Apenas entra a la escuela él puede sentirlo, olerlo, había algo extraño, al principio pensó que tal vez había cazadores merodeando, pero no era aquello, los cazadores siempre olían como el acónito, o algo parecido por lo menos, más este peculiar oler no era aquello, de todas formas le ponía inquieto.
— ¿Sucede algo? — Pregunta su mejor amigo, Scott.
Stiles le mira, curioso. — ¿Es que tu no lo sientes? —
Scott niega con la cabeza. — ¿Qué? — Pregunta, buscando algo por los pasillos, tratando de entender a Stiles.
— No lo sé. — Confiesa. — Solo puedo oler algo…—
Scott palmea su hombro. — Esta bien, son tus poderes alfa. — Trata de calmar a su inexperto amigo. — Estarás oliendo y escuchando hasta lo más mínimo, es normal. —
Asiente con la cabeza, tratando de creer eso, pero con el transcurso del día el olor se volvía más fuerte, y era en lo único que se podía concentrar.
Fue en clase de Ingles que se había dado cuenta que, le gustaba aquel olor. Era dulzón, como vainilla, adictivo y delicioso, de pronto se encontró disfrutando del olor sin darse siquiera cuenta. Pero también le volvía loco, el no poder encontrar de quien desprendía ese olor era frustrante, quería lamerlo, chuparlo, morderlo.
Mentiría si dijera que no busco al dueño o dueña de aquel olor en cada clase que estuvo, pero simplemente nadie que le rodeaba era realmente quien olía tan bien.
En la cafetería de la escuela podía decir que se había dado por vencido, realmente lo hizo, trato de ignorar lo que sentía platicando con sus amigos, Scott y Kira, pero joder, aquello se volvió difícil cuando una ráfaga de aire entro a la cafetería, unos chicos estaban entrando justo en aquel momento.
Su sistema dio un vuelco.
Hay estaba ese maravilloso olor, más cerca de lo que alguna vez estuvo. Instintivamente mira por la puerta, esperando que alguno de los que entraron fuera el causante de su locura, pero no fue así, movió su cabeza un par de veces más, podía parecer un idiota pero sus amigos ni siquiera se daban cuenta.
Otra ráfaga de viento paso y él pudo por fin orientarse, era detrás de él, gira tan fuerte su cabeza que puede incluso oír algo tronar, pero realmente no le importa, observa por las mesas hasta que encuentra a tres chicas, una pelirroja, una pelinegra y otra con el cabello castaño-rubio. Las reconoce, la pelirroja es la más popular del instituto, Lydia Martin, enfrente de ella estaba la pelinegra, Allison Argent, decían que era la más hermosa del grupo, pero realmente la que tanto buscaba era a la chica castaño-rubio, quien estaba en la mitad de las otras dos chicas, que reían y hablaban animadamente, mientras esta se mantenía callada.
No recuerda saber su nombre, parecía que nadie sabía, solo le veían con Allison y Lydia todo el tiempo, las tres son mejores amigas, para nadie era un secreto, pero aun nadie sabía porque la chica de la mitad estaba en el grupo, si parecía ser tan ordinaria como para estar con las chicas más lindas.
Eso decían.
Le observa, estaba enfrente por lo que pudo ver su rostro, sus ojos eran chocolates, él ama el chocolate, sus labios rosados y brillantes, perfectos para morder, su pequeña nariz de un tamaño apropiado para su rostro, perfecta para besar, pero sin duda lo que más llamo su atención era las mejillas rosas de la chica. Sus amigas hablaban pero parecía que ella no ponía real atención, de vez en cuando asentía con la cabeza a las chicas, pero ella no les veía. Mantenía en su mano derecha un tenedor de plástico fuertemente apretado, mientras su mano izquierda agarra la mesa demasiado fuerte para ser normal.
¿Aquella chica rara es quien olía tan maravillosos? No se puede evitar preguntar, ella era linda, pero en definitiva no su estilo. De todas formas su pregunta es respondía con más viento y el olor de la chica llega de golpe.
Sí, es ella.
