Regresión
Cuando Obito se despidió de Kakashi en su plano celestial había creído que volvería a encontrarse a Rin en el limbo cuando abriera los ojos, en su lugar se encontró con un techo de madera que se le antojaba demasiado familiar, dando una ligera inspección a la habitación Obito supo que algo realmente malo pasaba, el murió; no había razón alguna para que estuviese en su viejo apartamento. Este lugar ni siquiera debería existir, no después del ataque del Kyubi hace diecisiete años, al menos, se levantó con sumo cuidado del enredo de sábanas a su alrededor, captando su nueva visión espacial, demasiado bajo, y abandonó las cuatro paredes con todas sus alarmas encendidas.
Cruzó el pasillo hasta donde recordaba se ubicaba el baño y trepándose al banquito frente al lavabo con no cierta dificultad ante su nueva estatura se observó en el espejo empotrado a la pared, Genial, masculló entre dientes al confirmar lo que ya temía, el mismo rostro redondo e infantil de su yo de cinco años le devolvió la mirada, observo detenidamente sus rasgos llenos de grasa de bebé; los labios estrechos en forma de puchero, la nariz de botón, el rostro en forma de corazón que había cambiado tras su pubertad y los ojos de ónix típicos de los Uchiha, pero; había algo que no terminaba de cuadrar en su imagen, dio un segundo examen minucioso y entonces lo sintió más que verlo, había una importante parte de su anatomía ausente, más por comprobarlo que otra cosa Obito jaló de la parte inferior delantera de su pijama y observo con creciente ansiedad la zona lampiña y llana que conformaba su nuevo sexo.
Soltando el elástico de la estúpida pijama de flores, retrocede hasta apoyarse contra la pared y deslizarse hasta quedar sentado en el suelo. Respira de manera profunda para tratar de sobrellevar las oleadas de pánico que está trepando por su garganta y hace estragos en su psique más bien inestable. Bien, tiene que pensar con la cabeza fría y hacerse a la idea de que el destino es una perra que ha decidido cobrarse toda la mierda que ha ocasionado de la peor manera posible, porque tal vez el no haya usado su pene para algo más que orinar pero le tenía el aprecio que le tomas a tu brazo dominante, sin embargo, a pesar de que no lo dejan morirse de una buena vez aunque realmente no lo merece, está bastante seguro que ¡el desgraciado destino pudo haberlo enviado a un hijo de perra universo donde tuviera un puto pene! No está capacitado de ninguna forma para tratar con una húmeda y olorosa vagina ¡Ni ahora, ni nunca! Es más; no quiere pensar como jodidos va a tratar con ella cuando empiece la maldita pubertad.
Obito rugió en enfado antes de incorporarse para darse la vuelta y volver a su habitación a grandes zancadas, se arrojó sobre la cama y se zambulló entre las mantas que a buena hora nota no son blancas sino de un molesto color lila, a-som-bro-so, murmulla entre dientes haciéndose un ovillo bien apretado. Tras observar la pared por largos cinco minutos Obito se incorporó a prisas, estudió el reloj y el calendario junto a la puerta del cuarto y se encontró con que; hoy tenía clases y como siempre iba tarde, entonces, ignorando por completo la posibilidad de darse una larga carrera hasta la Academia; Obito se dio la vuelta en la cama y siguió analizando a profundidad las grietas de la pared.
Dos largas horas después Obito se reincorporó con el pánico trepando por su garganta antes de cerrar los ojos con frustración, un parpadeo después el abrió los ojos con el sharingan brillando en ellos, otro parpadeo y el Mangekyo rodó en su pupila granate. Perfecto, inhaló en profundo alivio con los ojos cerrados mientras se acomodaba en la posición del loto para concentrarse, cuando volvió a abrir los ojos se encontró en la dimensión de Kamui con infinito alivio y solo un instante después regresó al mundo real, lo siguiente que supo es que las paredes daban vueltas y las sombras se arremolinaban en las comisuras de sus ojos antes de perder los sentidos y que todo se tornara negro.
Obito despertó mucho tiempo después, no sabía cuánto tiempo había transcurrido pero lo que sí era seguro es que no había luz en el exterior y se sentía como si estuviera hirviendo, trato de darse la vuelta y pudo notar que había estado sudando gracias a la sabana adherida incómodamente a su piel. Lentamente, se deslizó por la cama hasta el suelo de madera y apoyo la mejilla en la superficie fresca; todo su cuerpo palpitaba de manera horrorosa, su cabeza daba vueltas y sus ojos ardían como nunca lo habían hecho.
Cerró los ojos y trató de regular su respiración, por primera vez en una década sentía las náuseas ascender por su garganta y el cansancio en cada una de sus extremidades, la fatiga que se arrastra por su columna hasta la parte posterior de su cráneo le quita la conciencia por momentos, Obito está levemente familiarizado con la sensación que producía el agotamiento del chakra, debí haberlo imaginado, masculla entre dientes, el kamui consume mucho chakra; solo con una cantidad exorbitante de este y un control impecable sobre su sistema de circulación del chakra podría ser explotado tanto como él lo hizo sin consecuencias de este tipo, algo de lo cual su yo más joven solo contaba a medias.
Sus reservas de chakra son algo realmente sorprendentes, incluso como un niño, sin embargo, su control es una historia muy diferente; algo que solo a través de entrenar hasta desvanecerse había logrado modular hasta hacerle algo decente. Esa había sido la principal razón por la cual la mayoría de sus jutsus fallaban espantosamente en su infancia, era como tratar de empujar una sandía por el ojo de una aguja; demasiado chakra en bruto contenido en un recipiente cuya boca es demasiado estrecha como para llegar a ser saludable. Él no había podido comprenderlo hasta su encuentro con Madara, el hombre había tenido el mismo problema en su niñez pero para él había sido mucho más sencillo de sobrellevar y corregir en una era como la de las Guerras entre los Clanes; donde te entrenaban desde que dabas tu primer paso para ser un asesino a sangre fría.
Obito había tenido que partirse la espalda entrenando desde antes de entrar a la Academia, más que nada porque los shinobis tendían a incentivar el entrenamiento en sus hijos en casa tras las clases; Obito no tenía acceso a ese lujo, no tenía padres y había perdido a su abuela tan pronto había ingresado a la Academia, ningún Uchiha quería tener algo que ver con él la oveja negra del Clan, así qué, Obito tenía muy pocas probabilidades de descubrir que tenía mucho más potencial del que muchos le acreditaban y sobretodo, era alguien realmente excepcional como para ser capaz de materializar cualquier tipo de Ninjutsu cuando su sistema de circulación no era apto de ninguna forma para concebirlo, Madara lo había instruido minuciosamente para corregir el problema de manera correcta y eso había hecho de Obito el arma funcional perfecta que había sido.
Regresando al tema, Obito estaba pasando por un caso grave de agotamiento de chakra y su cuerpo frágil de niño de cinco años no estaba sobrellevándolo bien. Puestos entonces, recostó la cabeza en el suelo con un gemido lastimoso no-digno-de-un-Uchiha y cerró apretadamente los ojos, estremeciéndose cuando su sharingan pulso tras sus párpados, eso lo hizo consciente de que tal y como estaba probablemente no era saludable para su cuerpo mantener su dōjutsu activado por mucho tiempo y con un suspiro incómodo desactivó el remolino en sus ojos, nada acostumbrado a la sensación de vulnerabilidad que quedó tras la ausencia temporal del familiar calor agradable que permaneció en sus ojos por más de una década.
Bien, suspiró sin ánimo, lo mejor era recuperarse de esta crisis estúpida y ya después podría pensar con claridad qué demonios hacer, como pulir mi control de chakra, gruñe entre dientes con hastío.
