Disclaimer: Los personaje de Fire Emblem Sacred Stones, no son de mí pertenencia. Los uso sin fines de lucro, sólo para diversión.
Enjoy
Hace un mes, se encontraba encorvada, mirando las hermosas rojas rosas en los rosales del jardín trasero del castillo siendo acompañada por su hermano gemelo y a la vez mayor y ahora… Se hallaba encorvada, jadeando de cansancio en la desolada planicie siendo perseguida… Por su hermano gemelo.
¿Cuánto había corrido ya? Había perdido la cuenta, minutos e incluso horas.
Tratando de escapar, que los soldados no la encontraran y la llevaran ante el Rey. Ante Ephraim…
- ¡Ahí está! – Escuchó gritar
- ¡Esta vez no escapará!
Maldijo en voz baja su suerte, se alistó para seguir sin corriendo si no fuera por el dolor en la rodilla derecha lo que impidió su huída rápida. Fue alcanzada y aprendida por dos soldados, a los cuáles, los identificaba la armadura.
Soldado de Renais. Soldados… Persiguiendo a su Princesa.
- ¡Suéltenme! – Gritó tratando de liberarse
- El Emperador estará a gusto al saber que llevamos a su traidora – Rió uno de ellos
Su mirada azulina se dirigió al suelo, pensante y triste a la situación a la cual había llegado y de la cual trataba de escaparse.
El sonido de galopes pesados la sacó de sus pensamientos y no fue hasta que el caballo se detuvo frente a ella, cuando alzó la mirada. Sus pupilas no podían contraerse más al ver al caballero que la llevaría frente al mayor gobernante de Magvel… Seth.
- Ustedes – Señaló a ambos guardias con voz autoritaria – Aléjense de ella, yo la llevaré con el Emperador
Eirika no podía más maldecir su suerte, su pena.
- ¡No! – Se quejó uno de ellos altanero - ¡Nosotros la llevaremos con el Emperador!
Sin embargo, el otro guardia sólo fue testigo de cómo la lanza del Paladín, atravesó la armadura y pecho de su compañero. Soltó a la Princesa por inercia y se alejó a paso veloz de regreso al Castillo a recibir nuevas órdenes.
Eirika miraba con seriedad y brusquedad al caballero pelirojo delante de ella, mientras retrocedía para huir de nueva cuenta, aunque claro, era muy seguro que sería atrapada de nuevo.
El jinete bajó de su caballo para acercarse mostrando completa seriedad y frialdad mientras la joven seguía retrocediendo… Hasta que tropezó.
- ¡¿Qué harás?! – Le gritó molesta recargándose en sus codos, sin dejar de fruncirle el ceño mostrándose valiente - ¡Me llevarás con Ephraim y sólo verás cómo soy encerrada! ¡¿Verdad?!
Se levantó finalmente enfrentando al hombre que le había salvado una vez y que por ello, él vivía con una herida que jamás sanaría, al hombre por el que alguna vez, sintió amor.
Más no creyó verse envuelta en un abrazo.
- Me alegra verla a salvo
- ¿Q-Qué? – Preguntó mostrando confusión - ¿No…me entregarás?
- Yo le prometí al Rey que daría mi vida por la suya - Respondió con voz baja y reconfortante – Si debo traicionar al "Emperador" por estar a su lado, que así sea. No me importa, mientras usted esté bien
- Seth…
La Princesa, después de un mes de sufrimiento, se vio el lujo de sonreír. Correspondió a su abrazo por unos segundos, dejando de que el silencio hiciera su trabajo de transmitir todo se sentir.
- ¿Está lastimada? – Preguntó el caballero
- Sólo me duele la rodilla – Respondió
- Venga conmigo
Con completa confianza, subió al caballo blanco siendo acompañada por el caballero mientras se preguntaba a dónde la llevaría. Sabía que no la entregaría, por algo, se había deshecho de esos soldados.
Después de una larga cabalgata, casi en la frontera, en medio de la nada, se hallaba un fuerte bastante deteriorado y fue cuando Eirika comenzó a temer.
- Tranquila, Princesa – Habló el caballero bajando y estirando su mano – No es lo que usted cree
La Princesa tomó su mano y bajó del caballo siendo ayudaba por el pelirojo, estrechó su mano aún sin soltar y sólo se dejó guiar dentro del fuerte. El olor a animales muertos pronto inundó sus fosas nasales sintiendo a la vez, mareos, el camino era demasiado largo y el olor más penetrante lo que casi lo hacía imposible seguir.
- Sólo aguante un poco…
El transcurso a la salida que atravesaba el gran fuerte, en medio de la nada de la planicie, se encontraba uno más pequeño y habitable. Entró con las palabras de aliento que el hombre le ofrecía y se sorprendió de ver lo que parecía un campamento en su interior.
- ¿Qué es esto?
- ¡Princesa Eirika! ¡General Seth!
Las voces de detrás de ellos, sorprendieron a la Princesa que más que sorpresa, se vio alegrada.
- ¡Franz!... ¡Kyle, Forde!
La alegría era tan grande, que no se resistió y abrazó a los tres jinetes. Dos de ellos, los sirvientes más leales del Rey, sus mejores amigos.
- ¡Nos alegra ver que está a salvo! – Exclamó Franz a punto de llorar
- ¡Y a mí me alegra verlos! – Respondió de igual forma – La última vez que los vi, fue hace un mes en el castillo, al lado de Ephraim
- Sí, pero después de su orden de aprenderla – Explicó el jinete que parecía no conocer la seriedad – Nos revelamos
- Obviamente, esto significó que también fuéramos declarados como traidores – Explicó el chico de cabello verde con la seriedad de siempre – El General Seth fue enviado a matarnos por órdenes del "Emperador", pero al contrario de eso, nos trajo a este fuerte
- Desde entonces, he estado trabajando para Ephraim sólo para encontrarla – Siguió el caballero explicando - A estas alturas, sabe mi traición
- Sabemos que el Rey Ephraim no está en lo correcto – Habló Franz – Y vamos a encontrar la forma de abrirle los ojos
Era cierto. El Ephraim que deseaba parar la guerra, salvar a su mejor amigo y servir a su gente como un buen Rey, se había ido. En su lugar, un "Emperador" que sólo deseaba que todos le obedecieran o simplemente los mataría, había aparecido de la noche a la mañana.
Y Eirika estaba para abrirle los ojos y recuperar al Ephraim que su pueblo estimaba.
- Sí. Lo haremos entrar en razón…
- ¡¿Seth me traicionó?!
El joven soldado que había logrado capturar a la Princesa y ahora se hallaba comunicando los hechos, comenzó a temblar de sólo pensar en las cosas que el Emperador le haría aunque claramente no era culpa suya. El Paladin no podía dejar de servirle a su Princesa aunque significase traicionar a su gobernante.
- Si usted desea, puedo saber dónde se encuentra
Ephraim le miró desde abajo, apoyando su codo en el borde del trono y recargando su cabeza a su vez en su puño.
- ¿Dices que tú, traerás a la traidora de mi hermana de vuelta?
- ¡Sí! Sólo si usted lo desea…
El Emperador soltó una sonora carcajada sin nada de educación que hizo a todos estremecer.
- No, te tengo mejores tareas…
Dejó de recargar su cabeza, chasqueó con la mano derecha y en segundos, un par de soldados de más alto rango, fuerza y lealtad, sujetaron al individuo por los brazos quien se hallaba de rodillas frente al Emperador.
- ¿Q-Qué tiene para mí? – Preguntó intentando sonar optimista
- Tu muerte. Llévenselo
Los soldados más fuertes asintieron, lo levantaron a la fuerza y comenzaron a jalarlo mientras éste se resistía.
- ¡No! ¡Por favor! - Gritaba con desesperación - ¡Prometo encontrarlo! ¡No lo haga! ¡Por favor!
Después de minutos, Ephraim esperó que los gritos cesaran y al escuchar el silencio, se vio satisfecho.
- Es el tercero en tan sólo medio día. Es un récord, Emperador.
El joven de oscuro celeste cabello asintió con tranquilidad a su consejero, un hombre de tez blanca, cabello negro e iris rojos. Más alto que Ephraim, sin embargo, más delgado y sin experiencia en el campo de batalla. Un simple hombre de lectura.
- Es un récord que pienso superar. La estupidez de esta gente es demasiado grande.
El hombre le dio completamente la razón ya que él, era el único que estaba conforme con las actitudes del joven.
- Allistor
- ¿Diga, mi señor?
- Dormiré y para cuando despierte, quiero a mi hermana en una celda. ¿Entendiste?
- Claramente
El joven se levantó del trono haciendo notar la gran y pesada armadura que poseía en la cual se notaban manchas de sangre como abolladuras y cortadas, caminó frente al hombre mientras arrastraba una larga capa rojiza aterciopelada.
Completamente contraria a su antiguo ropaje.
- Dulces sueños, Emperador.
Ephraim lo ignoró debido a sus recientes malas costumbres y modales y siguió su camino a la salida de la habitación para llegar a su destino, su recámara.
Una vez que su presencia fue nula, el hombre de cabello negro atado en una cola de caballo baja, habló a todos los soldados de la habitación.
- ¡El Emperador ha dado una orden! ¡Traigan a la Princesa!
Todos y cada uno tomaron sus armas y salieron gritando, alzándolas en lo alto, algunas, con la bandera de su nación atada y ondeando.
- ¡Viva el Emperador! ¡Muerte a los traidores!
- Exacto… Muerte a los traidores.
¿Esto merece continuación?
¡Opinen y nos veremos en el próximo episodio!
