HOLA AMIGOS Y AMIGAS:
AQUÍ ESTOY DE NUEVO Y TRAYÉNDOLES OTRO FIC DEL AÑO DE LA PERA...
Este fic lo tenía en esta plataforma pero por problemas varios, lo tuve que retirar.. en fin, ya está de regreso. En la medida que lo vaya editando lo iré subiendo, mientras tanto, espero sus comentarios porque sé que todavía hay personas que no lo han leído. Eso sí, desde ya les advierto que esta historia es bastante outcannon, con lemmon y con personajes en donde les costará reconocer al antagonista, ya que todos son ángeles y demonios, tal como las personas... con sus lados oscuros y amables.
Espero les guste y, comenten!
Besos de bruja,
Gin.
PRESENTACIÓN
Una noche de pasión significó un cambio radical en la vida de la afamada diseñadora de alta costura, Herms Grennett… para sus amigos, Hermione Granger, quien, alejada de la magia, había labrado su destino como una distinguida y aclamada diseñadora de modas, dueña de la casa de costura de mayor prestigio de Australia… con poder y dinero para tener al mundo a sus pies: Estrellas de cine, cantantes, autoridades y todas las celebridades del jet set querían sus diseños y clamaban por su presencia.
Draco Malfoy negado a dar un heredero a la familia Malfoy, termina con su novia de años, Astoria Greengrass una noche en un desfile de modas en Australia. Allí reconocerá a la que otrora fuera su acérrima enemiga, hoy Herms Grennett, una mujer audaz, bella, inteligente y por sobre todo, seductora y atractiva, no la joven sencilla y sabelotodo que conoció en Hogwarts.
Solo una noche, solo una vez bastará para que sus destinos queden cruzados y sus vidas cambien para siempre….
"Todo por una noche", un Dramione de Ginger Lestrange
La mayoría de los personajes y lugares corresponden a la brillante escritora J.K Rowling... con mucho respeto y admiración por su trabajo, he realizado fic... espero les guste y den su opinión. Gracias.
CAPÍTULO 1: UNA NOCHE BASTA
Y allí estaba Draco Malfoy, con cara de pocos amigos viendo cómo su novia, la hermosa, sofisticada y distinguida Astoria Greengrass se deleitaba con los diseños que las modelos de pasarela lucían uno tras otro en ese lujoso desfile de modas.
¿Cómo diantres se había dejado embaucar de esa manera y estar en medio de tantos muggles que miraban embobados las piernas en extremo delgadas de algunas modelos? Que, lejos de ser ejemplos a seguir, él las hubiese puesto en una revista médica de gente con problemas alimenticios.
Todo era culpa de su padre que contrario a lo que muchos en el mundo mágico se podrían imaginar, no se encontraba purgando culpas en Azkaban, sino que pasaba sus últimos meses de vida en casa, pues los medimagos descubrieron que sufría un grave maleficio que al parecer se lo había lanzado Bellatrix Lestrange, el cual en resumidas cuentas, terminaría su vida en un lapso de pocos años. Para muchos, aquella bruja había sido magnánima al otorgar un margen de vida tan largo o, definitivamente, el hechizo le resultó un desafío y no lo logró llevar a buen término. El asunto era que a Lucius (en honor al tiempo transcurrido desde aquél entonces) le quedaba poco tiempo de vida, un año como mucho, y por eso se le había puesto entre ceja y ceja que por fin su hijo único se casara y le diera un nieto.
Draco estaba negado a la idea de ser padre y no solo por ir en contra de Lucius (eso nunca lo había hecho), sino que ya bastante tenía con cargar sobre los hombros el alicaído apellido Malfoy, que no quería condenar a un hijo suyo a sufrir lo mismo que había soportado él durante los años posteriores a la guerra: bienes confiscados, empresas quebradas, rechazo social y el apellido por el suelo. En base a propia entereza y al ojo clínico de su padre para los negocios, logró rescatar una empresa con sede en Sudáfrica, con la cual había conseguido costear las deudas de las otras, solventar gastos de abogados y, ¿por qué no decirlo? …para sobornar a uno que otro miembro del Ministerio a objeto de dilatar al máximo el juicio contra Lucius. Lo bueno de todo era que él, Draco, había salido limpio de todo, pues muchos dieron por hecho que, tanto él como su madre, estaban bajo amenaza de muerte. Situación que no estaba lejana a realidad…
Por otra parte, el correr de los años también tenía su lado amable y eso era que las cosas, paulatinamente, retornaban a su cauce normal: Narcisa ahora se hallaba tranquila, haciendo vida social e intentando crear un nuevo círculo de amistades; Lucius hacía lo suyo finiquitando detalles del pasado: preocupado de hacer buenas inversiones y negado a la idea de que el apellido Malfoy se perdiera con Draco. Llegaba a ser desgastante e incluso desesperante los sendos discursos que hacía con tal de convencerlo de entregarle un nieto. Pero no, él jamás cedería. Un nieto, nunca.
Y por otra parte, Astoria. Su eterna novia. Terminaban y volvían… así se la pasaban desde que habían salido de Hogwarts. Hubo un tiempo en que estuvieron viviendo juntos en un departamento en el centro de Londres, pero Draco no era para vida «casi conyugal», ni menos para ser fiel. Y ni menos Astoria… quien tampoco gustó de esa vida. No podía dejarse de ir a grandes fiestas, amistades al por mayor y viajes, cosas que a Draco, sinceramente pasaba por alto, pues no eran de su interés.
Pero ahora allí estaba. Sentado en la orilla de una pasarela, en medio de tanta gente y fotógrafos. En el mundo no-mágico (o muggle) también era conocido como Draco Malfoy, uno de los empresarios jóvenes más prominentes de Londres, así como el soltero más codiciado. Pero a él eso poco y nada le importaba. Incluso estaba seguro que en la mesa del frente, la mujer que lo miraba era una actriz de cine. Esbelta, de cabello liso y negro, de labios sensuales… ¡muy sensuales! Intentaba mirar hacia otro lado, pero su vista regresaba donde ella. En uno de tantos juegos de miradas, al fin comprobó que no estaba sola. Un hombre de cabello rubio y de ojos azules se le acercó y la besó. Ahora recordaba… se trataba de otro actor. En fin, fijó su mirada en Astoria que poco interés, a estas alturas, le provocaba, mientras bebía un sorbo de su trago.
Al cabo de unos diez minutos, el maestro de ceremonias indicó que el desfile había concluido, no obstante, antes conocerían a la famosa creadora de la casa de modas de alta costura, la famosísima, Herms Grennett, dueña de Creaciones Grennett, ropa exclusiva para mujeres de diseños únicos e innovadores.
—¿Dueña? ¿Es una mujer Herms Grennett? Yo habría jurado que el dueño de los Diseños Grennett era un hombre —dijo Astoria algo sorprendida. Para él eso no significaba nada, con tal que todo pasara y rápido. Ya estaba cansado y deseaba regresar al hotel o irse a otro lado. El gentío sinceramente lo hastiaba.
En ese momento se escuchó una música especial y una mujer que vestía un largo traje blanco con abertura en las piernas, dejando ver una suave y tostada piel, entallado en la cintura y con un escote pronunciado en la espalda, casi al borde de mostrar más de lo debido, se paseaba tomada de la mano de un modelo. Otro se le acercó y le entregó un ramo de rosas blancas.
La mujer era bella, tenía un cabello castaño liso que le llegaba a los hombros, un maquillaje perfecto, una sonrisa encantadora, pero…
—Espera, espera… ¡Yo sé quién es! ¡La he visto antes!
Draco no daba crédito a lo que sus ojos estaban viendo. ¡Era ella! ¡La estúpida «sangre sucia» de Hogwarts! La famosa amiga del arrogante de Potter, pero ¿qué demonios hacía allí? ¿No era que se había casado con el harapiento de Weasley? Aunque en alguna oportunidad había leído que se estaban por divorciar.
Pestañeó una milésima de segundo, para mirarla mejor y de cerca. Pero ahora ella estaba parada frente a él. Tenía una pierna justo delante de sus ojos. ¡Dios! ¡Ella era fantástica! ¿Habría estudiado modelaje? Pero algo se había hecho, no la recordaba tan perfecta… ¿perfecta? Bueno, no debía negar que siempre la había encontrado bella… lo que la afeaba eran sus compañías: Potter y Weasley, par de zánganos.
Sus ojos miraron las piernas y de apoco fueron escalando hasta encontrarse de frente con los ojos marrones de ella que lo observaban desde arriba. Sonriente, ¡ella le sonreía! Eso sí, lo había sorprendido. Luego giró y regaló un beso a los asistentes. Tomó el micrófono y lo único que dijo fue: —Espero que hayan disfrutado de mis creaciones. Fue un placer compartir esta noche con ustedes. Nos veremos pronto en Londres. Adiós.
¡Era ella! ¡No cabían dudas! ¡Conocía esa voz! ¡Debía ver la forma de hablar con Hermione Granger! —¿De dónde se inventaría eso de «Herms Grennett»? Bueno el Herms, podría ser diminutivo de Hermione, pero ¿Grennett? Obvio, era su segundo apellido… Se decía mientras su boca aún no se cerraba del todo, en tanto ella ya se había retirado por un costado del escenario.
—¿En qué piensas, Draco? —lo interrumpió Astoria.
—En tu diseñador, que es una mujer.
—Elegante, ¿te fijaste? Es hermosa. Amor, ¿y si conseguimos una cita con ella? —al parecer Astoria no la había reconocido. Era de esperarse, podría asegurar que ambas jamás habían cruzado palabra en sus tiempos de colegio.
—¿Para qué quieres una entrevista con ella? —preguntó intentando ponerse de pie pues ya era hora de retirarse.
—Porque dicen que hace ropa exclusiva pero con pedidos especiales y con mucha anticipación. Yo quisiera que me diseñara mi vestido de novia.
—¿Te vas a casar? No me has invitado —dijo sarcástico.
—¡Te pones peor que tu padre, Draco Malfoy!
—Ya, tranquila. Vamos al bar del hotel, ¿sí? Aún es temprano. Podremos tomarnos unos tragos antes de regresar al hotel, ¿qué opinas? Así se te pasa el enojo.
—Dicen que ahora hay una recepción, pero es solo para personas elegidas con anticipación. Me imagino que tu amiga Angelina ha de estar invitada —dijo sin darle una respuesta a lo propuesto por él.
—¿Quién es Angelina? —preguntó Draco desconcertado.
—Esa —apuntó a la mujer que hacía unos instantes Draco había mirado.
—No seas celosa, Astoria. Ella es una actriz, mejor vayámonos.
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Había sido un día agotador que por fin había culminado y con los mejores resultados. Ahora le restaba la fiesta de cierre a la cual no pensaba ir, puesto que lo único que quería, era descansar. Dejaría todo en manos de Bruno Bassi, su mano derecha en los negocios y uno de los mejores amigos en el mundo de la moda. Conversó unos segundos con alguna que otra celebridad y luego se escabulló por el ascensor. Adentro, respiró profundo, no obstante, antes de dirigirse a su pent-house, que quedaba en el mismo hotel, pero en el piso veinte, decidió ir al bar, a tomarse un trago tranquilamente, fumarse un cigarro en la sección de fumadores, pedirle al barman poner su música favorita y relajarse leyendo sus correos personales en el celular.
Hacía eso durante los últimos cinco años que llevaba viviendo en ese lugar. Si bien tenía una hermosa casa de campo en las afueras de Melbourne, su centro de operaciones era Sidney. Pero por poco tiempo. Había decido volver a Londres, junto a su padres, y abrir una sucursal de la Casa Grennett en su país natal.
El ascensor se detuvo en el segundo piso en donde estaba el bar, un lugar privado al que sólo algunos estaban autorizados a ingresar y por sobretodo, dispuestos a pagar. Acomodó el cuello de su abrigo, puso el bolso de mano debajo del brazo y avanzó.
Caminaba tranquila, en ese lugar no requería guardia especial. La conocían y ella conocía del sistema de seguridad del edificio, por eso llevaba tanto tiempo allí. Era como su casa. Podía organizar los desfiles sin problema, tenía su hogar y se desplazaba tranquilamente. Además nadie sabía que era bruja, sólo que era una mujer con mucho poder y que gozaba de fama y fortuna.
Buscó la mesa de siempre, mesa que a esa hora, como era costumbre, tenía un letrerito que decía: «Reservada». El hombre del bar se acercó y le ofreció un trago (el de siempre) y al cabo de unos segundos una música suave se comenzó a escuchar. Sonrió. Siempre lo hacía. Así descansaba y ellos la conocían.
Al cabo de unos segundos le llevaron el vaso con licor, un pequeño pocillo con pistachos y maníes. Además un cenicero, le era puesto sobre la mesa. Esa era la rutina de la famosa diseñadora. Se sentía querida y respetada por esa gente que la había acogido y dado la oportunidad de mostrar al mundo que ella era una de las mejores diseñadoras y que con sus creaciones nadie podía competir.
Mientras miraba el celular e intentaba dar respuesta a algunos mails, vio que en un par de mesas más allá, estaba una pareja. Al parecer discutían. La mujer hacía ademanes con los brazos y su seño estaba fruncido. Los había visto durante el desfile, estaban en primera fila. Y el hombre que ahora estaba de espalda a ella la había mirado embobado. ¡Estaba segura que lo conocía, por eso le había sonreído durante el desfile! Y ahora que lo miraba detrás… ese cabello blanquecino bien cuidado, el porte y esa actitud serena, frente a lo que parecía una rabieta de la mujer, no podía ser otra persona que…
—Malfoy —dijo con voz suave, mientras encendía un cigarrillo y se dedicaba a mirar lo que sucedía. Observó al hombre de la barra, a quien le hizo un gesto con la cabeza y éste disimuladamente disminuyó el volumen de la música, aunque ella era bruja y perfectamente podría con un hechizo escucharlos, pero aceptó de buena gana hacerlo al estilo muggle.
—¡Me tienes harta, Draco! Siempre te ríes de mí, ¡diez años juntos! He perdido mi juventud contigo.
—¿Perdido? Yo diría más bien «aprovechado». ¿De qué te quejas?
—De que jamás vamos a estar como marido y mujer, y yo… ¡me cansé! Buscaré a otra persona que realmente me aprecie por lo que soy...
—«Por lo que eres» —repitió—. Bien, hazlo. Yo no te detendré. Astoria, me cansas. ¡Tú me cansas a mí! Y ya no hables tan fuerte, me molesta.
—¡Qué me importa que te moleste! ¡Me voy! Si quieres me sigues.
La mujer se puso de pie, tomó su bolso y el abrigo, y salió hecha una furia. Hermione vio desde la penumbra cómo Draco daba un suspiro y sacaba un cigarrillo, pero al parecer no encontraba el encendedor. Hermione sonrió.
—Un mago sin poder hacer magia… creo que el cielo está de mi lado esta noche.
Con la actitud que la caracterizaba, sacó de su cartera de mano un encendedor de creación propia con oro y diamantes y caminó resueltamente hacia Draco.
Activó el encendedor y se lo acercó al cigarro de él.
—Gracias —dijo y al mirarla se encontró con la mujer que había lucido ese sensual vestido blanco y ahora estaba justamente frente a él. De tanto mirarla, casi se quema con el cigarro al quedar pegado en los ojos de ella y por haber intentado encenderlo al revés.
—Tranquilo, Malfoy.
—Granger… —agregó arrojando el cigarro en el cenicero.
—La misma, ¿te puede acompañar? Veo que tu novia se acaba de ir… —sin esperar respuesta se sentó frente a él y cruzó las piernas, dejando ver la belleza de ambas, ya que la abertura del vestido se deslizó hacia los costados. Se notaba que traía unas medias de seda transparentes y brillantes, que lo hacían dar ganas de acariciar aquella piel suave que estaba frente a él. Pestañeó y giró la mirada hacia ella, pero Hermione ya había reparado en dónde estaban los ojos de él. Y a decir verdad, eso le gustaba muchísimo. Si ya en sus años de adolescente Draco Malfoy era un joven atractivo, muy apetecido entre la población femenina del colegio y, con los años, se había convertido en un hombre totalmente seductor. De hombros anchos, pectorales perfectos, sin una gota de grasa en su cuerpo, espigado… ni qué decir de sus facciones, totalmente varoniles, y esos ojos…. esos ojos eran verdaderamente atractivos.
Ahora Draco la sorprendió a ella mirando más de lo debido.
—Si fuera alimento, ya me habrías devorado —dijo seductoramente.
—Y parece que yo sí lo soy, hace un momento casi te comes mis piernas —respondió encendiéndole nuevamente el cigarro a Draco.
—¡Vaya Granger! No conocía esa fase tuya tan… «provocadora»
—¿Provocadora? ¿Yo? No, ese no es adjetivo que yo utilizaría… diría que es solo mi faceta adulta. Vamos, Malfoy son… ¿cuántos? ¿Diez años?
—¿Desde Hogwarts? —ella asintió—. Pues sí, es mucho tiempo.
—¿Y tú todavía sigues con esa estupidez de la sangre que tanto te enorgullecía?—preguntó mientras recibía el trago que el mozo le trasladó desde la mesa anterior. Draco rio y se admiró de lo apreciada que era Hermione en el lugar. El hombre le hizo una especie de reverencia y se retiró.
—Pues, no. Bueno, entre magos viejos, todavía se da, pero en mi caso...
Hermione lo miró y tomó un sorbo de su trago, el cual tenía un extraño color azul.
—¿Qué bebes? —preguntó curioso.
—Semen de pitufo —respondió tranquila y Draco no pudo aguantar una carcajada.
—¿Qué es eso?
—¿Qué? ¿El semen o el pitufo?
—El pitufo, claro —respondió riendo.
—¡Ah! Es un programa de dibujos infantiles… son unos bichitos azules, pero este trago contiene vodka, curazao azul, coco… eso… más o menos —Draco la seguía mirando sonriente—. Es rico —aseguró dando otro sorbo.
—No lo dudo, pero solo que por el nombre no lo tomaría. Y dime, ¿habrá un lugar en donde podamos hablar sin que ese par nos espíe? —preguntó acercándose al oído de ella y mirando al mozo y al barman que los observan interesados.
—Vivo en el piso veinte de este hotel, si quieres…
—¿Me invitas a tu departamento? ¿Invitas a un exmortífago?
—¿Y sigues con eso de los mortífagos? A estas alturas me suena como algo de la Edad Media, casi formando parte del folklor de mi país.
—No, claro que no. Hace rato que no sé de alguno que ande suelto… Creo que al final todos están en Azkaban.
—¿Y? ¿Qué dices? No hago la oferta dos veces.
—Tú me guías —Draco dejó dinero sobre la mesa y salió detrás de Hermione.
Ella sentía que el corazón se le iba a salir. Estaba nada más y nada menos que llevando al mismísimo Draco Malfoy a su pent-house. Él, ni se imaginaba dónde, ni cómo vivía. ¿Sabría que ella era la diseñadora Herms Grennett?
—Sí lo sé, t reconocí cuando te vi.
—¡Ah! Lo olvidaba. Prohibido ver mi mente, ¿entendido?
—Lo hago sin querer, pero tendré más cuidado para la próxima. Lo prometo.
—Gracias.
Draco iba un paso más atrás y, aparte de hacerlo porque ella lo guiaba, era para mirarla detalladamente. Su cintura era pequeña y las caderas eran redondeadas y perfectas. Aunque su mirada quedó pegada en el escote del vestido. Ella no se había puesto el abrigo, lo llevaba en la mano. Por lo tanto podía ver de cerca ese escote trasero que lo estaba realmente excitando. En ese preciso instante reparó en lo poco caballero que había sido y le pidió el abrigo para cargarlo él.
Ella se lo entregó y ambos rosaron sus manos y fue como si una pequeña descarga eléctrica los recorriera completamente. Draco estaba alucinado con esa mujer que tenía delante. Si no la hubiese conocido en la escuela, en donde de tanto odiarla por ser perfecta en todo, que incluso llegaba hasta soñar con ella, diría que era otra.
Subieron hasta el piso de ella y al abrirse la puerta del ascensor se encontraron en un pasillo de una sola puerta. A Draco le extrañó, pero la siguió. Hermione ingresó una clave numérica en un tablero digital dispuesto en el lado derecho de la puerta en donde luego escuchó un «clack», momento en que Hermione giró la perilla e ingresaron.
Adentro era un lugar enorme, con toques totalmente femeninos: una sala con sofás modernos en tonos pastel, un piso mullidamente alfombrado en color crema y una escalera que subía a hacia las habitaciones. También había allí un gran mueble con libros, un escritorio al final de la sala en donde se veía una ventana, esa era la cocina.
Adornaban el lugar unos cuantos cuadros que Draco no quiso preguntar la autoría, porque no sabía mucho de pintores muggles. A excepción de uno que conocía y estaba seguro que un…
—Sí, es un Monet… original, regalo de un admirador —dijo Hermione recibiendo el abrigo y colgándolo en el perchero.
—Vaya Hermione, esto es un pent-house, ¿no? ¿Así se llaman?
—Correcto, ¿quieres beber algo?
—Con que no sea semen de gnomo o de troll, lo acepto —Hermione rió.
—¿Qué tal un whisky de fuego?
—¿Tienes? —preguntó sorprendido.
—O tal vez… ¿cerveza de mantequilla?
—Algo tan ordinario, lo tienes aquí, ¿cómo los consigues?
—No somos los únicos magos en este mundo, Malfoy. Además, tengo mis contactos —dijo mientras se dirigía a la cocina.
Draco seguía pendiente del escote de la espalda, pero en ese instante le vino la tortura más grande: ella se apoyó en un mueble y se quitó un zapato… luego el otro… lo hizo dándole la espalda a él, sin darse cuenta que él se estaba deleitando con el panorama. Luego se irguió y siguió hasta la cocina. Él sonrió satisfecho, el panorama que tenía era insuperable. Esa noche pintaba para inolvidable…
—Bien acá no tengo barman.
—Deja yo lo hago —Draco sacó la varita de entre su ropa, hizo unos movimientos y al segundo estaban listos un par de tragos, que no era más que whisky con algo de agua mineralizada.
—Pensé que querrías algo más sofisticado.
—En tragos soy lo más normal —reconoció Draco. Hermione recibió la copa y se fue a sentar en el sofá de un cuerpo.
—¿Me tienes miedo, Granger? ¿Por qué no te sientas a mi lado? ¿O es que todavía piensas que soy una amenaza?
—No, Malfoy. No creo que seas una amenaza… la amenaza soy yo… No soy la misma que conociste en Hogwarts.
—Ya me di cuenta.
Draco dejó su copa en la mesa del costado y dio unos pasos hasta cerca de ella. Le dio la mano y ella la tomó, dejando también su copa en la mesa. Se puso de pie quedando ambos frente a frente, pero fue Hermione quien habló primero:
—Quiero que me respondas algo.
—Pregunta.
—¿Estás casado?
—No, mi novia me acaba de mandar a vender plátanos —respondió seguro—. Ahora me corresponde a mí—. Ella aceptó—. ¿Sigues casada?
—No, estoy divorciada.
Una sonrisa que hacía años no expresaba, lo invadió por completo. Llevó una mano al rostro de ella que, al sólo contacto de sus dedos, cerró los ojos. Era bellísima. Muchas veces la imaginó casada y con hijos, porque ¿para qué negarlo a estas alturas? Cuando se enteró de que se había casado nada menos que con el poco agraciado de Ronald Weasley, llegó a tener celos, los que en ese entonces no se permitía sentir. Y claro, todo era muy reciente: la caída de Voldemort y su propia desgracia por llevar el apellido Malfoy.
En más de alguna oportunidad pensó en que si él hubiese ido a parar a otra casa en Hogwarts, posiblemente se habría acercado a Granger, no para herirla, ni para fastidiarla… sino para buscar su amistad. Siempre supo que era una muchacha dulce, amiga de sus amigos y de buen corazón, pero muy lejana a él.
Moría de rabia al verla feliz junto al par de parásitos que tenía por amigos, ese Harry Potter, que si no fuera por su famosa cicatriz, y por una estupidez Voldemort (al no poder matarlo) no habría resultado ser la celebridad que era. Fue solo una cadena de acciones fortuitas que terminaron otorgándole el honor de ser el «libertador del mundo mágico». El muy suertudo en estos momentos estaba a punto de ser el Primer Ministro, pero a él, ¿qué le importaba? Si al fin y al cabo había logrado sacar adelante lo poco y nada que les quedaba, a base de esfuerzo y constancia.
Por un instante su mente viajó unos años atrás en el tiempo mientras sus grises ojos se perdían en aquellos color caramelo que tenía en frente.
—¿A dónde te fuiste, Malfoy? Yo no soy legeremante.
—Pensaba en la cantidad de veces que te tuve cerca en Hogwarts y en el tiempo perdido.
—No habríamos jamás podido ser amigos, si eso lo que intentas decir.
—¿Amigos? ¿Tú y yo amigos?
—No se me ocurre qué otra relación podríamos haber tenido entonces.
—Una muy parecida a la que estamos teniendo ahora —respondió tomándole las manos y dando un pequeño beso a cada una. Ella solo sonrió, pero su cuerpo temblaba totalmente, esperaba que él no lo advirtiera.
—¿Y tenemos una? —Draco esbozó una sonrisa. A estas alturas sus manos estaban posicionadas en las caderas de ella.
—¿Y qué si no? —un paso más cerca. Las narices estaban rosándose. Podían ambos sentir sus respectivos alientos.
—No sé, es una situación extraña… traerte a mi departamento… a ti, al que menos me habría imaginado.
—Y yo aceptando. Tal vez haya magia en el ambiente.
—O ambos seamos seres mágicos.
—Es cuestión de probarlo.
—O… de probarnos —esa mirada sensual lo estaba derritiendo, ya no podía seguir fingiendo, ni controlándose. Debía besarla… unir su boca a la de ella porque estaba seguro que lo deseaba tanto como él.
La miró a los ojos y estos bajaron hasta sus labios… No esperó una señal o ir despacio. Simplemente al fin lograba probar su boca… Sintió una alegría enorme al darse cuenta que ella le correspondía, cruzando los brazos por su cuello y acariciándole el cabello.
Sus manos tocaban la piel suave de la mujer que lo había vuelto loco cuando era adolescente y a quién solo podía demostrarle odio… aquellas manos tibias tocaban cada lugar que estaba al descubierto… y al fin podía llegar a esa parte del rebaje de la espalda y tocar un poco más. Sintió que ella se estremeció cuando sus dedos ingresaron a ese lugar, encontrándose con el borde de una pequeña braga.
Besó sus hombros mientras que sus manos se deslizaban suavemente los pabilos del vestido.
—No sigas… No llevo nada de bajo —dijo ella intentando detenerlo, pero ya era tarde… con una sonrisa y ejerciendo un poco de fuerza el vestido se deslizó y calló rápidamente al piso. De inmediato la volvió a rodear con sus brazos y la empujó en forma suave hasta el sofá, en donde, sin dejar de besarla, acariciaba cada parte de su cuerpo desnudo… su boca comenzó a bajar hasta los hombros… luego sus pechos… lamía sus pezones… y escuchaba los gemidos de ella que lo instaban a seguir probando ese suave y terso cuerpo que tenía bajo de sí.
Hermione sentía como la lengua hábil de aquel hombre la hacía volver a experimentar sensaciones que hacía años no sentía. Un placer indescriptible de sentirse deseada… de sentirse incluso usada… Sí, usada con autorización y deseo, dándole rienda suelta a sus instintos y al placer que significaba tener a un hombre que lo único que quería era saciarse de ella y hacerla sentir plena.
Draco besaba su ombligo y ella ya no podía contener los gemidos, los expresaba sin pudor… Estaba totalmente rendida a sus caricias y deseaba sentir más. Deseaba sentirlo dentro. Pero Draco seguía con ese jueguito… su lengua la tocaba en forma íntima. Era un verdadero látigo de placer el sentir la respiración de él dentro de ella, mientras sus labios besaban su femineidad e intentaba devorarla…
Debía apurarlo, quería sentirlo… Se incorporó, se dio cuenta que el rostro de Draco reflejaba un placer extremo al sentir las torpes manos de ella intentando quitarle el cinturón. Mientras ella lo hacía, Draco se había quitado la camisa, quedando su torso plano y bien trabajado al descubierto. Eso provocó un gemido en ella. Era un hombre perfecto de hombros anchos y totalmente varoniles el que tenía en frente.
Se dio cuenta de que Draco estaba completamente erecto, mientras lo acariciaba por la parte externa del pantalón.
Él se hizo un movimiento con la cabeza indicándole que lo tocara… con sus manos, poco hábiles, pero dando espacio a experimentar, bajó la cremallera, introdujo una en el pantalón y lo extrajo.
—Tócalo…
No respondió. Lo miró y lo encontró bello, firme y duro… comenzó a acariciarlo un par de segundos, antes de sentirse tentada de probarlo… lo haría… quería sentir el sabor de él. Ahora, era su turno.
Escuchó un gemido ronco cuando su boca hizo contacto con él. Suavemente sentía que las manos de Draco tocaban su cabeza en un movimiento coordinado y armonioso el cual daba el compás para que él entrara y saliera de su boca…
Esa acción, de un par de minutos, la habían logrado encender de una forma que no había imaginado nunca… Y Draco ya no daba más. La ayudó a ponerse de pie y la miró a los ojos. Deslizó un dedo por sus labios y la besó… fuertemente… y luego la posó en el sillón, separó sus piernas, temblando por el deseo.
Ya no le importaba el pasado o que su novia lo esperara en el hotel. Era el aquí y el ahora. Era estar con Granger, con su enemiga… con la mujer con que tantas noches imaginó haciéndola suya y que hoy la tenía dispuesta delante de él y lo único que quería era darle el mayor de los placeres. Mientras él se acomodaba frente a ella, Hermione lo único que hizo fue a guiarlo hasta su húmeda entrada. Deseaba ya pertenecerle. No tuvo tiempo a gritar cuando la penetró por completo. Ya que de inmediato su cuerpo se adaptó al de él y sólo le quería responder a esa nueva sensación.
Draco la besaba, no paraba… la devoraba. Su cuello era mordido sensualmente y su boca le respondía con besos y sus manos, con caricias.
Sintió que cada embestida de él hacía provocaba que cada músculo de su cuerpo se tensase. Se sintió extasiada y frenética cuando no pudo seguir aguantando y un segundo orgasmo la invadía otra vez, momento en el que comprendió que él también estaba experimentando el clímax al sentir como se derramaba en su interior.
Al cabo de unos minutos y cuando aún sus corazones latían con fuerza, Draco se apoyó en sus brazos y la miró de frente, aún sin salir del cuerpo de ella.
—Hola, soy Draco Malfoy —ella sonrió.
—Hola, soy Hermione Granger.
—Ha sido un placer —dijo y se dejó caer nuevamente sobre el cuerpo de ella.
—¿Te vas a ir esta noche? —preguntó al ver que Draco seguía donde mismo y ella estaba sintiendo un pequeño dolor en el pecho producto del peso de él.
—No.
—Entonces vamos a la habitación.
—Comamos algo primero —agregó él poniéndose de pie y buscando algo con qué secarse la humedad que le corría por las piernas.
Hermione le entregó una caja con pañuelos desechables que estaba cerca. Sentía un poco de vergüenza porque recién ahora caía en la cuenta de con quien acababa de tener sexo.
—¿Crees que si esto lo hubiésemos hecho en Hogwarts, habríamos sido tan calientes? —preguntó Draco buscando donde dejar el papel. Hermione se lo recibió y lo dejó tranquilamente sobre la mesa.
—No sé, en ese tiempo yo era muy niña.
—Ten —él le entregó su camisa al ver que buscaba su vestido y ella se la puso de inmediato.
—Muy niña y virgen, supongo.
—Supones bien.
Al cabo de unos diez minutos, Draco estaba con una bata que encontró en el baño de la habitación de Hermione y ella seguía con la camisa de él, mientras subía al cuarto una tablita con algunos quesos finos, aceitunas y pollo con una salsa.
Hermione la colocó sobre la cama, mientras Draco servía unas copas con champaña, aunque Hermione de buena gana se habría tomado un litro de agua (aparte de la que ya se había tomado).
—Por el reencuentro, Granger —dijo entregándole una copa a ella.
—Por tu pene, Malfoy —hizo un movimiento de cejas provocativo, mientras él se reía—. ¡Ay Malfoy! ¡Date el valor…! No cualquiera recibe un brindis por su pene y el tuyo vale la pena festejarlo. ¡Salud! —y bebió un sorbo de la copa.
—Creo Granger que gracias al semen de pitufo y al brindis por mi pene, esta noche no la voy a olvidar nunca… aunque yo igual debería brindar por cierta boquita que de santa no tiene nada…
—Hazlo, también me merezco un brindis.
Draco rió y retiró la bandeja con los pocos quesos que quedaban, se quitó la bata y se metió en la hermosa y gigante cama de Hermione. Ella dejó la copa en el velador y presionó un botón en el respaldar de la cama y la luz se volvió tenue.
Se quitó la camisa de Draco, quedando nuevamente desnuda. Momento que él no desperdició para tocar el suave y pronunciado busto de ella.
Luego de devorarse de todas las formas existentes y de haber probado cada parte de sus cuerpos, Hermione cayó dormida a su lado a eso de las cuatro de la mañana… y después de haberle gritado que ya no daba más y que acabara pronto.
Ahora dormía entre sus brazos, sentía como su cuerpo calmado, luego de tanto fuego expresado, ahora reposaba. No sabía qué pasaría mañana…
¿Qué pasaría cuando regresara a Londres? Deseaba quedarse con ella pero no sabía nada de su vida durante estos diez años, ¿quién era verdaderamente Hermione Granger? Eso le intrigaba, pero lo que más le interesaba era qué pasaría con él al no volver a ver esos ojos miel perdidos en su mirada, o ese rostro angelical no durmiendo entre sus brazos…
Un ruido lo sobresaltó. Abrió los ojos y la habitación estaba completamente iluminada, giró en la cama y vio que estaba solo. Comenzó su cerebro a rebobinar lo vivido los últimas horas y sólo una palabra llegó a su mente: Granger. Mientras se incorporaba, la escuchó hablar con alguien, tal vez en el teléfono.
—No, para mañana, no. Dije perfectamente ayer que esos hilos debían estar hoy en mi escritorio a las nueve de la mañana y si yo llego a la oficina y no están, ¡tú verás de dónde los sacas! No puedo tardar ni un minuto más, ¿entendido? —algo le respondieron, pero ella no dejó hablar—. Dije, «Entendido», no me gustan las excusas. Ya me conoces.
Fue en ese momento que ella salió del baño, completamente arreglada. Lucía un vestido negro a la rodilla, con un gran lazo de seda negra en la cintura y una blusa también negra y transparente, la cual se tornaba gruesa en el área del busto. El cabello lo llevaba pulcramente tomado en una coleta, un maquillaje suave en tonos tierra y zapatos negros de tacón alto que la hacían ver elegante e intimidante.
—¡Vaya! ¿«El diablo se viste de Prada»? —preguntó desde la cama y cruzando sus brazos por sobre los hombros para apoyar la cabeza.
—De Grennett, diría yo —respondió sacando una cajita de terciopelo negro de un mueble con espejo que estaba frente a la cama. De allí extrajo un collar de perlas que intentaba abrochar en su cuello, dándole la espalda a Draco. No se dio cuenta en el instante que él estaba de pie detrás de ella, tomando el collar y cerrando el seguro.
—Gra… gracias… Este… me debo ir —el contacto con los dedos de él hizo que todos los vellos de sus brazos y nuca se erizaran.
—¿Trabajas en día sábado?
—En South Free, nombre real de la «Casa Grennett», no hay descanso para esta diseñadora. Y, como empresario, comprenderás que no existen los días sábado o domingo cuando hay compromisos pendientes.
Tomó su bolso de mano y miró a Draco, debía despedirse pues tenía responsabilidades inexcusables para ese día. Sabía que lo de la noche, aparte de ser un arranque de locura y éxtasis, era solo el resultado de un día brillante, coronado con una noche de placer, nada más. No había amor, no existía amistad… eso debía quedar claro y, por supuesto, en el olvido.
—¿Te puedo ir a ver hoy? Viajo mañana —preguntó él.
—Anoche dijiste que hoy tenías vuelo.
—Puedo cambiarlo, es cosa de hacer los contactos correspondientes y listo.
—Prefiero que no, Malfoy. Lo que pasó, ya pasó… y no se volverá a repetir… jamás.
Draco cambió su rostro, ¿quién era esa Hermione que estaba frente a él? ¿Qué ocurrió con la joven ingenua y dócil que conoció en Howgarts? ¿Quién era esta que daba órdenes, increpaba y que directamente lo rechazaba?
—¿Quién eres? —ella sonrió sorprendida por la pregunta—. ¿En quién te has convertido?
—El mundo cambia y la gente también. Los golpes y las marcas de la vida moldean las personalidades. Tal vez algún día llegues a entender quién soy.
—¿Quién te hizo tanto daño, Granger? ¿Cómo puedes ser tan fría, si hace tan solo unas horas eras todo lo contrario? —ella lo miró e intentó sonreír, pero lo único que logró fue una mueca triste, guardó silencio un par de segundos y luego agregó:
—Es hora de irme. Te dejo, Malfoy. Espero algún día volver a verte. Aunque no haré nada para que ese día llegue —sonrió falsamente y Draco lo notó—. Tu ropa está limpia en el mueble del tocador. ¡Ah! Si antes de irte llega Giovanni, le dices que ya me fui.
Dicho esto giró sobre sus pies y salió de la habitación. Draco jamás se había sentido tan humillado y tan poco deseado por alguien. Era incomprensible que hacía poco rato su mente maquinara formas de estar con ella otra vez, de iniciar algo serio, incluso en una décima de segundo, imaginó su vida al lado de esa mujer… y ahora… ahora se daba cuenta de que ella lo único que quería era saciar sus deseos, quizá hasta darse un gusto frustrado de sus años escolares... Y para rematarla, vivía con un hombre… ¡Qué descarada! ¡Y qué iluso él al imaginarla o creerla siendo la misma de años atrás!
Él, el gran Draco Malfoy se sentía utilizado y utilizado nada más y nada menos que por la «sangre sucia»… la muchacha que tantas veces menospreció, aunque ahora entendía que ese sentimiento también estaba combinado con deseo. Pero no era ciego y se daba cuenta de que ya no había más nada. Fue un error grave aceptar la invitación de ella a esa suite. Esa decisión fue su perdición. Sin embargo, se había jurado que el desprecio no le dolería, total venía de alguien que no significaba nada para él:
—¡Demonios! ¿A quién engaño?
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Hermione Granger aún estaba en la sala de la suite, pues Bruno, su asistente, ya la esperaba allí. Era un hombre regordete y cuarentón que acostumbraba a vestir en forma llamativa. Esta vez llevaba un terno en color rosado pálido con una extraña pajarita roja con pequeños corazoncitos verdes. Ella lo miró y sonrió, al parecer la tendencia era empeorar lo lucido el día anterior, iba en aumento.
—¿Está Giovanni contigo? —preguntó mirando hacia las habitaciones.
—No, aún no llega.
—¿Y con quién hablabas? —inquirió nuevamente con los ojos pegados en el pasillo.
—No te importa.
—¡Ay, Herms! —profirió un gritito afeminado y dio un pequeño golpecito en el hombro a Hermione—. No seas malita, anda dime, ¿al fin te pillaste un espécimen masculino? ¿Y te lo comiste? ¡Cochina!
—¡Shhh, calla! —Hermione se llevó el dedo índice a los labios, no quería que Draco escuchara a Bruno, pues este acostumbraba siempre a hablar de más.
—¡Ay, madre mía! ¡Menos mal! Ya estaba siendo necesario que tu «amiguita» comiera… —con su mano se abanicó el rostro simulando calor.
—¡No seas grosero! Anda, vamos. Me han dicho desde el taller que aún no tienen los hilos que pedí.
Ambos salieron del pent-house, no sin antes ella mirar disimuladamente hacia el cuarto en donde todavía estaba Draco. Sabía que lo había dejado triste, pero él debía entender que sus mundos eran distintos. Y por más que hubiesen pasado una noche juntos, eso nada significaba. Todo debía volver a la realidad. Él con su trabajo y ella en su mundo de luces y moda… así era y así debía seguir siendo.
—¡No puedo engañarme! Desde que era adolescente miraba a Draco, siempre lo encontré atractivo, pero tan inalcanzable y, a pesar de ello, me permitía en mis sueños tenerlo a mi lado… ¿Por qué no fui antes más desinhibida y me lancé como anoche? ¿Por qué tuve que esperar a que la vida me diera esta casualidad dentro de miles, para poder al fin estar un momento junto a él? ¿Por qué diablos tuve que casarme con Ronald, sin amarlo? ¿Por qué si tanto me gustabas terminé amando a otro? ¿Por qué te tuve que amar a ti… a ti Harry?
Una lágrima traicionera rodó por su mejilla mientras el chofer la conducía a la empresa y Bruno leía el diario a su lado, lejano a lo que ella sentía en ese momento.
Siento tus manos, llenando vacios llevándome al más allá.
Siento tu cuerpo bañado en rocío dejándose contemplar.
Vete con dios me dijiste una mañana sin más.
Y pasan los días y pasan los años
y amores extraños y aún.
Tú eres mi rey, el numero uno siempre lo fuiste y lo serás.
Tú eres lo mas, mi eterno tirano ame a quien ame siempre ganaras
como tú no hay como tu jamás.
