Sara Mondragon no podía creer lo que estaba escuchado. Su mejor amigo, Carlos Sánchez, tampoco quería creerlo.
Su padre, Joaquín Mondragon, acaba de morir.
Ambos gritaron, suplicaron y lloraron al escuchar esa noticia por parte de los padres de Carlos. Después de todo lo que habían pasado juntos, tras lo que habían vivido, no podía estar muerto. Tenia que haber un error.
Pero el velatorio mostró que no había ningún error. Sara había quedado huérfana otra vez.
Mucha gente en San Ángel no la veía como uno de los suyos. Después de todo, Joaquín la había encontrado entre los restos de un pueblo arrasado mientras perseguía lo que quedaba de la banda del Chacal y la había criado solo con ayuda de los Sánchez en lugar de haberse casado y tenido un heredero legitimo como la mayor parte del pueblo esperaba.
El hecho de que tenia la piel de color chocolate tampoco ayudaba a evitar los problemas que todos menos los Sánchez, su padre y el abuelo Posada aparentemente tenían con ella. Sabia que los otros iban a hacer todo lo posible por expulsarla por no ser "una de los nuestros", con la única razón por la que no lo habían logrado antes siendo que su padre y los Sánchez estaban firmemente en contra.
María Sánchez puso una mano sobre su hombro y se la llevo con ella lejos del pueblo, diciéndole palabras que la calmaron. Manolo, Carlos y Chuy, que aún podía moverse mucho a pesar de ser muy viejo para un cerdo, se reunieron con ellos poco después cerca de un árbol donde el padre de Manolo tenia su tumba.
Allí les contaron a Sara y Carlos la historia de como conocieron a los dioses y Manolo volvió a la vida para salvar al pueblo y a sus amigos, como volvieron a entrar en las Tierras de los Difuntos para salvar un alma inocente que había caído en la Tierra de los Malditos y como tuvieron muchas más aventuras en ambos mundos mientras los criaban, algunas de las cuales ambos niños recordaban vivamente.
Finalmente les recordaron que, mientras conservasen la memoria de tus seres queridos, estos siempre estarían a su lado. Sara había llorado de emoción cuando los Sánchez la adoptaron como su hija a la mañana siguiente, asegurando en el proceso que ahora ella era también parte de su familia.
Varios años después Carlos se separo de la familia y emigro a los Estados Unidos para empezar una nueva vida, aunque siguió comunicándose con ellos a través de cartas y un teléfono cuando pudo permitírselo. Incluso les envío las fotos de su hijo y, cuando su nieta nació, la invito al bautizo.
Con sus padres adoptivos muertos y nada que la atase a ese pueblo, Sara acepto la invitación y se quedo con su marido y su hija al notar que no llamaba tanto la atención como en el pueblo, aunque continuaba siendo despreciada por parte de los que tenían piel clara.
Con el tiempo ambos murieron y viajaron a la Tierra de los Recordados con sus familias, al igual que sus hijos y nietos cuando llegaron sus respectivas horas. Los apellidos Sánchez y Mondragon se perdieron en el tiempo, pero las personas nunca fueron olvidadas dado que a todos los miembros de ambas familias se les enseñaba a no olvidar a los miembros de sus familias, incluso si no volvían a cruzarse otra vez.
Cuando sus últimos descendientes murieron el mundo cambio para siempre y todos fueron recordados, pero esa es una historia para otro día.
