Año 2013. París, Francia.

Torre Eiffel. 23:15 PM.

No era la primera vez que se encontraba en aquella situación. Los peces gordos de Francia le encargaban asesinar a quienes iban por ellos para proteger sus propias vidas causándole al azabache nada más que repulsión. Sin embargo, luego de salvarles el pellejo, naturalmente al corto tiempo se encontraban en la mira de nuevo y le llamaban desesperadamente pagándole absurdas sumas de dinero cercanas a 8500 euros. Es por ello que ahora se encuentra nuevamente en esta situación. Jacques Magné, dueño de gran franquicia, era el cliente hoy. Este le había dado la misión de eliminar a otro pez gordo, su principal competencia rival, Joseph Le Brun.

Eres una vergüenza para este mundo, tu presencia es una mancha que solo estorba para dar paso a la pureza. Adiós y recuerda, escoria, Levi Ackerman fue quien dio fin a tu miserable vida — Apretó el gatillo sin pensarlo dos veces y dio directo en la cabeza dejando que el líquido carmesí escurriese por todo su rostro.

Pronto... Te atraparán... Cuervo negro — Y el hombre cayó.

Ese estúpido seudónimo otra vez

Se aproximó a la baranda de la famosa estructura metálica para observar la viva París nocturna. Mientras, acariciaba su revólver con un pañuelo para quitarle la sangre salpicada. Era hora de sacar el cuerpo y eliminar toda evidencia en el tercer piso del llamativo edificio turístico. El joven Ackerman podía hacerlo con velocidad y a la perfección. No era reconocido por su método de asesinato ni por su capacidad de encontrar al usuario sentenciado, Levi era reconocido por no dejar huella en la escena del crimen, su habilidad de limpieza era llamada inhumana. Acabó el trabajo. Bajó cada peldaño de la torre, disfrutando cada vez que el sonido metálico se expandía con el eco.

Tenía un modesto apartamento en el centro de París, no tenía más muebles de los necesarios y todo era impecable además de ordenado. Solo poseía libros a montones de literatura de diferentes países. Luego de un día de trabajo, gustaba de tomar una ducha para quitarse todas las bacterias que pudo poseer el otro individuo y que ahora seguramente estaban en él. El agua se deslizaba por su cuerpo escurriéndose por cada miembro. En su espalda aparecían dos alas tatuadas, según él llamaba, las alas de la libertad. En ese trabajo podía hacer lo que deseaba y recibía una increíble cantidad de dinero, no había restricción. Por ello es llamado el "Cuervo negro".

El ave oscura de alas torcidas que perdió su camino, ¿no? — Dijo para sí mientras enjabonaba su cuerpo. Luego, se fregó.

Eran más de las dos de la mañana. El azabache había salido de la ducha y se encontraba vistiendo una bata tan albina como su piel. Tomó los lentes de su mesa y se dejó caer con firmeza en un sofá de cuero negro. Se encontraba leyendo una de las obras más recientes de Richard Dawkins: El espejismo de Dios. Resumiendo, su vida diaria es: levantarse trempano, ducharse desayunar, entrenar, limpiar, salir a comprar, almorzar, prepararse para salir, matar, ducharse, leer, dormir. La rutina no cambiaba y le agradaba aquella monotonía.

Su celular comenzó a sonar, tocaba una melodía suave, probablemente jazz.

Buenas noches, ¿podría saber quién habla? — Preguntó el azabache.

Tienes trabajo, sabandija — Supo quién era enseguida. Solo había un hombre que tenía los cojones para hablarle de aquella manera.

Antoine von Pierre, pensé que estabas en la cárcel — Suspiró — ¿Puedo saber qué quieres esta vez?

Necesito que encuentres a un hombre, es un ex-amante mío. Es alto, moreno y posee ojos verdes. Este idiota robó parte de mis pertenencias al irse. A ti te pagaré bien, te ofrezco 9500 euros, pero quiero verle muerto pronto — Se escuchó una risa que le causó repulsión.

Hecho, ¿alguna información?

Su nombre es Eren Jäeger... — La llamada acabó.

El pelinegro fue a su cama por esa noche, teniendo en mente el nombre de la persona que moriría pronto.

Espero valgas la pena, Jäeger…