Reto songfic "La Zona Fanficker". Enjoy!
Ni "South Park" ni la canción "La fuerza del destino son de mi propiedad". Únicamente la trama.
Clyde x Bebe
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Nos vimos tres o cuatro veces
por toda la ciudad.
Una noche en el bar del oro
me decidí a atacar.
Después de dos años inscrito inútilmente en un programa de "cita a ciegas" decidí sacar a flote mi desesperación de encontrar una pareja. ¿La solución más rápida? Aceptar la oferta de mi amigo Jimmy de planear un encuentro no tan casual con alguna persona (hablando del placer, su regla del oro era no discriminar entre hombre o mujer).
—Pero ¿sabes? P-prefiero saber de mi "víctima" sin que note que voy tras ella. Así parece que es un encuentro destinado, algo que a ellos y ellas les encanta. —Y así, me preparé lo más que pude física y mentalmente para lo que venía; desveladas en clubes en donde no hallaba mi lugar, after parties en donde me entrenaba para seguirle la conversación a extraños, y detectar al momento qué número de celulares irían directamente al directorio o al cesto de basura.
Cuando nos encontramos por primera vez me desilusioné, porque mi plan era seguirte un par de veces más, y aparentar que eran coincidencia con todas sus letras. Nos encontramos en lugares distintos de nuestra pequeña ciudad, lugares a los que la gente de nuestra edad frecuentaba en fin de semana. Mi confiado amigo me animaba a hacer el movimiento final para completar nuestro acercamiento. Y después de conseguirme un trago de alcohol y un chicle para el aliento me decidí a atacar.
—"Bebe Stevens, no me lo hagas difícil..."
Tú me dijiste diecinueve
no quise desconfiar
pero es que ni mucho ni poco
no vi de dónde agarrar.
— ¿Entonces tienes...?—
—Diecinueve, casi legal. — Indicaste tratando de parecer divertida. Te seguí la corriente fingiendo reír aún sin dejar de recorrer tu espalda con mi mano derecha. Nuestra plática francamente me estaba aburriendo, ni siquiera me diste pie a desconfiar de tu edad. Era perceptible que no tenías mucho mundo. Aún con 20 años, podía asegurar que sabía mucho más de la vida que tú. Recién comenzabas la carrera en Derecho. Querías arreglar el mundo. Querías conseguirle un poco de luz a quien tuviera un problema de cualquier magnitud. Un objetivo ambiguo y estúpido, pero en cierto grado adorable. Más que nada gracias. El que no tuvieras "mucho", el que pudiera decir que era superior a ti te hacía más atractiva.
Y nos metimos en el coche
mi amigo, tu amiga tú y yo
te dije nena dame un beso
tú contestaste que no.
El hecho de que nuestro interés de conversar moría a toda velocidad, no sucedió de la misma manera con el querer pasar mi atención a algo más corporal. Pero me sentía torpe. Quizá era la falta de práctica. Ya en el auto con su respectiva "compañía", sabía que de ahora en adelante iba sólo. Jimmy estaba absorto en hacer caer a tu amiga Lola, la sombra de ti y de tus amigas.
Después de remarcar varias veces lo bien que te quedaba el conjunto que habías escogido para esa noche (por no decir que prácticamente sólo fijé mi atención en tu escote) te pedí que me dieras un beso. Pero antes de seguir alabándote irrumpiste empujando mi cara con ambas manos con una fuerza algo inusual e insististe que no.
Y bueno, tenía que fingir que estaba perdiendo la paciencia.
Empezamos mal y yo que creía
que esto era un buen plan.
No tenía algo que me hiciera distinto a los demás. Era lo que llamarían "el promedio". Intenté usar eso a mi favor. Después de todo, lo menos que las chicas buscan es a algún fenómeno para el romance soñado. Y eso me hacía perfectamente normal.
No funcionó.
Esa nueva técnica de ir directamente al cuerpo no me estaba resultando.
Aquella noche fue un desastre
no me comí un colín
éstas son sólo un par de estrechas
nos fuimos a dormir.
Por extraño que parezca, mi compañero de noche tampoco había dando en el blanco con su encanto. Un chico un tanto extraño, bizarro, un sucio pero valiente aventurero sexual. Sobra decir que hicimos retirada de la misión nocturna.
—P-putas. — Gritó desde el auto en movimiento perdiendo rápidamente de vista a quienes creímos serían nuestra compañía por al menos hasta que amaneciera. Teniendo como resultado cero ligues, nos marchamos a mi casa a dormir las horas que restaban de la madrugada. De camino a casa y mientras yo conducía las quejas de mi amigo se resumían en orgullo herido y calentura tanto por el deseo y por el coraje.
Por ese lado había que darse bastante mérito. En definitiva mi compañero de aventuras de una noche tenía habilidad o simplemente práctica que desbordaba hasta en las palabras, todo con el fin de lograr embrutecer a su modelo de "chica ideal" de la noche. En el sexo, un pragmático nada desgraciado cuando de darle a su cuerpo lo que necesitaba se trataba.
Pero la fuerza del destino
nos hizo repetir
dos cines y un par de conciertos
y empezamos a salir.
Tan mal habló esa noche tanto de ti como de Lola que ni me animé a decirte que quedamos en una cita a las dos semanas de aquel "incidente". Mi fuerza radicaba en seguir los pasos de mi amigo Jimmy. Pero tanto seguí su método que me olvidé que salía con chicas, que buscan al menos ser cortejadas. No con personas que tienen marcado el camino a la cama en sus zapatos de tacón.
—¿De amor o cómica?
—¿Tú qué crees?
—Dos entradas para "La fuerza del destino" por favor.
—Clyde, ¿has escuchado a "New Road?
—¿Quienes tocan esa canción del comercial de tacos?
—No, esos son "Ninety one"
—Y ambos vendrán al pueblo.
No sé si esa cara tan rara
un ojo aquí y un diente allá
o el cuerpecillo de gitana
mujer a medio terminar.
Seguían los días, y tú seguías siendo una niña. Yo me consideraba un hombre. Y esto nos hacía la pareja más rara de nuestros conocidos. En cierta manera, no sé si en cuanto a lo físico, mental o al hablar estábamos a medio terminar. Algo nos faltaba pero no nos animábamos a comentarlo.
Tu corazón fue lo que me
acabó de enamorar.
Desde adolescente, mis verdaderas intenciones eran tan veniales que podría ser perdonado por cualquier chica. Jimmy me enseñó a poner tanto esfuerzo en encantarlas que incluso hacía mis huesos doler.
Pero puse a mi corazón a dormir por tiempo indefinido.
Te conocí y eso me dolió más.
Porque lo despertaste con una fuerza que me llegaba a incomodar. Y a confundir.
Empezamos mal y yo que creía
que esto era un buen plan.
Y desde entonces hasta ahora
el juego del amor
nos tuvo tres años jugando
luego nos separó.
Sin embargo mi corazón se hizo escuchar en mal momento.
Tres años eran suficientes para saber si una relación entre nosotros no funcionaría a medias como nuestra autopercepción. Me convertí en el Clyde de mi infancia. Ese que invitaba a chicos y chicas a estar juntos sin importar si conseguiría algún beneficio.
Y cuando vi un camión de mudanzas dirigirse a tu casa, ni un perro de carreras podría haber corrido con la misma velocidad como lo hice yo.
—Entiende. A papá lo transfirieron a Berlín.
—Bebe, ya estás lo suficientemente grandecita para haber decidido quedarte. —Acusé mientras miraba las cajas en tu jardín, repleta de la ropa retro de tu madre.
Sea como sea, quien estuviera tomándonos como sus marionetas, decidió separarnos, para su diversión, o para un giro dramático.
Pero la fuerza del destino
nos hizo repetir
que si el invierno viene frío
quiero estar junto a ti.
Mi rutina casa-trabajo a la oficina me hizo olvidar cuántos años pasaron desde la última vez que te vi. Según tu amiga Lola fueron tres o 4. Y menos lo recordé cuando te vi frente a la nueva casa que recién compraste cuando regresaste a nuestro pequeño pueblo. Te fuiste en invierno y regresas igual que el frío.
Me acerqué con cuidado, y ambos intentamos reconocernos. Más que eso, identificar si seguía algún rastro de rencor. Yo te conocí como la niña ingenua que quería cambiar el mundo. Y a mí me consideraste como el imitador de un seductor que en el pasado se sintió un fracasado.
Tendrías que volver a lidiar con eso.
Sonreíste y me invitaste a pasar a tu casa sin muebles aún.
La fuerza del destino no fue demasiada para cambiar en lo que me quería convertir.
Pero sí para volver a reunirnos.
