar.

—Te traje algo.

—No tengo hambre.

—Draco…

Me giro hacia la voz. Mi aspecto debe ser deplorable: despeinado y cansado.

—Tuve un motivo para no bajar, no tengo hambre.

—Bien, no comas, pero debemos hablar.

La cama se hunde cuando Theo se sienta.

—Pasó algo —comienza—, Potter atacó a dos estudiantes, escuché que quieren expulsarlo.

Mi cuerpo se tensó. Ni siquiera había pensado en mis atacantes. Solo me fui y no es que me fuera a preocupar por ellos.

—Pansy dice que… McGonagall está atada de manos. ¿Tú sabes que pasó, Draco?

No podía mentir. Ni siquiera podía mirarlo ni saber su expresión ante alguna mentira. No ver… estar ciego era una de mis mayores desventajas.

Me senté en la cama —Quisieron atacarme. Potter apareció, ni siquiera estaba seguro de que fuera él. ¿Qué les hizo?

—La cosa es que… no encontraron ningún hechizo en su varita. Creen que hizo magia… no verbal.

—Potter no habla, Theo… —murmuro inclinando la cabeza hacia un lado pensativo— sin embargo, eso no contesta mi pregunta.

—Los quemó.