¡Hola mis florecitas hermosas! ¿Cómo se encuentran el día de hoy? Yo estoy muy feliz de traerles este pequeño Two-shot que ya tenía pensado desde octubre del año pasado pero que al final nunca publiqué sin embargo no veo mejor ocasión que dedicárselo a una de mis mejores amigas como regalo de cumpleaños. Está hecho con todo mi amor para Magi Allie, porque es una personita que se merece miles de cosas hermosas y porque le tengo un aprecio inmenso. Las chicas que la conocen saben que ella es una persona estupenda que siempre está ahí cuando la necesitas, además de ser muy fuerte y llena de talento. Mi Pug Brujil espero que disfrutes de este pequeño obsequio de halloween en junio (aunque sabes, para mi todos los días son octubre) ¡Te quiero como no tienes idea!

Y ustedes, corazones hermosos, espero que también tengan una lectura agradable, todo lo hago pensando especialmente en ustedes. Les recuerdo que ese Two-shot contiene lemon en el segundo capítulo, es un aviso con anticipación.

Los personajes no me pertenecen, son de Hajime Isayama (siempre olvidaba esa parte).

¡Ahora pueden iniciar con la lectura!


Trick or Sugar

I

"Sentirse bien esta noche, emborracharse esta noche. Tus mejillas ya se están poniendo rojas pero no reconoces lo que hay en mi corazón."

¿Qué tal queridos televidentes? Viernes treinta y uno de octubre, ¡feliz halloween! Gracias por sintonizarnos éste fin de semana. Iniciemos con el monstruoso reporte del clima actual. Para éste día se pronostica un día despejado, soleado, con muy poca probabilidad de lluvia. No es algo de qué preocuparse, así que guarden sus paraguas y alisten sus mejores disfraces para la noche. También se registran algunas corrientes desde el oeste de la ciudad y ...—la presentadora del clima señalaba muy sonriente el brillante sol de la pantalla. Su aspecto feliz y enérgico contrastaba notablemente con su traje de vieja bruja, dándole una verdadera imagen de villana sociópata—Muchas gracias por su preferencia, por estar al tanto del pronóstico del tiempo. No se despeguen, sigan con nosotros en los boletines informativos. ¡Pasen un día y una noche mágica, no hagan travesuras! —advirtió la mujer riendo como una autentica bruja antes de qué la cámara regresara a la pareja de presentadores disfrazados de Morticia y Homero quienes agradecían con otra enorme sonrisa.

Eren cambió el canal inmediatamente, no le interesaba ver las noticias, lo único que quería era saber el clima que haría en la ciudad y así asegurarse de que su noche no se arruinaría. Pasó los canales uno por uno con pereza hasta dejarlo en uno de series los 90's y subir un poco el volumen. Se acomodó en el sofá beige de la sala y tomó la taza de fresas que se encontraba en la mesita del frente, llevando una de ellas hasta sus labios con lentitud, bastante concentrado en el show que titilaba en la pantalla. Necesitaba distraerse, no sucumbir a la tentación de mirar la hora en el reloj que colgaba en la pared ni revisar su celular como si se tratara de un tic enfermizo. Su madre había salido hace un rato en el auto para hacer las compras y recoger los disfraces de la tienda donde los habían encargado. Él había decidido ese año vestirse como Batman, el caballero de la noche, un hombre con un pasado trágico y bastante profundo, y sobre todo, muy masculino. Aún recordaba como el año anterior había sido el centro muchas risas y fotografías bochornosas en la fiesta de Connie, cuando por accidente le había llegado hasta la puerta de su casa un paquete con el traje de príncipe que había encargado por internet. Pero no cualquier traje de príncipe. Era un atuendo lleno de olanes, encaje y bordados que parecía sacado del armario de María Antonieta. Esa noche su masculinidad, de la que a veces dudaba, rozaba el suelo. Desde ese entonces aprendió dos cosas: la primera, jamás encargar su traje en una página de internet china con precios absurdamente baratos y la segunda, elegir un personaje que desbordara testosterona. Éste año sería diferente, les enseñaría a todos en la fiesta de Connie que él también podía ser muy masculino.

Cruzó las piernas con un suspiro, llevando una fresa húmeda hasta sus labios, mordiendo la punta con monotonía. Hacía bastante calor y la casa estaba parcialmente silenciosa, sólo se escuchaban las risas que provenían del televisor y los pocos autos que transitaban por la calle. Su padre llegaría en un par de horas y se alistaría junto su madre para asistir a la fiesta de beneficencia que organizaba el hospital de la ciudad para reunir fondos y él se quedaría con Mikasa, la chica a la que le pagaban para que lo acompañara por toda la ciudad a pedir dulces. Hasta ese día. Ya había cumplido quince años hace un par de semanas, se consideraba un chico grande e independiente, no necesitaba de una niñera para salir con sus amigos. Tenía planeado hablar con Mikasa cuando sus padres se fueran y decirle que no era necesario que se quedara, sabía que la chica tenía sus propias amistades y querría disfrutar de su noche así como él, era un trato justo.

Afuera se escuchó el claxon de un auto y el motor apagándose en frente de su casa, seguramente su madre que ya había llegado. Saltó de su lugar dejando la taza de fresas nuevamente sobre la mesa y caminó descalzo sobre la alfombra blanca e inmaculada, esforzándose por no salir corriendo hasta la puerta y abrirla de un tirón. Tomándose su tiempo abrió la puerta y se encontró con su madre cargando varías bolsas entre sus brazos, con el flequillo ligeramente despeinado y las mejillas encendidas.

—Afuera parece el infierno, déjame entrar cariño—pidió Carla con cansancio pasando al interior de la casa.

Eren echó un vistazo a la calle y realmente todo parecía encendido por la luz del sol que brillaba en el cielo azul sin una sola nube. Sintió una suave brisa tibia golpeándole el rostro, alborotando sus cabellos castaños, llevándose consigo algunas hojas que se desprendían de los árboles que bordeaban la calle, arrastrándolas por la calle. Al sentir el bochorno adentrándose dentro de su camisa blanca decidió que lo mejor era regresar al agradable ambiente de su casa con aire acondicionado y cerrar la puerta.

Regresó a la sala y encontró a su madre sentada en un sillón individual con las bolsas a sus pies y una expresión agotada en su rostro acalorado.

—¿Quieres una? —ofreció Eren señalando las fresas que había dejado sobre la mesa.

Carla negó débilmente cerrando los ojos.

—No, gracias cariño, por ahora solo quiero descansar un poco—le respondió gentilmente abanicándose con la mano—¿Todo en orden mientras no estuve en casa?

Eren regresó al sofá que se encontraba enfrente de su madre y se echó en él de manera despreocupada asintiendo. No había hecho mucho ese día desde que se había levantado, sólo tumbarse en el jardín debajo del árbol de melocotones de su mamá y arrancar dientes de león hasta aburrirse. Después había entrado a la casa para mantener su cabeza alejada de pensar solo en su disfraz y la fiesta de Connie. No quería lucir desesperado, pero lo estaba.

—Sí, no pasó nada interesante—agregó estirándose como un gato perezoso. Su camisa blanca se subió un poco dejando al descubierto los shorts rojos que se escondían debajo de ella.

Carla abrió los ojos con un largo suspiro y se enderezó en el sillón, inclinándose para retirar de sus adoloridos pies los delicados tacones de charol rojo dejándolos a un lado, estirando con delicia sus dedos libres del sofocante calzado. Al levantar la mirada se topó con las piernas desnudas de su hijo y como a éste no le importaba estar en una pose tan despreocupada a la vista suya, por más que intentaba corregir esa actitud desgarbada de Eren aún no lograba conseguirlo.

—Eren, ponte unos pantalones—le ordenó con poca severidad levantándose del sillón.

—Está haciendo mucho calor—se quejó el chico observando a su madre mientras arreglaba su vestido de chiffon azul. Carla siempre era pulcra, elegante. Su estilo de madre del siglo de oro llevando vestidos de línea y collares de perlas le recordaba a las guías de "Las grandes señoras" donde siempre retrataban en la portada a señoras dulces y estilizadas. Él sabía que su madre deseaba que él siguiera su ejemplo, pero simplemente no podía hacerlo.

—Lo sé, cielo, pero siempre hay que verse presentable. ¿Ya te bañaste? —preguntó la castaña recogiendo las bolsas del suelo para dejarlas sobre la mesita de la sala—Bueno, aquí están las compras, los abrigos de la tintorería, la tarta de durazno…—enumeró abriendo superficialmente las bolsas de papel café—¡Oh, los trajes! Aquí están, creí que los había olvidado en la tienda—sonrió su madre sacando los paquetes de la bolsa negra con un gran logo de calabaza y el nombre de la tienda.

—¿Puedo ver el mío? —Eren se incorporó con una sonrisa, dejando a un lado su letargo en el sillón.

—Creo que este es—Carla le entregó un paquete envuelto en papel de estraza rosa bastante claro.

Eren recibió el paquete algo desconcertado por el color, era muy femenino, incluso para él. Un sentimiento que recordaba haber experimentado el halloween del año pasado lo embargó nuevamente.

—¿Por qué es rosa? —preguntó lo más tranquilo que pudo, echándole un vistazo al papel negro donde venían los trajes de sus padres.

—Quizá se les ha terminado el papel negro y han tenido que utilizar el rosa—le restó importancia su madre—No tienes que preocuparte, yo misma escogí tu traje de Batman así que no pudieron haberse equivocado—sonrió segura tomando las bolsas de las compras nuevamente entre sus manos—Voy a dejar esto en la cocina, tú deberías subir y probarte tu disfraz.

Haciendo caso a lo que decía su madre se despidió con un beso en la mejilla y le agradeció antes de subir corriendo por las escaleras directo hasta su cuarto. Una vez arriba entró a su habitación y cerró la puerta detrás de él, dejando el paquete rosa sobre la cama de sabanas blanca. Caminó hacía la ventana de su habitación que daba a la calle, abriéndola para que la brisa entrara y la ventilara un poco. Se apoyó sobre el marco inclinando un poco su cuerpo hacía adelante para sentir el cálido verano de Carson City sobre su piel, admirar el sol del oeste redondo y perfecto sonriéndose desde lo alto; parecía encontrarse sumergido en un apacible sueño veraniego donde las horas fluctuaban como mariposas y los colores del vecindario se encendían.

Se separó de la ventana después de algunos minutos, más tranquilo y liviano, y fue hasta la cama donde se encontraba el paquete rosa. Saltó sobre la cama con fuerza y una sonrisa emocionada que agraciaba sus rasgos, miró hacía uno de los afiches que colgaban en una de las paredes blancas de su cuarto; ahí estaba Bam Bam sonriendole, animándolo para que se apresurara. Con las manos ansiosas rasgó el papel con mucho cuidado, tira por tira, mordiendo su labio inferior para contener las ganas de despedazar todo y acabar con la tortuosa incertidumbre. Sus ojos verdes lograron distinguir debajo del papel la tela negra del traje y no pudo evitar reír con nerviosismo, sintiéndose tonto por haberse preocupado en todo el día. Ahí estaba su traje, tal y como su madre se lo había asegurado, así que terminó de rasgar con más prisa para poder apreciarlo mejor y probárselo. Hizo una bola de papel rosa con los restos y los dejó a un lado suyo, después procedió a sacar del empaque de plástico el traje con delicadeza, porque conociendo su suerte, siempre sucedía algo a último minuto. Lo extendió sobre la cama y tuvo dos impresiones contradictorias: el traje era negro, de buena calidad, no sabía cuánto habría gastado su madre pero lucía bastante costoso, pero algo no estaba bien. El traje era pequeño, demasiado estrecho, seguramente no le quedaría.

—¿Qué es esto? —Eren se fijó que el traje traía una bolsita negra de papel de muselina con él y pensó que tal vez serían los accesorios. Al abrirla y dejar caer su contenido sobre la cama se dio cuenta de que efectivamente se trataban de los accesorios y una pequeña nota con ellos. No se fijó mucho en los artículos, su atención la tenía la nota que traía el logo de una mujer vestida de gato—¿Catwoman? —murmuró confundido con la nota cerca de su rostro, asegurándose de estar leyendo bien.

De pronto la delicada brisa que se coló en su cuarto lo hizo despabilar y unir cabos. El papel rosa, el traje negro y ajustado, los accesorios. Bajó la mirada y se topó con un antifaz más parecido al de un gato que al de un murciélago, un látigo de plástico y unos guantes brillantes de un material que le recordó al látex.

—Oh Dios no—gimió incorporándose de la cama con el traje entre sus manos, examinándolo de arriba abajo esperando que el traje realmente fuera el de Batman solo que en una talla más pequeña que la suya y no el de Catwoman.

"Tal vez si me lo pruebo se estire" pensó tratando de negar que ese traje no era el que había pedido.

Se hizo en una esquina de su habitación donde nadie de la calle o algún vecino curioso pudieran verlo y se desvistió con torpeza, bajando primero el short rojo con prisa para después retirar la holgada camisa blanca, erizándose un poco al sentir el contacto de su piel tibia con la brisa cálida del exterior. Bajó el cierre del traje que se encontraba en la parte delantera y se mordió el labio con fuerza antes de meter un pie y después otro con algo de dificultad pues la tela era demasiado ajustada. Subirse el traje fue aún peor; fueron varios saltos, estiramientos de piernas y una difícil lucha con su trasero que parecía no querer cooperar con el disfraz. Al final pudo terminar de subirlo y meter sus brazos dentro de las mangas, también bastante ajustadas. Ya estaba sudando y apenas se lo estaba probando. Subió la cremallera que llegaba hasta su cuello y bajó la mirada al sentir que una parte del traje se encontraba floja en la parte del abdomen. Llevó sus manos hasta la extraña "faja" que colgaba a sus costados y la abrochó, sintiendo inmediatamente como su cintura se estrechaba.

—¡Es un corsé! —dijo con sorpresa llevando una mano hasta la parte trasera donde sintió unos hilos de adorno, como si la prenda se ajustara de esa parte y no del frente—No puede ser, no puede ser—murmuró caminando hasta la cama para tomar las botas del traje las cuales eran también de un material como el látex. Se sentó en el borde y se las puso rápidamente para poder observar el traje completo y asegurarse de que en realidad solo era un bizarro traje de Batman demasiado chico.

Al terminar con las botas fue hasta el espejo de cuerpo completo que colgaba en su pared y la imagen que recibió lo perturbó. Ese chico vestido de dominatrix no podía ser él. El traje era tan ridículamente ajustado, tanto que su trasero, su gran complejo, parecía estar a punto de romper la tela con cualquier movimiento. Se preguntó qué consejos le podría dar Beyoncé para caminar sin que se marcara tanto el traje, ella después de todo tendría más experiencia que él lidiando con su poderoso atributo. Su cintura también lucía más estrecha y moldeada; el corsé hacía muy bien su trabajo porque sentía todos los órganos uno encima del otro, lo único bueno de aquella prenda era que su espalda permanecía recta. Se miró desde todos los ángulos posibles y no encontró nada masculino en ese disfraz, al contrario, ahora su figura esbelta se realzaba de manera insinuante dejando todo a la imaginación. Sí sus amigos lo habían molestado durante meses por el traje de príncipe francés, no quería imaginarse cuál sería su reacción al verlo aparecer con un sugerente traje de Catwoman.

—¿Eren, puedo pasar? —preguntó su madre del otro lado de la puerta, sin embargo no esperó respuesta por parte de su hijo y entró—¿Ya te probaste tú traje? ¿Qué tal te…?

Carla calló sorprendida al ver a su hijo delante del espejo. Llevó una de sus manos hasta sus labios tratando de disimular la risa que se le escapaba sin dejar de observar a su hijo quien la miraba acusatoriamente con las mejillas encendidas.

—¿Qué le pasó a tu traje? —Carla hizo un esfuerzo monumental por tranquilizarse y poder hallar una explicación.

—¡No es mi traje! ¡Este es el traje de Catwoman, no de Batman! —explicó el castaño con vergüenza mirándose de nuevo en el espejo.

—Eso no puede ser posible, yo recuerdo haber escogido el que tú me pediste—negó su madre acercándose hasta donde se encontraba su hijo para escudriñar el traje. Efectivamente ese no era el traje disfraz que ella había encargado—Oh, seguramente se han confundido con el pedido. Hoy había mucha gente en la tienda—se lamentó.

—¿Por qué me tiene que pasar a mí? —gimió Eren escondiendo el rostro entre sus manos—¿No podemos ir a la tienda y cambiarlo? —se le ocurrió de repente, retirando las manos de su rostro con mirada esperanzadora.

—Cielo, la tienda seguramente está repleta de personas que van a conseguir un traje a última hora, además no tengo tiempo para ir, esperar y regresar. Apenas llegue tu padre y se aliste debemos salir antes de que cierren las carreteras—le explicó Carla suavemente, apartando los mechones castaños de su frente—¿Por qué no usas tu disfraz del año pasado? —sugirió con una sonrisa.

Eren la miró como si le acabara de pedir que saliera así vestido y se plantara en el pórtico de su vecino Mike para ofrecerle algún servicio de masajes de cuerpo entero. Era absurdo, no estaba dispuesto a ponerse la ropa pomposa y brillante de nuevo, prefería salir con el traje de dominatrix, de todas formas ¿quién se fijaría en él? La fiesta de Connie, de la que no sabían sus padres, sería con poca luz seguramente. El traje podía pasar inadvertido, además no se veía nada mal, debía aceptar que le gustaban las botas y la forma en la que hacían lucir sus piernas largas y torneadas.

—Prefiero llevar el traje de Catwoman que lucir como la reencarnación de María Antonieta—dijo frunciendo las cejas graciosamente.

—No es muy… ¿Sugerente? —cuestionó Carla con algo de duda, mirándolo de los pies a la cabeza—Es de mujer cariño—le recordó.

—Los espías usan trajes ajustados, sí lo uso sin la máscara tal vez funcione—desvió la mirada pensativo ante la idea. No sonaba tan mal, después de todo era negro y de un material similar a los de esa clase de disfraces, exceptuando el corsé aunque no sabía cómo quitaría la prenda, estaba pegada a él.

—¿Estás seguro? —su mamá lo miró fijamente con expresión incrédula, no se esperaba que Eren lo tomara el error de la tienda tan bien, pensaba que insistiría tanto para cambiar su disfraz que tendría que salir con él a la tienda y conducir con nuevamente entre el trafico y el calor de ciudad. De cierta forma le aliviaba—De acuerdo, pero lleva un abrigo para cubrirte un poco. No quiero que te miren con malas intenciones—pidió examinándolo por última vez con resignación.

Pasó parte de la tarde en su cuarto preparándose para la noche con sus amigos y el plan que había ideado con ellos para que sus padres no se enteraran de su escapada a casa de Connie sin la atenta vigilancia de Mikasa. Esperó paciente que su madre revoloteara por la casa interpretando con su voz de opereta a Dorys Day mientras dejaba todo listo para su propia velada; los bailes lograban que su madre recobrara ese enamoramiento juvenil que lograban sacarla un poco de la rutina al igual que su padre. Después de un par de horas escuchó el auto de su padre estacionándose afuera de la casa y poco después el timbre resonando por toda la casa y los pasos apurados de su madre bajando para recibir a su esposo con su efusivo cariño. Él también se puso de píe y bajó tranquilamente por las escaleras encontrándose con la imagen impecable de su padre enfundando en un traje grisáceo, desprendiendo un envolvente aroma a mediterráneo.

—Hola campeón—lo saludó Grisha despeinando con cariño su sedosa cabellera castaña.

Eren le sonrió recibiendo su abrigo y maletín de cuero negro para dejarlos sobre la mesa de centro, un pequeño ritual que solía realizar cada vez que su padre llegaba a casa. Grisha subió rápidamente a su habitación para tomar un baño y empezar a prepararse, siendo seguido por su madre quien parecía bastante apurada por dejar la casa en buenas condiciones antes de marcharse. Eren nuevamente tomó asiento en la sala y encendió el televisor pasando distraídamente los canales, escuchando en el segundo piso los tacones de su madre yendo de un lado a otro, seguramente arreglándose al mismo tiempo en que ayudaba a Grisha con su propio traje. Frente a sus ojos pasaban una película que no reconocía pero que le llamó particularmente la atención; un cadillac verde de los 50's conducía libre por una carretera desértica levantando una estela de polvo y libertad detrás de él. Tan concentrado se encontraba que no escuchó cuando sus padres bajaron por las escaleras conversando emocionados, riéndose de sus atuendos.

—Cariño

Se giró al escuchar a su madre desde el rellano llamándolo como cada halloween.

—¿Cómo nos vemos? —preguntó Carla tocando su estrambótica peluca negra en una pose femenina y coqueta.

—Estas verde—comentó Eren mirando a su padre con impresión.

—Se supone que Frankenstein es verde—Grisha acomodó el cuello alto de su sweater marrón mientras Carla le ayudaba arreglando la chaqueta de su traje color mostaza.

—Te vez muy guapo, cielo—aseguró Carla sonriéndole con emoción. Su tez era tan blanca como la clara de un huevo, haciendo juego con el vestido de novia de antaño de cola larga. Lucía como la autentica novia del moderno Prometeo, una muy enamorada.

—Gracias amor—Grisha tomó la mano de su esposa para besar repetidas veces sus nudillos con una sonrisa galante en su rostro verdoso.

Eren miró hacía el techo y suspiró, ya iban a comenzar con sus mimos. Que sus padres mantuvieran vivo ese amor adolescente le parecía algo conmovedor, pero se tornaba incomodo cuando lo demostraban tan abiertamente en frente suyo. Oh, no, eso era tan vergonzoso.

—¿No se está haciendo tarde? —preguntó el jovencito con inocencia, tratando de lograr que dejaran de perderse en la mirada del otro.

Grisha giró su rostro y observó el reloj que colgaba de la pared para verificar la hora. Aún no era tan tarde, de hecho era muy pronto para que la fiesta comenzara, pero algunas calles serían cerradas y el caos reinaría, además ellos se habían ofrecido para ayudar a organizar la sección de bebidas junto a sus colegas.

—Creo que será mejor irnos de una vez—le dijo a Carla.

—Está bien—asintió ella tomando el bolso que se encontraba en el perchero donde tenían sus abrigos preparados—Cielo, Mikasa vendrá más tarde para que te acompañe. Recuerda que no deben alejarse demasiado ni regresar tan tarde a casa. Nosotros nos tardaremos un poco así que no nos esperes despierto—se acercó hasta el sillón donde se encontraba su hijo y dejó un sonoro beso en su mejilla—Llámame si ocurre algo. Te amo, recuérdalo. ¿Ya estás listo, amor? Dale un beso de despedida a tu hijo—ordenó Carla abriendo la puerta de la casa.

—Adiós campeón, no hagas travesuras—Grisha nuevamente despeinó su cabello cariñosamente para seguir a Carla quien esperaba afuera que le quitara el seguro al auto.

—No se preocupen—sonrió el castaño inocente acompañándolo hasta la puerta.

Observó como ambos entraban en el auto y este se encendía, retrocediendo lentamente para regresar a la calle. Su madre bajó el vidrio de la ventana y agitó el brazo, lanzándole un beso. Eren esperó que el auto arrancara y se alejara lo suficiente para cerrar y regresar nuevamente al interior de la casa arrastrando los pies en la alfombra, agitando la punta de su camisa para refrescarse un poco; a pesar de que afuera ya estaba atardeciendo aún se sentía el bochorno entre los cálidos colores mermelada del sol alejándose entre las nubes rechonchas.

Pensó en apagar el televisor y subir nuevamente a su cuarto para ducharse y probarse nuevamente el traje pero el sonido del teléfono lo alertó y rápidamente corrió hasta el salón del té cerca del jardín donde se encontraba. Lo descolgó y se lo pegó a la oreja sintiendo el frío del material.

—¿Hola?

¿Eren? —era Mikasa.

—Sí—respondió extrañado por su llamada. Ella solía tocar a su puerta sin previo aviso.

¿Me puedes pasar a tu mamá? —preguntó la chica.

—No está, acaba de salir con papá en el auto para ir a la fiesta del hospital—explicó—¿Por qué? —quiso saber curioso, tomando asiento en la delicada silla de talle romántico en madera y cojineria floral.

Mikasa hizo un extraño sonido con su garganta, como si se lo pensara durante algunos segundos hasta responderle:

Lo que sucede es que hoy me ha surgido otro compromiso y no puedo ir hasta tu casa para acompañarte—Mikasa sonaba falsamente avergonzada, como si de verdad le apenara no poder pasar una noche brujas tocando puertas en compañía de un quinceañero. Él presentía que ese compromiso tenía que ver con alguna fiesta y mucho alcohol.

—Oh, en ese caso no hay problema—le restó importancia enredando su dedo en el cable del teléfono distraídamente—De todas formas planeaba quedarme en casa mirando un maratón de películas de terror—trató de no morderse la lengua con esa mentira tan descarada. En realidad el contratiempo de Mikasa era su oportunidad perfecta de salir con Armin y Jean sin demasiadas preguntas. Qué el cielo lo perdonara por todo lo que estaba haciendo para asistir a la fiesta de Connie pero sólo se vivía una vez.

¿De verdad? ¿No estás molesto? —aventuró la chica con alivio sin esperar respuesta. No quería el chico cambiara de parecer—En ese caso voy a llamar a tu mamá para avisarle…

—No, no tienes que preocuparte. Yo la llamaré—rechazó Eren con naturalidad mordiéndose el labio.

¿Estás seguro? —cuestionó dudosa.

Eren entornó los ojos dejando escapar un imperceptible suspiro. Quería terminar la charla lo más rápido posible para ducharse y estar listo a tiempo.

—Sí, solo me quedaré en casa viendo televisión y comiendo dulces. Mamá también dejó la cena lista. Seguramente me vaya a la cama temprano—dijo con una voz amable tratando de no demostrar la urgencia por colgar el teléfono.

¡Eres un niño fantástico! —exclamó la pelinegra del otro lado de la línea. Eren frunció el ceño cuando la escuchó llamándolo "niño". Ya era un chico grande—Muy bien, entonces te veré después. ¡Feliz noche de brujas!

—Sí, diviértete.

Colgó inmediatamente antes de que la chica pudiese agregar algo más. Se recostó en el espaldar de la silla y sonrió entre las sombras y los colores pasteles que entraban por las ventanas por todo el salón. No tenía planeado irse a la cama temprano.


"Vas tropezando, ten cuidado o podría ver lo que escondes. No me dejas ir pero me agarras muy fuerte."

El timbre sonó por enésima, parecía que en cualquier momento se iba a fundir y le explotaría a la persona que no paraba de presionarlo repetidas veces. Bajó pisando con fuerza los escalones alfombrados con sus botas negras tratando de controlar las ganas de lanzarse encima de la persona que no paraba de enloquecerlo con ese sonido.

—¡Ya voy! ¿Puedes esperar un poco? —gritó caminando rápidamente hasta la puerta y abrirla de un tirón—¿Qué te pasa? —preguntó sin fijarse muy bien a quien retaba.

—¡Llevamos cinco minutos aquí afuera! —replicó un joven castaño y alto señalándose a sí mismo y a su acompañante que a comparación suya, lucía mucho más tranquilo.

—Hola Eren—saludó el rubio que acompañaba al otro chico agitando su mano de manera amigable.

—Hola Armin, lindo disfraz—dijo Eren cambiando drásticamente su cara de pocos amigos al detallar el traje que llevaba el rubio.

El joven con rostro de querubín lucía una curiosa armadura sencilla que solo llegaba hasta su pecho. Sus piernas estaban cubiertas por unos pantalones cortos holgados de franjas rojas y negras y unas medias blancas ajustadas junto a los zapatos de cuero bastante anticuados. Sus cabellos rubios estaban cubiertos por un extraño sombrero de metal que no hacía juego con su extravagante traje de caballero.

—Gracias. Jean y yo decidimos vestirnos de Don Quijote y Rocinante—Armin levantó el mentón orgulloso al recordar cómo entre protestas y chantajes había logrado que Jean aceptara vestirse del fiel corcel de aquél loco soñador.

—Te luce bastante—dijo Eren levantando las cejas burlón mirando a Jean enfundado en su traje de caballo. No había mucha ciencia en su disfraz, era un enterizo de felpa marrón con un sombrero que se hacía pasar por la cabeza del corcel.

Jean arrugó la nariz mirándolo de mala manera.

—Puedo decir lo mismo de ti. Te ves tan varonil como tu traje. ¿Qué eres? ¿Una gata? —preguntó mientras lo miraba de arriba abajo hasta detenerse en su pronunciada cintura donde detalló el corsé. En sus ojos apareció un brillo travieso sin imaginarse que el castaño tuviera esas inclinaciones por la ropa de mujer, aunque siendo honesto, Jaeger siempre le había parecido algo extraño—¿Estás usando un corsé? —soltó una carcajada que hizo eco en medio de la tranquila calle.

Eren enrojeció llevando ambas manos hasta su abdomen y recordó su patética excusa de hacerlo pasar por el traje de un espía, que claramente no había funcionado pues Jean lo había llamado "gata" algo no muy lejos de la realidad. Si no tuviera tanta vergüenza se había lanzado para arañarle la cara como un gato de verdad.

—No le hagas caso, Jean está algo irritante porque él tuvo que disfrazarse de caballo. Además te ves bien, no sabía que te gustaban las cosas de chicas, aunque con el traje del año pasado…—Armin dejó la frase al aire al ver que en lugar de mejorar el humor del castaño lo estaba empeorando—¿Ya estás listo? Connie dijo que antes de ir hasta su casa lleváramos algo de tomar—cambió rápidamente de tema.

—Sí, solo déjenme ir por mis cosas—dijo Eren desapareciendo en el interior de la casa, regresando rápidamente para no perder tiempo asegurándose de dejar encendida la luz de la sala para dispersar a los ladrones.

—¿Y tu niñera? —preguntó Jean a sus espaldas con claras intenciones de despertar otra disputa.

—¿Hablaste con Mikasa? —quiso saber el rubio golpeando el hombro afelpado del chico caballo para que dejara de atormentar a su amigo.

Eren acomodó por el antifaz de gato sobre su cabellera castaña tratando de no caer en las provocaciones de Jean y asintió.

—Bien, ahora que la señorita ya está lista podemos ir por las bebidas de Connie—suspiró Jean levantando los brazos al cielo con dramatismo.

—Pero yo no tengo mucho dinero—Eren tanteó el bolsillo donde apenas cabían un par de billetes. Con lo que traía no podría comprar más que dos refrescos de cajita y un par de gomas de mascar.

—Jean dijo que se encargaría—sonrió Armin restándole importancia al asunto.

—¡Vámonos! —gritó el chico caballo con energía pasando ambos brazos por los hombros de sus amigos para que empezaran a caminar—¡Este será el mejor halloween de la historia!

Decidieron caminar hasta el súper mercado más cercano que estaba a diez minutos, no tenían mucha prisa realmente, el sol se alejaba a sus espaldas como una visión onírica de oeste y sus sombras se estiraban por el asfalto caliente salpicado de hojas verde caramelo. Empezaba a anochecer y las personas empezaban a aparecer llamados por la promesa de una noche dulce y fantástica; golosinas empalagosas de colores vibrantes para los pequeños y bebidas burbujeantes para los adultos. Los tres andaban a un ritmo tranquilo conversando con enormes sonrisas frescas, despreocupados, inclusive Eren había olvidado el penoso traje e ignoraba las miradas de algunos transeúntes sobre él. Pasaron por las conservadores casonas del vecindario decoradas para la ocasión con sus jardines bordeados de calabazas sonrientes y brillantes junto algunos esqueletos que aguardaban traviesos en las puertas por los chiquillos que se atrevieran a acercarse.

Dejaron atrás el vecindario del castaño hasta llegar a la calle principal, una más comercial donde brillaban escandalosos anuncios de neón que lastimaban la mirada del ojiverde. Las tiendas también estaban decoradas de acuerdo a la festividad, todas con un toque travieso y caricaturesco, inclusive el pequeño súper mercado había adoptado el espíritu festivo haciendo que los guardias vistiesen como zombies uniformados. Seguramente les habían ofrecido un pequeño aumento por el esfuerzo.

—Buenas noches—saludó Eren con educación al pasar junto al guardia de la entrada.

Fantasmas de tela y graciosas brujas en sus escobas colgaban del techo sobre sus cabezas. En los estantes también habían pequeñas arañas negras de cuerpos esponjosos dispersas entre los productos, de esa forma algún comprador distraído podría llevarse un buen susto al tantear el insecto. Jean los guió entre los pasillos como si ya hubiese hecho muchas veces ese recorrido y lo conociera a la perfección. Esquivaron a los compradores, algunos disfrazados completamente, otros más reservados con algún accesorio de su personaje; Eren se sorprendió al ver la cantidad de niñas disfrazadas de Elsa y mujeres con coletas rosas y azules. Era como si las tiendas hubieran puesto los trajes en descuento.

—Ya pasamos las bebidas Jean—avisó Eren desde atrás esperando que el otro se detuviera sin embargo pareció no prestarle atención—¿A dónde vamos? —le preguntó a Armin quien iba a su lado.

—Por las bebidas—respondió el rubio con simpleza.

—Pero…

—No pensarás que beberíamos refrescos en la fiesta de Connie, ¿verdad? —Jean lo miró burlón por encima de su hombro sin detener la marcha hasta llegar a uno de los pasillos más sobrios del súper mercado repleto de botellas de todos los tamaños y colores.

Eren se detuvo detrás de Jean mirando con incredulidad las bebidas alcohólicas organizadas por marcas y tipos. ¿Bebidas con licor? ¿Eso era lo que iban a llevar a la fiesta de Connie? Con esperanza miró hacía su costado esperando que Armin se encontrara igual de sorprendido que él pero ya no estaba, se había acercado al chico caballo y ambos parecían murmurar entre cuales bebidas serían las más económicas y medianamente buenas para llevar. No podía ser, inclusive la voz de la razón de su grupo se había dejado llevar por las dudosas ideas de Jean.

—¿Vamos a llevar… Licor? —cuestionó a sus espaldas bajando la voz—Somos menores de edad, ¿recuerdan? No nos van a dejar llevar ni siquiera una lata de cerveza—trató de hacerlos entrar en razón disimulando el verdadero terror que le provocaba violar la ley acerca del consumo en menores de edad. Las propagandas informativas habían hecho muy bien su trabajo.

—Es obvio Jaeger, por eso no vamos a pasar por las cajas—Jean lo miró seriamente tratando de hacerle entender pero al ver el rostro confuso de el castaño esperando que continuara supo que no había captado nada—Nadie nos verá saliendo con el alcohol, ¿entiendes? Solo caminaremos tranquilamente hasta la salida y ya está—concluyó con sencillez.

—¿Estás diciendo que vamos a robar? —Eren lo miró acusatoriamente, entrecerrado sus ojos verdosos hasta el punto de taladrar el alma del otro—¿Y tú estás de acuerdo Armin? ¿Quién me dijo hace unas semanas que no podía colarme en la fila de las atracciones? —le recriminó al rubio que sostenía dos botellas pequeñas de vodka en cada mano.

—¿Quieres bajar la voz? —habló Jean entre dientes mirando a ambos lados del pasillo.

—Lo siento chicos, pero no puedo hacer esto—se negó rotundamente levantando ambas manos en un gesto pacifico. Quería a sus amigos pero sabía que aquello estaba mal y su conciencia podía más.

—No seas un bebé—resopló Jean deslizando el cierre de su traje el cual atravesaba toda la longitud de su cuerpo. Abrió el traje con ambas manos, dejando ver la segunda prenda que ocultaba; una chaqueta verdosa con bordados de flores y aves a sus costados cubría la camiseta básica blanca. Quizá Jean no planeaba quedarse mucho tiempo con su ridículo disfraz y se lo quitaría en casa de Connie cuando Armin no estuviese mirando.

Eren lo vio sacar la parte superior de su traje para poder quitarse la chaqueta de Jean y quedar solamente con la camisa blanca. Después volvió a acomodar su traje con movimientos veloces y regresar todo a la normalidad, como si nada hubiera pasado.

—Ten.

Eren recibió extrañado la prenda entre sus manos y la examinó con curiosidad.

—¿Y…?—quiso preguntar pero se detuvo cuando vio como Jean recibía la botella de vodka por parte de Armin y la guardaba rápidamente dentro de su traje—Oh, no. No, no, ni lo piensen—negó varias veces.

Armin rodó los ojos arrebatándole la chaqueta de las manos para ponérsela como si fuera un niño pequeño y Jean le ayudó sujetando sus manos para que no entorpeciera la tarea del rubio.

—¡Suéltenme! —protestó Eren soltándose del agarre de Jean, ya con su chaqueta puesta.

—No es para tanto, Eren. Todos lo han hecho alguna vez—lo calmó Armin aunque en el fondo estaba ansioso por salir de ahí.

—¿Y por qué no compramos una entre todos? —sugirió el castaño cruzándose de brazos.

—No podríamos pagar ni la mitad de lo que valen—le hizo saber señalando el precio de los escaparates—Ya relájate Jaeger, no te estamos pidiendo que mates a nadie. No seas tan dramático—rió Jean intentando suavizar la expresión del otro chico que parecía conmocionado por la situación.

—¡No conseguirán que haga lo que me piden! —sentenció Eren con determinación dispuesto a marcharse.

Cinco minutos después se encontraba caminando con una pequeña, fina y costosos botella de vodka dentro del abrigo de Jean.

Habían tenido que usar todos los poderes de persuasión de Armin y las burlas y chantajes de Jean para que cediera y aceptara solo para que lo dejaran en paz y pudieran irse del súper mercado al que jamás regresaría. Mientras caminaba sentía que todos lo miraban fijamente, como si supieran que estaba haciendo algo malo, por esa razón procuraba caminar siempre con la vista al frente, concentrado en la salida, sin reparar en nadie. Ya faltaba poco, solo dejar atrás el pasillo abarrotado de juguetes y cruzar los detectores de la salida que, según Jean, estaban dañados.

Ya había llegado el momento, solo debía dar un paso adelante, evitar el contacto visual con los guardias y caminar sin mirar atrás. Disimuladamente tomó aire, se concentró en la canción que estaba sonando, algo sobre una langosta, en las risas de los niños, el tintineo de las monedas, la voz melosa de la señorita de información… Y dio el paso.

Toda la armonía de la alegre y superficial atmósfera del súper mercado se vio rota por el penetrante pitido del detector lastimándole el tímpano. Todas las cabezas se habían girado hacía su dirección, sentía las miradas incrédulas sobre su espalda, todas apuntaban a un chico con chaqueta verde bordada y pantalones ajustados.

—¡Corre Eren!—gritó Armin pasando como un borrón al lado suyo.

—¡No te quedes ahí! —vociferó Jean cruzando la calle con su cola de caballo zarandeándose de lado a lado. Por la manera en la que se sujetaba el vientre seguramente llevaba la botella de vodka.

Dos guardias salieron detrás de los jóvenes fugitivos en una carrera penosa mientras él se quedaba quieto en su lugar, observando en silencio, casi ajeno a todo lo que estaba sucediendo. Solo sentía la mano fuerte y pesada de un guardia sobre su hombro, el murmullo de los clientes curiosos y la lejana voz del gerente llamando a una patrulla. Se sentía extrañamente tranquilo a pesar de reconocer la situación en la que estaba, ni siquiera le importaba que Jean y Armin hubieran salido despavoridos y no notaran su ausencia detrás de ellos. De repente recordó algo, algo sumamente importante:

¿Había cerrado la puerta de la casa con seguro?


"Nos cogemos de las manos y no sé qué hacer, es algo torpe. Luego nos miramos el uno al otro. Sólo estás sonriendo, creo que estoy solo en esto."

El oficial que estaba sentado detrás del escritorio lo miró fijamente y en silencio durante varios segundos, poniendo más nervioso al chico que luchaba con todas sus fuerzas para no echarse a llorar. Se concentró en la pared detrás del hombre que al parecer necesitaba otra capa de pintura blanca y otros cuadros menos intimidantes; estos parecían sacados de alguna película de mafiosos de los años 80's. La luz de neón blanca parpadeaba sobre sus cabezas iluminando de mala manera el pequeño cubículo donde se encontraban. Ahora todo era silencio, solo los acompañaba el zumbido del computador sobre el escritorio y las gotitas de la cafetera que caían pausadamente.

—No tienes cara de ser un ladrón—comentó de repente el oficial mirándolo con sus ojos pequeños y brillantes—¿Cuántos años tienes? ¿Quince?

—Quince señor…—Eren trató de leer el apellido del hombre que se encontraba bordado a un lado de su pecho—Señor Dok—respondió respetuoso.

—Te encontraron robando alcohol junto a dos de tus amigos. Déjame recordarte que acabas de violar dos leyes en una misma noche—aclaró extrayendo un cigarrillo de la caja que se encontraba sobre el escritorio—Podrás irte cuando tus padres vengan para sacarte y firmar el papeleo—se llevó el cigarro hasta los labios y ahí lo dejó sin molestarse en encenderlo.

Eren palideció al recordar ese pequeño pero importante detalle. No sabría cómo sus padres se tomarían la noticia de que su hijo, su pequeño e inocente hijo, había robado una botella de vodka del súper mercado y había sido escoltado en una patrulla hasta la comisaría más cercana, y si eso no fuera poco, les había mentido a sus padres y a Mikasa. No estaba cómodamente echado sobre el sofá de la sala viendo un maratón de películas, se encontraba sentado sobre una silla rígida de cuero sospechosamente tibia en donde seguramente antes de él se habría sentado un asesino.

—Pero yo no quería hacerlo…—se defendió débilmente encogiéndose dentro de la chaqueta de Jean. Sintió la fragancia característica de su amigo y recordó como lo habían dejado atrás cuando salieron despavoridos. Esos traidores.

Nile Dok, el comisario con el que ningún delincuente querría cruzarse, no pudo evitar esbozar una sonrisa desganada ante el terror del jovencito sentado delante de él. No había que ser muy observador para saber que ese chiquillo no era un vándalo, mucho menos un chico rebelde, lo podía notar en sus ojos grandes y redondos que le recordaban a los de un cervatillo en medio del bosque. Sus labios estaban rojos de tanto mordisquearlos, parecían bañados en jugo de cereza, estaba muy nervioso, sus pequeñas manos se encontraban entrelazadas y descansaban aparentemente tranquilas sobre su regazo pero su rostro era otra historia; sus ojos verdosos no perdían ningún detalle de sus movimientos y de vez en cuando su lengua rosada se deslizaba casi fantasmalmente sobre sus labios tratando de humedecerlos. Seguramente tenía la boca seca. Le daba algo de pena el chiquillo, sabía que seguramente había cedido a las tonterías de sus amigos los cuales habían logrado escapar, pero no podía dejarlo ir tan fácilmente; tenía un protocolo que cumplir y un puesto que mantener.

—Lo siento amiguito, reglas son reglas. Te llevaremos a un cuarto donde podrás esperar mientras nos comunicamos con tus padres—informó Nile abriendo uno de los cajones del escritorio para sacar el mechero que obsequiaban en las gasolineras de las interestatales—Necesito que nos des sus datos y números telefónicos y… Oye, no te preocupes, todos los chicos cometen alguna estupidez en sus vidas—trató de consolarlo el comisario al verse reflejado en los ojos brillosos del castaño. Si no lo tranquilizaba seguramente se echaría a llorar y él no sabía cómo mostrarse empático con las personas, su trabajo era recibir el hampa de la sociedad y encerrarlos—Vamos amiguito, no llores—suspiró encendiendo el cigarro que tenía entre sus labios delgados—Llamaré a un guardia para que te escolte a un cuarto, no es una celda así que estarás bien. Luego podrás hacer una llamada, deberías comunicarte con alguno de tus padres y explicarles la situación ¿está bien? No has hecho nada atroz, solo una estupidez—le recordó exhalando el humo, intentando por todos sus medios ser lo más gentil posible.

Eren asintió lentamente bajando la mirada hasta sus manos tratando de controlarse y salir digno de la oficina del comisario Dok. Un oficial entró para llevarlo hasta otra oficina donde una secretaría de la policía se encargó de recoger sus datos y los de sus padres consignándolos en la base de información de la comisaria. Después el mismo guardia que lo acompañaba lo guió por un pasillo con una decoración austera y fría, típica de los centros para delincuentes de baja peligrosidad. A su lado se cruzó con otro guardia que llevaba esposada a una mujer rubia bastante ebria, cantando a todo pulmón "We are the champions", destrozando la letra con sus alaridos y carcajadas estrepitosas.

Llegaron a la habitación que se encontraba al final del pasillo y poseía una puerta de metal donde había una ventana de vidrio que permitía ver en su interior, aunque Eren apenas si alcanzaba de puntillas para echar un vistazo en el interior. El guardia sacó de su bolsillo las llaves y abrió lentamente, asegurándose de que nadie saltaría encima de él para escapar.

—Tendrás que compartir la habitación con alguien más, las demás están llenas—dijo el hombre haciéndose a un lado para que entrara—Hay una cámara de seguridad adentro así que no podrá pasarte nada. Ahora entra, iré por el móvil para que puedas hacer una llamada.

Eren entró con indecisión, dando pequeños pasos dudosos en el interior, escuchando como la puerta se cerraba con fuerza a sus espaldas. El suelo era de granito blanco brillante, las paredes eran del mismo blanco enfermizo y había una sutil fragancia a limón en el aire, como si la habitación donde se encontraba hubiese sido aseada recientemente. Caminó en dirección a las sillas que estaban soldadas contra el suelo, para que no pudieran ser trasladadas o utilizadas como armas en medio de una disputa, y tomó asiento en una de ellas, la que se encontraba en frente de la otra persona a la que ni siquiera le había dado un vistazo. Solo hasta que se encontró acomodado decidió levantar la mirada con cautela y curiosidad, esperando no encontrarse con un matón o alguna mujer ebria como la del pasillo, sin embargo lo que vio le provocó dos impresiones contradictorias.

En la silla del otro lado de la habitación estaba sentado con cierta elegancia ruda y desenfadada alguien a quien podía llamársele un "adulto joven", quizá tenía veinticinco, no era muy bueno con la edad de las personas. Empezó detallando las pesadas botas negras con estilo militar que estaba apenas cubiertas de polvo, tal vez eran nuevas y las estaba utilizado esa noche, fue subiendo lentamente por sus piernas fuertes enfundadas en un pantalón negro carbón con algunos agujeros, no se distrajo mucho en ellos. Llegó hasta la cintura y evitó a toda costa posar su mirada en medio de sus piernas, estaba seguro que si el tipo lo atrapaba mirando en ese lugar no saldría vivo de allí, así que rápidamente sus ojos se posaron en la camisa de un material fino con un escote pronunciado y carente de mangas. Era una musculosa grisácea con un estampado negro llamativo de dos escopetas enredadas en rosas con sus tallos espinosos, en medio de ellas había una calavera escupiendo fuego y debajo de ella un anuncio que rezaba "No hay lágrimas para los muertos" una frase sobrecogedora para él. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho fuerte, unos brazos fuertes con una musculatura bien proporcionada. Era blanco, bastante, pero su piel inmaculada estaba surcada de algunos tatuajes que se encontraban plasmados en parte de sus brazos, el cuello y el pecho; Eren admiró los diseños con el estilo que le recordaba al dibujo del siglo pasado y sus carteles de la segunda guerra mundial con las glamurosas chicas Pin up. En una esquina de su cuello había un delicado racimo de peonias que se deslizaba por sus clavículas desnudas, era muy bonito aquél contraste entre la dureza de su cuerpo y los tatuajes.

—¿No te cansas de mirar?

Dio un pequeño brinco sobre su lugar cuando escuchó la voz grave y aterciopelada del otro. Dejó en paz sus tatuajes y lo miró a la cara, casi podía jurar que su rostro era de absoluto terror por la mirada confundida que el otro le regresaba.

—Lo siento—se disculpó con la voz fina producto de los nervios.

Ahora que detallaba su rostro podía decir con la mano derecha sobre su corazón que era el hombre más guapo que había visto en su corta existencia. ¿Creía que su vecino Mike era el tipo más sexy y atlético de Carson City? Pues no era así, el cielo le había puesto en frente a un hombre que con solo decir unas cuantas palabras hacía que sus piernas temblaran y sus sentimientos homosexuales florecieran.

El sujeto en frente suyo llevó una de sus manos hasta los cabellos negros, desordenándolos hacía un lado de su cabeza. Eran unas hebras azabaches lisas y brillantes que permanecían dóciles en su lugar, enmarcando el rostro perfecto de su portador. Él no era como esos hombres musculosos de facciones duras, lo suyo era un equilibrio entre la belleza y la masculinidad que llegaba a un punto armonioso. Contuvo la respiración cuando el pelinegro volvió a cruzarse de brazos y sus músculos se marcaron aún más.

—¿Qué estás haciendo aquí? No eres más que un niño, ¿Cuántos años tienes? —preguntó frunciendo levemente su entrecejo. Parecía aburrido de estar tanto tiempo en silencio.

—Tengo quince años—respondió Eren con algo de inseguridad.

Los ojos grisáceos del otro se rasgaron como los de un gato, ahora era su turno de ser estudiado con deliberada confianza. Sintió la penetrante mirada comenzar desde la punta de sus botas para ir subiendo por sus piernas largas envueltas en el material ajustado del disfraz y supo que se había perdido en ellas cuando no despegó la mirada por algunos segundos. Afortunadamente llevaba puesto el abrigo de Jean y no podría ver el vergonzoso corsé en su cintura, ahora toda su atención se encontraba nuevamente en su rostro.

—Lo sabía, tienes cara de bebé—sonrió descaradamente el pelinegro ladeando su cabeza un poco para poder detallarlo con más atención—En realidad eres un bebé.

Sintió sus mejillas encenderse instantáneamente cuando escuchó la forma en la que se refirió a él, con esa voz tan profunda diciéndole bebé, sonriendo inocente pero con esa mirada gris y peligrosa brillando entre sus espesas pestañas negras.

—Me llamo Eren—le dijo para no quedar nuevamente en silencio. Se sentía muy incomodo, como si de pronto el aire se hubiese impregnado de un sentimiento extraño entre ambos.

—Levi—se presentó el otro desde su lugar—No me has respondido, ¿qué haces aquí? Dudo que alguien como tú sea capaz de asaltar un banco con un arma—comentó burlón.

El castaño rió nervioso negando ante la ocurrencia. Él tampoco se veía capaz de hacer tal disparate, pero se sentía algo ridículo confesando que lo habían atrapado robando alcohol influenciado por sus amigos, no quería lucir tan inmaduro delante de alguien que a distancia se notaba más experimentado en muchos aspectos.

—Bueno no fue exactamente eso… Yo…

La puerta se abrió abruptamente interrumpiéndolo. El guardia había regresado y traía un celular bastante pasado de moda en su mano derecha. Le hizo una seña al jovencito para que se pusiera de pie y este obedeció caminando hasta la puerta sintiendo sobre él la penetrante mirada de Levi que parecía no despegarse de su parte trasera. Tomó el celular con una sonrisa agradecida para el oficial y se apresuró a marcar el número de su madre rezando mentalmente para que contestara. Salió hasta el pasillo con el celular en su oreja escuchando los incesantes tonos de espera. El guardia cerró la puerta nuevamente, seguramente para que Levi no escapara. Volvió a marcar al número de su madre, si no le respondía era porque seguramente su celular estaba guardado en su bolso. Se estaba rindiendo, ya estaba esperando que el buzón de voz le respondiera por segunda vez hasta que escuchó detrás de la línea el barullo de miles de voces y risas mezcladas con la estruendosa música.

¿Quién es? ¿Hola?

Alejó el celular de su oreja cuando su madre le respondió entre gritos. Miró con disimulo al guardia que esperaba a su lado mirando a un punto indefinido de la pared. Eren sospechaba que él también había alcanzado a escuchar.

—Hola mamá—saludó sintiendo su rostro tensarse en una sonrisa nerviosa.

¿Qué? ¡Hable más fuerte, no logro escucharlo!

Eren suspiró elevando su mirada hacia el cielo. Esto no podía estarle pasando, lo que menos deseaba era tener que levantar la voz y poner al corriente a toda la comisaria de su situación, y más aún con Levi ahí, al otro lado de la puerta.

—Mamá es Eren—llevó el celular cerca de su boca como si hablara por un walkie-talkie—¿Me escuchas?

Hubo un pequeño silencio y se asustó de solo pensar que su madre le había colgado.

¡Cariño! ¿Qué sucede? ¿Ya regresaron de pedir dulces? ¿Ya cenaste? Mami aún no puede regresar, así que recuerda cepillar tus dientes e irte a la cama, no nos esperes despierto. Tú papá está con los padres de Marco, ¿es tu compañero de la escuela no? Son muy agradables—Carla parloteaba eufórica y apenas se detenía para tomar aire. Lo que temía, su madre parecía ebria—Deberías invitarlo a casa, luce como un chico muy responsable y bueno, su mamá parece bastante interesada en el taller de bordado al que asisto así que tal vez lo veas más seguido… ¿Dónde está Mikasa?

Eren carraspeó nervioso, apoyándose en la pared que tenía más cercana. Empezó a hacer un pequeño círculo con la punta de su bota tratando de permanecer tranquilo y no alterar a su madre, lo que menos deseaba es que se escucharan sus reclamos por todo el pasillo.

—Mamá tengo que decirte algo.

¿Qué cosa, cielo?

—Estoy en la comisaria—soltó por fin mordiéndose el labio inferior con fuerza.

Hubo un silencio aún más largo donde de verdad creyó que su madre había cortado la llamada. De pronto escuchó una carcajada histérica del otro lado de la línea.

Que buena broma, ¿qué es lo que quieres decirme? —preguntó su mamá entre risas.

—No es una broma mamá, estoy en la comisaria—repitió casi desesperado para que su madre lo tomara enserio—No sé si ya te han llamado pero necesito que vengas para poder salir de aquí. Tiene que venir alguno de los dos—llevó su dedo índice hasta los labios y mordisqueó la punta de la uña débilmente esperando la respuesta de su madre.

¿Qué? ¿En la comisaria? ¿Pero qué hiciste? ¡Eren, Dios mío! ¡Responde! ¿Asaltaste a alguien? ¿A quién mataste? No puede ser—si antes reía ahora parecía que estaba al borde del llanto, podía escuchar su respiración agitada contra el auricular del celular—¡Eren, responde! Por favor, dime que no mataste a alguien. ¿Consumiste drogas? ¿Es eso?

—¡Claro que no, mamá! —Eren se pasó la mano por el rostro tratando de calmarse y no terminar igual que su madre—No he matado, asaltado, violado o extorsionado a nadie—enumeró tranquilamente. El oficial lo miró de soslayo como si hubiera acabado de perder la cabeza.

¡Estás en muchos problemas! —no logró comprender lo demás que había dicho Carla pues el audio se entre cortaba en algunas ocasiones.

—No te entiendo mamá, la señal es muy mala aquí adentro. Pero no tienes que preocuparte, no es nada grave, no estoy consumiendo—aclaró.

¡¿Estás consumiendo?! —gritó Carla espantada.

—¡Mamá es la señal, escuchaste mal! —imitó Eren ya sin importarle que Levi escuchase todo su drama desde el otro lado de la pared—Mamá tranquilízate, solo tienes que venir a la comisaria y…

¡Cuando se entere tu papá vas a estar en muchos problemas Eren Jaeger!—sollozaba su madre—Debería dejarte ahí un par de horas más para que aprendas la lección, ¿qué pasó con todas las charlas de seguridad social en la escuela? ¿Y los folletos de tu padre?

—¡No, no me puedes dejar aquí! ¡No estaba consumiendo nada, solo me atraparon robando vodka en un súper mercado!

Carla soltó una exclamación ahogada y Eren supo que había metido la pata nuevamente.

¿También robaste? ¿Qué más me tienes que decir? ¿Quieres matar a tu pobre madre de un infarto? —ahora si lloraba como si le hubieran dado la noticia de su muerte, algo que muy posiblemente sucedería porque seguramente no saldría vivo de esa situación—¡Vas a tener que darnos muchas explicaciones jovencito! ¡Tendrás mucho tiempo para reflexionar mientras vamos en camino!

—¿Si vendrán por mi? —preguntó entre esperanzado y temeroso.

Voy a hablar con tu padre para que te deje ahí un par de horas, así aprenderás que no es bueno robar y consumir drogas. Después tendremos una charla y luego agendaré una cita con el psicólogo—a pesar de llorar, su madre sonaba bastante firme y determinada.

—¡Pero ya te dije que no estaba consumiendo nada! —reafirmó llevándose nuevamente el teléfono cerca de la boca para que su madre lo escuchara fuerte y claro.

¡No me grites jovencito, y tampoco me quieras engañar! Ya hablaremos después.

—¡Se acabó el tiempo! —anunció el guardia estirando la mano para que le regresara el celular.

Eren se despidió de su madre y le entregó el celular al guardia pesaroso, entrando nuevamente a la habitación sin importarle mucho que Levi lo mirara con tanta insistencia. Ya sabía que había alcanzado a escuchar todo el espectáculo en medio del pasillo.

—Oye, ¿por qué no te sientas aquí?

Giró su rostro y vio al pelinegro retirar de la silla de al lado una cazadora de cuero negro repleta de taches, púas y parches. La puso sobre su regazo para darle espacio y eso lo hizo sonreír con mejor humor, aceptando la invitación a pesar de sentirse intimidado por su monumental figura. Un abrazo de Levi podría romperlo en dos.

—Está bien—se acercó con una sonrisa tímida brillando en sus labios sonrosados.

Las sillas no se encontraban muy separadas entre ellas por lo que al tomar asiento pudo percibir el aroma de Levi colándose por sus fosas nasales, llenándole los pulmones; olía a bosque de pinos, a un día lluvioso , a una madrugada de invierno en Minnesota, incluso logró percibir un débil aroma a cigarrillo que lo sedujo haciéndolo caer un poco más por ese hombre que apenas conocía en la comisaria.

—¿Algo anda mal? —Levi lo miró curioso levantando una de sus cejas para dar énfasis a su pregunta.

Eren mordió el interior de su mejilla desviando la mirada avergonzado. Él había escuchado todo el escándalo que había hecho afuera de la habitación, seguramente ya sabía por qué se encontraba ahí y no pudo evitar desear con todas sus fuerzas que la tierra se lo tragara y lo escupiera en China. La primera impresión solía ser la más importante y él no había dado la mejor de todas, seguramente lo veía como un adolescente inmaduro de mamá.

—No del todo… Pero no importa, ya se les pasará—trató de restarle importancia agitando su mano en un gesto vago—Supongo que ya sabes por qué terminé aquí—dijo lentamente desviando la mirada hasta sus manos, enroscando su dedo en el hilo que sobresalía del puño de la chamarra de Jean.

—¿Drogas?

—¡Por supuesto que no! —Eren lo encaró entre indignado y avergonzado por el tono burlón con el que lo dijo, sin embargo sintió un pequeño mareo al sentir el rostro de Levi tan cerca del suyo. Desde esa distancia podía verse reflejado en esos ojos grises casi líquidos de lo claros que eran—Solo… Solo fue el vodka—susurró apartando la mirada a la pared detrás de él. Se distrajo en la gran mancha de humedad que apenas se estaba formando en ella, parecía tener la forma de Obama si girabas un poco la cabeza hacía la izquierda.

—Vale, no te enfades, solo bromeaba—lo tranquilizó el pelinegro con tono conciliador, manteniendo aún en sus labios esa sonrisa traviesa que lo ponía nervioso—¿No tenías dinero?

El jovencito asintió, suspirando con pesadez al recordar cómo había terminado cediendo ante las estupideces de Jean y Armin; si tan solo hubiese sido más firme tal vez ahora estaría en la fiesta de Connie sin preocuparse por el terrible castigo que le esperaba al siguiente día.

—No tenía y no fue idea mía. Hoy iba a una fiesta de disfraces y mis dos amigos me llevaron al súper mercado sin decirme que era lo que tenían planeado—contaba el castaño regresando sus ojos grandes y redondos al rostro de su acompañante—Al principio me negué pero terminaron convenciéndome, además uno de ellos dijo que los escáneres estaban dañados, pero vaya sorpresa cuando salí y ese aparato sonó como si llevara una bomba—dramatizó juntando sus cejas con disgusto ante el recuerdo del sonido tan desagradable que no salía de su cabeza.

Levi rió suavemente, una risa corta y profunda que le produjo una sensación agradable, como pequeñas mariposas volando por todo su interior.

—¿Y tus amigos? —quiso saber el mayor inclinándose un poco más cerca de su rostro.

—Salieron corriendo cuando los guardias llegaron. No pude alcanzarlos—no confesó que en realidad ni siquiera había tratado de escapar, eso aumentaría aún más la pena por la que estaba pasando. Ya cansado de seguir reviviendo el momento decidió cambiar de tema a uno que le interesaba aún más—¿Y tú por qué estás aquí?

Levi soltó una pequeña bocanada de aire llevando una mano hasta su cuello, rascándolo un poco como si estuviera eligiendo las palabras correctas que iba a utilizar. Tal vez había hecho algo malo como matar a alguien, ¿o si violó a una persona? Ambas cosas eran terribles, y él estaba solo a unos centímetros de su cuerpo. Levi no le parecía mala persona a pesar de su apariencia dura y peligrosa, su mirada era tan punzante como una daga pero al mismo tiempo percibía algo gentil en ella. Era mejor escucharlo antes de sacar conclusiones.

—¿Ves esto? —levó levantó ambas manos delante de él y fue así como notó dos cosas: la primera, tenía una mano tatuada al igual que sus brazos. La derecha tenía una cruz latina de tamaño considerable con una aureola en la parte superior de ella y varias espinas enredadas por toda su longitud y debajo de ella varias palabras en otro idioma que no entendía, escritas con una caligrafía preciosa. En cada dedo de ambas manos había una letra del alfabeto griego que él reconoció; seguramente cada una de ellas tenía un significado. Pero lo que más resaltaba aparte del arte en su piel marmolada eran los nudillos moreteados con sangre seca en ellos, donde también se podían ver varías heridas pero nada de gravedad. Era como si hubiera estado dando puños contra una pared hasta desgarrar la fina capa de piel que recubría los huesos de sus manos.

—¿Cómo te lastimaste? —preguntó con voz queda sin apartar la mirada de ellas.

Levi flexionó un poco los dedos sin inmutarse, realmente no le dolía, estaba acostumbrado a esa clase de heridas.

—Discutí con un chico en un bar hace unas horas. Tenía la edad justa para que lo dejaran entrar a esos lugares y al parecer no le agradó que estuviese hablando con su ex novia. No quería problemas pero el chico empezó a tirar todo de la mesa y alguien tenía que tranquilizarlo—concluyó con naturalidad haciendo un puño con su mano izquierda; sus huesos crujieron y Eren se preguntó cómo habría quedado el otro chico porque podía asegurar que los golpes de Levi eran para enviarte a un hospital—No me mires así, no lo envié a urgencias si es lo que te preocupa— le hizo saber con una sonrisa pequeña al notar su nerviosismo.

—¿Estabas saliendo con su ex? —preguntó el castaño con curiosidad acercando sus manos vacilantes hasta las de Levi—¿Puedo ver tus tatuajes? —pidió con la voz fina sintiéndose como un tonto por su comportamiento. Levi le estaba hablando de una pelea y él solo se había interesado en conocer a la chica de la historia.

Levi dejó que sus manos duras y fuertes fueran cubiertas por las más pequeñas y tibias que acariciaban con la punta de los dedos las letras de los nudillos, deslizándose curiosos para recorrer cada trazo de tinta. Tuvo cuidado con no tocar ninguna herida para no lastimarlas o infectarlas, solo acariciando sutilmente algunos moretones que se había ocasionado. Podía asegurar que aquella noche su homosexualidad se había duplicado al conocer al nuevo hombre de sus fantasías adolescentes.

—La conocí en el bar y no estábamos solos, mis amigos y los suyos nos acompañaban pero el chico creyó que yo la había invitado a salir—le explicó dejando que las delicadas manos del jovencito lo consintieran distraídamente. No dejaba de mirar la bonita expresión de concentración con la que escuchaba cada palabra que él decía.

—¿Y ella te gustaba?

—Ella era muy linda—comentó Levi con una sonrisa al verlo fruncir los labios en un mohín, como si de alguna forma ese comentario no le hubiera agradado—Pero algo pequeña para mí. No era mi tipo.

Eren giró un poco su rostro mirando fijamente sus ojos grandes y rasgados preguntándose qué clase de chica era la indicada para el pelinegro. ¿Rubias? ¿Pelirrojas? ¿Morenas o blancas? ¿También le gustarían los hombres? Quizá era bi. Saber que la chica no le interesaba debía tranquilizarlo, pero no era así, si ella era muy joven entonces él se encontraba fuera de las posibilidades más remotas y ahí estaba él jugando con sus manos estropeadas.

—Entonces no te gustan que sean mucho más jóvenes que tú—concluyó aparentando neutralidad decidiendo que ya era momento de dejarlo en paz con su toqueteo.

Una sonrisa perezosa se deslizó en el rostro de Levi y sus ojos grisáceos brillaron débilmente bajo la pálida luz de la habitación.

—Sinceramente las mocosas nunca han llamado mi atención—le confesó mordiéndose el labio inferior cuando bajó la mirada y recordó ese par de piernas que hace rato había tenido el gusto de admirar. Verlo caminar de esa forma lo había hecho perder la cabeza momentáneamente, era un jodido enfermo—Aunque creo que cambiaste mi perspectiva.

Eren sintió como los dedos de Levi se entrelazaban con los suyos suavemente, como si no quisiera asustarlo con su acción tan repentina, esperando algún gesto que le indicara que no lo rechazaba. Sus dedos se enredaron en un apretón inocente y al mismo tiempo bastante intimo, sus ojos tampoco se apartaban de los contrarios, podía ver su reflejo en el espejo gris de su iris, detallar la sonrisa traviesa del pelinegro saludándolo, invitándolo a seguirle el juego. Uno del que ya no quería salir.

—¿Estás bromeando? —preguntó débilmente apenas sonriendo.

—¿No me crees?

—Dijiste que la chica era linda pero no te gustaba por ser más joven…—le recordó ensanchando su sonrisa, incitándolo para que le dijera más palabras agradables que lo llenaran de más sentimientos burbujeantes.

—Ella era linda, pero no tanto como tú—confesó Levi en un susurro cómplice apretando con suavidad la delicada mano entre la suya.

Eren rió ante el cumplido.

—Eso está mal, ¿lo sabes, verdad? —continuó con su juego sabiendo lo peligroso que podía ser, pero algo lo incentivaba a seguir coqueteando con Levi, incentivándolo a caer más por él.

—No estoy haciendo nada malo, solo estamos aquí sentados hablando un poco, conociéndonos… ¿No te gusta? —Levi lo miró inocente encogiéndose de hombros, restándole importancia a su comprometedora situación.

El jovencito mordió su labio inferior asintiendo. Claro que le gustaba, le gustaba recibir tanta atención así fuera un juego, así el pelinegro no lo dijera enserio. Nunca se imaginó que en una comisaría podría conocer a un hombre tan guapo como Levi, que lo hiciera temblar con solo escuchar su voz, que a pesar de tener esa imagen de punk busca problemas era agradable. Tal vez pasar la noche en ese lugar no iba a ser tan malo después de todo.

Ambos continuaron conversando un poco sobre ellos mientras los minutos pasaban. Su manos ya no estaban unidas pero Eren aún mantenía atrapada la de Levi entre las suyas, acariciando la cruz entre sus dedos distraídamente mientras le platicaba sobre su escuela, sus amigos y pasatiempos mientras él escuchaba en silencio, comentando de vez en cuando o respondiendo a las preguntas que le hacía. Descubrió que era tatuador, tenía su propia tienda y la dirigía junto a una amiga, no le iba mal pues disfrutaba de ciertas comodidades. Tampoco era punk, ese era su traje de halloween y Eren rió por la tonta pregunta que había hecho; creyó que Levi siempre vestía de esa manera tan intimidante, algo arraigado a su estilo. El tiempo parecía no transcurrir en esa habitación, solo se escuchaba el eco de sus voces y los sonidos aislados por la puerta de metal que de la nada se abrió con mucha fuerza haciendo que Eren pegara un brinco y soltara la mano de Levi rápidamente.

El guardia se encontraba acompañado de un hombre rubio aparentemente un par de años mayor que Levi. Traía una gabardina negra lo suficientemente larga para rozar el suelo junto a unos botas negras y un traje del mismo color, también logró observar unos lentes obscuros colgados en el cuello de su camisa negra. Lucía como Neo de Matrix.

—Hey Levi, toma tus cosas ya puedes irte—dijo el rubio dirigiéndose a Levi con confianza. Quizá eran amigos.

Oh, no, no quería que él se fuera y lo dejara solo en esa habitación. Miró a Levi con insistencia, él también le regresaba la mirada con ceño fruncido sin saber que hacer porque ya estaba harto de pasar tanto tiempo ahí encerrado sin hacer nada, sin embargo la llegada del gatito había sido algo inesperado pero cautivador; no supo si fue su rostro de bebé lo que lo sedujo o su cuerpo torneado y sugerente envuelto en esa tela oscura que se pegaba a él casi como una segunda piel. Lo que tenía bastante seguro era que ese niño tenía que ser suyo, por muy mal que sonara, no podía dejarlo ir tan fácil, no todos los días se topaba con alguien tan tierno e inocente.

—Voy a hablar con Erwin para que puedas irte conmigo. No te voy a dejar solo en este lugar—le prometió tomando la cazadora de cuero con taches, poniéndosela sobre los hombros mientras se incorporaba y caminaba hacia la puerta.

Eren esperó paciente sin saber que era lo que pensaba hacer Levi para que pudieran ir. El señor Dok había sido muy claro con él, sus padres tenían que venir y firmar su salida, y ellos no planeaban venir hasta dentro de muchas horas seguramente; con sus padres llenos de alcohol hasta la cabeza apenas recordarían que tenían un hijo en la comisaria. Escuchaba las voces de Erwin y Levi en el pasillo discutiendo en voz baja, no lograba comprender exactamente que decían pero por la entonación sabía que Levi trataba de convencerlo de algo y Erwin se negaba. Fueron eternos los minutos que esperó ahí sentado hasta que Levi entró nuevamente con una sonrisa triunfante y le dijo que podían irse. Sin dudarlo dos veces lo siguió y otro guardia con el que nunca se había cruzado cerró la puerta de la habitación y les permitió marcharse sin necesidad de ser escoltados.

—¿Me dejarán salir? El comisario Dok dijo que mis padres eran quienes tenían que venir a recogerme—le hizo saber mientras caminaba a su lado. Tenía que levantar la cabeza para poder mirar el rostro de Levi. Se sentía bastante pequeño a comparación suya.

—Erwin está hablando con Nile, no tienes que preocuparte, le debe un par de favores. Llamará a tus padres y les dirá que te escoltaron hasta tu casa en una patrulla o… Cielos, no lo sé, alguna de las muchas excusas que la policía siempre tiene—resopló metiendo sus manos dentro de los bolsillos de la cazadora.

Siguieron caminando hasta la entrada de la comisaría en donde Eren se despidió de la señorita de recepción con una sonrisa sin detenerse para no levantar muchas sospechas. Ya afuera volvió a respirar libertad; era de noche, las luces de la ciudad estaban encendidas y brillaban escandalosas, se escuchaba el barullo de las personas y todos parecían ir de un lado a otro deambulando felices encarnando leyendas.

Levi se paró en medio de la acera en frente del edificio y Eren lo imitó. No sabía qué hacer ahora: ya había recogido su dinero y sus llaves así que podía tomar un auto bus hasta su casa o a la casa de Connie, pero no lo convencían ninguna de las dos opciones. Se sentía bien salir de ese encierro, pero había disfrutado mucho de la compañía de Levi y su pequeño jugueteó allá adentro. Suspiró resignado, después de todo las cosas buenas no duraban demasiado.

—Supongo que ya debes irte—habló Eren para llamar la atención del pelinegro.

Levi bajó la mirada y enfocó su rostro con una sonrisa discreta; no podía tomarse tantas libertades como lo había hecho adentró de esa habitación.

—¿Recuerdas a Hanji? Hizo una fiesta y si no voy tendré que soportarla toda la semana con sus reclamos—el pelinegro hizo una pequeña pausa mientras mojaba sus labios resecos, después agregó—Sí quieres puedes venir conmigo. Tú querías ir a una fiesta ¿no? Estoy seguro de que no podrás reunirte con tus amigos sin lanzarte encima de ellos—comentó refiriéndose a Jean y Armin quienes seguramente ya habrían puesto al corriente al resto del grupo.

—¿Puedo ir? —lo miró esperanzado aunque rápidamente analizó la situación. En primer lugar, Levi era aún un desconocido y no sabía que intenciones tenía con él. Segundo, nadie podía asegurarle que mañana no amanecería en algún bosquecillo sin algún órgano. Tercero, sus padres podrían llegar y ver que no estaba en casa, perder la cabeza y pensar lo peor. Veía imposible poder acompañarlo—No creo que pueda, si mis padres llegan y no me ven en casa estaré en más problemas—respondió con poco ánimo. Estaba divido entre obedecer a su razón o dejarse llevar.

—Sólo serán dos horas, nada más. Tus padres seguramente han bebido lo suficiente para no poder conducir en condiciones—insistió Levi—Vamos, es solo una noche. Prometo que no te haré nada malo—susurró mirando fijamente ese par de gemas verdosas que brillaban bajo los destellos de neón haciendo imposible que apartara la vista de ellos. Quería verlos todos los días.

Eren lo pensó algunos segundos sintiendo que su deseo por seguir a Levi podía más. Ya estaba en problemas, otro no hacía la diferencia, además Levi estaba ahí frente a él insistiéndole para que lo acompañara, prometiéndole que no lo lastimaría. Algo en sus palabras lo tranquilizaban, como si le dijeran que todo saldría bien, que con él estaría seguro. Había intercedido con su amigo para que lo dejaran salir, tenía que agradecérselo de alguna forma.

—Está bien, pero no puedo quedarme mucho tiempo—aceptó al final con una sonrisita derrotada.

Levi correspondió su sonrisa.

—No te preocupes, bebé, será la mejor noche de tu vida.

"Como ves en mis ojos solo estás imaginando, bebé. Pacíficamente me miras poniéndote en frente de mi, nadando hacía el amanecer."


¡Muchas gracias por darle una oportunidad hermosuras! En el siguiente capítulo se encuentra la verdadera acción así que las invito a esperar por ese momento, les aseguro que no van a arrepentirse. Espero que les haya gustado, eso me haría muy, muy, muy feliz.

Y Magi, de nuevo mil gracias por tu amistad tan linda, por ese apoyo, soy muy afortunada de tener tu amistad y que eso se haya mantenido desde hace mucho tiempo. Espero dure mucho más. Disfruta tu día con todas las personas que amas y que te lluevan bendiciones, ¡un beso y un abrazo!

¿Un review? ¡Su opinión es muy importante para mi!