El Origen de Los Guardianes 2: Los Caballeros de la Luna
Prólogo
En el aire surcaba, con total libertad, un enorme trineo de color rojo, el cual era jalado por ocho renos, los cuales trotaban en el cielo con la misma facilidad con que lo hacían en la tierra.
A bordo del trineo se encontraba North, el guardián del asombro, Sandman, el guardián de los sueños, Bunnymund, el guardián de la esperanza, Toothiana, la guardiana de las memorias y Jack Frost, el joven y recientemente agregado a la nómina, guardián de la diversión.
-¿Qué les parece si vamos al Polo a festejar la victoria?- Dijo North con su inconfundible acento ruso.
-No lo sé compañero, ha sido un día largo y me gustaría descansar, ¿Qué te parece si lo posponemos para navidad?- Dijo Bunnymund, el cual trataba con todas sus fuerzas que el vómito no le saliera del estómago.
-Creo que debo darle la razón a Bunny, North, no sólo por el cansancio, sino porque debo poner orden en el palacio de los dientes, dejar todo en su lugar lo antes posible. Recuerda que yo trabajo todo el año.- Dijo Tooth, con una sonrisa de compasión que le dedicó a North
Sandy se limitó a hacer una figura de arena dorada de él durmiendo, dando a entender que también se sentía cansado.
-¿Y tú que dices Jack?- Preguntó North con una sonrisa, pero en el fondo se sentía decepcionado por la negativa de sus amigos.
Pero Jack no contestó, pues estaba pensando en el abrazo que momentos antes había recibido por parte de Tooth; un abrazo que lo había hecho sentir cálido, a él que era el espíritu del invierno. Sus mejillas adquirieron un leve color azul a modo de sonrojo. Ahí estaba Tooth sentada junto a él, manteniendo un intento de charla con Sandy, era hermosa, su sonrisa, sus adorables ojos violetas, su…
-¡Jack! ¿Estás ahí?- Gritó North, interrumpiendo los pensamientos de Jack
-¿Ah? Sí, perdón, es que estaba pensando el orden que visitaría los países para llevarles el invierno.- Dijo Jack con una sonrisa en el rostro.-Y respecto a tu pregunta, no lo sé North, creo que sería mejor que lo celebráramos todos juntos, la idea de posponerlo hasta navidad no me parece mala.
-Está bien. De todas formas no creo que el taller esté presentable, los yetis me dijeron que Pitch estuvo ahí y dudo que se marchara sin hacer daño.
Uno a uno los guardianes fueron dejando el trineo para dirigirse a sus respectivos hogares, o en caso de Jack y Sandy, a trabajar en donde se les necesitara.
North estaba ansioso por llegar, puesto que el taller se había quedado vacío, los duendes y los yetis se habían retirado para ayudar a al líder de los guardianes a hacer frente a Pitch y sus sombras.
-o-
Ahí estaba el Globo de la Fe, en el centro del desolado taller del Polo Norte, mostrando las luces que representaban a todo niño que creyera en los guardianes. Las luces se prendían a una velocidad pasmosa en el continente Asiático, en el cual se encontraba Sandy, brindando buenos sueños a todos los niños.
Pero de un momento a otro todas las luces se apagaron, el globo dejó de girar y todo el taller se sumió en oscuridad, puesto que las lámparas se apagaron. Seguido de esto, un terremoto azotó violentamente el taller. El lugar se estremecía con fiereza, y sumándose al terremoto, desde el Globo de la Fe emergían relámpagos color rojo carmesí que por fortuna no golpearon ninguna de las paredes del taller, puesto que de lo contrario hubiesen iniciado un incendio. Pero la razón de que no sucediera, fue que dichos relámpagos eran atraídos de vuelta al globo por una fuerza invisible, como si se les estuviese prohibido salir.
El suceso terminó tan abruptamente como había llegado, el terremoto se detuvo, no hubo más relámpagos, y tanto las luces del taller como las del Globo de la Fe regresaron a la normalidad.
En un cuarto del taller vacío y lleno de polvo se encontraba un contador de tres dígitos pegado a la pared, en éste artefacto había un solo número, un uno; luego del terremoto y los relámpagos, ese uno, fue reemplazado por un cero.
En la parte superior del contador había un letrero que rezaba Sellos, y sobre el letrero se encontraba un foco rojo, el cual se encendió, y al momento de hacerlo una estruendosa alarma comenzó a sonar en todo taller, pero no había nadie que la escuchara y de un momento a otro se silenció.
