Los personajes le pertenecen a J.K. Rowling y la historia a Johanna Lindsey que se llama Amable y Tirano, yo solo juego con ambos por entretenimiento, no pretendo violar ningún derecho de autor ni nada parecido. Espero que la disfruten


SINOPSIS

Con el corazón destrozado, la inocente Hermione Granger estaba desesperada por regresar a su hogar en América del Norte.

Dejando sus penas en las costas de Inglaterra, abordó de manera desafiante un barco norteamericano, disfrazada de camarero, para servir al capitán Draco Malfoy.

Malfoy, un atractivo ex pirata, la oveja negra de una orgullosa familia, había jurado que nunca ninguna mujer lo llevaría al matrimonio.

Pero en alta mar, él será vencido por una gran belleza cuyo amor por la libertad, la independencia y la aventura rivalizarán con él, y por una pasión arrolladora que sumirá a ambos en una vorágine de placer, peligros y amor.


Londres, 1818

Hermione Granger levantó la cuchara colocando el mango hacia delante. Puso en ésta uno de los trozos de rábano que tenía en el plato, y golpeando secamente hacia abajo el extremo del mango disparó la hortaliza a través de la habitación. No llegó a dar a la enorme cucaracha como había sido su intención, pero se aproximó bastante. El rábano se estrelló contra la pared a pocos centímetros de su blanco, logrando que el desagradable insecto se precipitara por el interior de la grieta más próxima. Misión cumplida. Mientras esos bichos no estuvieran a la vista, podía fingir que no compartía el alojamiento con ellos. Se volvió hacia su cena y, después de contemplar por un momento la comida hervida, apartó el plato con una mueca de disgusto. ¡Lo que daría por uno de esos magníficos menús de siete platos que solía preparar Hannah! Hannah, cocinera de los Granger desde hacía doce años, sabía exactamente cómo complacer a cada miembro de la familia. Hermione llevaba semanas enteras soñando con sus deliciosos platos, cosa nada sorprendente tras soportar un mes la insulsa comida del barco. Sólo había disfrutado de una buena comida desde que llegara a Inglaterra hacía cinco días. La noche misma en que desembarcaron, Hadrid la llevó a un buen restaurante después de que ambos se inscribieran en el hotel Albany. Sin embargo, al día siguiente tuvieron que abandonarlo y buscar un alojamiento mucho más barato. No les quedaba otro remedio, pues al regresar al hotel habían descubierto que había desaparecido todo el dinero de los baúles. Herms, como la llamaban afectuosamente amigos y parientes, no podía siquiera culpar al personal del hotel, pues a ella y a Hadrid les habían robado en diferentes cuartos y hasta en diferentes pisos. Lo más probable era que el dinero hubiera desaparecido mientras los baúles viajaban juntos desde los muelles del East End a Piccadilly, en el West End, donde se alzaba el prestigioso Albany; iban atados con correas al techo del carruaje alquilado y sirvieron de asiento al cochero y su ayudante, mientras ella y Hadrid devoraban entusiasmados el paisaje de Londres por primera vez. ¡Condenada suerte! Y la mala racha no había empezado allí, no: se había iniciado una semana antes, cuando, al llegar a Inglaterra, resultó que el barco no podía atracar; pasarían quizá unos tres meses antes de que hubiera en los muelles espacio para descargar. Los pasajeros tuvieron más suerte, pues los conducirían a tierra en botes de remo; pero Aún así tuvieron que esperar varios días. De cualquier modo, no cabía sorprenderse. Ella ya había oído hablar del problema de los atascos en el Támesis: un problema muy serio, pues los barcos llegaban por temporadas, al estar todos sujetos a los mismos e imprevisibles vientos y cambios de clima. El buque en el que habían viajado era uno de los doce que llegaban al mismo tiempo de Norteamérica. Había cien más, provenientes de todo el mundo. Ese tremendo problema de aglomeración era uno de los motivos por los que la compañía naviera de su familia había eliminado Londres de sus rutas comerciales, ya antes de la guerra. En realidad ningún barco de la compañía Skylark había llegado a Londres desde 1807, año en que Inglaterra inició el bloqueo a media Europa al estallar la guerra con Francia. El comercio con las Indias Orientales y Occidentales era igualmente provechoso y mucho menos complicado para la Skylark. Aún después de que Norteamérica zanjara sus diferencias con Inglaterra, al firmarse el tratado de 1814, la compañía se mantuvo apartada del comercio inglés, pues la disponibilidad de depósitos seguía constituyendo un grave problema. Con mucha frecuencia era preciso dejar cargamentos de fácil deterioro en el muelle, a la intemperie y a merced de los ladrones, que robaban medio millón de libras en mercancías al año. Y si la carga no se estropeaba a causa del mal tiempo, se perdía por el polvo de carbón que envolvía todo el puerto. Simplemente, no valía la pena hacerse mala sangre y perder beneficios, cuando había otras rutas comerciales igualmente lucrativas. Por eso Hermione no había viajado a Londres en un barco de la Skylark, y por eso tampoco obtendría gratis el pasaje de vuelta; y esto iba a ser un problema tarde o temprano, pues entre Hadrid y ella sólo tenían un total de veinticinco dólares americanos, justo la cantidad que llevaban encima en el momento del robo, y no sabían cuánto les podría durar. Por ese motivo Hermione se hallaba instalada en ese instante en un cuarto de alquiler en el barrio de Southwark, encima de una taberna. ¡Una taberna! Si sus hermanos llegaban a enterarse...De todos modos la matarían cuando volviera a casa por haberse embarcado sin que ellos lo supieran, mientras cada uno se encontraba a bordo de su propio barco en un rincón del mundo diferente. Lo peor era haberse ido sin su permiso. Por lo menos, le suspenderían la asignación durante una década, la encerrarían en su cuarto bajo llave varios años, uno tras otro le propinarían una buena azotaina... En realidad, probablemente se limitarían a echarle una buena reprimenda. Pero la perspectiva de que cinco hermanos furiosos, todos varones, mayores y mucho más corpulentos que ella, levantaran la voz al unísono y descargaran toda su indignación contra ella, cosa que ciertamente sabía que se merecía, no le resultaba muy agradable; en verdad, se le antojaba pavorosamente predecible. Por desgracia, esto no le había impedido a Hermione embarcarse rumbo a Inglaterra, con Hadrid como única compañía y protección, un hombre que ni siquiera era pariente suyo. A veces se preguntaba si el sentido común que le suponía a su familia no se habría acabado antes de su nacimiento. Llamaron a la puerta en el momento en que Hermione apartaba la pequeña mesa instalada en el cuarto para sus comidas solitarias. Tuvo que contenerse para no decir simplemente "pase". La costumbre provenía de haber vivido sabiendo que, si alguien llamaba a la puerta, era por fuerza un criado o alguien de la familia, a quien debía hacer pasar. Claro que en sus veintidós años de vida nunca había dormido sino en su propia cama, en su propio cuarto, en su casa de Bridgeport, Connecticut, o en un coy colgado de algún barco de la Skylark. Al menos hasta el mes anterior. De cualquier modo, nadie habría podido entrar, pues la puerta estaba cerrada con llave. Y Hadrid no dejaba de repetirle que debía hacer cosas tales como tener la puerta cerrada en todo momento, incluso si ese cuarto desconocido y en malas condiciones no bastara para recordarle que estaba lejos de casa y que no debía confiar en nadie en esa ciudad inhóspita, infestada de delincuentes. Pero el visitante era alguien conocido: el acento escocés con que la llamaba desde el otro lado de la puerta era fácilmente reconocible como el de Hadrid. Le abrió y se hizo a un lado cuando él cruzó la puerta, llenando el cuartito con su alto corpachón.

- ¿Ha habido suerte?. El resopló, dejándose caer en la silla que la muchacha acababa de desocupar.

- Depende de cómo lo mires, niña.

- Oh, ¿otro rodeo?

- Sí, pero parece algo mejor que un callejón sin salida.

- Supongo que sí - replicó ella, sin mucho entusiasmo. En realidad era imposible pedir más, teniendo tan poco en qué basarse. El señor Kimball, uno de los marineros del Portunus, el barco de su hermano George, sólo había podido decirle que estaba completamente seguro de haber visto a Ronald Weasley, el novio de la joven desaparecido hacía años, subido al cordaje del Pogrom, un mercante británico, cuando los barcos se cruzaron al regresar el primero a Connecticut. George no podía siquiera confirmarlo, puesto que el señor Kimball no se había molestado en mencionarle el asunto hasta que el Pogrom estuvo bien fuera de la vista. Pero ese barco iba hacia Europa; con toda probabilidad hacia Inglaterra, su país de origen, aunque no se encaminara directamente hacia allí. A pesar de todo, era la primera noticia que había tenido de Ron en los seis años transcurridos desde que lo habían hecho prisionero junto con otros dos hombres en el Nereus, el barco de su hermano Fred. Había ocurrido un mes antes de que se declarara la guerra en junio de 1812. La requisición de marineros norteamericanos por parte de la Marina inglesa había sido una de las causas de la guerra. Fue muy mala suerte que Ron fuera apresado en su primer viaje, y sólo porque aún tenía un ligero acento de Cornualles, Inglaterra, donde había pasado la primera mitad de su vida. Pero para entonces ya era norteamericano; sus padres, ya fallecidos, se habían instalado en Bridgeport en 1806, sin intenciones de volver jamás a Inglaterra. Sin embargo, el oficial del HMS Devastatation no quiso creer nada de todo aquello, y Fred tenía una pequeña cicatriz en la mejilla que probaba lo decididos que estaban los británicos a hacerse con cuantos hombres pudieran. Más adelante, Hermione supo que al HMS Devastation lo habían retirado del servicio hacia la mitad de la contienda, y a su tripulación la habían repartido entre otros cinco o seis barcos de guerra. Desde entonces no había recibido noticias. Qué estaría haciendo Ron en un mercante inglés ya terminada la guerra era algo que carecía de importancia. Por fin Hermione tenía un medio de dar con él. Y no abandonaría Inglaterra hasta que no lo hubiera conseguido.

- Bien, ¿con quién te han dicho que hables ahora? - preguntó con un suspiro. ¿Otra vez alguien que conoce a alguien que a su vez conoce a otro alguien que podría ser Ron?

Hadrid rió entre dientes.

- Dicho así, se diría que vamos a pasarnos la vida andando en círculos, pequeña. Hace sólo cuatro días que lo buscamos. Me parece que no nos vendría mal tener una pizca de la paciencia de George.

- No me nombres a George, Hadrid. Todavía me enfurece que no haya venido personalmente a buscar a Ron por mí.

- Lo habría hecho...

- ¡Dentro de seis meses! Quería que yo esperara otros seis meses, hasta que él volviera de su viaje a las Indias Occidentales. Y después, quién sabe cuántos meses más transcurrirían hasta que llegara aquí, encontrara a Ron y volviera a casa con él. Bueno, habría sido demasiado tiempo después de haber esperado ya seis años.

- Cuatro - corrigió él - No habrían permitido que te casaras hasta los dieciocho, aunque el muchacho pidiera tu mano dos años antes.

- Eso no viene al caso. Si alguno de mis otros hermanos hubiera estado en casa, bien sabes que habría venido aquí directamente. Pero no: tenía que ser el optimista de George, el único de ellos que tiene la paciencia de un santo, y su Portunus, el único buque de la Skylark en puerto. Esa es la suerte que tengo. ¿Sabes que se echó a reír cuando le dije que si yo seguía haciéndome mayor lo más probable era que Ron me rechazara?

Hadrid apenas pudo evitar sonreír ante esa sincera confesión. No era de extrañar que el hermano de la muchacha se hubiera reído. Claro que ella nunca había confiado mucho en su atractivo personal, pues no fue hasta los diecinueve años cuando se empezó a vislumbrar la belleza en la que se había transformado. Para conseguir marido confiaba en el barco que pasó a su propiedad al cumplir los dieciocho y en los intereses que tenía en la compañía Skylark. Hadrid opinaba que era precisamente eso lo que había llevado al joven Weasley a pedir su mano antes de partir con Fred hacia el Lejano Oriente, en un viaje que iba a durar varios años. Pues bien, habían pasado unos cuantos más, gracias a la arrogancia británica en alta mar. Pero la muchacha no prestaba atención a sus hermanos, quienes le aconsejaban olvidarse de Ron Weasley.

Incluso una vez terminada la guerra, cuando el joven no volvió a su patria como se esperaba que hiciera, ella se mantuvo decidida a esperarlo. Habría bastado eso para advertir a George de que su hermana no estaba dispuesta a aceptar retrasos mientras él realizaba su viaje a las Indias Occidentales y entregaba su carga en cinco o seis puertos diferentes. ¿Acaso no era tan aventurera como el resto de la familia? Lo llevaban en la sangre. ¿Y acaso no carecía de la paciencia de George, como todos sabían? Desde luego, se podía perdonar a George por pensar que el problema no caería sobre sus espaldas, ya que el barco de Percy, el cuarto de los varones, tenía que arribar a finales del verano. Y Percy, que siempre se quedaba en casa varios meses entre un viaje y otro, nunca había sabido negar nada a la única mujer de la familia. Pero la muchacha tampoco quiso esperarlo. Se hizo con un pasaje para un buque que zarpaba sólo tres días después que el de George y de alguna forma logró convencer a Hadrid para que la acompañara, y éste aún no comprendía cómo había acabado creyéndose que la idea había sido suya y no de la muchacha.

- Bueno, Herms, no nos va tan mal con nuestra cacería, considerando que aquí, en Londres, hay más gente que en todo el estado de Connecticut. Podría haber sido mucho peor si el Pogrom estuviera ahora en puerto, con toda su tripulación desperdigada por ahí . Ahora bien, el hombre con quien voy a encontrarme mañana por la noche, según dicen, conoce muy bien a ese muchacho. El tipo con quien he hablado hoy dice que Ron abandonó el barco con un tal señor Willcocks. ¿Quién mejor que él para saber dónde buscarlo?

- Suena prometedor, sí - reconoció Hermione

- Ese tal señor Willcocks podría llevarte directamente a donde está Ron, de modo que... me parece que te acompañaré.

- ¡Nada de eso! - le espetó Hadrid, incorporándose y frunciendo el ceño - Vamos a encontrarnos en una taberna.

- ¿Y qué?

- ¿Para qué estoy aquí, sino para evitar que hagas locuras peores que la de venir a este lugar?

- Oye, Mac...

- ¿Nada de peros, jovencita! - le reconvino con severidad.

Pero ella le dirigió esa mirada que anunciaba su determinación a salirse con la suya. Hadrid gruñó para sus adentros. Sabía perfectamente que no había modo de hacerle cambiar de idea cuando algo se le metía en la cabeza. La prueba era que estaba allí y no en su casa, como sus hermanos creían.


Hola hola! Espero que no sean mala/os porque es mi primera historia en fanfiction, amo esta pareja y es una historia que siempre me gustó, así que dije... "¿porque no?"

Muchísimas gracias por leer, díganme que piensan de esta historia, que me encanta, así sigo adaptándola.

Besos, Isa Malfoy Mellark.