Si haces algo bueno una vez, alguien te pedirá que lo repitas
Hessefan
Disclaimer: Gintama no me pertenece. Todo de Sorachi.
Beta: Prófuga (se la busca solo viva).
Prompt: 13. Discrepancia (30 Vicios).
Notas: Basado íntegramente en la versión animada, es decir, que no tengo la más pajolera idea de lo que ocurre en el manga. Esto siempre lo aclaro porque no es lo mismo escribir para un público que sigue el manga (por ahí ocurrió algo que hace a este fic un what if de los cojones) que para un público como yo que es feliz en su ignorancia. Aunque dije lo mismo en "El resto de mi vida…" y al final no fue taaan what if como pensé que sería, uno nunca sabe. Por lo tanto está inspirado luego del arco de despedida del Shinsengumi y omito cualquier detalle del manga.
Crap 1:
A veces Kagura sentía que era un poco cruel con Sôgo, pero enseguida él le daba razones para serlo. Tampoco era su culpa que el enano sádico fuera justamente eso. De hecho, en las primeras ocasiones que lo trató, ella intentó ser amistosa; pero claro, nada fue igual después de esa fiesta del cerezo.
La gente a su alrededor inventaba falacias, a las cuales agregaban frases gastadas como que los que se pelean se aman y estupideces similares. No sabían lo que era padecer esa clase de incordio, con nombre y apellido, con cara y voz, atormentando el día a día.
Kagura jamás podría amar a alguien que la tratara mal, mucho menos a quien le hiciera llorar. Oh, sí, aunque ella lo negara hasta la muerte, en más de una ocasión Okita supo tocar fibras sensibles en ella.
La primera vez fue cuando la llamó "fea". Ella se había aparecido con un top y una falda que resaltaba sus (pocas) curvas y él le había dado el mejor cumplido proveniente de su funesta persona: "Bonita ropa, bonito peinado… lástima la cara".
Kagura simuló desdén, incluso que la opinión de ese pitufo putrefacto poco le importaba, hasta agradeció el oportuno cumplido de Kondo y el tino de Hijikata al mandarlo a callar, pero jamás confesaría que esa noche no pegó un ojo ideando mil y un formas de ver sufrir a Okita Sôgo. Hasta había pensado en escribirle una carta a su papá contándole el agravio para que se apareciera en pos de salvaguardar la imagen de su hija, pero desde ya que no lo hizo. Solo se quedó con esa hiel atragantada. Después de todo ella también había sido grosera con él; y de ese entonces lo sería por siempre. AMÉN.
Para Kagura, el oficial del Shinsengumi era un idiota que se la pasaba mirando videos sádicos en su celular, videos que curiosamente compartía con ella, porque según en palabras de Okita, era la única que tenía estómago (y no corazón) para eso. Era con quien debía compartir algún que otro trabajo y con quién debía competir por la comida (comestible, que no incluyera kilos de mayonesa y/o judías).
Ambos se calificaban mutuamente como "un grano en el culo".
En esa ocasión llevaban algunos meses compartiendo recados, desde que un buen día Okita se apersonó en Kabuki diciendo que le había parecido oportuno regresar. Como el shinsengumi no existía desde la muerte de Shige Shige, y era mejor eso que morir de hambre, se encargaba de repartir pedidos de la tienda de Otose.
Nadie le cuestionó al muchacho las razones para aparecerse así, de la nada y sin un pretexto convincente; por supuesto que las tenía, pero no era algo que había compartido de buenas a primeras. Solo cuando Tae Shimura le cuestionó sobre Isao Kondo, el muchacho había revelado que tenía su permiso para dejar el dojo, pero ella se había dado cuenta de que había más tras la pobre excusa de que en el pueblo la vida era demasiado aburrida.
Okita se había hecho de una pequeña moto que cumplía la función de trasladarlo por la ciudad, fuera para repartir esos pedidos de la tienda o para oficiar como ex policía. Una mierda de trabajo, si le preguntaban a él, pero le servía para lo justo y necesario que era comer, en un pueblo donde nada era gratis y sí muy costoso, hasta respirar.
Por su lado Kagura había madurado lo necesario para reparar en que al dinero debía ganárselo. Su intento de jefe apenas cubría los gastos mínimos, y eso no incluía chucherías y golosinas para ella. Fue por esa razón que una tarde se le había aparecido a Otose rogándole por alguna changa que le diera lo suficiente para la feria que se celebraba ese día.
Decir que Kagura trabajaba era una falacia, porque a decir verdad se aparecía cuando quería (entiéndase como "cuando necesitaba dinero") y realizaba recados que Tama mismo podía hacer y con la eficiencia propia de un robot.
Si bien Otose no encontraba ventajas en ese contrato de palabras, concluía que era mejor tenerla ocupada de esa forma, porque además era una buena manera de enseñarle sobre las responsabilidades de adulto.
Era medio complicado para la anciana, no solo porque Kagura se aparecía cuando quería, siempre tenía peros cuando le daba órdenes puntuales. A veces era barrer la vereda, otras era alcanzar pedidos por el barrio, incluso realizar compras elementales para cocinar y tener listos los pedidos que Okita, cuando también tenía ganas de trabajar, repartía.
—Ey, vieja —esa tarde Kagura se apareció luego de una larga ausencia— ¿hay algún trabajo para mí que no implique limpiar?
—¡Más respeto, mocosa! —despotricó la anciana desde la barra —¡No te apareces hace semanas y ya vienes con pretensiones!
—¿Hay o no? —Kagura trató de falsear su mejor cara de niña desprotegida.
—Maldición —rezongó por lo bajo, puesto que para ser sincera le venía bien la presencia de la muchacha—, atiende el teléfono mientras yo preparo los pedidos. Hoy hubo muchos desde temprano.
Kagura pegó un imperceptible salto de felicidad y saltó la barra para ponerse de inmediato a trabajar. Esperaba que la paga fuera buena o estaría ahorrando hasta el fin de los tiempos para poder comprarse esa chuchería que había visto por televisión esa mismísima tarde. Estaba en ello, comiendo los bocadillos secos bajo el mostrador, a la espera de que sonara el teléfono, cuando su némesis apareció.
—Ey, vieja —ni las buenas tardes—, ¿hay recados para enviar que no impliquen atravesar toda la maldita ciudad?
—¡Ustedes los jóvenes son muy maleducados! —gritó la anciana desde el fondo. El teléfono sonando le llevó a exclamar— ¡Tú, deja de comer y atiende! —Eso intentaba Kagura, pero las galletas de grasa tendían a pegarse en la garganta, así que como pudo, media atragantada, atendió.
—¡Bocadillos Otose, buenas tardes!
—¿Hay o no? —El muchacho se acercó hasta la barra y se sentó con el celular en mano, pero al ver que Kagura estaba distraída atendiendo un pedido se estiró para robar por debajo de la barra algunos maníes.
—El chico nuevo dice que tiene la moto rota, así que agradecería —fue punzante— que te encargaras de todos los pedidos y no solo de los que se te antojan. ¡Y dejen las botanas! ¡Que con lo que comen ni sueldo deberían tener! —Se quejó al ver a Kagura dándole un golpe a la mano del muchacho quien, igual victorioso, se había hecho de su botín y ahora la miraba con cierta presunción. Otose regresó a la cocina para continuar junto con Catherine la preparación de los pedidos.
—Tanto tiempo sin verte —fue su saludo apagado y con cierto tono de resignación apenas Kagura se desatendió. Ella le regaló una sonrisa falsa impresa de sarcasmo—. Hola, Tama —agregó cuando la mentada pasó a su lado para barrer bajo sus pies. Con ella fue más natural, Okita siempre trataba mejor al robot que a Kagura… trataba mejor a cualquier otra cosa viva y no viva antes que a la chinita que lo tenía entre ceja y ceja.
Porque si le preguntaban a Sôgo, que de todas formas lo negaría hasta la muerte, Kagura no le caía tan mal; sin embargo era como un reflejo condicionado: si ella lo trataba como mierda, él tampoco iba a tirarle flores. A veces no entendía de dónde venía tanta enemistad de su parte, pero curiosamente era por esos detalles que podía llegar a admitir, puertas muy adentro, que la "sucia esa" tenía su "gracia".
Él no reparaba en que a veces podía llegar a ser muy hiriente; como quién dice: no lo hacía con maldad. Hasta podría tildarse de ser un idiota involuntario.
Si uno era observador, repararía en que Okita trataba a la mayoría de las personas con cierta negligencia social; solo que con Kagura no podía evitar ser un huérfano emocional. Ella sacaba lo peor y lo mejor de él. Y cuando uno menciona lo mejor, nos referimos puntualmente a los insultos y bromas más elaboradas que jamás se le hubieran ocurrido para con otra persona. Y eso que Hijikata siempre lo ponía a prueba; pero no, era con Kagura cuando se superaba y sus repertorios de insultos eran ocurrentes, hasta graciosos… para los demás, claro, porque Kagura no podía reírse de sí misma con esa ponzoña envenenándole el alma.
No se querían, pero ninguno de los entendía muy bien por qué, ni tampoco se molestaban en buscar razones. Hacerlo los llevaría por terrenos difíciles de sortear; nadie quiere llegar a la conclusión de que la persona que peor te trata es la persona que más te pone a cien. Nadie. ¿Quién sería capaz de admitir que le gusta aquel que tanto le disgusta? Eso no tiene ningún sentido. En lo absoluto.
—¿Qué mierda dice aquí, china? —Y ahí llegaba la primera queja de la tarde. Paquete en mano, que Catherine le había arrojado a la cabeza desde la cocina.
—Si vas a preguntarme por cada puto pedido, atiende tú el teléfono.
—Solo te pregunto qué dice, tu letra de mierda no ayuda a entender tus horrores ortográficos. Hasta un simio podría hacer tu trabajo mejor.
—No necesitas saber qué dice el papel, la dirección está ahí, ahí. —Kagura golpeteó el paquete, señalando la parte superior de un cuadradito de papel.
—Debo saber qué dice el pedido, porque oye… no es lo mismo llevar un pollo entero que dos rolls de sushi, ¿sabes?
—¡Se enfría! —gritó Otose desde la cocina al ver que Okita seguía parado haciendo lo que en la casa de comidas habían bautizado como su pasatiempo favorito: molestar a Kagura hasta por lo más intrascendental.
—Eso, imbécil —la muchacha agitó una mano como si estuviera espantando un chucho callejero— ve a trabajar y trata de apartar tus ojos del celular, que no quiero quejas de los clientes por pedidos cambiados.
—Oh, ahora te preocupas por tu empleo.
—Siempre —se cruzó de brazos, barbilla en alto—, no solo vengo a comer y a usar el wifi gratis, como tú. —No, porque el wifi desde casa igual le llegaba.
—¡Maldición, Sougo! —gritó de nuevo Otose.
—Ya, ya… —se atajó el muchacho caminando hacia la salida— solo trato de entender esta letra de retrasado mental para poder llegar a destino. ¿Esto es un tres o un cinco, china? ¿Te sabes al menos los números? ¿En tu planeta de los simios siquiera hay algo así como una escuela?
—¡Es un tres, grandísimo idiota, un tres!
—No tiene sentido… esta sección no cuenta con una manzana tres. ¿El cliente te dio alguna referencia?
—No pongas excusa para tu incontinencia laboral.
—Incompetencia, querrás decir.
—¡Es lo mismo! ¡Tú eres el jodido repartidor! ¡Si no sabes tú dónde queda, menos lo sabré yo! —Se agachó y quitó una botella de vino de los estantes para revoleársela por la cabeza con muchas ganas de rompérsela— ¡Y te olvidas del vino!
—¿Ves? —se quejó mirando el papel— Tendré que aprender tu jodido idioma de neandertal para poder trabajar contigo.
—¡Aunque te lo resalte igual siempre te olvidas las bebidas! Pero claaaro, nunca olvidas el celular, eso sí lo tienes encastrado en el culo.
—Sí, sí, da igual. —Para darle donde le dolía, la ignoró simulando que miraba la pantalla de su celular mientras se subía a la moto y se colocaba los auriculares. Kagura lo había seguido hasta afuera con tal de no dejar que se quedara con la última palabra en la primera reyerta de la tarde.
Sin despegar los ojos del maldito aparato, arrancó a una velocidad de muerte y se perdió en el atardecer mortecino. Tama apareció de la nada, todavía con la escoba en la mano, y se situó a un lado de la muchacha para hablarle con cierto tacto que pocos humanos saben tener.
—A mí también me preocupa Okita-san…
—¡A mí no me preocupa, por mí se puede morir!
—Conducir con el celular en la mano es muy imprudente de su parte. Tiene un veintisiete por ciento de probabilidades de sufrir un accidente.
—Bah, mejor así. Quizás un buen golpe en la cabeza se la arregle —despotricó con un dedo dentro de la nariz y su mejor cara de indiferencia.
Qué curioso, porque esa intrascendente conversación con Tama, que olvidó apenas concluyó, volvería a atormentarla poco tiempo después; pero no nos adelantemos a los hechos. Trabajar una tarde con él equivalía a mil siglos de tortura, se podría decir en términos Sazae-san. Y esta recién empezaba, algo así como la primera temporada de One Piece. Aún quedaba mucho por delante.
¡Tanto tiempo! Extrañaba mucho escribir sobre Gintama, y si soy sincera este fic lo empecé a mediados del año pasado; por eso verán que más adelante menciono a Akiba... y es que para ese entonces todavía no había arrancado la temporada nueva (igual este fic estaría situado, por necesidad, justo antes de que comience la acción en esta última temporada).
Sé que es raro verme un fic de esta pareja. No es que no me guste, es que me cuesta encontrarle la vuelta, pues soy de las que piensan que una no puede "enamorarse" de una persona que te trata mal. Llámenlo amor propio o sentido común, pero es imposible sentir aprecio por alguien que te resulta intratable (¡créanme, la vida real es más dura!).
Al menos así lo pensaba XD
Verán... tengo a mi propio Okita Sôgo, y auque estoy muy lejos de sentir profundo afecto por él, después de trabajar dos años a su lado y padecerlo de lunes a sábados, aprendí a entender nuestra extraña relación de noamor-odio, en especial luego de que pasaron ciertas cosas (que no voy a contar porque el fic está inspirado en algunos de esos sucesos y sería spoilear mi propia historia).
No puedo decir que somos los mejores amigos del mundo, pero aprendimos a tolerarnos y ahora nuestra relación de noamor-odio se convirtió en algo extraño. ¿Cómo explicarlo? Es como el cariño que una hermana mayor le puede tener a un hermanito menor que es un dolor en el culo y hubiera deseado que sus padres abortaran. Solo que sin la parte fraternal del asunto.
¡El punto es que ya no me cae tan mal como al principio! Y ahí a que me dije: "oye, puedes tranquilamente escribir un okikagu tomando como base al incordio que padeces... ¡los dos son enanos, los dos son sádicos y los dos son prepotentes!". Así que tomé el desafío.
Obviamente que salvando las distancias, porque a mi Okita no lo toco ni con un palo, ¡antes muerta!
En fin, que espero que quede verosímil y que les vaya gustando. Tardaré mucho en actualizar, sobre todo porque estoy en plena mudanza (sí, otra vez); pero si les consuela saberlo lo tengo listo. O sea, me faltan detalles, sin embargo el esqueleto del fic está completo y dudo que sean más de cuatro capítulos (por el momento son tres, pero si agrego algunas escenas terminarán siendo cuatro).
¡Muchísimas gracias por haber leído! En cuanto pueda subo este fic en Ao3 (por lo general publico y actualizo primero en dicha página y me tardo eones en venir por esta, pero aproveché que me conecté para responder algunos comentarios o no lo subía más... que ya estaba juntando telas de araña en mi PC)
28 de febrero de 2017
Ciudad Evita, Buenos Aires, Argentina.
