Disclaimer: Yo no poseo a los personajes de Beyblade, esta sólo es una historia de fanáticos para fanáticos.
Etnia
By Arden.Due
Mucho tiempo atrás, la tierra se dividió en dos grandes reinos: el reino de los hombres y el de los Nahuales; míticos seres mitad humanos, mitad animales. Por centurias ambas razas coexistieron pacíficamente, cada una respetando los límites de sus territorios.
Sin embargo ahora, ese mundo que una vez estuvo lleno de cielos claros y verdes praderas y que les había albergado con naturalidad, cambiaba, lo que una vez estuvo en quietud, ahora comenzaba a ser absorbido por el caos y la oscuridad.
La ambición de un hombre deseoso de control y poder, pronto rompería el delicado balance entre los hombres y la gente libre del reino Nahual. Ahora para sobrevivir y salvar su mundo de la maldad que les azotaba, los dos más poderosos clanes nahuales tendrían que unirse, dejando atrás sus ancestrales diferencias para salvar a su gente de la guerra y la esclavitud; para evitar el exterminio que se avecinaba inminente.
Alianzar ambas razas no sería sencillo, para que todos los Nahuales se volvieran una sola tribu, tendría que formarse un lazo inquebrantable entre las castas, y sólo había una manera…
Un lazo de sangre.
Capitulo 1
-¡Corre! ¡Estaremos a salvo si llegamos a las reservas… anda!
Dos pequeñas figuras corrían desesperadas por llegar al bosque, en donde podrían protegerse de esos fieros sabuesos que rápidamente les estaban dando alcance. El nocturno cielo estaba cerrado y los vientos soplaban con fuerza, presagiando una tormenta que no tardaría en caer. Los cascos de los caballos anunciaban el arribo de los cazadores, aunándose a los delatores ladridos infernales que les hacían erizar la piel y temblar el corazón, sabiendo que de ser capturados, no volverían a ver la luz del sol.
Les habían advertido. Los mayores les habían advertido no alejarse de los límites de la aldea, pero ellos querían explorar… quisieron conocer cómo eran sus antiguas tierras, quisieron ver, tocar y sentir lo que los humanos les habían arrebatado. Ahora, sin embargo, tan lejos de su gente la desesperanza les invadía.
-¡Ahí están, atrápenlos! –el furioso grito de aquel hombre estremeció la piel de aquellos que ahora se veían acorralados por los rabiosos canes y la afilada hoja de las espadas de sus amos.
Temerosos, los dos jovencitos se abrazaron uno con el otro, fuertemente. Mientras las sádicas miradas de aquellos cazadores no dejaban de verles con cruel satisfacción. Eran presas valiosas y seguramente les pagarían muy bien en el mercado de esclavos. Uno de aquellos hombres desmontó su corcel, trayendo consigo un par de grilletes y la sonrisa más maniaca que alguien pudiera portar jamás.
Intentó sujetar al que parecía ser el mayor, pero éste se defendió soltando un zarpazo y gruñendo con fiereza, tratando de advertir qué pasaría si volvían a intentar tocarle. Sin embargo, para el hombre por mucho, más alto y fuerte que el jovencito de cabellos trigo; su acción no hizo más que enfurecerlo.
-¡Maldito monstruo! ¡Ya aprenderás a obedecer! –espetó fúrico al tiempo qué su ágil y pesada mano abofeteaba con demasiada fuerza el pequeño, quien sin poder evitarlo terminó en el suelo con el labio roto y una pesada cadena anclándose a su cuello. Aterrado e instintivo, el más pequeño se lanzó contra el oloroso hombre, mostrando los colmillos en defensa, los enterró con fuerza en el verdugo antebrazo, obligándole así a soltar a su recién cautiva presa.
El quejido de molestia no tardó en escucharse, así como tampoco el golpe seco que el pequeño de platinados cabellos recibió. Furioso por haber sido herido y enervado con las risas burlonas de los otros dos cazadores que lo acompañaban, el hombre tomó del cincho su espada, blandiéndola con seguridad para dirigir su ataque contra esa infeliz criatura que osó lastimarlo.
El de cabellos trigo sólo pudo gritar desesperado y cerrar los ojos con fuerza, para no ver cómo era masacrado su hermanito…
Un veloz silbido cortó el aire.
Metal cayendo pesadamente al suelo.
-¡AGGH! – el alarido de dolor que hizo eco en el bosque no fue del pequeño. El siniestro cazador tenía su mano atravesada por una flecha y ahora, agobiado por el dolor caía de rodillas frente a un terriblemente asustado jovencito, cuyas lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas.
Los otros cazadores, sorprendidos y confusos no supieron de dónde había llegado aquella flecha, ni la lluvia de afiladas saetas que de pronto cayó sobre ellos, levantándose como una muralla para los pequeños. Espantados y heridos, los caballos relincharon irguiéndose sorpresivamente y tumbando a los hombres para galopar lejos; los perros ladraron amenazantes hacia las sombras, hasta que un poderoso rugido se levantó de entre todos, acallando a las bestias y haciendo temblar a los cobardes cazadores; que de inmediato emprendieron la despavorida huida, olvidando a sus presas.
Los dos pequeños se arrastraron hasta volver a abrazarse, ahora temerosos del impresionante tigre blanco que se encontraba frente a ellos, mostrando los afilados colmillos al mirarlos con hosca desconfianza.
-Drigger – Llamó una voz calma pero firme, ordenando con esa sola palabra la retirada del felino. El aludido, sólo se giró sobre su eje para alejarse un poco, mientras una suave caricia era dejada en su cabeza por un joven de largos cabellos azabache y dorados ojos que se acercaba al par de asustados pequeños.
-No teman, ya nadie va a lastimarlos –dijo suavemente una vez que se agachaba a la altura de lo que sólo podía calificarse como cachorros; sonriéndoles con ternura. Los chiquillos asintieron, pero permanecieron abrazados, observando cómo el amable joven se levantaba y comenzaba a dar indicaciones a quienes le acompañaban, sobre asegurarse que aquellos malvados hombres no se encontraran en los límites del bosque; mientras otros más recogían de la tierra las enterradas flechas que les habían salvado.
Cuando volvió hacia ellos, el enorme tigre le seguía de cerca. Protegiéndolo.
-Vamos, los llevaré a la aldea, necesitan comer algo y descansar – dijo el joven, tendiendo una mano a los pequeños, quienes aun se mostraban recelosos, el pelinegro sonrió nuevamente y asintió con la cabeza, asegurándoles -con ese gesto- que todo estaría bien.
Los cachorros confiaron en esa mirada sincera y en la amabilidad que desprendía su presencia; así que tomaron su mano, la que no soltarían en todo el trayecto a la aldea del muchacho; ni cuando se alimentaron, ni cuando finalmente lograron dormitar.
: º :
-¿Puedo pasar?
-Adelante Rei, te estábamos esperando hijo… ¿cómo están los cachorros? –cuestionó el hombre de pardos cabellos a su heredero, quien con prontitud tomaba el lugar a su derecha, dispuesto a comenzar la reunión con Los Mayores; quienes luego de conocer lo sucedido la noche anterior en los límites de su territorio, habían convocado a una sesión de urgencia.
-Están bien Padre, Mao los cuida. –Respondió mostrando una tímida sonrisa al patriarca del clan Nekojin. Éste asintió a sus palabras y de inmediato enserió su rostro, volviendo su mirada a los cinco restantes miembros de aquel comité.
-Esta situación se ha vuelto intolerable Xiang, los humanos cada vez invaden más de nuestras tierras –comenzó uno de Los Mayores con obvia frustración en su voz- hemos dejado que nos acorralen por nuestra filosofía de aislamiento.
-No es momento de discutir nuestra tradición –intervino otro de los consejeros- lo apremiante es detener el avance de los humanos y el rapto de nuestra gente.
-Sí, antes de que logren acabar con el último de nosotros –sentenció otro, con voz calma pero angustiosa, haciendo que el resto de los presentes expresaran en sombríos rostros su semejante preocupación.
-Xiang… – llamó Zigi, el más viejo y respetado de Los Mayores, atrayendo la atención de todos sobre sí- considerando lo ocurrido ayer así como los últimos enfrentamientos con los humanos, desgraciadamente cada vez más frecuentes y más dentro de nuestro perímetro, creo que no hay más opción que mediar con los nahuales de las tierras altas.
-¿Por qué? Nosotros somos perfectamente capaces de protegernos –intervino Rei, sorprendido de la propuesta recién hecha; Zigi le miró compasivo y enigmático, una sonrisa suave rozó sus labios antes de hablar.
-Rei, la supervivencia de nuestra gente es más importante que nuestras diferencias con ellos; los humanos, no nos han dejado otra solución, sólo juntos –ambos clanes- podremos evitar la extinción que se cierne sobre nosotros.
Las palabras del Mayor dejaron pensativos a todos los reunidos, especialmente al joven príncipe, quien aún estaba sorprendido por la sugerencia de una alianza. La rivalidad entre el clan Nahual de fuego-aire y el suyo, de tierra-agua, era tan antigua como su existencia misma; mas, si Zigi lo proponía, entonces la situación en la que estaban tenía que ser más seria de lo que creían.
Un mensajero entró al lugar, saludando respetuosamente a todos los Mayores. Dirigió sus pasos hacia el patriarca y le susurró su encomienda. Xiang asintió, mirando contemplativamente a Zigi para luego virar sus ojos hacia su hijo.
-Rei, importantes invitados acaban de arribar, por favor ve a recibirlos y traerlos hasta acá –ordenó Xiang, el aludido a pesar de que la confusión era evidente en sus rasgos, asintió a las palabras de su padre y abandonó el recinto; quién podría ser para que le pidiera a él recibirlos y sobre todo, permitirles estar en una reunión con los Mayores.
Sin perder más tiempo, el pelinegro siguió al mensajero hacia la entrada de la fortificada aldea, ahí podían divisarse tres figuras envueltas en largas capas negras, a la vista, hechas de un fino material, bordadas con hilos dorados que formaban elaborados patrones a través de las mismas. Tres nobles sin duda.
Cuando estuvo a solo un par de metros de ellos, la figura centrar y la más alta, se descubrió la cabeza, dejando ver a un mortal de edad adulta, quizá un par de años más grande que su padre. Tenía el cabello cano y ligeramente largo, casi rozando sus hombros. Su rostro hablaba de un hombre de carácter fuerte y sus ojos esmeralda, aunque recelosos le mostraban gran curiosidad. Las otras dos figuras permanecieron cubiertas por sus capuchas a sólo un paso del mayor.
Rei se acercó al trío, mostrando un orgulloso caminar y una mirada segura; les saludó y dio la bienvenida, mientras les indicaba que le siguieran para ver a su padre. El alto hombre asintió, murmurando un escueto agradecimiento mientras caminaba a su lado; los otros dos avanzaron unos pasos detrás, y Rei podía sentir a medida que caminaban, cómo toda su anatomía estaba siendo examinada por la penetrante mirada de los encapuchados.
Cuando llegaron al salón, Rei se sorprendió de sólo encontrar dentro a su padre y a Zigi, el resto de los Mayores habían desalojado el recinto. Xiang se levantó se su asiento mostrando su felino porte, luciendo sus pardos cabellos sujetos en una coleta y sus ambarinos ojos agudos y expectantes; al ver entrar a sus invitados se encaminó al mayor, ofreciendo su mano como saludo y bienvenida.
-Es bueno verte Xiang, a pesar de las circunstancias de este encuentro – Comentó el de cabello cano, estrechando la mano del otro.
-No podría estar más de acuerdo… Voltarie – respondió el patriarca sorprendiendo con la declaración a su hijo, quien a pesar de haber oído hablar de ese hombre toda su vida, era la primera vez que podía ver al legendario contrincante de su padre y regente del clan de los Nahuales de fuego. El escudriño de una mirada fijamente clavada en él, hizo a Rei volver su atención a uno de los acompañantes de Voltaire, asombrándose de encontrar esta vez, a un joven talvez media cabeza más alto que él y un par de años mayor, expresión seria pero agraciados rasgos, cabellos rebeldes en dos tonos de añil, cuatro intrigantes marcas en sus mejillas de un similar color al de su melena y los más fascinantes ojos fuego que había visto jamás.
-Rei – Llamó Xiang, sacándolo del trance en que se vio envuelto por aquellas pupilas. Su padre le llamó a su lado con un movimiento de su mano y el pelinegro se encaminó hacia él, sintiendo a cada segundo de aquel eterno trayecto la penetrante mirada de aquel joven sobre sí. Una vez que llegó al lado de su padre, Rei levantó la mirada para encontrarse con un complaciente gesto en el rostro de Voltaire, uno que le avisaba de su aprobación y eso desconcertó al pelinegro, haciéndole sentir por alguna razón, atrapado en algo que no comprendía y que su instinto le prevenía como algo de lo que debía alejarse.
-Mmm, es excelente Xiang, definitivamente todo un ejemplar digno de mi clan.
-¿Cómo…Padre qué…? - murmuró Rei confundido, pero no completó su pregunta pues al mirar a su progenitor, se dio cuenta que no le escuchaba, pues Xiang tenía fija su felina mirada en el joven que se acercaba a Voltaire, luego del llamado de éste; el mismo que no había apartado sus ojos de su hijo desde que llegaron al recinto. Inconscientemente el patriarca de los Nekojin jaló a su heredero contra él, en un acto de protección que pintó una leve y cínica curvatura en los labios de aquel muchacho.
-Él es Kai, mi nieto – dijo el de cabellos canos, mostrando una orgullosa sonrisa cuando el aludido hizo un movimiento de cabeza como saludo a los otros dos.
-¿Lo sabe?
-Lo sabe Xiang; no hay resistencia por parte de nuestro clan para esta alianza.
"¿Alianza?... pero de qué demo..." - Los pensamientos de Rei fueron interrumpido por una gran explosión que cimbró todo el lugar y levantó de inmediato alaridos de confusión en toda la aldea. Una segunda detonación aún más cercana que la primera obligó a los presentes a salir de su inicial sorpresa. Xiang de inmediato tomó su arma, llamó a su guardia y abandonó el recinto, luego de pedir a sus invitados que permanecieran en el, por su seguridad. Rei siguió a su padre, dando órdenes de reunir a los pobladores y llevarlos al refugio, dirigiendo él mismo algunos acarreos para poner a salvo a la gente inocente.
Voltaire, Kai y su escolta, a pesar de la petición de Zigi de permanecer en el recinto, también se unieron a los Nekojin, encontrando una aldea en llamas y la furia de los humanos desbordándose en creciente invasión a la tierra de los felinos.
-Kai – llamó Voltaire- porque no vas a ayudar al heredero de Xiang - dijo petulante, ganándose un gruñido de su peliazul nieto, quien a pesar de todo, se encaminó hacia la dirección donde se veía el nekojin de largo cabello negro, intentar proteger a su gente.
- Y Kai… aplasta a esos malditos humanos como… 'regalo de compromiso' – concluyó con sadismo en su voz, mientras el aludido sólo bufaba fastidiado y dejaba caer su capa en el suelo para con asombrosa agilidad adentrarse al campo de batalla, derribando a su paso a cualquier humano que se atreviera a respirar siquiera.
: º :
Rei se concentraba en llevar a los civiles a los refugios mientras peleaba con algunos humanos que lograban pasar la barrera de Nekojins y llegar hasta donde él estaba; una nueva explosión le tomó desprevenido y la onda de choque lo golpeó por la espalda con demasiada fuerza, mandándolo al suelo con un golpe seco. Mas, a pesar de lo aturdido que se sintió, el pelinegro se incorporó lo más rápido que su cuerpo le permitió, buscando al instante la posición de su padre con la mirada.
-¡Drigger! – llamó ansioso, haciendo que un medallón en la base de su cintillo se iluminara con un resplandor jade para un segundo después tener frente suyo a un enorme tigre blanco, de fieras garras y amenazadores colmillos, rugiendo poderosamente al llamado de su amo.
-¡Ayuda a mi padre a alejar a los humanos! – ordenó al imponente felino, quien de inmediato atravesó de un salto la distancia que le separaba de atender la misión que le era entregada. Suspirando aliviado de que su espíritu guerrero protegería a su padre, Rei se dedicó ahora a asegurar a los aldeanos, sin embargo, antes que pudiera conseguir dar un paso una cuadrilla de cazadores irrumpieron en la entrada del refugio. Rei y otros nekojins intentaron defender el lugar, pero los humanos les superaban en número y muy pronto varios nahuales cayeron heridos o muertos y Rei se encontró acorralado entre las puertas del refugio y las siete espadas de sus atacantes.
La furia e impotencia comenzaron a apoderarse del pelinegro, sus ojos se afilaron en dos líneas ambarinas y sus colmillos emergieron al mismo tiempo que sus puntiagudas uñas se aguzaban amenazadoras de sus manos; Rei no era partidario de pelear usando su fuerza nahual contra los humanos, pero lo haría para impedir que siguieran lastimando a su pueblo, no permitiría que le vencieran.
-Vaya, vaya… que tenemos aquí un gatito asustado ajajaja- dijo uno de los humanos, provocando las burlas de los demás cazadores; el individuo dio un paso hacia Rei con una mirada lasciva en los ojos, que recorría su figura de arriba a bajo mientras pasaba su lengua por los labios en un gesto obsceno.
-¡Me encantará domarte fierecita!
Rei preparó su golpe, esperando que el humano estuviera lo suficientemente cerca para que fuese efectivo mas, cuando el susodicho hizo su movimiento un estrenduoso graznido se dejo oír y al instante un torrente de fuego rodeó el lugar, levantándose como una barrera entre los cazadores y el nekojin, quien igualmente sorprendido sólo atino a mirar asombrado cómo de esa marea de fuego emergía imponente un gigantesco fénix cuyos endiablados ojos mostraban lo mortal que era la bestia a pesar de su belleza exterior. Con la misma rapidez que apareció, el ave atacó. Una lluvia de fuego hizo arder vivos a algunos de los atacantes del pelinegro, mientras que otros desafortunados eran devorados por la inmensa ave.
El rostro de Rei no podía dejar de mostrar lo aterrador de la escena, mezcla de incredulidad y asco por lo que veía; tan sumido estaba la horrorosa visión y aturdido por los escalofriantes alaridos de los humanos, que no se percató cuando alguien llegaba desde su espalda y por sobre su hombre admiraba satisfecho lo que sucedía sin una señal de impacto en el rostro.
Cuando sus sentidos se desembotaron, Rei reaccionó; sintiendo la presencia de alguien más se giró sobre sí de inmediato. Un par de intensas pupilas grana lo enfrentaron y se clavaron en él, paralizándolo al instante, aunque contrariamente todo su cuerpo reaccionó ante el joven que tenía en frente. Su corazón comenzó a latir apresuradamente, su respiración se volvió entrecontrada, sus piernas se sintieron de plomo y a la vez incapaces de sostenerle y su rostro, sabía que sus mejillas debían estar tan escarlata como los mismísimos ojos que lo tenían atrapado. Mas, cuando el peliazul se inclinó sobre él, acariciando casi imperceptiblemente su mejilla con los labios en el trayecto rumbo a su oído, y le escuchó murmurar con una voz profunda, ronca y acariciante, todo su puerto se estremeció con un escalofrío que hizo erizar por completo su piel.
-Voltaire tenía razón… eres magnífico
-¡Qu-mph…! – Rei no pudo concluir su pregunta pues su boca fue asaltado por los demandantes labios del peliazul que con maestría se posesionaban de los suyos, un sorprendido Rei no alcanzo a reaccionar para evitar que una hábil y cálida lengua se adentrara en su boca y comenzara a explorarle a placer haciéndole estremecer por las sensaciones que de pronto lo invadían; vagamente se dio cuenta del par de fuertes brazos que lo ceñían con firmeza contra otro cuerpo y sin los que terminaría en el suelo pues sentía sus piernas totalmente vueltas gelatina.
Sin embargo, cuando se escuchó a sí mismo gemir suavemente dentro de la boca del peliazul, algo hizo clic en su cabeza. Rei abrió los ojos furioso y sus brazos se movieron lo suficiente como para colarse entre ambos cuerpos y empujar con inesperada fuerza al bicolor, quien terminó retrocediendo varios pasos lejos del pelinegro.
-¡¿Qué demonios crees que haces idiota! – espetó furioso, apretando los puños con fuerza tratando de contener el coraje e impotencia, que le despertaron las acciones del peliazul bicolor. Éste sin embargo, permitió que una sonrisa un tanto cínica pero a toda vista satisfecha se pintara en sus labios, mientras su mirada se mostraba orgullosa y divertida por la exasperación del nekojin.
-¡Dranzer, vuelve! - ordenó Kai, ignorando al otro que aun aguardaba una explicación. La majestuosa ave regresó al lado de su dueño, desapareciendo en un haz luminoso al interior de una piedra en el guante derecho del peliazul.
Kai fijó su vista una vez más en el pelinegro, acentuando su sarcástica sonrisa levantó una mano he hizo un gesto con ella como despedida, antes de dar media vuelta y desaparecer entre el humo y las llamas que aún pululaban en el lugar.
Un furioso y sorprendido Rei se quedaba atrás, aun sintiendo escalofríos recorrerle el cuerpo, pues muy a su pesar aquel beso había despertado algo inesperadamente placentero dentro de él…
…y le aterraba.
Continuará…
