NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON AUTORIA DE KAORU TADA, AUTORA DEL MANGA (QUE EN PAZ DESCANCE) Y LA CANCION DEL GRUPO CAMILA, YO SOLAMENTE ME DIVIERTO ESCRIBIENDO ESTAS HISTORIAS.
Hacia mucho tiempo que tenía ganas de escribir una historia o one-shot de Itazura Na Kiss, que se ha convertido en uno de mis animes favoritos, pero no me decidía sobre qué hacerlo o en qué basarme. He leido muchos fics, pero no podía inspirarme en nada.
Originalmente pensaba hacer un capítulo Kataang de mi historia "More Than Woman" con ésta canción. Pero cuando escribía, inconscientemente lo hice pensando en Naoki y poniendo su nombre en vez de Aang... iba a borrarlo cuando comencé a reelerlo y me agradó la temática, así que lo concluí. No es la gran cosa y verdaderamente, dudo de haber hecho un trabajo bueno con el carácter de Naoki (que difícil es interpretar a este sexy chico) por eso no me decidía a subirlo.
Espero que comenten y opinen, por favor, si les parece bueno o por demás ni sirve.
Ficha Técnica.
Historia: ¿De qué me sirve la vida?
Canción: Homónima.
Compositor: Samuel Parra "Samo"
Autor del texto: Nefertari Queen.
Letras (de la historia): 2, 426
¿De qué me sirve la vida?
El coro entonó un último canto. Sus voces unidas melodiosamente entonaban la lúgubre canción con un sentimiento tan profundo, que transmitían esa misma tristeza a todos los presentes. Como si aquellas personas no estuvieran lo suficientemente tristes, aquellas voces angelicales que cantaban tan deprimentemente los hacían llorar cuales Magdalenas, desahogando el alma y corazón.
En el aire se respiraban miles de emociones: desolación, dolor, tragedia, incomprensión, incredulidad, desesperación, resignación. Emociones que emergían tras millones de pensamientos no muy buenos en las mentes de todos los presentes.
Y si, el dolor era sofocante, el sobrellevarlo en esos momentos se había convertido en un auténtico reto. ¿Cómo poder estar tranquilo, ecuánime y cortés, cuando la persona a la que más amas acaba de irse, dejándote tal vez para siempre?
Los ojos de Naoki estaban fijos en aquel ataúd pintado de color negro, rodeado de bellísimos detalles florales, cartas coloridas, notas, algunos peluches ¡Tantos obsequios para una persona que no los podía nunca disfrutar!
Estoy a punto de emprender un viaje
Con rumbo hacia lo desconocido
No sé si algún día vuelva a verte
No es fácil aceptar haber perdido
Perdió. Era horrible aceptarlo, pero había perdido. Habían terminado su turno en el hospital, se dirigirían ya a casa. Kotoko estaba marcando su tarjeta, mientras le comentaba llena de orgullo maternal los más recientes logros de Kotomi, hija de ambos que ahora tenía seis años.
Salieron del hospital, caminaron juntos. Naoki entonces se percató de que el portafolio se le había olvidado. Ella le dirigió una sonrisa llena de amor y amabilidad, mientras él entraba al hospital para recogerlo. Salió nuevamente, solo para ver a un círculo de gente alrededor de un auto, observando sepa Dios qué.
Por más que buscaba no encontraba a Kotoko.
-¡Un doctor!—gritaron.
Volteó y entonces caminó hacia el círculo de personas. Aparentemente había ocurrido un accidente automovilístico. Y entonces la vio…
Ahí, tumbada en el suelo, el auto abollado por el golpe tan fuerte que se dio. La cabeza de Kotoko tenía una herida abierta de donde salían chorros de sangre. Su brazo derecho estaba a simple vista fracturado, por la innatural posición en la que estaba. Su cadera también parecía haber sufrido una lesión grave y de su costado izquierdo una corriente de sangre manchaba su blanco uniforme de enfermera.
¿Qué había pasado? Hacia unos pocos minutos, los dos estaban platicando amenamente sobre su hija, ella le sonreía de esa manera que le hacía saber lo mucho que lo amaba. Y ahora, ella estaba tumbada en el suelo, casi muerta.
¿Destino? ¿Coincidencia? Nunca lo supo y probablemente nunca lo sabría. Pero cuando internaron a Kotoko en el hospital—el mismo en el que trabajan los dos—le llamaron para que fuera él quien la operara. Ningún otro cirujano estaba disponible.
Y se odiaba a sí mismo.
Porque fue durante la cirugía que la perdió.
Por más que supliqué "No me abandones"
Dijiste "No soy yo, es el destino"
Entonces entendí que aunque te amaba
Tenía que elegir otro camino
Esa horrible sensación de impotencia lo parecía perseguir desde ese momento. Cuando la vio ahí, tumbada, herida, una desesperación que probablemente nunca antes había sentido—o por el momento, no recordaba situación semejante—tomó posesión absoluta de él.
¿Qué hacer? Todos sus conocimientos médicos, estudiados por años, fueron borrados, se esfumaron de su mente y fueron suplantados por millones de preguntas y súplicas a la providencia. ¿Qué sería de ella? ¿Qué sería de él sin ella?
-¿¡Qué ha pasado!—gritó en un momento de rabia, inclinándose al lado de su amada esposa.
-Se pasó el alto—dijo una mujer, señalando el vehículo vacío con el frente completamente destrozado debido a la fuerza con la que golpeó a Kotoko—No frenó a tiempo y la chica apenas pudo moverse. El conductor salió del auto y escapó tras ver su crimen.
Un maldito cobarde… sí, un cobarde que no valía la pena. Miró nuevamente a Kotoko, su rostro reflejaba una expresión ligeramente adolorida, un hilillo de sangre salía por la comisura de su boca, además de un pequeño raspón en su mejilla.
Por unos segundos, escondió su cabeza en el cuello de Kotoko.
-No me dejes—susurró levemente, tan quedo que, con semejante barullo, nadie le escuchó—Por favor, quédate conmigo. Te necesito mucho…
Volvió a mirarla justamente cuando llegaron las camillas del hospital. Naoki reconoció algunos de sus compañeros atendiendo a Kotoko; al darse cuenta de que era ella, su compañera enfermera, la paciente brutalmente herida, parecieron poner más energía y precisión en atenderla.
Todo ocurrió demasiado rápido. Y antes de darse cuenta, él la estaba operando. Puso sus cinco sentidos en esa cirugía, que determinaría la vida de su esposa.
Pero fracasó.
Y la perdió.
¿De qué me sirve la vida?
Si eres lo que yo pido
Los recuerdos no me alcanzan
Pero me mantienen vivo
Ahora no podía verla. Aquella caja negra estaba completamente sellada e impedía que ningún ser humano pudiera ver aquel cuerpo vacío que él tanto amó. Sintió un pequeño cuerpo pegarse a sus piernas; bajó la mirada y vio a Kotomi, su hija vestida toda de negro, esconder su carita en el pantalón suyo, buscando consuelo paterno. Naoki sentía bastante pena por su hija; seis años y sin madre.
Todo por su culpa ¡Su maldita culpa! Tantas personas que él había salvado, que ni siquiera conocía pero cuyas vidas había rescatado de la muerte ¿Y no pudo salvar la de Kotoko? ¿Acaso fue eso una maldición, un karma olvidado?
Colocó una mano sobre la cabecita de su hija, cerrando los ojos al mismo tiempo. En sus párpados, se proyectaron miles de imágenes simultáneamente. Eran recuerdos, algunos lejanos, otros no tanto, ante los cuales se sintió feliz y desdichado.
Vino a su memoria aquel día en que la vio por vez primera, cuando ella le ofreció, suplicante, que aceptara la carta de amor escrita especialmente para él. El destino no pudo jugarle broma más pesada que llevar a esa herida chica a su propia casa, como invitada y huésped por tiempo indefinido. Recordaba que en un principio la consideraba una tonta, idiota sin remedio cuyo cerebro seguramente se secó antes de ser usado.
Entonces ¿Cómo pudo conquistarlo? Nuevas memorias aparecieron en su mente. La perseverancia fue pieza clave para enamorarlo. Aquella chica sin inteligencia ni cultura era una mujer fuerte, llena de sueños, ideales, ilusiones bellas que siempre le hacían ver la realidad con más optimismo. Esos sueños eran la pintura con la cual ella dibujaba su propia realidad; y por más difícil que fuera, por más sacrificio que le costara, Kotoko siempre conseguía llegar a la cima de la montaña que se proponía. Casi siempre llegaba con las rodillas desechas, cansada y llena de moretones por todas las caídas, el esfuerzo que le costaba; pero siempre llegaba.
¿Y él? Nada le costaba al menos un poquito de sacrificio. Todo le era sencillo. Carecía se por eso de todo tipo de ilusiones y anhelos. Hasta que la conoció.
¿De qué me sirve la vida?
Si no la vivo contigo
¿De qué me sirve la esperanza
Si es lo último que muere?
Y sin ti ya la he perdido.
Hasta esos días, Naoki Irie pensaba que nada le era imposible; que todo en la vida eran tan sencillo como siempre se le había presentado; veía al mundo de una forma calculadora y científica, cuadráticamente, con esquemas sociales, morales y científicos que, a su criterio, no podían ser corrompidos.
Ni el amor ni la fe formaban parte de esos esquemas, por eso, cuando Kotoko apareció en su vida usando ambos sentimientos, para él desconocidos, como manera de seguir adelante, comos los pilares que la sostenían en toda adversidad conocida, sufrió una crisis muy importante en su vida.
¿Acaso todo lo que hasta ese momento consideraba correcto no lo estaba? ¿Había varias formas de ver la vida, ajenas todas ellas a la racionalidad? ¿Cómo era eso posible? Aterrado por tan abrumadora realidad, Naoki optó por alejarse de Kotoko, quien siempre le hacía pensar esas cuestiones sin conseguir nunca respuesta alguna.
Pero todo con Kotoko tenía siempre un agradable matiz que jamás en su vida había experimentado con anterioridad. Descubrió, mucho tiempo después, que aquel matiz era resultado del amor que la chica le profesaba. Ese eterno amor que tanto valor y perseverancia le dio en la vida.
Y esa lluviosa noche en que se le declaró, tuvo una curiosa epifanía que recordaría toda la vida. Se dio cuenta que la calidez de Kotoko lo salvaba constantemente del frío que por mucho tiempo llevó Naoki en su interior. Ella le daba vida, emoción y sentido a su existencia; por eso decidió casarse con ella, porque solamente Kotoko podría hacerlo feliz. Y desde ese día, en que quedaron comprometidos, sintió algo nuevo nacer en su corazón, una emoción nueva por completo: la esperanza.
Escucha bien amor lo que te digo
Pues creo no habrá otra ocasión
Para decirte que no me arrepiento
De haberte entregado el corazón.
Pero ahora ella ya no estaba. ¿En qué había fallado? ¿Qué pecado cometió para que Dios le castigara quitándole a Kotoko? Él la necesitaba demasiado. Sentía que al morir, ella se había llevado todo lo que alguna vez fue bueno en su vida.
Ella se fue, llevándose consigo la risa, la alegría, el calor de hogar, esa convicción de que, a su lado, todo siempre sería una sorpresa, jamás se podría aburrir, no con ella. Pero Kotoko estaba muerta, entonces ¿Qué quedaba? ¿No hubiera sido mejor que ella, al morir, también se llevara el amor que le profesaba? Era como había leído una vez en algún libro, cuyo nombre ahora no recordaba.
"¿Porqué siguen adelante la vida y el amor? ¿Cuál es el fin?"
¿Cuál era su fin? Su corazón aún latía dentro de su pecho, atiborrado de amor que le profesaba a su ya difunta esposa. Pero no había ya una Kotoko sonriente que le dijera "Te amo" a cada minuto del día; ya no había una Kotoko que recibiera a ese enamorado corazón llena de jovialidad y risas; ya no había una torpe Kotoko a quien reprender por habérsele olvidado alguna cosa; ya no había una Kotoko que abrazar con dulzura cuando los momentos más tristes y desesperados acudían a confundirlo por las noches.
Kotoko estaba muerta… completamente muerta, vacía, enterrada bajo suelo su interte y frío cuerpo. Costaba creerlo, en vida, Kotoko siempre desprendió calidez, amor y dulzura. Ahora su cuerpo, cáscara vacía, estaba gélido, pálido, sin rastro alguno de vida. Muerto, para variar. Y en unos pocos días, horas tal vez ¡Sepa Dios! Ese cuerpo será profanado por bacterias y gusanos, que lo harán nada más que polvo.
¿Cómo era posible que solamente quedara polvo de lo que fue una mujer llena de jovialidad, vida, con sueños, anhelos, familia, esperanzas, ilusiones y alegría?
Naoki necesitaba a Kotoko. Él no era nada sin el amor de su esposa, que siempre le ayudaba a salir adelante, a descubrir belleza en cada momento de su vida, a ver el mundo con un paradigma de optimismo y hermosura que jamás había concebido; necesitaba de ella para estar completo, para estar con su verdadero ser.
Kotomi desde luego que necesitaba a Kotoko ¿Qué va a ser de una niña de seis años sin su madre? Contaba con Oba-Sama, claro, pero una cariñosa y consentidora abuela jamás podrá reemplazar los acogedores brazos de una madre cuando se les necesitaba. Todo el mundo de Kotomi estaba patas arriba, de un momento al otro, su madre ya no estaba. Mamá está muerta… sollozaba en su mente ¿Cómo? ¡Ella quería a su mamá! ¡Necesitaba a su mamá! ¿Jamás volvería a verla? ¡No era justo! Ella necesitaba a Kotoko, viva, a su lado y apoyándola.
Los ojos de Naoki recorrían todo el rededor. El funeral estaba repleto de personas conocidas. Chris y Kin-Chan estaban ahí, uno al lado del otro; la pareja había dejado a sus hijos al cuidado de la madre de Chris (que adoraba cuidar de sus nietos) Ambos se veían increíblemente tristes. No se esperaban, ni por asomo, el perder a su querida amiga. Matumoso, para su sorpresa, estaba también ahí, visiblemente consternada.
El padre de Kotoko, Oba-Sama, su esposo, Yuuki… podía seguir observándolos, ver quiénes asistieron y quienes no a la lúgubre ceremonia. Pero aquello le tenía son cuidado. Solamente podía atinar a encontrar en todos ellos el mismo sentimiento: consternación y tristeza. No era para más, nadie se esperaba la repentina muerte de Kotoko, en la flor de su juventud.
Por más que supliqué "No me abandones"
Dijiste "No soy yo, es el destino"
Entonces entendí que aunque te amaba
Tenía que elegir otro camino
¿De qué me sirve la vida?
Si eres lo que yo pido
Los recuerdos no me alcanzan
Pero me mantienen vivo
El funeral había concluido, Kotomi finalmente se quedó dormida en los brazos de su padre, ahora su único consuelo. Oba-sama se la había llevado al auto para irse ya a la casa. Pero Naoki seguía ahí, frente a la tumba, sin moverse.
-Denme unos minutos, por favor—les dijo a sus familiares. Y todos entendieron.
La piedra gris sellaba el lugar de eterno reposo donde dormía ahora Kotoko. En donde dormiría toda la eternidad. Nunca más despertaría con ella a su lado en el lecho, jamás. Muchas veces Kotoko le decía a Naoki que la vida era un regalo, y vaya que lo era. Pero en esos momentos, era un regalo completamente vacío.
¿Para qué vivir si no estaba ella a su lado? ¿De qué le servía tener ese regalo que era la vida, si no había una Kotoko con quien compartirlo?
Se arrepintió como nunca antes el no haber sido más atento y cariñoso con ella. Esos gestos le tenían sin cuidado y el ser romántico nunca había sido de su agrado. Ahora ¡Cómo desearía tenerla enfrente y decirle que la amaba hasta que ella le pidiera que callase! Pero el hubiera no existe… Le hubiera hecho esto, si hubiera podido, quizás si hubiese conseguido… ¡Vanas palabras! ¿De qué servían ahora las palabras si no estaba la persona a quien quisiste dedicárselas? ¡No tiene ya ningún sentido!
No había ya sentido alguno.
No había ya ninguna esperanza.
Kotoko había llegado a su vida para enseñarle esperanza, plenitud, amor y perseverancia. Sin ella… solo quedaba vacío.
¿De qué me sirve la vida?
Si no la vivo contigo
¿De qué me sirve la esperanza
Si es lo último que muere?
Y sin ti ya la he perdido.
Queda a su libre albeldrío lo que piensan acerca de la historia ¿Buena, mala? ¡Los comentarios se agradecen!
chao!
