Minerva soltó un suspiro cuando la boca de aquel hombre alcanzó la parte trasera de su cuello. Arqueo la espalda esperando, necesitando, sentir el contacto de su columna con el pecho de aquel dragón, mientras los brazos de él se aferraban a su cintura, envolviéndola tan fuertemente como si temiera que ella fuera a escapar lejos.

Debían estar locos. Ambos, allí. Totalmente desnudos, soltando quejidos de placer, cuando seguramente la mayoría aún no se había dormido. ¿Pero que más importaba? El maldito de Larcade los había puesto en evidencia, después de todo. Aunque más que revelar un gran secreto, solo había confirmado lo que se murmuraba por los pasillos del gremio.

Yukino debió ser la más sorprendida, con certeza, siendo que se trataba de una muchacha demasiado inocente. Su maestro, por otro lado, no era alguien a quien se le pudieran ocultar aquellas cosas, no cuando su amante y él habían compartido hasta la infancia juntos. Y no es que Rogue fuera muy parlanchín sobres sus "asuntos", pero debía admitir que ese vínculo tan estrecho que compartían, no dejaba espacio para secretos entre ambos.

Cosas de dragones, pensó.

—Demasiado tensa—Le susurró al oído, subiendo y bajando las manos en una suave caricia sobre su estómago.

—Sorprendida, más bien diría— Minerva cerró los ojos, deseando que aquellos dedos estuvieran más arriba —¿Quién hubiera pensado que hoy serías tú quien se colaría en mi habitación? —

—Acabamos de sobrevivir a una guerra, señorita— Le dio la vuelta lentamente, sin abandonar en ningún momento el agarre sobre su cintura —Estoy realmente preocupado— Y ella leyó la verdad en sus ojos tras esas palabras.

Con una mano acaricio sus facciones duras, propias de un hombre. Aquel rostro que generalmente era sombrío y a la vez tremendamente atractivo, hoy estaba lleno de moretones, con cortes cruzando las comisuras de sus labios e incluso una de sus cejas.

—No te ha ido mejor que a mí—

—No será la primera vez ni tampoco la última—Se encogió de hombros—Pero no es digno para una señorita como usted, pasar por cosas así—

—¿No me consideras lo suficientemente fuerte? — Preguntó enarcando una ceja.

—Al contrario, soy yo el demasiado débil— Y sin más preámbulos unió sus labios con los de ella.

No debió pasar más de un minuto antes de que la última prenda que los separaba desapareciera. Ella había envuelto las piernas alrededor de esas fuertes caderas, provocando que ambos dejaran escapar gemidos cuando sus partes más interesadas hicieron contacto la una con la otra.

Rogue colocó a la señorita sobre aquel acolchonado descanso, mientras se preparaba para dejar escapar toda la pasión contenida en el último día. Se lo había jurado a sí mismo, que después de acabar con sus enemigos, le haría el amor de la manera más intensa y placentera que solo ellos dos conocían.

Nunca estuvo en sus planes que los demás se enteraran de lo que hacían cuando nadie más los veía.

¿Cómo había comenzado todo eso? Con una botella de licor y un simple beso. Fue la excusa perfecta en un principio. Para él, de escapar de que aquella oscuridad que parecía perseguirlo; para ella, de escapar de los recuerdos y acciones crueles que se había visto obligada de ejercer desde que era una niña.

Y una noche, simplemente, cuando todo se había convertido en un peso demasiado grande para soportar, sus cuerpos habían sido la única manera, la única forma de aliviar sus almas. Ella nunca estuvo nerviosa, él, por otro lado, tuvo sus dudas. ¿Qué pasaría después si llevaban las cosas demasiado lejos? Minerva nunca había sido, ni sería, una mujer demasiado emocional, dominada por su deseos y sentimientos femeninos. Pero él sabía, allí mismo, que nunca podría dejar atrás ese momento. No cuando la mirada de ella estuviera allí para recordarle lo que hicieron, distante y desinteresada, quizás, pero siempre sugerente y de alguna manera ardiente.

Afortunadamente, no tuvo que preocuparse por eso.

Ella movió sus caderas, sacándolo de los recuerdos. Ambos estaban más que listos. Ahora, si tan solo pudiera encontrar la posición perfecta…

Rogue dejó escapar un gruñido, algo que no pasó desapercibido para Minerva. Duro tan solo dos segundos, pero en el rostro de él se había formado una mueca de dolor. Seguramente soportar el peso de ambos era demasiado para su condición.

—Déjamelo a mí— Demandó. En un rápido movimiento había quedado encima de él, con las rodillas dobladas y una pierna a cada lado de su cuerpo.

—Señorita…—

—Está bien. Sabes que me gusta así— Un ligero sonrojo tiño las mejillas del dragón mientras que ella sonreía con ligera maldad.

Él quería acariciarla, sentirla más cerca en tanto sus caderas se movían al mismo compás. Parecía una diosa bailando sobre su cuerpo, brillando en medio de toda esa oscuridad. Minerva pareció entender pronto los deseos de su compañero. Inclinándose un poco más cerca, dejo que él le envolviera con un brazo la espalda, mientras colaba la otra mano por las hebras de su cabello, atrayéndola en un beso. Era una posición perfecta para hacer el amor, pero lastimosamente, no la más ideal para prolongarlo.

Ambos dejaron escapar el aire rendidos, sosteniéndose el uno a otro aún. Después de tantas batallas, las fuerzas no les sobraban. Ella trato de apartarse antes de caer dormida, pero él no se lo permitió.

—No podrás levantarte a tiempo para evadir a tus compañeros si te quedas aquí—Le advirtió ella, con la cabeza apoyada en su pecho y la mano de él moviéndose entre sus cabellos.

—Dudo mucho que alguien pueda levantarse si quiera dentro de dos días, señorita—Afirmo Rogue, empezando también a perder el conocimiento —No iremos a ningún lado, Minerva— Y dicho esto, se dejó caer en el sueño.

Ella soltó otro suspiro, mitad por el cansancio y mitad por el alivio. De alguna u otra manera, ese hombre siempre lograba ver entre sus miedos. Por un momento se debatió entre hacerle caso en serio o abandonar su propia habitación y pedir prestada la de Yukino. Más que los integrantes del gremio, le preocupaban aquellos dos gatos traviesos que solían deambular por los pasillos. Se preguntó que haría si Frosh lograba seguir el rastro de su amo hasta allí y lo encontraba de "esa" manera con ella. Definitivamente sería un trauma para ambos.

Optando por la primera opción, decidió relajarse en los brazos de aquel dragón. Casi se había dormido del todo cuando escucho un movimiento brusco fuera de su habitación.

—¡Auch! —

—¡Sting-sama! ¿Se encuentra bien? —

—Mm… Sí, no es nada—Otro quejido, esta vez de sorpresa, se escuchó.

—Es… Espere un momento, Sting-sama—Algo afuera pareció callarla—Podríamos… podríamos despertar… a los demás— Habló entrecortadamente Yukino.

—Ellos están completamente dormido a estas horas, ¿lo olvidas? — Y antes de que ella pudiera contestar, Minerva escucho unos pasos alejarse del lugar. Extrañamente solo parecían ser los de Sting.

La señorita torció una mueca, parecida a una sonrisa. Ahora sabía que el hombre su cama no era el único dragón que salía por las noches a encontrarse con su comida.


NOTAS DE AUTOR:

Definitivamente desearia ser de esas personas que simplemente se dejan llevar por la inspiración y lograr terminar una historia en menos de 15 minutos.

Primero: Agradezco a todos los que lean esta historia, de verdad. Es mi primer relato sobre FT y pues decidí hacerlo sobre una de las parejas que más me han llamado la atención en los últimos capitulos del manga.

Segundo: Pido millón disculpas por las faltas gramaticales, de tiempo, de sintaxis, etc., que puedan aparecer. Me paraba cada dos líneas a leer la narración completa y entre tantas revisiones, terminé demorandome más de dos horas en subirla.

Dejen sus opiniones, por favooor. ¿Les gustó? ¿Lo odiaron? ¿Debería escribir sobre otra pareja?

En fin, ¡nos leemos!