Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore, el argumento se beneficia de historias varias de vampiros.

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash)y este se da entre los personajes Jarlaxle y Artemis, además de Vladimir Giurescu (personaje propio), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.

Capítulo 1. Medidas desesperadas.

- Creo que esto es el fin...

Entreri miró a su compañero y gruñó una maldición. El talante pesimista que Jarlaxle estaba acusando no le ayudaba a mantener la esperanza de curarle.

Todo aquello le parecía un mal chiste. Si hace unos días alguien le hubiese dicho que una gripe común podía acabar con Jarlaxle se hubiese reido de él.

Pero la realidad era que su socio estaba tendido junto al fuego con la tez cubierta de sudor frio y tiritando entre tos y tos. Deliraba a ratos, diciendo las mayores estupideces que se podía imaginar y otras veces se ponía fatalista, como ahora.

- Su... supongo que tenía que llegar...

- Cállate.- Entreri probó el caldo y sirvió un cuenco para el drow.

Ni siquiera era capaz de alimentarse por si mismo, las manos le temblaban demasiado para sostener el cuenco. Entreri incoporó a Jarlaxle contra la pared de la caverna y le dio a beber del cuenco, el líquido caliente debería ayudar a parar los escalofríos.

- Nunca... imaginé que moriría así...

- No vas a morirte.

- ... imaginaba una traición, una puñalada... una matrona con mala baba...

- No vas a morirte.

- ... pero no me imaginaba así... en compañía de alguien...

Entreri se quedó confuso un momento hasta entender que Jarlaxle no había esperado morir recibiendo cuidados sino solo o como mínimo en compañía de su asesino.

- Idiota, no te emociones, porque no vas a morirte.

¿Quién lo hubiera imaginado? Un drow, Jarlaxle, llevado al delirio por una gripe.

Al ser criaturas de la Infraoscuridad, lo drows no vivían bajo cambios climaticos, estaciones o el simple intervalo del día y la noche. Eso hacía que nunca hubiesen estado expuestos a enfermedades propias de esos cambios, como resfriados, pulmonías o gripes. Sin duda esa era la causa de la fuerza con que la enfermedad castigaba a su socio.

No estarían en aquella situación de no ser por el desafortunado encuentro, hacía dos semanas, con un nishruu. Esas criaturas vaporosas eran devoradores de magia y había absorvido la magia de la mayoría de los objetos de Jarlaxle antes de que conseguieran matarle.

Como consecuencia estaban atrapados en una cueva, con un aguacero interminable en el exterior y sin objetos o pociones que pudiesen curar al drow.

Estaban a una semana de viaje del pueblo más cercano pero no podían ir. Sacar a Jarlaxle bajo la lluvia en su estado sin duda lo mataría antes de que llegaran, y Entreri no podía ir a buscar ayuda sin dejar a Jarlaxle solo, casi incapaz de alimentarse y mucho menos de cuidar de sí mismo.

Y la fiebre no daba indicios de remitir.

- Artemis... sabes que me voy a morir... no mientas a un moribundo...

Entreri tendió a Jarlaxle de nuevo y le arropó con las mantas. Maldito si sabía porque pero no quería perder a Jarlaxle, no de ese modo.

- Duerme.

- Espera, tengo algo que decirte, antes de morir...

- Dime que no vas a cargarme unas ultimas voluntades.

- Ya que lo mencionas, ¿podrías ir a ver a Triel Baenre y cortarle la lengua?

Rió su propio chiste pero un acceso de tos le obligó a parar. Entreri le incorporó la cabeza poniéndola sobre sus rodillas para facilitarle la respiración.

Jarlaxle le sonrió mirandole desde abajo, era una sonrisa sincera que desconcertó a Entreri. Esperaba que los delirios pasasen cuanto antes.

- Esto es mas de lo que merezco, voy a morir sobre las rodillas de alquien que aprecio.

Entreri sintió un pinchazo de dolor que no comprendía. No recordaba la última vez que había sentido algo así. No le gustaba, quería que parase, pero no sabía como.

- No te voy a dejar morir.

- ¿Por qué no?

No tenía respuestas. ¿Por qué le era util en combate? ¿por qué era una fuente de dinero? O mas bien, ¿por qué le hacía sonrerir muy a su pesar?

Retiró el sudor del rostro de Jarlaxle con un paño y no pudo ocultar que la preocupación que sentía se reflejara en su rostro. No podía hacer nada, nada.

Mirando el rostro que tenía entre las manos se fijo en algo que llevaba en estas.

El anillo. Hacía tanto tiempo que lo llevaba que se había olvidado de él. Era facil de ignorar, era apenas una pequeña anilla, una banda fina que llevaba en el meñique y encima de tono apagado.

Nunca lo había usado. De hecho muchas veces había pensado en tirarlo antes de olvidarse de él. Era un recuerdo de un pasado que prefería olvidar.

Pero lo había conservado, y quizá era la última posibilidad de salvar a Jarlaxle.

Giurescu podía salvar a Jarlaxle.

Lo que no sabía era si querría hacerlo o qué pediría a cambio.

Suspiró, tendría que arriesgarse, por mucho que le disgustase volver a ver a Giurescu.

Sacó el anillo de su dedo y se lo llevó a los labios, suerte que tenía buena memoria o de lo contrario habría olvidado la contraseña.

- ¿Artemis? ¿Qué haces?

- Un último recurso, vamos a ir a ver a ... un conocido mio.

Frotó el anillo y abrazó a Jarlaxle para asegurarse de que el teletransporte les llevase a ambos hasta el castillo.

Un instante de confusión y distorsión y ambos notaron el cambio.

No oían la lluvia, y no hacía frio. Entreri suspiró aliviado de ver que ambos habían llegado sin problemas, despues de tanto tiempo el anillo no había fallado.

Se encontraban en la entrada del castillo.

El castillo de Giuresco era de estilo antiguo, apenas ventanas, arquitectura recia y rectangular, pero había recibido atención moderna en forma de decoración y alguna ampliación mas moderna.

Nada había cambiado desde la última vez que había estado allí. ¿Qué edad había tenido? ¿Veinte? ¿Venticinco? Ni siquiera sabía si Giurescu aun vivía allí, quizá lo habían matado y otro ocupaba su morada.

- ¿Artemis?

El aludido miró a Jarlaxle, volvía a tener la cara cubierta de sudor y tiritaba violentamente. Ya habría tiempo para recordar, ahora Jarlaxle necesitaba ayuda.

- Yo me ocuparé.- Le murmuró.- ¡¡Giurescu!! ¡¡Vladimir Giurescu !!

Moviéndose en un silencio tan sepulcral que Entreri apenas pudo verle venir, Giurescu salió de las sombras a su derecha, como si hubiese surgido de la misma oscuridad.

- Artemis Entreri... finalmente has vuelto a mi.

Giurescu no había cambiado tampoco. Seguía siendo el hombre que había conocido hacía tanto tiempo. Alto, recio, de rasgos suaves pero aristocráticos, ojos de un azul gélido y cabello rubio dorado corto y peinado hacía atrás. Su porte era imperial, su traje perfecto y andar resuelto pero silencioso.

Naturalmente no había envejecido, y al sonreir desveló las puntas de sus colmillos.

Perfectos y letales. Tal era la naturaleza de los vampiros.

- Necesito tu ayuda.

La sonrisa de Giurescu se ensanchó al oir esto. Entreri supo que la ayuda no sería barata.