Este fic se basa en un libro que me gustó mucho, llamado Herencia Italiana de Lynne Graham y me pareció que los papeles le quedan justo a los personajes que coloqué. No acostumbro a hacer esto, pero la idea me ha parecido buena. Espero les guste.
Prólogo.
El banquero Draco Malfoy sufría pérdida parcial de memoria tras un accidente de coche y se sentía un poco confuso... pues tenía una esposa con quien no recordaba haberse casado.
Hermione era hermosa, dulce, sencilla... ¡y virgen! Eso no dejaba de ser alarmante para un hombre acostumbrado a tener amantes. Aun así, Draco siempre reconocía un buen trato cuando lo veía: ¿por qué no disfrutar de todos los placeres que podía ofrecer aquel matrimonio, fueran cuales fueran las razones que lo provocaron?
Capítulo 1
-Por supuesto que no vamos a renovarle el contrato. El Banco Malfoy no es lugar para directores de fondos que no saben realizar su trabajo- dijo Draco Malfoy con el ceño fruncido. Delgado, alto, de pelo rubio cenizo, ojos grises profundos y guapo, aunque de rasgos duros, el señor Malfoy era un banquero internacional y un hombre muy ocupado que consideraba aquella conversación una pérdida de tiempo. Blaise Zabini, su director de recursos humanos, Carras peó.
-Había pensado que... quizás hablando con Crabbe conseguiríamos que volviera al buen camino- dijo Zabini-
-Yo no doy segundas oportunidades a nadie -lo interrumpió Draco Malfoy con voz tajante-. Por si no te has dado cuenta, nuestros clientes, tampoco. Está en juego la reputación de mi banco.
Blaise Zabini se dijo que también estaba en Juego la reputación de Draco como uno de los banqueros más inteligentes del mundo. Draco Malfoy, millonario suizo descendiente de nueve generacio nes de banqueros era considerado por muchos como el más brillante de todos ellos.
A pesar de su inteligencia y de su enorme éxito profesional, no tenía piedad con los empleados que tenían problemas personales. De hecho, su falta de humanidad daba pánico.
Aun así, Gregory Goyle hizo un último esfuerzo para in terceder por el empleado caído en desgracia.
-Su mujer lo dejó el mes pasado...
-Soy su jefe, no su psicólogo -contestó Draco-. Su vida privada no es asunto mío.
Una vez aclarado aquello, Draco se metió en su ascensor privado y se dirigió al aparcamiento. Mientras conducía su Ferrari seguía enfadado.
¿Qué clase de hombre dejaba que la pérdida de una mujer interfiriera en su meteórica carrera? Draco decidió que su empleado tenía que ser un hombre débil y sin disciplina.
Desde luego, un hombre que lloriqueaba mien tras contaba sus problemas personales y que espe raba que se lo tratara de manera especial por ello era un anatema para él.
La vida era todo un reto en sí misma y Draco lo sabía porque había tenido una infancia de felicidad austera cuando su madre se había marchado de casa cuando él tenía dos años. Con ella se habían desvanecido las esperanzas de criarse con amor y cariño.
Cuando contaba cinco años, había ingresado en el internado de Hogwarts y sólo había recibido permiso para ir a casa cuando sus notas habían cumplido las eleva das expectativas de su padre.
Desde pequeño le habían enseñado que tenía que ser duro y fuerte y que jamás debía pedir favores ni tener esperanzas de ningún tipo.
Mientras estaba en el atasco de la hora de comer de Ginebra, sonó el teléfono de su coche. Era Theodore Nott, su abogado.
-Creo que es mi deber, como tu representante legal recordarte que tenemos cierto asunto pen diente le dijo en tono divertido-
Theodore y Draco habían ido juntos a la universidad y Theodore se permitía ciertas bromas con su amigo que ninguna otra persona se permitía. Sin embargo, Draco no estaba hoy de humor.
-Ve al grano -lo urgió.
-Llevo un tiempo queriéndotelo decir... pero estaba esperando a ver si sacabas tú el tema. Han pasado ya cuatro años. ¿No va siendo hora ya de que termines con tu matrimonio de conveniencia?- dijo Nott-
Aquella noticia lo pilló de sorpresa, y a Draco se le caló el coche provocando que los demás conductores le insultaran y le pitaran, pero él no hizo ni caso.
-Creo que deberíamos quedar esta semana porque yo me voy de vacaciones el lunes -continuó Theodore-
Esta semana es imposible -contestó Draco-
-Espero no haberte importunado recordándo telo- dijo Theodore-.
No me había olvidado de ese asunto, lo que pasa es que me has pillado por sorpresa -rió Draco-
-Creí que eso no era posible -bromeó Theodore-
-Ya te llamaré luego... el tráfico está fatal -contestó Draco dando por finalizada la conversación-
Theodore había hecho bien sacando el tema de su matrimonio, un matrimonio de conveniencia en el que Draco no había tenido más remedio que embar carse hacía cuatro años.
¿Cómo se iba a olvidar de que tenía que romper aquel vínculo con un divorcio? Recordó cómo se había visto inmerso en aquella ridícula situación que lo había llevado a casarse con una mujer a la que no amaba para cumplir con las condiciones del testamento de su abuelo.
Abraxas Malfoy, su abuelo, había sido un hombre en tregado al trabajo durante toda la vida, pero cuando se jubiló se enamoró de una mujer a la que le doblaba la edad y había empezado a ver la vida de otra manera.
Incluso había llegado a casarse con ella, lo que le había granjeado la enemistad de su propio hijo Lucius Malfoy, el padre de Draco, que era un hombre muy conser vador. Sin embargo, Draco nunca había roto las re laciones con su abuelo.
Abraxas había muerto hacía cuatro años y Draco se había quedado de piedra cuando el abo gado había leído las condiciones de su testamento. En una de ellas, Abraxas había dejado escrito que, si su nieto no se casaba en un plazo de tiempo estipulado, el Castello Malfoy, la ancestral man sión familiar, pasaría al Estado.
En aquel mismo instante, Draco se había arrepen tido de haberle dicho a su abuelo que no creía en el matrimonio y que no pensaba casarse ni tener hijos hasta, por lo menos, los cincuenta años.
Aunque no era una persona sentimental, el Cas tello Malfoy significaba mucho para él pues tenía bonitos recuerdos de su infancia allí. Si hubiera querido, se habría podido comprar cien castellos iguales, pero quería ése.
Su familia llevaba habitándolo muchos siglos y la repentina amenaza de perderlo le había llegado al alma.
Un par de meses después, estando en Londres en un viaje de negocios, mientras le cortaban el pelo estaba hablando con Theodore desde el móvil so bre los problemas que les había ocasionado el tes tamento de su abuelo.
Como estaban hablando en Italiano, creyó que nadie los iba a entender, pero se equivocaba. Cuando colgó el teléfono, la peluquera le dio el pé same por la pérdida de su abuelo y se ofreció a ca sarse con él para que no perdiera el Castello Malfoy.
Hermione Granger se había casado con él única y ex clusivamente por dinero. ¿Cuántos años tendría ahora? Sí, había cumplido veintitrés el día de San Valentín. Seguro que seguía pareciendo una ado lescente.
Cuando la conoció, iba siempre vestida de ne gro, con grandes botas y maquillaje de vampiresa. Draco sonrió al recordarlo. Una vampiresa muy atractiva.
Antes de que el semáforo se pusiera verde, se sacó la cartera del bolsillo y extrajo la fotografía que Hermione le había entregado y en la que había escrito en broma: «Tu esposa, Hermione» y su número de teléfono.
-Así, te acordarás de mí -le había dicho presin tiendo que Draco no se iba a poner en contacto con ella si no fuera por asuntos legales.
«Bésame», le habían suplicado sus ojos.
Sin embargo, Draco no lo había hecho porque Theodore le había advertido que, si se dejaba llevar y se acostaba con ella, Hermione podría demandarlo luego y obtener una cuantiosa pensión de manutención.
En cualquier caso, Draco se dijo que jamás se ha bía sentido atraído por ella. ¿Cómo se iba a sentir atraído por una chica que había dejado el colegio a los dieciséis años y que era peluquera?
Lo único que tenían en común era que ambos eran seres humanos. Por fin, Draco miró la fotografía. Hermione no le era guapa, recordó exasperado por sus propios pensamientos. Tenía las cejas dema siado rectas y pobladas y la nariz un poco respingada.
Aun así, Draco no pudo apartar la mirada de su viva sonrisa y sus preciosos y enormes ojos.
-Cuando era adolescente, trabajaba los sábados, y me gastaba todo lo que ganaba en zapatos —le ha bía confesado ella a Draco una vez haciéndole entender que habían llevado vidas muy diferentes.
-Cuando mi abuela conoció a mi abuelo, supo que era el amor de su vida antes de que hablaran... en cualquier caso, no podían hablar porque ella no sabía inglés y él no sabía italiano. ¿No te parece romántico?-
Draco no había contestado a aquella pregunta. De hecho, se había mostrado como un muro de piedra ante los intentos de Hermione por flirtear con él. Sí, era un esnob tanto social como intelectualmente y aquella chica no pertenecía a su mundo.
Además, no pensaba seguir la tradición de la fa milia de casarse con cazafortunas. Él se tenía por un hombre mucho más listo que su padre y su abuelo. Por eso, había suprimido aquella inade cuada y peligrosa atracción que sentía por una mu jer que no era la correcta.
Aun así, no podía olvidar la última vez que la había visto. En aquella ocasión, Hermione lo había mirado con un brillo especial en los ojos y una sonrisa desafiante, como diciéndole que estaba se gura de que iba a encontrar un hombre que creyera en el amor.
¿Lo habría encontrado? ¿Tal vez por eso no ha bía pedido el divorcio todavía?
Mientras se hacía aquellas preguntas, Draco tuvo apenas un segundo para reaccionar cuando una niña irrumpió en la calzada siguiendo a un perro. Frenó en seco y dio un volantazo para no atropellarla.
El Ferrari se estrelló contra un muro, pero no le hubiera sucedido nada si otro coche no lo hubiera golpeado. Cuando la segunda colisión se produjo, Draco sintió un fuerte dolor en el cuello y se des mayó.
Lo llevaron al hospital con la fotografía de Hermione apretada en la mano y avisaron a Bellatrix, la hermana de su madre. Cuando la mujer de sesenta años llegó al hospital, bastante enfadada, se encon tró con que Draco había recuperado la consciencia pero tenía amnesia.
-¿Ha avisado usted a la esposa del señor Malfoy? -le preguntó el médico.
-Draco no está casado -contestó su tía.
-Entonces, ¿quién es esta mujer? -le dijo el mé dico sorprendido mostrándole la fotografía.
Bellatrix, también sorprendida, estudió la foto grafía y leyó la dedicatoria. ¿Draco se había casado con una inglesa? ¡Madre mía, qué secretos tenía aquel hombre!
Bellatrix entendía que no hubiera hecho público su enlace porque odiaba a la prensa, pero, ¿cuándo pensaba decírselo a su familia?
En cualquier caso, recibió la noticia con alegría pues eso quería decir que ella se podía marchar al día siguiente con su novio, Rodolphus, a inaugurar una galería de arte de Milán como tenían previsto.
Con aquello en mente, corrió a llamar a la mis teriosa esposa de su sobrino.
Cuando Hermione entró en casa y vio a su hermana Alena preocupada, sintió un escalofrío por la es palda.
-¿Qué pasa? -le preguntó dejando el periódico sobre la mesa.
-Ha llamado una mujer mientas estabas fuera... quiero que te sientes antes de decírtelo –dijo Alena con madurez a pesar de sus diecisiete años-
-No te pongas melodramática -contestó Hermione con el ceño fruncido-. Tú estás aquí, de una pieza, y eres la única familia que tengo. ¿Quién ha lla mado y qué te ha dicho?-
-Draco Malfoy ha tenido un accidente de co che-
Hermione sintió que palidecía.
-¿Ha muerto? -consiguió preguntar.
-No -contestó su hermana pasándole el brazo por los hombros y haciendo que se sentara en el sofá-. La que ha llamado era su tía, pero no ha blaba casi nada de inglés...
-¿Está grave? -preguntó Hermione temblando de pies a cabeza-
-Tiene una lesión cerebral y me ha parecido que sí era grave. Lo han trasladado a otro hospital, se gún me ha dicho su tía -contestó Alena apretán dole la mano a su hermana mayor-. Míralo por el lado positivo. Está vivo y mañana podrás estar junto a él.
Hermione sintió que se moría por dentro. Draco, su amor secreto, su marido... al que ni siquiera había besado. Draco, tan alto y vital, se debatía en aque llos momentos entre la vida y la muerte en un hos pital.
Hermione rezó para que se recuperara, pero siete años antes sus padres se habían matado en un accidente de tráfico y aquello la hizo estremecerse. Ha bían esperado un milagro en el hospital, pero ese milagro jamás se produjo.
-¿Tú crees que debería ir para estar a su lado?
¿Se atrevía a hacerlo? Sólo era su esposa de conveniencia, pero eso no quería decir que no se preocupara por su bienestar. Al fin y al cabo, su tía la había llamado. Obviamente, eso quería decir que su familia sabía que estaba casado y que creían que su relación era algo más que un papel.
-Te conozco bien y sabía que ibas a querer estar a su lado, así que te he sacado un billete a Ginebra Por internet para mañana por la mañana -le dijo Alena.
-Por supuesto que quiero estar a su lado, pero...
-Nada de peros -la interrumpió su hermana-. No quiero que el orgullo te impida correr a su lado. Eres su esposa y seguro que cuando estén juntos arreglarán sus problemas. Ahora me doy cuenta de cuánto daño hice a su relación.
Hermione se quedó de piedra al oír cómo su hermana se echaba la culpa de su aparente ruptura con Draco.
-Mi relación con Draco no fue bien, pero tú no tuviste nada que ver en ello -protestó.
-Deja de protegerme. Siempre fui una egoísta. Habíamos perdido a papá y a mamá y como tú sa bías que sólo te tenía a ti, ni siquiera te atreviste a presentármelo.
Hermione se dio cuenta de que había llegado el mo mento de sacar a su hermana de su error.
-Te equivocas, Alena, las cosas no fueron así.
-Claro que fueron así. Dejaste que te estropeara la boda y el matrimonio. Me mostré horriblemente maleducada con Draco y te amenacé con irme de casa si me obligabas a irme a vivir a otro país. ¡Me metí entre vosotros dos! -insistió Alena-. No me puedo creer lo cruel que fui contigo teniendo en cuenta lo enamorada que estabas...
Hermione decidió que no era el momento oportuno para contarle a su hermana la verdad.
-¿Qué te ha dicho la tía de Draco?
-Ha preguntado por ti -mintió Alena cruzando los dedos a la espalda con la esperanza de que aquella mentira animara a su hermana a correr al lado de su marido.
¿Draco había preguntado por ella? Hermione no daba crédito, pero se sintió feliz. De repente, sintió una fuerza sobrehumana y se dio cuenta de que se ría capaz de hacer lo que fuera por él.
¡Draco la necesitaba!
El hecho de que un hombre tan duro como él pi diera ayuda sólo podía querer decir que estaba muy grave, así que Hermione corrió a hacer la maleta.
-¿Y la peluquería? -se lamentó mientras guar daba la ropa-. ¿Quién se va a hacer cargo de ella? Pavarti -sugirió su hermana refiriéndose a la mano derecha de Hermione-. ¿No dijiste que lo hizo de maravilla cuando tú tuviste la gripe?-
Tras haber hablado con Pavarti Patil y con otra pelu quera que solía ir a ayudarlas cuando estaban des bordadas de trabajo, Alena abrazó a su hermana con fuerza mientras recordaba que Draco las había ayudado económicamente.
Lo cierto era que le debía mucho. Cuatro años atrás, ambas hermanas vivían en un minúsculo apartamento de un barrio lleno de delin cuencia. Alena siempre había sido una chica inte ligente y Hermione no quería que se quedara sin estu diar por la repentina muerte de sus padres.
Hermione sintió que había fracasado cuando su her mana comenzó a frecuentar malas compañías y a no acudir al colegio. En aquella época, ella estaba empezando a formarse como peluquera y no tenía dinero ni para irse a vivir a un barrio mejor ni tiempo para intentar domesticar a aquella adoles cente rebelde.
La generosidad de Draco les había cambiado la vida. Al principio, Hermione no había querido aceptar su dinero, pero luego se dio cuenta de que aquel dinero le podía dar la posibilidad de que su her mana volviera al buen camino.
Con lo que Draco le había dado, se mudaron al barrio de Hounslow y abrió una peluquería. Su vida había cambiado considerablemente, pero no así su relación con él. Lo cierto era que, desde el mismo instante en el que aceptó su dinero, algo en tre ellos se había roto.
-Prefiero pagar por los servicios prestados -le había dicho Draco haciéndola sentir como una prostituta-. Así, no hay malos entendidos-
Cuando a media mañana del día siguiente el Doctor Severus recibió aviso de su secretaria de que la señora Malfoy ya había llegado, fue a su en cuentro y, al ver a la menuda mujer de pelo castaño y ojos marrón, se dio cuenta de que no era lo que él había esperado.
-Intenté llamarle antes de salir de Inglaterra, pero no pude encontrar el número -se excusó ner viosa.
Hermione nunca había estado en un hospital tan im presionante y, aunque había tenido que repetir una y otra vez quién era para que la dejaran entrar, na die le había dado noticias de cómo estaba Draco.
Además, se había sorprendido mucho al com probar que Bellatrix, la tía de Draco, no la estaba esperando. No le había gustado nada tener que pre sentarse como la mujer del señor Malfoy, pero no le había quedado más remedio.
-¿Qué tal está Draco? -preguntó retorciéndose los dedos.
-Físicamente, sólo tiene un enorme dolor de ca beza y unos cuantos moratones –dijo el mé dico-. Sin embargo, su memoria ha sufrido daños.
Hermione tomó asiento y lo miró sorprendida.
-¿Su memoria?
-El señor Malfoy se dio un fuerte golpe en la cabeza y estuvo inconsciente varias horas. Des pués de un golpe así, lo normal es sentirse deso rientado durante un tiempo, pero por desgracia en su caso parece que va a ser más largo de lo normal.
-¿Qué quiere decir eso? -preguntó Hermione con la boca seca.
-Le hemos hecho unas cuantas pruebas y todas arrojan el mismo resultado: Draco confunde las fe chas.
-¿Las fechas?
-Ha olvidado los últimos cinco años de su vida -le informó el médico-. Está perfectamente resta blecido y recuerda todo lo demás sin ningún pro blema, pero esos últimos cinco años están borra dos.
-¿Está usted seguro? -preguntó Hermione con in credulidad.
-Sí, ni siquiera se acuerda del accidente.
-¿Cómo le ha podido pasar una cosa así? -pre guntó Hermione preocupada.
-No es raro perder la memoria después de un golpe fuerte en la cabeza. A veces, ni siquiera es necesario un golpe, basta con un trauma emocional o un estrés prolongado para que se produzca un episodio de amnesia, pero no es el caso de su ma rido. En cualquier caso, irá recuperando la memo ria poco a poco.
-¿Cómo se lo ha tomado?-
-Cuando le informamos de que su cabeza omi tía cinco años enteros de su vida, se mostró muy sorprendido-
-No me extraña-
-Antes de decírselo, el señor Malfiy quería que le diéramos el alta para volver a trabajar. Es obvio que para un hombre con un carácter tan fuerte y una mente tan trabajadora es difícil acep tar un incidente inexplicable-
Hermione se quedó de piedra al darse cuenta de que, si Draco había olvidado los últimos cinco años de su vida, ni siquiera se acordaría de ella.
-Es una suerte para nosotros que haya venido usted porque le va a ser de gran ayuda -dijo el mé dico.
-¿Bellatrix no está?
-Creo que se ha ido esta mañana para acudir a un compromiso social -contestó el doctor Severus.
Atónita, Hermione tragó saliva. «¡Muchas gracias, tía Bellatrix!», pensó para sí. Era evidente que en aquella familia no se querían mucho. Entonces, Hermione se sintió todavía mucho más en deuda con él y se dio cuenta de que se moría por verlo.
Le pareció deshonesto por su parte seguir ha ciéndose pasar por su esposa, pero no podía hacer nada porque le había prometido que jamás revela ría a nadie las condiciones en las que se habían ca sado.
Por eso, decidió decir la verdad a medias.
-Draco y yo hemos estado... distanciados -de claró.
-Le agradezco su sinceridad y le aseguro que esto no saldrá de aquí, pero me gustaría pedirle que no le contara usted al paciente nada que lo pudiera preocupar -le rogó el médico-. Aunque él no quiere admitirlo, todavía está en observación y no quere mos que nada impida su completa recuperación.
Hermione asintió.
-Es una suerte que esté usted aquí porque su marido necesita a alguien cerca en quien poder confiar. No se deje engañar, está débil-
-No me puedo imaginar a Draco débil -contestó Hermione con un nudo en la garganta-
-Le ruego que haga usted de escudo protector entre él y todos los empleados que van a querer llenarle la cabeza de preocupaciones. El Banco Malfoy debe sobrevivir de momento sin él. El señor Malfoy necesita tranquilidad y, además, ya su pondrá usted que es mejor que su condición no lle gue a la prensa para que el mundo financiero no se tambalee-
A Hermione el mundo financiero le importaba muy poco, pero Draco le importaba mucho y se prometió a sí misma que iba a estar a su lado hasta que hu biera recuperado la memoria.
-¿Lo puedo ver?-
El médico recordó la sorpresa de su paciente cuando se le informó de que estaba casado y, ante la pregunta de Hermione, se imaginó a una adorable cris tiana a la que estaban a punto de tirar a los leones.
Rezó para que Hermione Malfoy fuera más fuerte de lo que aparentaba. Quizás, con un poco de suerte, fuera capaz de hacerle frente a su despótico marido. Lo cierto era que el doctor Severus no te nía muchas esperanzas de que así fuera.
Hermione tomó aire y siguió a la enfermera. Estaba a punto de volver a ver al único hombre que la ha bía hecho llorar en la vida.
