Me animé a desempolvar viejas frustraciones respecto al final del anime. Latis y Lucy merecen mas que 30 segundos para decirse lo que sienten! Pero para eso, hay que crear cierta atmósfera para ayudarles.
Primer fanfic publicado al mundo! Gracias por leer
PRISIÓN
Una piedra cayó por el abismo con gran estruendo.
Su prisión se estaba desmoronando. Algo tenía que haber cambiado en la superficie para que aquellas paredes, tan fuertes una vez, estuvieran resquebrajándose.
Habían pasado centurias desde que estuviera tan atenta, tan despierta. El letargo de siglos había culminado y por fin veía cerca la hora de su resurgimiento.
Faltaba poco…
TIEMPO
Cada vez que recorría el camino a casa en el autobús, pensaba lo mismo. ¿Qué tanto daño podría hacer el tiempo?
Podía sentir como su espíritu ya no ardía. Desde hacia al menos un año se venía conformando con su vida cotidiana, sin esperar nada. La esperanza hacía mucho daño.
Si ahora debía escoger algún sigul, le habrían dado una piedra. Y saber eso, le agriaba el alma. Ya no se veía a sí misma como la guerrera de fuego que había sido. Su otro yo seguiría confiando, seguiría alegre, seguiría adelante a pesar de todo. ¿Donde había quedado esa guerrera?
Miraba por la ventana, viendo como las personas iban y venían, los autos avanzaban rápidamente y el viento agitaba los cables de electricidad. Se respondió en su mente. La guerrera estaba en aquel mundo, tenía 14 años, tenía dos mejores amigas y estaba profundamente enamorada de un guerrero alto, apuesto y de voz sensual. Acá, en este mundo, era una simple estudiante de biología, que a pesar de sus serios intentos por hacer amistades verdaderas después de la secundaria, y de encontrar cariño, sin atreverse a decir amor, el destino se había encargado de que las personas que se habían cruzado en su camino no fueran leales, sinceras o incluso, que no las movieran otros intereses.
Sonrió ante la idea de la sombra que podían crear sus sentimientos si en la tierra los pensamientos tuvieran el poder de crear seres. ¿Cómo sería? ¿Una Luz taimada cuyo oficio sería conseguirle novio? Se rió sola a su pesar.
Había conservado las esperanzas de volver durante casi cuatro inviernos, pero su confianza disminuyó y finalmente se extinguió cuando pasaron otros cuatro. Ocho años habían pasado ya. Ocho años desde que su corazón había saltado de alegría al escuchar aquella frase tan deseada de los labios de su anhelado espadachín mágico. Ocho años desde que volviera de aquel mundo y cuatro de no haber visto a sus queridas amigas Marina y Anaïs.
El tiempo hacía daño, no había duda. Y el sentimiento de ausencia era cada vez más grande. ¿Cómo podía seguir viviendo de este modo?
¿Habría sido preferible quedarse en Céfiro aun siendo el pilar?
Sus pensamientos estaban llenos de preguntas sin respuestas, y eso era lo que finalmente le había endurecido. El conocimiento de que por más que reflexionara en ello, no había ninguna salida, ningún recurso que agotar, nadie a quien acudir. A medida que pasaban los días, se preguntaba si el tiempo había hecho lo mismo en aquel otro mundo, si los años corrían igual de rápido o si era al contrario. Se llenaba de desesperanza al considerar si él estaría preguntándose lo mismo, si la extrañaba, o si había encontrado a alguien más… después de todo, el tiempo que se les había otorgado había sido muy corto….
Tiempo, tiempo, tiempo. Quizás nunca debió haberse permitido irse…Quizás si se hubiera aferrado a su mano…
Se bajó en su acostumbrada parada. Un hombre se quedó mirándola, a punto de decirle alguna palabra soez, pero ella le clavó los ojos con tanta furia que se intimidó y siguió su camino silencioso.
Quizás era hora de dejarlo todo atrás. ¡Ocho años! Y se suponía que estaba en la mejor época de su vida.
Llegó a su apartamento sin contratiempos, después de caminar un corto trecho. Vivía relativamente cerca de la universidad con una muchacha llamada Kim, que poco o nada le importaba si entraba o salía…. o si llegaba viva o muerta.
Kim no se encontraba, y dio gracias por los pequeños favores. La atmósfera del pequeño inmueble se volvía oscura cuando las dos permanecían mucho tiempo juntas. Lucy había intentado que se convirtieran en amigas, o que al menos la convivencia fuera mas llevadera, pero a Kim esto no le interesaba en lo más mínimo.
Por otro lado, estaban los amigos de Kim que venían a pasar el tiempo. Ellos tenían algo extraño… y eso que ella siempre había creído en la bondad inherente de las personas. Pero estos eran diferentes. Podía intuir que se encontraban inmersos en alguna actividad no muy legal o al menos poco ética, aunque no lo sabía con certeza.
Pero dejando de lado ese presentimiento, lo que le producía desconfianza era su forma de actuar con ella. Sus miradas la perturbaban, pues eran incautas, algunas veces llenas de deseo y maldad. Especialmente la de Orville, un hombre de unos 35 años, de cabello demasiado rubio, quien tenía una cicatriz en su mentón. Cuando se encontraba en el departamento, la seguía con la vista por todas partes, y a veces se le acercaba por la espalda para que cuando ella volteara se estrellara con él y su sonrisa malintencionada. No era ninguna tonta y por ningún motivo dejaría que le pusieran un dedo encima, pero aquella actitud pasivo - agresiva le desesperaba…. en ocasiones deseaba que Luz se materializara de nuevo y acabara con todos.
Los años le habían enseñado que también había monstruos en la tierra, de muchas clases, escondidos tras cuerpos humanos. La gran diferencia era que aquí no tenía ni magia, ni espadas, ni genios para hacerles frente… y que no siempre se podía esperar un ataque directo. En Céfiro, con su ambiente de cuento de hadas y extrañas criaturas, las cosas eran muy diferentes.
Se fue directo a su habitación, y cerró la puerta. Se había vuelto algo solitaria.
Buscó su collar, aquel amuleto que le había regalado después de haber recuperado su espada. Se lo había quitado una y otra vez, unas veces con rabia, otras con nostalgia y muchas con desesperación y a punto de gritar y gritar.
Pero siempre volvía a ponérselo irremediablemente. Sentirlo cerca a su pecho le recordaba que todo no había sido un sueño. Pero también era consciente de que era un constante recordatorio de una vida que le había sido arrebatada por la distancia. De su vida no vivida. Era un ancla que no la dejaba avanzar y que ella se negaba a levar.
En el espejo redondeado, mientras veía su propio rostro, deseó una vez más estar a su lado. ¿Por qué, porque, porque tenían que haberse separado?
Se recostó en su cama. Tenía que encontrar la forma de volver, o terminaría volviéndose loca.
De pronto, un escalofrío le recorrió el cuerpo y la dejó rígida. Una tremenda tristeza la sobrecogió, y también un sentimiento de desesperanza, de urgencia y de miedo, pero sabía que aquello no provenía de su corazón, tenía un sello... un parecido…
No estaba segura, era una tontería pensarlo, estando tan lejos, tan indefiniblemente separados, pero…
VISIÓN
Se levantó de su lecho sudando. Nunca había tenido una pesadilla de ese estilo.
No, no era una pesadilla, era una visión. Una visión de un suceso que aún no había ocurrido, de eso estaba seguro, pues, aunque no podía definirlo, él creía firmemente que si algo le ocurría a ella, él podría sentirlo, aunque ella estuviera en el mundo místico, un mundo donde no existía magia.
Se levantó y vistió. En definitiva sabía que no podría conciliar más el sueño. Si aquello era una profecía, entonces tenía que hacer algo. No podía permitir que se volviera realidad.
Se llevó una mano hacia su frente y recordó. Cada detalle podría serle útil, aunque verlo fuera complicado. Su bello rostro congestionado, el miedo, la impotencia de no ser tan fuerte como lo había sido en Céfiro… sus ojos vidriosos… su ojos.. y sangre. Sangre y un río de dolor por todo su cuerpo, que luego fue perdiendo su vitalidad, aquella fuerza maravillosa que irradiaba con cada gesto. Pudo sentir como lentamente se diluía en la nada, hasta que fue tan solo un hilo delgado, una luz a punto de apagarse. Y antes de que la visión se le nublara en definitiva por las sombras de la muerte, le veía… la cara cetrina de su asesino, el cabello rubio, casi blanco y la profunda cicatriz que se marcaba cuando sonreía. Y sonreía, sonreía mientras su luz se apagaba.
Juraba que sentía su perfume, muy tenue, pero cada vez más débil, como si el sueño se estuviera desvaneciendo poco a poco, diluyéndose como una neblina. Apretó sus puños fuertemente. Un sentimiento de rabia le inundó ¿De qué servía ser quien era si no podía hacer nada?
Era aún de noche, pero se dirigió a la sala principal del castillo. Sabía que Clef estaría allí esa noche, pues rara vez conciliaba el sueño, siempre buscando...
Sus pisadas sonaron fuertemente mientras abría la enorme puerta de acceso al salón. Miró hacia el trono central, y allí estaba él, sentado muy rígido, con su báculo brillando. Clef, al sentir su presencia en la habitación, pausó su estado de concentración y abrió los ojos, dirigiéndose directamente hacia Latis.
- ¿Qué haces aquí Latis? –dijo con amabilidad, pero muy directamente-
Desde que el sistema del pilar fuera disuelto por la Guerrera Mágica, Guruclef dedicaba muchas noches a buscar agentes desestabilizantes. Si bien mantener el planeta dependía de todos los habitantes de Céfiro, algunas veces, si se reunían fuerzas de voluntades muy poderosas o espíritus lo suficientemente fuertes, conseguían desbalancear partes de Céfiro. Al comienzo esto no se diferenciaba de una tormenta ocasional, o un monstruo aislado aterrorizando una aldea, pero luego, algunas personas no tan loables y dignas se dieron cuenta de su propio poder y utilizaban su voluntad para causar poderosos temblores, o para crear criaturas que pudieran enfrentarse al concejo de Céfiro, conformado por 7 personas de un alto poder. Clef, por supuesto, era el líder del concejo. El nuevo sistema requería constante vigilancia, pero Clef, a vista de los demás miembros del concejo, exageraba con aquellas veladas nocturnas.
Latis era miembro relativamente reciente de aquel nuevo gobierno del planeta. La verdad fuera dicha, no era algo que hubiera deseado. Sin embargo se contaba entre los más poderosos de Céfiro, y Guruclef le había convencido, aunque también sabía que el mago lo había incluido por otras razones.
Latis y Clef habían discutido en la última reunión. Tal vez no era muy buen momento para aquella charla, pero no podía perder el tiempo.
- GuruClef, he venido a pedirte ayuda – dijo inclinando su cabeza, con una voz que entreveía que le hablaba a su mentor, no al líder del gobierno de Céfiro-
GuruClef se sorprendió y volvió a ser aquel maestro gentil que siempre viviría en su interior, recordando para sí que era un absurdo guardar rencores por opiniones diferentes que solo habían sido formuladas por el bien de todos.
- Dime Latis, que ocurre. –manifestó tranquilamente con los ojos cerrados, tratando de captar las emociones del Guerrero más poderoso de Céfiro-
Quedó estupefacto por la enorme intranquilidad y desesperanza de aquel hombre de hierro. Algo estaba muy mal si Latis se encontraba en ese estado.
- Necesito ir al mundo místico, y es necesario que sea lo más pronto posible
- ¿Al mundo místico? Explícame que pasa Latis. Siento una profunda rabia y tristeza en tu corazón.
- Es Lucy. Ella… - su voz tembló y en vez de terminar la frase, envió recuerdos fragmentados de su sueño hacia Guruclef-
Guruclef al ver aquellas imágenes quedó perplejo y entendió la angustia, la rabia. Era lógico que Latis estuviera en aquel estado.
Pero, ¿cómo era que Latis estaba tan conectado con Lucy, estando tan separados? Latis era difícil de "leer", pero sabía que la ausencia de la Guerrera Mágica le había afectado. Sin embargo, nunca pensó que sus poderes habían crecido tanto como para esto… y no solo era eso. Nunca lo había visto así. Todos tuvieron sus crisis: Ascot, Paris. Latis no. Solo ahora con este evento tan radical se derrumbaba la pared que él había impuesto sobre los demás, o al menos para él.
- Veo que crees que esta visión es una profecía. ¿Estás seguro que esto no ha ocurrido aún?
- Si, estoy seguro. Sé que Lucy sigue con vida. Pero si no hacemos algo, ella morirá, y yo jamás podré perdonármelo.
- Tus poderes han crecido mucho Latis, y esta conexión que tienes con Lucy es una muestra de ello, pero ir al mundo místico es un secreto que desconozco. Solo el Pilar de Céfiro podía invocar a las Guerreras mágicas, y hasta donde tengo entendido, solo hay una puerta de una vía. Y ya no existe ningún pilar que pueda llamarlas.
- Pero ellas volvieron por su propia voluntad, su deseo de hacer el bien por este mundo las hizo regresar! No solo el Pilar puede abrir esa puerta.
- Tienes razón, ellas volvieron. ¿Pero te has preguntado porqué no han regresado desde entonces?
Por supuesto que se lo había preguntado una y otra vez. Pero no perdería la esperanza. El solo hecho de que Lucy no quisiera volver era casi irrisorio. Tenía la seguridad que ella deseaba volver. Sin embargo, si se necesitaba el poder de las tres… él no podía dar fe de las otras dos guerreras. O tal vez el destino las había separado y la puerta requería que estuvieran juntas.
- Quizás no estén juntas, o el deseo de alguna no es lo suficientemente fuerte.
- O tal vez el portal desde donde fueron conducidas la primera y segunda vez se ha cerrado. Céfiro no necesita de su ayuda y quizás la leyenda solo se cumpla cuando Céfiro esté en peligro.
¡Portales! Tanto tiempo desperdiciado buscando en otros sitios, cuando la respuesta debía estar en Céfiro.
- Portal? ¿Hay portales en Céfiro?
- Si! – dijo Guruclef, de pronto ansioso por la posibilidad- Sin embargo desconozco si puedan abrirse al mundo místico. Los genios utilizan portales entre las dimensiones para venir a Céfiro.
- Los genios… Reyearth, Windom y Ceres son genios especiales para ser utilizados por las Guerreras mágicas del mundo místico. Tal vez ellos posean alguna conexión con aquel mundo.
- Cuidado Latis, esos tres genios no son amables con los Cefirianos. No nacieron para ser controlados por guerreros de nuestro planeta.
- ¿Qué pasó con los Genios GuruClef, después de la última batalla?
- Volvieron a su dimensión. Sin embargo, Ráfaga me ha informado que algunos hechiceros han querido convencerlos para que los acepten, tal como aceptaron a las Guerreras mágicas, pero los genios rechazan a todo el que se les acerque.
- ¿Y como los han invocado aquellos guerreros?, cómo hablan con los genios?
- Los invocan con un hechizo, en cada una de las fortalezas donde reposaban hasta que ellas los despertaron. Las fortalezas tienen aún un vínculo con esos seres.
Latis no dijo palabra después de obtener esta información, y se volteó, disponiéndose a salir de la sala. Tenía que preparar su viaje inmediatamente. Había mucho que hacer, y primero debía visitar a un viejo amigo.
Guruclef se levantó de su silla, y a pesar de que sabía que el que Latis partiera en la búsqueda del genio supondría una enorme pérdida para el gobierno aún inestable de Céfiro, no intentó detenerlo. Solo quiso que recordara algo.
- Latis, tu deseo no va a ser fácil de cumplir. Temo que tengas que utilizar mucho de tu poder en esta empresa, y que quizás este no pueda ser recuperado, si realmente es posible lo que quieres. Y debes tener en cuenta, que en el mundo místico… no hay magia… todo lo que sabes, no te servirá en aquel mundo. Es posible que no puedas ayudarle, o que no puedas encontrarla.
El caballero solo se volteó un poco al oír esto. Guruclef pudo observar como una profunda emoción le recorría entero mientras Latis consideraba lo que le había dicho.
- Lo sé –declaró con voz fuerte- pero si no lo intento, no volvería a ser el mismo, y hasta Céfiro podría verse afectado por esto. Si es posible, hasta yo tendría que guardar distancia de mi mismo si eso ocurriera.
Salió a grandes zancadas, y la puerta se cerró a su paso.
Guruclef quedó solo en la gran sala. Latis se parecía más a Zagato de lo que el mismo quería admitir. Ambos tan herméticos, incluso fríos para algunos, pero enfermos de amor cuando lo encontraban. Dispuestos a cualquier cosa. Sabía que Latis nunca sacrificaría su vida voluntariamente por ello, pero hasta donde llegaría? ¿Cuál sería su límite?
