Disclaimer, los personaje no pertenecen son propiedad de George R.R. Martin.
— ¿Mamá y como fue tu primer beso? —Preguntó la pequeña princesa Myrcella.
Por respuesta su madre la observa interrogante, tratando de descifrar el motivo de su pregunta, sus cejas doradas se arquean invitando a su hija a seguir su relato.
— Hoy la septa Englantine me contó una historia, sobre una princesa, la más hermosa de todos los reinos, una bruja celosa de su belleza le lanzó una terrible maldición que la dejó sumida en un largo sueño, el hechizo sólo podía ser roto con el poder de un primer beso, el primer beso de amor verdadero…— termina la niña, sus ojos verdes brillan de alegría y una tierna sonrisa se dibuja en sus rosados labios.
La mente de la Reina de inmediato viaja al pasado, recuerda los tiempos felices en los que aunque su padre no sonreía, porque él nunca lo hace, parecía feliz. Tiempos en que Jaime y Cesei eran tan iguales, que sólo bastaba un cambio de ropa para que nadie los distinguiera. Tiempos en que su madre, Joanna Lannister aún vivía.
Recuerda los cabellos dorados de Jaime bajo el sol de la playa, reluciendo como hebras de oro; el reflejo del mar en sus ojos verdes, moteados levemente de color azul; sus dedos pequeños y suaves tocando sus labios, pidiendo permiso silenciosamente; su suaves mejillas coloreadas de carmesí, resaltando hermosamente su tono piel; el olor a sal y mar de su cuerpo, el olor a hogar.
El amor profundo e inocente de ambos, un amor de niños, el más puro que puede existir. Recuerda sus labios húmedos sobre los de ella, moviéndose de manera dulce y acompasada, los labios de ella correspondiéndole de la misma forma, de manera tan sincronizada como sólo ellos lo pueden hacer. El primer beso de ambos, el primero de muchos, la mirada cómplice de ambos antes de tomar sus manos y echar a correr de regreso a Casterly Rock, entre risas y promesas, con la mejillas sonrojadas y los pies descalzos.
— ¿Entonces, como fue tu primer beso? ¿Tú primer beso de amor verdadero con Padre? — pregunta nuevamente la niña, logrando sacar a la Reina de su ensoñación. Cersei ríe levemente de manera condescendiente, sus ojos brillan bajo la luz dorada de las velas, le da un beso a su hija y le desea buenas noches sin darle una contestación.
A fuera de la habitación Jaime la espera, ambos sonríen de la misma manera cómplice que hicieron hace tantos años atrás. Cersei lo observa y no puede evitar pensar que aunque él no es un príncipe, es su dulce hermano y eso es más que suficiente para amarlo como lo hace.
Jaime se quita los guantes dejando su mano desnuda, la coloca tiernamente en su vientre y sonríe de manera dulce, al sentir el niño de ambos que crece dentro de ella, otro hermoso león dorado.
—Te amo— susurran para perderse en los pasillos del la Fortaleza Roja, tomados de la manos entre risas y promesas que no serán cumplidas.
