Marry me Blaine


Capítulo 1. Some people call it destiny.

El sueño siempre era el mismo.

A veces esperaba volver a soñarlo con la esperanza de poder averiguar cómo era el rostro de la persona que siempre aparecía en él. Jamás lo había visto pero estaba cien por ciento seguro de que había escuchado esa voz en otra parte.

"Yo te protegeré" le decía "Sé que nací para protegerte", y después de decirlo, se iba. Al principio se sentía asustado por ese hombre sin rostro que parecía visitarlo de forma insistente cuando, por una bendita tregua, su mundo no estaba hecho un desastre como ocurría casi siempre. Porque su vida tenía la mala costumbre de derrumbarse cuando estaba despierto. Pero en el sueño todo estaba bien, aquella presencia sin rostro parecía calmarlo. Era algo acerca de la voz que pronunciaba aquellas palabras como si todo fuera obra de un encantamiento que por un glorioso momento lo apartaba de todo. Y es que en el mundo real, nadie lo había protegido a él jamás. Por eso, cuando el sueño terminó, el muchacho abrió los ojos y comprendiendo que había sido de nuevo solo una más de sus fantasías, se levantó.

Esa tarde, el sueño lo había vencido después de haber preparado la sopa instantánea que había comprado después de despedirse de Sam a toda prisa en el subterráneo. Su rubio amigo no le había preguntado nada al verlo actuar de forma tan apresurada, estaba acostumbrado. Después de eso, corrió con todas las fuerzas de sus piernas hacia el desvencijado apartamento en el que él y su padre vivían, su destartalada guitarra golpeando su espalda con cada nueva zancada que sus pies lograban dar.

En realidad había estado asustado. Nicholas, su padre, lo había llamado diciéndole que probablemente tendrían "visitas no deseadas" esa tarde y Blaine sabía perfectamente qué significaba eso: los usureros. Soltó una maldición cuando estuvo a punto de caer en las encharcadas calles llenas de basura que siempre le daban la bienvenida a su hogar y recuperando el equilibrio de forma ágil, dirigió su cuerpo a la lamentable escalera de incendios que colgaba en la parte trasera de su edificio. Blaine había trepado a toda prisa sin importarle el chirriar de los desgastados trozos de metal que le advertían que subir esos escalones era una locura pero no había poder humano que pudiera detenerlo. Tenía que poner a salvo lo salvable, de lo demás, esperaba que fuera suficiente para tener contentos a los usureros un mes más. Solo un mes más era lo que él y su padre necesitaban.

Había entrado a su casa por la ventana trasera que daba a la cocina y rápido como un tornado, dejó la guitarra en el suelo y empezó a llenar una enorme maleta color naranja con todas las cosas de valor que aún quedaban en la casa: las joyas de mamá, la computadora de nueva generación que Cooper le había comprado en una casa de empeño; la televisión donde él solía pasar tardes enteras mirando musicales y conciertos, la pequeña estufa eléctrica, un celular de dudosa procedencia que a pesar de todo funcionaba y un montón de ropa que aunque algo ajada, aún servía y tenía que cuidar porque tener un cambio de ropa para todos los días de la semana era un lujo que ni él ni su padre podían darse.

Blaine había llenado la maleta en un bendito caos que resonaba a cada paso, el chico había sacado el enorme bulto de su habitación hasta llegar al pasillo del edificio. Cuando estuvo ahí, se dirigió al departamento 409 y con un suave toque en la puerta que era casi como una clave acordada con su casera, la señora Leland, le anunció a la mujer que necesitaba su ayuda.

-¿Otra vez?- dijo la anciana mujer con algo de exasperación, gesto que se desvaneció en seguida por la absoluta bondad que había en sus pupilas al mirar a Blaine- ¿Qué perdió esta vez tu padre?

-No lo sé, señora Leland- dijo Blaine tratando de sonreír- dijo que esta vez el negocio funcionaría pero me temo que…

-¡Tu padre nunca va a cambiar si sigues solapándolo así, Blaine!- dijo indignada la señora, haciendo que el chico bajara la mirada al suelo- ¡Ni siquiera vas a la escuela! Nicholas debe entender que ninguno de sus negocios funciona simplemente porque sus negocios son una reverenda…

-Lo sé, lo sé señora Leland- dijo Blaine tratando de no sonrojarse. Sabía que la señora tenía razón pero… era un poco tarde para él y para su padre- mire, sé que siempre estoy causándole molestias, pero esta será la última vez ¿sí? A final de mes obtendré mi pago por el reparto de periódicos, podré pagar las deudas de mi padre, nuestras deudas, quiero decir. Además, Sam y yo ganamos algo de dinero en el metro hoy pero no creo que sea suficiente, por eso necesito tiempo… una última vez, señora, por favor… le juro que los usureros se calmarán cuando les dé algo de dinero.

La señora puso una mueca de disgusto en sus labios pero no dijo nada más. La bondad y la sinceridad en las pupilas de Blaine Anderson siempre tenían el poder de desarmarla. Él, Blaine, era de verdad un buen chico, ahí el único que estaba loco de remate era el inconsciente e irresponsable de su padre… ¿Cuándo iba a entender Nicholas que el que necesitaba un padre era Blaine y no él? La anciana mujer resopló como quien por fin acepta lo inevitable y dejó que Blaine y su enorme maleta pasaran a su bien decorada casa que siempre le daba a Blaine la sensación de estar en un hogar de verdad.

-Que sea la última vez de verdad, Anderson- dijo la mujer con una sonrisa algo cansada- algún día esos hombres van a enterarse de tu trampa.

-Es la última, lo juro- dijo Blaine abrazando a la señora Leland con un sonrisa brillante llena de alivio que enterneció aún más el corazón de la mujer- uff… creo que en serio llegué a tiempo.

-¿Quieres quedarte a comer?- dijo ella sonriéndole- tengo un poco de puré de papa y carne, puedo prepararte algo rápido.

-No, no se preocupe- dijo Blaine declinando la oferta con seguridad- traje algo para comer, estaré bien. Es mejor que regrese a casa y cierre todo… mil gracias señora Leland, de verdad, esta es la última vez.

Blaine se había alejado del departamento 409 sin borrar de sus labios la sonrisa, haciendo que la señora Leland suspirara con algo de impaciencia. Ese chico merecía algo mejor que trabajar como un cantante callejero, como un repartidor de periódicos, como un conductor designado todas las noches. Era de verdad injusto pero Blaine jamás se quejaba de la vida que tenía y, para colmo de males, era evidente que el chico amaba a su padre del mismo modo en el que Nicholas Anderson lo amaba a él. La señora cerró la puerta y sonrió al ver la enorme maleta de Blaine en su cuarto de lavado. Bueno, al menos el chico era inteligente, no tenía que preocuparse mucho por él.

Cuando salió de la casa de la señora Leland, Blaine había entrado de nuevo como una ráfaga, cerró ventanas, atrancó puertas y sacó de la mochila el empaque de la sopa instantánea que había comprado en la tienda de la avenida. No era la comida de un rey, pero al menos llenaría su estómago hasta el día siguiente.

-Tienes que comer, Blaine- se decía él dándose ánimos como siempre- tienes que comer para seguir siendo fuerte.

Así que después de comer y sentir su estómago lleno y pesado, se tumbó en una manta sobre el suelo y se quedó dormido casi de forma instantánea. Había sido un día pesado, despertar a las cuatro de la mañana para poder terminar con la ruta de entregas a veces era demasiado. Hacía aquello desde que tenía 16 años, y él sabía que ahora, con 23 debería estar haciendo otras cosas pero… no era posible. No había terminado la preparatoria. No había aplicado para ninguna universidad como todos sus amigos lo hicieron. Y no había podido porque aquello estaba sencillamente fuera de su alcance. Apenas podían mandarle dinero a Cooper todos los meses para que pudiera seguir con sus estudios en Yale. Dos hijos en la universidad era un sueño imposible para Nicholas Anderson. En realidad, desde que su esposa muriera, parecía como si todos los sueños se desvanecieran uno a uno sin que él pudiera hacer algo para evitarlo.

Por eso ahora, Blaine se mantenía haciendo trabajos de poca monta. Cooper siempre le decía que todo aquello cambiaría cuando él pudiera terminar sus estudios como actor, que la suerte les sonreiría porque a pesar de ser solo un estudiante, muchos de sus profesores le decían que tenía talento para triunfar donde fuera y Blaine le creía. Le creía a Cooper porque él era su hermano mayor y le creía también porque esa era la única esperanza que se permitía tener, la esperanza de que algún día de verdad, las cosas cambiarían y que, como en su sueño, por fin podría dejar de estar preocupado…

El chico sonrió después de ver sus rizos oscuros totalmente desordenados y sus ojos color avellana enmarcados por profundas ojeras. A veces, cuando algún cliente lo llamaba para requerir sus servicios como conductor designado, no podía dormir más que dos horas y así había sido aquel día.

No tenía una vida fácil, eso era cierto pero ¿Podría algún ser humano decir que la suya sí lo era? La verdad todo mundo le habría dicho que su vida era una mierda y él habría respondido que sí con la misma sonrisa triste que ahora se asomaba en sus labios, pero a final de cuentas, era suya, su vida, y además no todo era tan malo, no. Había un momento en el que era casi feliz: cuando él y Sam cantaban juntos entre el ajetreo de la ciudad o el ruidoso ir y venir de la gente en las estaciones del subterráneo o en un pequeño bar del centro. Cuando Blaine cantaba, el mundo se parecía más a su sueño. Sí, como todo chico él también soñaba con ser un artista famoso, alguien digno de reconocimiento y no de lastima. Porque no hay nada que pueda herir más a un ser humano que la lastima de los demás y Blaine tenía mucho de eso: por no tener una madre, por no poder tener una educación, porque su padre era, bueno, como era.

Pero en aquellas gloriosas horas, cuando Sam y él tocaban la guitarra alegremente arrancando uno que otro aplauso distraído y varios dólares, todo en su vida tenía sentido. La música era parte de él, y además, ¿no fue un poeta famoso el que dijo que este mundo era un escenario? Bueno, pues él podría no dar conciertos en estadios, ni llenar enormes auditorios, pero aquellas calles y las estaciones eran el escenario de Blaine. Y mientras él siguiera cantando, mientras él no perdiera la esperanza, el sueño podría ser real algún día ¿no es verdad?

Un ruido infernal en la puerta atrajo su atención en un segundo, sacándolo de la muda contemplación de su rostro en el espejo. Despertándose por completo, corrió hacia la entrada de su apartamento y no le sorprendió nada escuchar la voz asustada, pero aun así, jovial de su padre.

-Claro que tengo el dinero- dijo el hombre con más seguridad de la que sentía- si me dejas entrar a la casa, iré por él y todo esto quedará resuelto…

-¿Crees que no te conozco, Anderson, maldita rata asquerosa?- dijo una segunda voz masculina que le hacía imaginar a Blaine un matón de primera categoría- ¿Crees que no sabemos que tú y tu estúpido hijo saben jugar sucio?

-Pero Arnie, amigo- dijo Nicholas en un tono tranquilizador que hizo reír a Blaine a pesar de todo- ¡Esta vez es cierto! Tu dinero está ahí dentro, déjame ir por él…

-Yo no soy amigo de nadie, estúpido- dijo el matón- nadie puede ser amigo de una rata huidiza y estúpida como tú… pero está bien, tienes un minuto para entrar ahí, solo hay una salida para esta pocilga ¿no? Ve por mi dinero, Anderson.

Blaine abrió la puerta en el instante justo en el que la voz del usurero se desvaneció. Su padre entró al departamento y con una mirada de súplica que Blaine conocía muy bien, corrió hacia la ventana que daba a la escalera de incendios por la que Blaine había subido también por la tarde.

-¿Llamó Cooper?- dijo Nick con calma, como si en verdad no estuviera huyendo de alguien- ¿Ya comiste?

-No y sí- dijo Blaine mirando el rostro un poco arrugado y los ojos brillantes de su padre- Papá, ¿Por qué no hablas con ellos? No puedes estar huyendo siempre.

- Hijo, no puedes hablar con esa gente aunque lo intentes y además, esto no es por siempre, Blainey- dijo Nick sonriéndole a su hijo con paciencia- será mientras consigo el dinero, ¿Llevaste todo con Allegra?

-Sí, pero la señora Leland me dijo que esta sería la última vez- dijo el chico suspirando- papá, yo tengo algo de dinero ¿por qué no se los das y…?

-¡No, Blaine, no!- dijo su padre empezando a colocar sus manos en la escalera de incendios- ese dinero es tuyo, guárdalo, yo… yo resolveré esto hijo, no te preocupes ¿Vale? Blaine… volveré en una semana, por favor, cuídate y come bien, estás adelgazando mucho…

-Papá…- dijo el joven suspirando- esto tiene que parar.

-Ya lo sé, Blainey, ya lo sé- dijo el hombre poniéndose serio de pronto- Blaine… desearía que tuvieras otro padre pero… esto va a cambiar, hijo ¿Me oyes? Estoy pensando en abrir un restaurante nuevo, podemos usar las recetas de mamá ¿eh? Y cuando seamos un éxito, te enviaré a estudiar al conservatorio de música, pero no pierdas la fe… todo va a cambiar Blaine, te lo juro. Nos vemos luego, te amo…

Y sin darle tiempo de decir nada más, Nicholas bajó a toda prisa por la escalera de incendios causando un estruendo infernal al caer justo encima de los cubos de basura. Aquello debió alertar al matón que esperaba en la entrada del apartamento porque Blaine escuchó cómo la puerta se abría de par en par.

-Mierda…- masculló el joven dándose cuenta de que había cometido un error infantil.

-¿Dónde está tu padre, muchacho?- dijo el hombre. Era exageradamente enorme y de piel blanca y en aquel entonces ya estaba en la sala, mirando al chico con odio y asco.

-Se fue- dijo Blaine con naturalidad porque ¿qué más podía decir?

Aquello pareció enfurecer al hombre porque, acto seguido, impactó con fuerza un puñetazo en la mejilla derecha de Blaine quien no pudo hacer otra cosa más que cerrar los ojos y caer al suelo por la fuerza del impacto con la que el otro hombre lo había golpeado.

-Lo ayudaste a escapar- dijo el matón riendo a carcajadas- no me sorprende, eres una mierda asquerosa como lo es tu padre, niño bonito. Hazme un favor, chico, si vuelves a verlo avísale que al siguiente al que destruiré serás tú si no logra tener mi dinero antes del sábado.

Blaine se quedó tirado en el suelo mirando impasible cómo el hombre salía de su apartamento pateando los pocos muebles que había y cerrando la puerta después con fuerza desmedida causando que algunos trozos de concreto cayeran al suelo. Las palabras, más que el dolor, eran lo que tenían a Blaine en el suelo. Hasta el sábado, tenía hasta el sábado para lograr juntar aquel dinero, que, conociendo a su padre, seguramente sería una buena suma.

El chico resopló y sintió que el peso del mundo volvía a caer encima de sus hombros. Había cierto sabor a oxido en la boca de Blaine y fue entonces cuando se dio cuenta de que aquel hombre lo había herido de verdad. Aquello fue suficiente para que el chico se derrumbara. De verdad su vida era una mierda y ahora tenía que estar asustado por lo que él hombre aquel pudiera hacerle a su padre fugitivo. Se quedó pues tirado en el suelo, contemplando el techo, sin poder cerrar los ojos para evadirse de todo como le hubiera gustado hacer.

-Cuenta hasta diez, Blaine- dijo en voz alta después de escupir la sangre que seguía brotando del interior de su boca- cuenta hasta diez y todo estará bien, todo estará bien. Uno, dos…

¿Por qué siempre le pasaban a él cosas como aquella? ¿Qué clase de asesino serial debió haber sido en su otra vida para tener que pasar por toda aquella desgracia? Y es que era cierto, desde que Marionn, su madre, hubiera muerto cinco años atrás, la tarea de vivir se había convertido en algo imposible. Extrañaba a su madre. Extrañaba su risa y la forma en la que ella podía atar a su padre al suelo, recordándole cuáles eran sus responsabilidades pero aun así, ayudándolo a cumplir cada sueño que él tuviera por loco que este fuera. Extrañaba a su madre y a su comida, tan distinta a las sopas y emparedados del súper mercado. Extrañaba a su madre porque de toda su familia, ella era la única que lo había hecho sentir protegido y no una mierda como todo mundo le decía que era.

-Tres, cuatro, cinco…- dijo él cerrando los ojos y el corazón para no ponerse a recordar los buenos tiempos.

¿Los buenos tiempos? Sí, aquello había existido, la estaba vida había sido buena antes porque tenía una familia feliz. Nunca tuvieron mucho dinero, pero se tenían el uno al otro. Todo había sido tan distinto, menos solitario, porque Cooper estaba ahí y no en Yale; porque su madre estaba ahí y no descansando bajo una fría placa de aluminio en el cementerio; porque su padre estaba ahí y no huyendo como el peor de los criminales de Nueva York. Blaine suspiró. El pasado ya no existiría jamás y ahora aquel presente estaba exigiéndole otras cosas. Ahora tenía que ser fuerte. Tenía que levantarse del suelo y trabajar donde fuera, no dormir si era necesario pero lograr juntar aquel dinero y liberarlos a él y a Nicholas de todo aquel desastre. Él podía, podía hacerlo. Quizá Sam querría ayudarlo, quizá Riley, el dueño del bar donde él y Sam se presentaban a veces también pudiera prestarle algo. Vamos Blaine, levántate, tienes que levantarte…

-Seis, siete, ocho…- el chico se levantó poco a poco, llevándose la mano a la mejilla hinchada que de verdad dolía.- nueve, diez.

Como si su encantamiento hubiera funcionado, el joven se levantó del suelo con una sonrisa en los labios. Así era siempre, solo se permitía diez segundos de miseria antes de ponerse en pie otra vez. La vida era demasiado corta para ser miserable todos los días y en realidad él no tenía tiempo de serlo. Caminando al baño, tomó un vaso de la cocina y al llegar al lavabo, vertió agua en él para enjuagar su boca. Hizo tantos lavados como le fue posible hasta lograr que el sabor a sangre se diluyera, haciendo una mueca cuando vio que su mejilla estaba hinchada y que no tardaría en ponerse morada o algo peor.

Suspirando para alejar el sentimiento de desánimo que amenazaba con inundarlo de nuevo, el chico corrió al apartamento de la señora Leland para recuperar sus cosas. Al menos esta vez el usurero se había conformado con golpearlo a él, sus cosas estaban a salvo y gracias al cielo, su casera tampoco había hecho demasiadas preguntas con respecto a su cara recién golpeada. Al llegar a casa, el chico deshizo la maleta y sacó el televisor. Necesitaba olvidarse del mundo un rato. Quizá esa noche tuviera trabajo, quizá más tarde pudiera ir él mismo a buscarlo.

Volvió a tirarse sobre la manta, dejando el televisor en un programa de dibujos animados que lo hizo reír en seguida permitiéndole olvidar al mundo que, allá afuera, seguía acechando por él y por todos esos sueños que, en el fondo de su corazón, él sabía jamás serían reales. Su teléfono sonó media hora después y Blaine tuvo que hacer un soberano esfuerzo por sacarlo del fondo desordenado de su enorme maleta. Era Sam.

-Hey Sami- dijo Blaine sonriendo con un poco más de alegría- ¿Dónde estás amigo?

-Riley acaba de llamarme- dijo el otro chico sin saludar a Blaine- ¿Me escuchaste, Blaine?

-¿Nos dejará presentarnos?- dijo el joven Anderson empezando a emocionarse un poco- ¿Te llamó por eso?

-No- dijo Sam alegremente, cosa que sorprendió a Blaine porque él se sentía un poco desilusionado- es mejor, amigo, mejor que una presentación de una noche.

-¿Ah sí?- dijo Blaine volviendo a recuperar el interés- Sam, ¿qué fue lo que te dijo Riley?

-Hay una banda- dijo Sam con entusiasmo- van a presentarse toda la semana en su bar. Él dijo que sus integrantes tienen ciertos problemas, el punto es que Riley le habló bien de ti y de mí al tecladista, porque la separación entre ellos es inminente. Están a punto de echar a dos de sus miembros o ellos van a decidir largarse, yo qué sé…. Riley dice que son buenos y tú yo también somos buenos y por eso aquí lo que importa, Blainey, es que tenemos una oportunidad ¿Me oyes? El querido Riley nos acaba de conseguir la oportunidad de estar en una banda de verdad. Tenemos que estar ahí a las 9, Riley dijo que al menos podemos verlos tocar hoy y si nos interesa, podríamos hablar con ellos mañana, Blaine ¿Sigues ahí?

-Sí, sí, aquí estoy…- dijo Blaine sin poder creérselo de verdad- Sam… ¿Estás seguro de que esto no es una broma? A veces a Riley le gusta jugar con nosotros.

-¡Bah!- dijo el otro joven riendo divertido- Riley no se atrevería a meterse con los dos otra vez, recuerda que nos tiene en muy alta estima desde que lo descubrimos engañando a su esposa con una de las meseras.

-¡Es cierto!- dijo Blaine permitiéndose un poco de emoción ahora- te veré ahí entonces Sam, pero simplemente no puedo creérmelo.

-¡Pues créetelo, Blaine!- dijo Sam riendo alegremente- vístete para impresionar, lleva tu guitarra. No podemos perder esto amigo, quizá las cosas cambien esta vez ¿no crees?

-Eso espero Sam- dijo Blaine con entusiasmo- eso espero.

Sam rio con él varios minutos más y después los dos chicos colgaron el teléfono. La sonrisa en la cara de Blaine se había hecho definitivamente más grande. De verdad aquella era una buena oportunidad. Quizá, después de todo, también para Blaine Anderson habría un sueño que pudiera volverse realidad. Después de apagar la televisión el joven corrió a ducharse y eligiendo la mejor ropa que tenía- pantalones oscuros y camiseta azul claro- salió a la calle sonriendo a pesar del necio moretón que empezaba a notarse en su mejilla lastimada.


Los dos jóvenes se sentaron a la barra del bar y pidieron una cerveza. El lugar estaba lleno y Blaine creyó que era por la presentación de aquella banda anunciada en la marquesina de luces de led que rezaba "Presentandose hoy, A beautiful mess". Blaine sonrió al leer el nombre de la banda, de verdad le parecía un nombre gracioso porque ¿Qué clase de desastre puede ser de verdad hermoso? Varios chicos y chicas voltearon a ver a Blaine al verlo sonreír, causando que Sam le diera un codazo para alertarlo de aquellas miradas.

-¿Qué?- dijo Blaine bebiendo un sorbo de cerveza.

-¿No has pensado que podrías salir de pobre consiguiéndote un marido rico?- dijo Sam riéndose como siempre de aquel innato atractivo que parecía brotar de Blaine sin que él se diera cuenta de ello.

-Sam, no otra vez- dijo Blaine suspirando- ¿Por qué siempre tienes que decir lo mismo? Un marido rico, bah…

-O bueno, una esposa- dijo Sam riendo todavía- aquellas chicas de allá, las de los vestidos negros, no han dejado de mirarte desde que llegamos. Las vi llegar en un Mercedes blanco, quizá consigas algo bueno esta noche, guapo…

-Eres un imbécil, Evans- dijo Blaine volviendo a beber un sorbo de cerveza cuando una de las chicas aquellas le guiñó un ojo- y creo que es hora de poner en acción el plan de siempre…

-¿De qué maldito plan estás ha…- dijo Sam, pero un beso de los labios de Blaine detuvo sus palabras en seco.

El rubio rio respondiendo al beso de su amigo con entusiasmo fingido, y se separó de él segundos después simplemente para darse cuenta de que las candidatas a esposa de Blaine Anderson lo miraban ahora con odio y ganas de asesinarlo.

-¿Por qué siempre me usas así?- dijo Sam con falsa indignación.

-Porque es la forma más rápida y efectiva de ponerles un alto- dijo Blaine riendo un poco más tranquilo- de verdad no quiero una esposa…

-¿Y si hubieran sido chicos?- preguntó Sam riendo con burla.

-Te habría besado de todos modos- dijo Blaine haciendo que su amigo resoplara en un gesto de absoluta derrota- ¿Qué? De verdad no puedo complicarme más la vida y el amor… el amor lo complica todo.

Blaine suspiró y contempló el escenario donde la banda se presentaría en unos minutos más. La verdad es que nunca se había dado una oportunidad verdadera con el amor, pero tampoco le interesaba mucho hacerlo. No es que no lo quisiera, no es que no le hubiera gustado vivir todo aquello que las canciones decían pero… de verdad todo era complicado, vamos, aunque era consciente de que era capaz de atraer miradas allá a donde fuera, incluso con una mejilla hinchada de la que Sam no había dejado de reírse, él estaba firmemente convencido de que no habría persona alguna en esta tierra que pudiera amarlo por ser lo que era, por ser solamente un chico lleno de problemas y sueños frustrados y… bueno, quizá el amor llegaría y quizá no, pero en aquel preciso instante no le interesaba demasiado.

-Tan optimista como siempre, Blainey- dijo Sam tratando de hacerlo sonreír otra vez, cosa que era frecuente al ser el mejor amigo de aquel chico.

Se habían conocido en la secundaria y desde entonces habían sido los mejores amigos del universo. Los dos tenían más o menos los mismos problemas y tener a alguien que los entendiera sin hacer muchas preguntas, era una bendición para los dos. Por eso, cuando Blaine volvió a sonreír Sam se sintió bien de nuevo.

-Salud por mi optimismo, Sami- dijo Blaine haciéndolo reír- y espero que con optimismo nos alcance para poder ser parte de esa banda… ¿A qué hora dijo Riley que empezaba esto?

-No comas ansias, muchacho- dijo un hombre de pelo cano y voz grave detrás de la barra. Era Riley Stevens, el dueño de aquel lugar y el jefe ocasional de los dos chicos.- esos chicos desastre están peleándose todavía en el camerino…

-¿De verdad tienen tantos problemas?- dijo Blaine pidiéndole al hombre otra cerveza- ¿Estás seguro de que tenemos una oportunidad?

-Si no la tuvieras, no les habría pedido que vinieran- dijo el hombre confiadamente- de hecho, por cómo marcha la discusión es posible que el baterista y uno de los guitarristas se vayan al demonio esta misma noche. No me sorprende, Elliot el tecladista y Kurt, el vocalista, son los únicos que tienen talento de verdad. Si todo marcha bien, mañana mismo ustedes dos estarán cantando en vivo con "A beautiful mess".

-¿Y ellos dos estarán de acuerdo en darnos la oportunidad?- dijo Sam con verdadero interés- Esos dos chicos, Kurt y Elliot… ¿Cómo son?

-Elliot es bastante agradable y Kurt… él también, pero tiene un carácter difícil- dijo Riley riendo del rostro intrigado de los chicos- Y ya dejen de hacer preguntas, yo sé que les irá bien, son guapos saben cómo tocar una canción, la gente los quiere…

-¿Por qué haces esto, Riley?- preguntó Blaine con algo de desconfianza.

-Blainey, Blainey- dijo el hombre golpeando el hombro de Blaine con el puño cerrado- deja de ser tan perspicaz ¿quieres? Hago esto porque quiero una banda decente tocando en este lugar por primera vez en mi vida y por algún extraño motivo creo que ustedes pueden ser el complemento perfecto de los chicos desastre porque ustedes también son un desastre… así que, escúchenlos ahora y hablaremos con ellos más tarde ¿Está bien?

Sin darles oportunidad de seguir haciendo preguntas, Riley dejó a los chicos dando media vuelta en el justo instante en el que las luces del bar bajaban y la concurrencia se arremolinaba alrededor del iluminado escenario en el que, minutos después, aparecieron solamente dos chicos. Uno de ellos, el que Blaine pensó sería el tecladista, subió al escenario con una sonrisa jovial alentando a la multitud que empezó a gritar como loca, como si se tratara de la súper estrella del momento. El muchacho estaba vestido totalmente de negro, no era tan alto como su compañero y sus ojos claros resaltaban por el contraste de su cabello oscuro y peinado en picos que le daban la pinta de un… de un vampiro roquero, pensó Blaine riéndose después de su comparación.

Por otro lado, el joven alto era más bien… Blaine no podía encontrar palabras para describirlo porque nunca en toda su vida había visto a un hombre como él: el joven tenía una guitarra en sus manos, sus ropas oscuras hacían un contraste hermoso con la piel blanca de sus brazos y de su rostro. Y sus ojos, eran tan azules que Blaine sentía que casi era posible nadar en ellos. Aquel chico era distinto a todos y la actitud segura que parecía tener al estar en frente del publico cautivó al joven de los ojos color avellana de inmediato. Y entonces Blaine entendió perfectamente el nombre de aquella banda, que sí, sin duda era un desastre porque ahora solo dos de sus miembros estaban ahí, pero no por ello dejaba de ser un desastre hermoso. Hermoso… eso era, esa era la palabra que Blaine estaba buscando para describir al chico de la guitarra, era hermoso…

-Cierra la boca- le dijo Sam al oído cuando la guitarra del joven empezó a sonar y el corazón de Blaine latió con fuerza- son increíbles ¿no?

Blaine no contestó. La música que nacía de las manos de aquellos dos chicos era simplemente increíble. Seguramente tenían años tocando juntos, seguramente habían tocado mil veces aquella canción que sonaba triste y al mismo tiempo llena de anhelo, de esperanza. Blaine pensó que aquellos dos jóvenes no necesitaban complemento alguno, que en realidad no necesitaban a nadie más porque los dos solos estaban haciéndole sentir tantas cosas… se sentía emocionado y vacío porque él jamás podría estar a su altura pero aun así quería intentarlo. Se sentía confundido porque no podía apartar los ojos de la mirada azul del guitarrista y, cuando aquel chico empezó a cantar, los huesos de Blaine temblaron porque la voz que cantaba aquella canción se parecía un poco a la voz de su sueño, sí, a la voz de aquel sueño….

This town is colder now, I think it´s sick of us.

It´s time to make our move, I´m shaking off the rust.

I´ve got my heart set on anywhere but here.

I´m staring down myself, counting up the years.

Steady hands, just take the wheel and every glance is killing me.

Time to make one last appeal for the life I lead.

Stop and stare I think I´m moving but I go nowhere.

Yeah I know that everyone gets scared but I´ve become what I can´t be, oh.

Stop and stare you start to wonder why you´re here not there.

And you´d give anything to get what´s fair but fair ain´t what you really need.

Oh, Can you see what I see?

¿Sería posible? ¿Aquel era el rostro del hombre del sueño? El ruido de los gritos y los aplausos de la gente a su alrededor, así como los silbidos de Sam apartaban de su mente las preguntas que la voz de aquel chico había hecho surgir. La canción era bella, y describía perfectamente el estado en el que se encontraba. Sin saber muy bien por qué, aquella canción le hacía sentir la necesidad de repensar su vida, sus sueños, sus ambiciones. La música seguía colándose por su cuerpo, y se descubrió bebiendo el resto de su cerveza de un jalón. Pidió otra sin pensárselo mucho y sus ojos volvieron de nuevo al escenario y su corazón latió con más fuerza cuando descubrió que el chico de la guitarra estaba mirándolo, lo miraba detenidamente, sin dejar de tocar, sin querer decirle nada realmente, simplemente estaba mirándolo. Sam se dio cuenta de que Blaine había empezado a palidecer y sonrió cuando se dio cuenta de la razón: parecía que había otra persona que esa noche, tampoco podía dejar de mirar a Blaine Anderson…

El chico de los ojos color avellana bebió de nuevo y trató de calmarse. Carajo, solo era una mirada, estaba seguro de que aquel hombre no estaba mirándolo por una razón en especial. Era solo porque quedaba en frente de sus ojos, eso era… o eso era lo que Blaine quería creer pero aquella mirada no dejaba de recordarle las palabras que antes le había dicho a Sam "El amor lo vuelve todo complicado" y tuvo ganas de darse un golpe por haber pensado aquello. Pero, por algún extraño motivo, el chico de la guitarra no quitó sus ojos de él mientras su voz se unía de nuevo a la música que sonaba por encima de todos los gritos de los ahí presentes:

They´re trying to come back all my senses push.

Untie the weight bags, I never thought I could…

Steady feet, don´t fail me now gonna run till you can´t walk.

Something pulls my focus out and I´m standing down.

Stop and stare I think I´m moving but I go nowhere.

Yeah I know that everyone gets scared but I´ve become what I can´t be, oh.

Stop and stare you start to wonder why you´re here not there.

And you´d give anything to get what´s fair but fair ain´t what you really need.

Oh, Can you see what I see?

La voz del chico aquel se perdió de nuevo entre los miles de aplausos cuando las notas finales de su canción flotaron en el aire. Todo mundo estaba contento con lo que había escuchado, todo mundo quería seguir escuchándolo, todos, incluso Blaine. Escuchaba al joven aquel como si nada más en el mundo pudiera importarle. Incluso Sam había dejado de decirle lo perfectos que aquellos dos eran y lo bueno que sería poder ser parte de algo tan genial para quedarse oyendo embelesado aquella música imposiblemente bella que nacía de aquellos dos jóvenes solamente. Las canciones y los aplausos se siguieron la una a la otra, al igual que las botellas de cerveza que Blaine seguía bebiendo sin moderación alguna. Él no era así, pero se sentía tan inquieto que lo único que podía seguir haciendo era beber, beber para dejar de seguir formulando preguntas imposibles que de todos modos jamás tendrían una respuesta.

Nadie parecía darse cuenta de su estado, pero lo que realmente le pasaba es que se había dado cuenta de que ese chico que lo había deslumbrado era todo lo que él no era, lo que nunca podría llegar a ser ni siquiera cantando a su lado. Y en ese momento algo dentro de su corazón se rompió aunque él no podía entenderlo del todo, pero la primera canción que el guitarrista aquel había cantado seguía dando vueltas en su mente y en su corazón.

Media hora después, el concierto termino entre insistentes gritos que reclamaban una canción más de "A beutiful mess" sin obtener otra cosa que la promesa alegre de Riley, quien, había subido ahora al escenario, para decir que sus chicos regresarían al día siguiente, llenos de sorpresas en realidad. Para ese entonces Blaine ya se sentía mareado, el cuerpo le pesaba y la cabeza le daba vueltas. Todo lo que le decía Sam no tenía sentido, mucho menos lo que Riley dijo después, cuando se dirigió hacia ellos para preguntarles si les interesaba pertenecer a la banda que, sin duda alguna, sería el descubrimiento musical de la historia. Blaine se limitó a reírse de todo mientras Sam hablaba con el dueño del bar, diciéndole que estarían encantados, pero que tal vez, Blaine no estaba ya en condiciones de hablar con nadie. Riley rio y le dijo a Sam que por la mañana Elliot y Kurt estaban disponibles para hablar con ellos, que, de hecho, los dos únicos miembros de la banda ya los habían visto, Riley les había dicho que estarían los dos sentados en la barra.

-Por eso me estaba mirando- dijo Blaine riendo divertido porque las palabras de Riley sonaban ahora como la broma más genial del universo- y yo pensaba que era obra del destino…

-Llévalo a su casa, Sam- dijo Riley riendo al ver el estado de Blaine- mañana va a tener una resaca infernal, pero oblígalo a venir, si los chicos desastre sonaron bien hoy, no me puedo ni imaginar lo buenos que serán cuando ustedes dos se unan a ellos…

-Gracias Riley- dijo Sam estrechando la mano del hombre que sonreía confiado en su éxito- venga Blainey ya es tarde, te llevaré a casa…

-No quiero ir a casa Sam- dijo Blaine alegremente- quiero quedarme a beber aquí por siempre, dile a ese chico que vuelva a cantar… canta como un sueño ¿No, Sami? Es un sueño…

-No recordaba que fueras un ebrio tan cursi, Blaine- dijo Sam pasando uno de los brazos de Blaine sobre sus hombros- espera a que seas parte del sueño, amigo, será mil veces mejor… y además, ya no tienes dinero para pagar más cervezas.

-¿No?- dijo Blaine caminando con dificultad y volviendo a reír al mismo tiempo- supongo que no… ser pobres es un asco ¿Verdad, Sami?

-Lo es, Blaine- dijo el rubio logrando sacar al otro chico a la calle- pero si nos va bien mañana con tu chico sueño y el chico desastre, puede que dejemos de serlo…

-¿De verdad crees que algo cambie?- dijo Blaine serio de pronto, quedándose de pie sin ayuda de Sam en medio de la calle- ¿Podemos darnos el lujo de esperar que algo cambie?

-Es el único lujo que la gente como tú y como yo puede darse, Blaine- dijo Sam tratando de sostener a su amigo- y ahora, vamos a casa. Con o sin resaca tienes que estar listo para mañana.

-No, no quiero ir a casa- dijo Blaine con seguridad- déjame aquí, quiero caminar…

-¡Blaine, es más de media noche!

-No importa- dijo el chico sonriendo confiadamente y dando un tropiezo cuando empezó a caminar- ve a casa, estaré bien…

-Blaine, deja de decir estupideces, no estás bien…

-Estoy bien Sami, estoy bien- dijo el chico volviendo a reír- ¿Por qué Sami siempre se preocupa tanto? Estoy bien, estoy bien…

Y sin decir más, Blaine empezó a caminar lentamente. A Sam aquel espectáculo le parecía lamentable, pero no hizo esfuerzo alguno por seguirlo. De sobra sabía lo terco que era Blaine y eso, sin agregarle que ya lo era sin estar ebrio. Suspirando profundamente, el joven decidió esperar 10 minutos antes de empezar a seguir a su mejor amigo, en la condición en la que estaba, Blaine no podía ir tan lejos así que no tenía duda alguna de que podía encontrarlo.

El joven Anderson siguió pues su camino, el mundo parecía una mancha borrosa aquella noche, no entendía muy bien por qué sentía aquella súbita necesidad de no volver a casa y de seguir caminando entre las oscuras calles de Nueva York , que, a pesar de ser media noche estaban llenas de ruido y de gente que iba y venía riéndose del mundo y de la vida gracias al alcohol que había en sus venas o quizá era que aquella gente sí que tenía un motivo para reír.
Blaine siguió pues su camino riéndose también porque el mundo era enorme y él era nada, porque aquella noche, todos tenían a alguien con quien caminar y él tenía nada. Pero no importaba, porque había escuchado cantar a un sueño y… ¿Qué había dicho Sam? Ah sí, que él sería parte del sueño pero ¿Cómo iba a ser eso posible?

El chico rio con ganas mientras cruzaba la calle. Quería ir al parque, en realidad no sabía dónde estaba pero quería ir al parque. Su madre solía llevarlos a él y a Cooper ahí y cuando regresaban a casa, lo hacían sintiéndose felices. Y Blaine quería volver a sentirse feliz una vez más, solo una vez. Con ese deseo en el corazón, sin notar que el semáforo estaba en verde y que un auto gris se acercaba a toda velocidad hacia él, el chico siguió su camino y cuando su rostro giró en dirección a las luces del auto que no lograría detenerse a tiempo, se dio cuenta que aquel sería el final de todo y el pensamiento, lejos de asustarlo, lo tranquilizo.

Como si sucediera en cámara lenta, como si fuera parte de una película, Blaine oyó el insistente sonido del claxon y luego, el golpe feroz de un montón de acero chocando con su cuerpo que quedó tendido en la carretera atrayendo en seguida aun montón de gente que rodeó la escena, tratando de lograr que el conductor de aquel auto no huyera como sucedía casi siempre en aquella ciudad.

-¡Oh no, maldita sea!- dijo el joven que bajó del auto en seguida, para correr hacia el cuerpo que yacía en la carretera.

Kurt Hummel, que era el nombre de aquel muchacho, se quedó petrificado al contemplar el rostro ceniciento del muchacho. Había golpes en todo su cuerpo y era posible que le hubiera roto un hueso pero por lo demás, se alivió de que no hubiera un reguero de sangre en el suelo o algo peor. Sin esperar ni un minuto más, el chico se arrodilló al lado del cuerpo de Blaine y sintió una oleada de alivio cuando tocó el cuello del muchacho comprobando que tenía pulso y que muy probablemente, se pondría bien, pero si era así… ¿Por qué estaba inconsciente?

-Hey, oye…- dijo Kurt moviéndolo gentilmente bajo la atenta mirada de los curiosos- ¿Me escuchas?

-Eres un sueño…- dijo Blaine susurrando las palabras, abriendo con un esfuerzo enorme sus ojos color avellana que, por alguna razón, le parecieron sumamente bellos al chico que ahora lo miraba- así que, si fue el destino después de todo ¿no?

Kurt sonrió al escuchar aquel torpe discurso del que no había entendido más que las palabras "sueño" y "destino", pero la sonrisa se desvaneció cuando los ojos de Blaine volvieron a cerrarse. Contemplando aquello con algo de miedo, Kurt sacó el teléfono de la bolsa de su sudadera oscura y marcó el número de Elliot a toda prisa.

-Hey, Elliot- dijo el chico a toda prisa, sin dejar de observar el cuerpo de Blaine y a la gente que empezaba a irse, perdiendo el interés en su predicamento.

-¿Qué sucede, Kurt?- dijo el otro chico- Estaba a punto de dormirme…

-Olvídalo, ve a mi apartamento ¿Quieres?- dijo Kurt con firmeza.

-Kuuuuuurt…- dijo Elliot con reproche- ¿Por qué siempre me haces lo mismo?

-Porque esta vez es necesario- dijo el chico suspirando- ¿Recuerdas que me dijiste que no cometiera ningún crimen antes de que los agentes de Smythe records vinieran a escucharnos mañana?

-Sí, lo recuerdo- dijo Elliot olvidándose por completo del sueño.

-Bueno, pues creo que he atropellado a nuestro nuevo guitarrista- dijo Kurt riéndose con amargo humor- y algo me dice que eso puede contar como un crimen ¿Te veo en mi casa, entonces?

-¿QUE HICISTE QUÉ?- dijo Elliot empezando a ponerse los pantalones de cuero oscuro una vez más.

-Sí, ya tengo tu atención- dijo Kurt- llama a tu amigo el médico, ¿Cómo se llama? ¿Justin?, como sea, llámalo. Te veo en media hora.

Y sin decir más, sin pensar en llevar al chico a un hospital porque en verdad no sabía qué iba a hacer con la enorme cantidad de preguntas que le harían todos los médicos y los policías, levantó el liviano cuerpo del otro chico en brazos y lo metió en la parte trasera del auto, esperando que ninguno de los mirones decidiera llamar a emergencias o algo así. Kurt condujo tan rápido como pudo, de verdad no necesitaba un escándalo ahora, no cuando el sueño estaba tan cerca, no cuando ese chico, de hecho, podría ayudarle a conseguirlo. No sabía quién, era, ni siquiera sabía su nombre, pero el hombre del bar le había dicho que era bueno y eso era todo lo que a él le importaba.

Blaine abrió los ojos una vez más, la velocidad a la que estaba viajando lo hizo sonreír en medio de aquella intermitente consciencia y cuando Kurt volvió a mirarlo una vez más con esos ojos azules que tenía, Blaine sintió que por fin su vida era algo cálido y nuevamente, el mundo se desvaneció…


El alba despuntaba en el horizonte y Nicholas levantó sus ojos color avellana al cielo. Le gustaba ver el amanecer. Había sido una noche fresca, el verano estaba despidiéndose poco a poco de la ciudad al igual que el siempre verde de la hierba. El hombre sonrió alegremente cuando los primeros rayos de sol iluminaron su piel e iluminaron también la placa de aluminio que rezaba el nombre de su esposa, la madre de Blaine y Cooper, el único amor que tuviera desde niño.

Nicholas Anderson suspiró tristemente. Él sabía que sus hijos no merecían tenerlo a él como padre pero ¿Qué podía hacer? Su espíritu travieso y aventurero, propio de un niño y no de un hombre que rondaba ya el medio siglo de vida, siempre lo llevaba a tomar las decisiones más disparatadas. Y no es que estuviera justificándose, nada podría justificar la clase de vida que estaba ofreciéndoles a Blaine y Cooper pero simplemente… simplemente no podía ser de otro modo. Amaba a sus hijos, claro que los amaba, pero sus sueños de triunfar en algo, sus sueños de cumplir la promesa hecha a su esposa años atrás, siempre lo conminaban a seguir aventurándose en negocios peligrosos y préstamos que más de una vez habían puesto en peligro su vida.

-Perdóname, Marionn- dijo el hombre suspirando con tristeza- perdóname por no haber cumplido ni una sola de las promesas que te hice…

El viento sopló desde el norte haciendo que sus rizos oscuros se movieran al compás de la danza del aire. Él sabía que todos decían que era un fracasado, y en realidad lo era. Su único triunfo en la vida era haberse casado con la mejor mujer del universo y haber tenido al lado de ella a los dos hijos más perfectos que el mundo hubiera visto jamás pero… en la complicada escala del mundo real, él sabía que era nada. Menos que un suspiro, menos que una de las miles de ratas que pululaban en todas las alcantarillas de la ciudad de Nueva York. Solo una rata huidiza, como le había dicho su último prestamista, solo eso y nada más…

Y la verdad es que estaba cansado, Blaine tenía razón, no podía pasarse la vida huyendo pero en aquel preciso instante no se le ocurría qué más hacer. Quizá por primera vez en su vida pudiera encontrar un empleo normal y atarse a un escritorio de por vida. Quizá, como la señora Leland le decía, era tiempo de madurar y aceptar que su tiempo para malgastar los días en sueños irrealizables había llegado a su fin, debían llegar a su fin por el bien de esos chicos a los que tanto amaba… al menos Cooper estaba estudiando pero ¿Y Blaine? ¿Qué sería de Blaine si él seguía jugando de ese modo en vez de convertirse en el padre que debía ser? Al pensar en el menor de sus hijos, su corazón pareció romperse en mil pedazo. Aquel chico era tan dulce, tan fuerte, tan decidido a defenderlo a él de todos, incluso de sí mismo… Blaine de verdad se parecía mucho a su madre, tanto, que por eso mismo todas las atrocidades que le había hecho pasar le parecían mil veces peores.

En ese momento, Nicholas deseó que la tierra se abriera, que Marion regresara por lo menos cinco minutos más y le dijera qué era lo que tenía que hacer a continuación. Tan solo cinco minutos para poder volver a sentir la suavidad de sus manos en su rostro, la dulzura de sus labios en su boca. Solo cinco minutos para pedirle perdón de rodillas, para decirle que había veces en las que ya no podía más… ¿Por qué era tan difícil poder volver a tener cinco minutos con alguien que nunca hubieras querido que se fuera? ¿Por qué ella había tenido que irse en todo caso?

-Lo siento, cariño- dijo él intentando no ponerse a llorar sobre la hierba como un crío- de verdad lo siento, lo siento tanto…

-Tus disculpas no sirven de nada, imbécil- dijo una voz delante de él, haciendo que su corazón saltara con verdadero miedo en su pecho- ¿Esta fue tu idea del escondite perfecto?

El hombre en frente suyo sonreía con una mueca despectiva en los labios a la hora de mirarlo. Había algo en sus ojos negros que le decía a Nicholas que aquel era el final de todo y sin entender muy bien por qué, dejando atrás las preocupaciones que lo habían mantenido despierto toda la noche frente a la tumba de Marionn, decidió enfrentar al matón con la poca dignidad que le quedaba.

-No soy bueno para jugar al escondite, Arnie- dijo él levantándose de la hierba- me encontraste, ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Matarme?

-¿Y a mí de que me serviría la vida de una cucaracha?- dijo el otro hombre caminado hacia él de forma amenazante- tu vida vale menos de lo que me debes, Anderson.

-¿Qué quieres de mí entonces?-dijo Nick no sin sentir cierto alivio.

-Darte una lección- dijo Arnie dándole un golpe al padre de Blaine en el estómago- enseñarte que no puedes jugar conmigo, ni tú, ni tu hijo pueden tratar de engañarme y… ¿Sabes qué? Si no tienes dinero para pagarme, quizá pueda llevarme a tu niño bonito… hay mucha gente que me pagaría bien por estar con él…

El dolor en el estómago de Nicholas se evaporó al escuchar aquellas palabras… ¿Aquel estúpido estaba amenazándolo con Blaine? ¿De verdad aquel imbécil se había atrevido a insinuar que Blaine, su pequeño Blaine podría convertirse en un…? Sin pensarlo mucho, olvidándose de que aquel matón le sacaba al menos quince centímetros de ventaja en estatura, Nicholas encontró la fuerza suficiente dentro de él para estampar un puño en la cara del matón que jamás hubiera esperado aquel tipo de respuesta de parte de aquel hombre.

-¡A mi hijo no, hijo de puta!- gritó Nicholas con todas sus fuerzas- ¡Haz conmigo lo que quieras, pero jamás tocarás a mi hijo, nunca!

-Con que te importa ¿eh?- dijo el matón riendo a pesar de que el impacto en su nariz había logrado hacerlo sangrar- he encontrado tu punto débil. Quiero mi dinero para esta noche, Anderson. Si no lo tienes, tu precioso hijo pagará las consecuencias.

Y sin decir más, Arnie se precipitó hacia él con el puño preparado para pactarlo en la cara de su interlocutor que había palidecido ante la sola mención de que alguien tan asqueroso como aquel hombre pudiera, de hecho, tocar a su Blaine. Los golpes se sucedieron uno a otro sobre su rostro y su estómago, hasta que cayó al suelo y en el preciso momento en el que su espalda tocaba la hierba verde de aquel cementerio, varias cosas sucedieron al mismo tiempo:

Escuchó una voz que lo llamaba por su nombre y luego, el ruido de muchos pasos acercándose hasta donde él estaba. Escuchó también que Arnie maldecía y sintió que el suelo temblaba cuando el gigante aquel echaba a correr en la dirección opuesta a los pasos que se habían hecho escuchar sobre la hierba.

-¡Nicholas!- seguía gritando la voz de un hombre, la voz de alguien que él conocía sin poder recordar de dónde.

Y entonces, levantándose con dificultad del suelo, miró asombrado el espectáculo inaudito de más de cinco chicos elegantemente vestidos con trajes oscuros- que debían de ser carísimos- sosteniendo por los brazos al cautivo Arnie que ahora parecía más bien un perro rabioso atado a una cadena humana.

Nicholas quiso reír de su chiste pero no pudo. El dolor de las cotillas y la sangre que corría por su rostro se lo impedían… y además ¿De dónde habían llegado aquellos hombres? ¿Quién se había compadecido de él? porque tal parecía que el cielo había hecho oídos sordos a sus ruegos desde que Marion enfermara y ahora…

-¿Estás bien?- dijo un hombre de abundante cabello platinado y sorprendentes ojos verdes que se acuclilló al lado suyo haciéndole recordar de pronto, quién había sido su salvador.

-¿Maximilian?- dijo Nick con dificultad- ¿Eres mi viejo amigo Max Smythe?

-¿En qué problema te metiste ahora, Nick?- dijo el hombre a modo de respuesta- no nos hemos visto en veinte años pero ¿De verdad sigues siendo el mismo loco irracional de siempre?

Nicholas quiso reír pero se contuvo y Maximilian le sonrió con tranquilidad. El hombre aquel despedía un aura de poder y elegancia tan grandes, que Nicholas sintió de pronto la súbita necesidad de limpiarse la sangre y la tierra que llenaban su rostro. El señor Smythe pareció darse cuenta de ello porque hizo un movimiento negativo con la cabeza y le dedicó a Nick un suave abrazo que hizo que los dos recordaran el pasado. Su amistad siendo niños, lo mucho que se habían querido a pesar de ser tan distintos el uno del otro y sobre todo, el cariño enloquecedor que los dos habían sentido por Marionn.

-Sebastian, hijo- dijo el hombre soltándolo de pronto- ¿Puedes pedirle a Roy que traiga un botiquín del auto? Olvidé mi celular.

El hombre le había hablado a un muchacho distinguido y ridículamente guapo que Nicholas no había notado hasta ese entonces. El chico, quien seguramente era Sebastian, debía tener la misma edad que Blaine, su cabello dorado parecía brillar con el sil de la mañana y sus ojos verdes, iguales a los de Max, asintieron con calma a las palabras de su padre y con un movimiento suave y elegante que hizo que Nick lanzara una exclamación de deleite, se llevó el teléfono al oído, ejecutando en ese mismo instante la orden que había recibido de su padre. Y de verdad parecía que aquello era una reunión de viejos amigos a pesar de que los hombres de Maximilian seguían sosteniendo al matón con fuerza, sin gana alguna de dejarlo ir. Fue hasta que Arnie empezó a proferir maldiciones a diestra y siniestra que los dos amigos recordaron que no estaban solos en aquel lugar.

-¿Cuál es tu problema con Nick, chico?- dijo Maximilian, parándose del suelo y caminando de forma segura y confiada hacia el matón quien, delante de ese hombre, parecía haberse transformado en un corderito.

-Ese imbécil me debe dinero- dijo Arnie, sin poder mirar fijamente a las pupilas esmeraldinas de aquel hombre que irradiaba fuerza en cada milímetro de piel.

-¿Cuánto?- dijo Maximilian sin perder la calma.

-¿Vas a pagarme tú… señor?- agregó el matón sabiendo que estaba metiéndose con alguien más peligroso que él mismo.

-¿Cuánto es?- dijo Max con el tono con el que uno hace una orden.

-Diez mil - dijo el matón con una sonrisa burlona- diez mil quinientos por todos los intereses que se han acumulado desde la fecha del préstamo.

-¡No te debo tanto!- gritó Nick realmente indignado- Max, no le creas, no es…

-Sebastian- volvió a decir Max ignorando las palabras de Nicholas- hazle un cheque a este hombre por medio millón de dólares ¿Quieres?

Arnie y Nicholas soltaron una exclamación, uno de júbilo y el otro de sorpresa… ¿Es que Max, su amigo Max, era esa clase de persona para la que el dinero era solo algo que podía derrocharse así sin más? Los guaruras soltaron de pronto al matón que en aquel entonces corrió con entusiasmo hacia el muchacho rubio que lo miraba con una mezcla de hastío y asco al tiempo que escribía su nombre en el cheque que había sacado del bolsillo derecho de su abrigo.

-Podrás cobrar tu dinero en cualquiera de nuestros bancos- dijo Max mirando al usurero con desprecio- pero, debes saber que no recibirás ni un centavo más así que no se te ocurra venir a chantajearme o acercarte a Nicholas, o nadie de su familia ¿Has entendido? Hoy has conocido mi lado amable, imbécil, y te juro que no querrás conocer mi lado oscuro… Así que si yo fuera tú, me desaparecería de aquí ahora mismo antes de que me arrepienta y decida que no mereces ni siquiera cinco dólares de mi dinero…

Casi haciendo una reverencia, el usurero miró su cheque acariciando las letras que Sebastian había escrito en el papel y, corriendo como si su vida dependiera de ello, el hombre desapareció entre las arboledas y las tumbas del cementerio aquel. Nicholas seguía sobre el suelo, sin entender nada de aquello, sintiéndose sumamente avergonzado. Porque él y Max habían nacido en el mismo pueblo hace muchos años y… era obvio que solo uno de los dos había triunfado de verdad en la vida.

-Max…- dijo él haciendo un esfuerzo sobrehumano por levantarse y fracasando completamente en el intento, hasta que Sebastian lo ayudó a ponerse en pie.- Gracias, hijo…

-Ni se te ocurra decir que estás apenado, vieja comadreja- dijo Max riendo divertido- ya sé que tú eres así, no tienes que explicarme nada y no me debes nada…

-Pero…- dijo Nicholas- Max, esto es…

-Esto es lo que los amigos hacen por sus amigos- dijo el hombre riendo alegremente- olvídate de esto, cuéntame ¿Cómo está tu Blaine? ¿Y tu Cooper? Debió de ser difícil para ellos perder a Marionn ¿No es así?

-Están, están bien…- dijo Nick sin poder acabar de creerse su buena suerte- de verdad no puedo creer que él sea tu Sebastian, la última vez que estuvimos juntos él y Blaine tenían… ¿Tres años?

-Estaban a punto de cumplir 4- dijo Max mirando a su hijo con orgullo- y míralos ahora… Sebastian es ya director de nuestra compañía de estudios de grabación, hemos tenido varios éxitos ¿Verdad, Seb?

-Sí papá- dijo Sebastian sonriendo con amabilidad- y vienen más…

-¡No me cabe la menor duda!- dijo el señor Smythe guiñándole un ojo al chico, que, sin embargo, no parecía tan entusiasta como su padre.- ¿Recuerdas a Blainey, hijo?

-Me temo que no, papá- dijo Sebastian frunciendo el ceño- pero si dices que lo conocí, seguramente lo recordaré al verlo…

-¡Oh, de verdad espero que puedas verlo! Blaine se parece mucho a su madre ¿Verdad, Nick? Tenía la mirada de Marionn, siempre supe que había más de ella en Blaine que de ti, Nick - dijo Max lleno de alegría- ¿Y tu Blainey recuerda a mi Seb, Nicholas?

-No lo sé…- reconoció Nick sin poder entender del todo aquellas preguntas- jamás le he preguntado, pero eran muy pequeños Max, no pueden recordarse el uno al otro. Han pasado veinte años…

-¡Tanto tiempo!- dijo el señor Smythe jovialmente.- de verdad no pensé que sería tanto… Sebastian y yo acabamos de llegar de París hoy. Habíamos venido antes, pero jamás habíamos tenido tiempo para quedarnos por una larga temporada. Pero esta vez, Sebastian y yo nos quedaremos porque mi hijo tiene varios proyectos en mente que debe cumplir, ¿verdad, Seb?

-En efecto, papá- dijo el muchacho sonriendo fríamente- Roy acaba de enviarme un mensaje, dice que no tenemos botiquín, será mejor que llevemos al señor Anderson al hospital ¿No crees?

-Claro, claro…- dijo Max sin dejar de sonreír y luego, dirigiéndose al que parecía el jefe de los guaruras ordenó- Alfred, lleva a Nick al auto ¿Quieres?

-¿Al qué?- dijo Nicholas un poco temeroso de que todo aquello fuera un sueño.

-Al auto, amigo- dijo Max con calma- ¿No te molestará esperarnos a mí y a Sebastian ahí? Aun no le presento mis respetos a Marionn y quiero hacerlo como se debe. Además, quiero platicar contigo después de llevarte al hospital, tienes que contármelo todo acerca de tus hijos. Supe que Cooper entró a Yale, debes sentirte orgulloso. Además, tenemos que ponernos de acuerdo para tener una cena en familia ¿No crees? ¿Dónde está Blaine ahora? Podemos llamarle y que se una a ti, a mí y a Seb ¿Te gusta la idea? ¡Claro que te gusta! Alfred, por favor…

Y sin dejar contestar a Nicholas, acostumbrado a dar órdenes y a ser obedecido en el acto, Max dejó que sus hombres guiaran a su mejor amigo hacia la entrada del cementerio donde su lujoso auto estaba esperando por ellos. Y cuando la figura del padre de Blaine desapareció en el horizonte, también lo hizo la sonrisa de los labios de Maximilian, quien, acercándose un poco más a la tumba de Marionn, dejó sobre la placa una flor seca que sacó del bolsillo de su saco.

-Era una buena mujer…- dijo Max haciendo que Sebastian se acercara a él- debiste conocerla, Sebastian. No podrás encontrar a una mujer mejor que ella jamás…

-¿Y mi madre?- preguntó el chico sintiendo un poco de dolor al escuchar a su padre hablando de ese modo de otra mujer- ¿Ella no era mejor?

-Tu madre es y siempre será el amor de mi vida- dijo Max con sinceridad- pero… hay algunas cosas que simplemente no puedes olvidar.

Sebastian no quiso preguntar de qué iba todo aquello. En todas las veces que había venido a Nueva York su padre jamás había mencionado que conociera a alguien, y a alguien además, tan desastroso como el señor Anderson le había parecido a él. Pero bueno, su padre era un misterio, uno de esos enigmas que estarían vedados siempre para él. Por eso dejó que Max se sumiera en el silencio, dejó que aquel hombre que lo había educado y criado como el heredero de todo el emporio en el que se había convertido, se perdiera en recuerdos que no tenían nada que ver con su vida. Esa vida que a pesar de todo el lujo y los triunfos, seguía siendo una vida vacía de algún modo…

-¿Cómo van tus proyectos, Sebastian?- dijo el hombre minutos después, limpiando sus ojos como si le avergonzara que su hijo lo viera de aquel modo- ¿Has encontrado por fin a la banda que querías lanzar?

-Santana y Hunter irán mañana a la presentación de una banda que pareció llamar su atención- dijo el muchacho con un poco más de entusiasmo- me han dicho que son buenos de verdad.

-¿Santana y Hunter?- dijo su padre con un dejo de burla- ¿Vas a dejar algo tan importante en las manos de tus asistentes? No has aprendido nada, hijo, solo tú puedes saber si esa banda te conviene o no. Quiero que vayas con ellos…

-Pero…- dijo el muchacho sabiendo que no serviría de nada protestar- papá, tenía que revisar antes algunos asuntos en la…

- Y luego quiero que te prepares para conocer a Blaine Anderson.- dijo Max con determinación.

-¿Por qué te importa tanto que yo conozca a ese chico?- dijo el joven Smythe empezando a molestarse- seguramente es tan inútil como su padre…

-Pues ese chico inútil parece ser tu única salvación ¿No?- dijo Max con una sonrisa despiadada en los labios- ya te lo dije, tienes que casarte antes de la primavera siguiente o si no, perderemos gran parte de nuestras acciones. Una de las condiciones para ser el presidente de la junta de mis empresas, es que el sucesor esté casado. Cumpliré 60 años el mes que viene y sabes qué es lo que eso significa…

-Significa que es hora de tu retiro- dijo Sebastian suspirando con cansancio.

-Sí, y no quiero perder la empresa que me costó tantos años construir así que…- dijo Max riendo pícaramente- más te vale que empieces a hacerte a la idea de que Blaine Anderson será tu esposo. Y que conste, Sebastian, que no estoy pidiéndote nada imposible, si yo fuera un padre desalmado te habría obligado a olvidarte de esa locura de ser gay, pero, no quiero que seas desdichado, Seb, eres mi único hijo, sí, también tengo a Santana, pero ella no comparte su sangre conmigo… Vas a estar con Blaine, y quiero que te olvides de todo lo demás.

-¿Por qué Blaine?- dijo Sebastian apretando los puños a sus costados- ¿Por qué él y no cualquier otro? ¿Te has puesto a pensar que a lo mejor ese chico ya tiene a alguien a quien amar?

-Porque quiero que te cases con el hijo de Marionn Anderson- dijo el otro hombre con autoridad- él no es cualquiera ¿Entiendes? Es el hijo de ella, es… Tú sabías que tu vida sería así, Sebastian. Tú y Santana son mis herederos absolutos, pero ningún privilegio viene de la nada. Hay compromisos, tú lo sabes, tu hermana también ha tenido que renunciar a muchas cosas… Así que deja de hacer tantas preguntas y esfuérzate en ser encantador con ese muchacho ¿Está bien? Y si me entero de que lo has tratado mal o lo has menospreciado…

-Ni siquiera lo conozco, papá- dijo el joven Smythe sintiendo el mismo agujero en el corazón de siempre- ni siquiera lo conozco… tú pareces conocerlo mejor que yo.

-Él es la razón por la que estamos aquí, Sebastian- dijo su padre terminantemente- vas a conocerlo y vas a amarlo ¿Entiendes? Él está hecho del mismo material que su madre, y eso debe bastarte para saber que he elegido bien para ti. Blaine Anderson es tu destino, no hay más que hablar.

-¿Y eso es todo?- dijo el muchacho sin poder contenerse- ¿Así funciona el mundo para ti? ¿Cómo quieres que ame a alguien que…?

-El amor no es tan complicado, Sebastian- dijo el hombre empezando a caminar con dirección a su auto- si tú quieres que él se enamore de ti, lo hará. Has tenido miles de romances ¿No? Un chico como Blaine no debe ser un reto para ti…

Y sin poder contestar nada al frio discurso de su padre, mirando cómo el sol seguía su camino hacia el poniente por el cielo azul, Sebastian dejó que el peso de su destino lo invadiera, haciéndole sentir rabia, dolor y por encima de todo, la fuerza del compromiso que tenía hacia su padre y hacia su apellido. Él sabía que su destino no era nada sencillo, él sabía que toda su vida había sido preparado para dirigir el emporio de su padre, no había otra opción. Max empezó a silbar, dirigiendo sus pasos hacia el auto, sacando a Sebastian de sus negras cavilaciones. El muchacho miró la espalda de su padre, los pasos seguros que daba y de pronto sintió un arrebato de odio hacia él porque en verdad su padre estaba contento, de verdad le encantaba la idea de unirlo a aquel otro chico que seguramente tampoco sabía que, sin imaginarlo, de pronto se había convertido en el nombre del destino de Sebastian Smythe…


CANCIÓN: Stop and stare- OneRepublic