Bueeno! Acá estoy de nuevo con algo medio raro que me vino a la cabeza en la playa mientras imaginaba el mar tragandose a todos los apestantes veraneantes que no me dejaban disfrutar de un sonoro oleaje.

Como siempre, Akuroku u.u seeh, es lo mío.

Misc: Blah blah, personajes de Kingdom hearts, no mios, yo no los hice ._.

Si lo desean, acompañen esto con un poco de música instrumental de David Lanz.


Alcanzando una Estrella

-Es gracioso como se mueven las nubes alrededor del mundo. –dijo para sí mismo. -O el mundo alrededor de las nubes. –cerró sus ojos azules por un momentos y suspiró. Luego volvió a abrir los ojos y añadió-: Y, mientras más miro hacia el cielo, más cerca lo siento. Aquellas luciérnagas celestiales de luz brillante y tintineante me embriagan cada vez que las veo. Pero, aún más que eso, está ese gran pedazo de tierra: la Luna, que sin dejar de ser lo que es, desprende un hermoso destello. –Roxas extendió su brazo hacia arriba y abrió su mano como si quisiera alcanzar algo a una lejana distancia. -Desearía estar ahí arriba en vez de seguir jugando en esta fría y húmeda superficie de arena.

-¿No te basta con sólo imaginarlo?

-¿De qué estas hablando, Axel? –Roxas se sentó en la arena precipitadamente y miró con enojo al pelirrojo que se encontraba junto a él. – ¡No basta con imaginar una cosa como esa! De veras quisiera estar ahí.

-¡Tranquilo, viejo! –respondió Axel con calma y algo de gracia. –Tan solo decía…

El viento no soplaba y el aire era húmedo y espeso por la playa, rociando la arena con pequeñas gotas de la brisa marina. El oleaje era ligero, pero el sonido de las olas quebrándose, por pequeñas que fueran, resonaban con gran estruendo y una curiosa armonía.

A la luz de la luna, ambos jóvenes, Axel y Roxas, se encontraban recostados a unos pocos pasos del agua. Casi no hablaban, pero cuando Roxas ya se encontraba embriagado por la belleza del cielo que le acogía cada noche, la conversación surgía.

-Sería genial poder nadar hasta ese infinito, donde el cielo y el mar son uno. –dijo Roxas después de unos minutos de silencio.

Axel le miró, pero no se atrevió a decir nada más para no romper con la magia que mantenía su amigo. Sentía que aún era demasiado niño o estúpidamente inocente como para creerse ese cuento, pero de todas formas le escuchaba.

El reloj de Axel por fin sonó: ya eran las dos de la madrugada y debían regresar a casa. Roxas hizo caso omiso al llamado de atención. Sin embargo, Axel se levantó con calma y se acercó al rubio, extendiéndole su mano para ayudarlo a pararse.

-Vamos, te acompañaré a casa. –añadió mientras esperaba a que el otro reaccionara.

-Me quedaré un poco más…-respondió Roxas con una voz nostálgica, ignorando el gesto del pelirrojo, siempre mirando hacia el cielo.

-No te dejaré solo y tampoco puedes ser tan egoísta conmigo. Levántate ahora o te llevaré por la fuerza. –insistió Axel, ahora con un tono de voz severo e irritante, lo que asustó a Roxas.

El rubio se levantó sin la ayuda de Axel y se sacudió la arena que se le había pegado en la ropa. El pelirrojo hizo lo mismo y luego comenzó a caminar hacia el paseo peatonal que había frente a la playa. Detrás de él iba Roxas, algo desanimado, pero obediente, con la cabeza gacha y una expresión triste.

Caminaron a través de pasajes oscuros y solitarios hasta llegar a la casa de Roxas. Esta tenía un antejardín extenso y una casita en el fondo de una suave madera oscura. La luz de la entrada estaba encendida y la ventana de la habitación del rubio abierta.

-¿Nos vemos mañana? –preguntó Axel con seriedad.

-Supongo…-respondió Roxas con timidez, un poco cohibido por la expresión de su amigo.

-Entonces descansa. Quizás me pase por aquí en la mañana. –Axel no miraba a Roxas, sino que mantenía sus ojos al frente con una ligera expresión de cansancio y enojo.

Roxas entró a su casa por la ventana abierta. Luego la cerró y miró a través de ella hacia afuera para despedirse de Axel, pero éste nunca se volteó.

-El siempre se da la vuela…- pensó Roxas extrañado. –Algo le pasa a éste.

Pero sin darle mayor importancia, Roxas se recostó en su cama y cerró los ojos para quedarse dormido y así poder soñar con ese horizonte infinito al cual debía llegar.

Por su parte, Axel retomó el camino a casa, ahora con pasos lentos. De vez en cuando se detenía para mirar la luna que ahora estaba llena. Caminaba con desgano y cansancio.

-¿Porqué tiene que ser un objeto inanimado el que te lleve a crear un mundo tan fantástico? –preguntó al aire luego de pararse sobre unas rocas. –Quisiera poder viajar contigo hacia ese maravilloso lugar…

Bajó de las rocas con cuidado y retomó su camino por las oscuras calles, hasta encontrarse frente un departamento. Subió por las escaleras hasta el piso más alto y entró a su casa en silencio para no despertar a sus padres. Se encerró en su habitación y ocultó su rostro entre sus brazos.

*****

A la mañana siguiente, ambos se encontraron en el muelle de la ciudad costera. Ahí compraron un helado en un pequeño puesto artesanal y luego se fueron caminando por la costa, conversando de temas poco interesantes.

Axel miraba de reojo a su compañero, esperando una pequeña señal, una centésima de segundo en la que pudiesen encontrarse ambas miradas. Pero Roxas solo miraba hacia el frente o al cielo, repitiendo una y otra vez sus ganas de volver a ver la luna tan esplendorosa.

-¿Puedes dejar de hablar de eso? –dijo Axel repentinamente, deteniéndose frente a Roxas para no dejarle avanzar. -¡Me tienes harto! Siempre es el mismo tema. ¿No puedes decir nada nuevo? ¡Hasta saber que mierda desayunaste hoy es más interesante!

Roxas se quedó frente a Axel atónito. No se movió por el repentino disgusto del pelirrojo, y sintió un pequeño cosquilleo en su estómago, como si quisiera llorar, reírse o salir corriendo al mismo tiempo. Pero aguantó aquellos nervios y respiró profundamente, insertando sus azules ojos inexpresivos en los de Axel.

Luego, sin pensar en lo que hacía, Roxas levantó el brazo donde tenía el helado y lo vertió en la cabeza de Axel, sin demostrar ningún cambio de expresión. Pero el otro, indignado, abrió sus ojos y miró sus sucias y pegajosas manos que habían intentado sacarse aquella sustancia dulce de su cabello. Esperando a que el pelirrojo le golpeara, cerró sus ojos y cubrió su cabeza con ambos brazos.

Nada sucedió y el rubio comenzó a sacar sus brazos para ver si Axel aún permanecía frente a él. Pero éste se había ido corriendo por la costa.

-Axel… -dijo Roxas luego de darse cuenta de lo que había hecho. –Yo… lo siento. –susurró y agachó su cabeza, preocupado por cómo estaría ahora el pelirrojo. Y, aún sintiendo el impulso de seguirle y alcanzarle para disculparse frente a él, lo dejó ir.

Axel corría con sus pies descalzos junto al mar. Cerraba los ojos con fuerza y dejaba caer unas pocas lágrimas. Su cabello estaba todo sucio y pegajoso. Su polera también se había ensuciado un poco, y sus manos le incomodaban por la repugnante sensación del helado impregnado.

Se detuvo por un instante, soltando sus zapatillas y corriendo hacia el mar. Intentó patear el agua con rabia, pero una ola lo desequilibró y lo hizo caer al agua. Y, sin embargo, se quedó ahí sentado, dejando que el oleaje lo remojara una y otra vez. Miró hacia su izquierda, esperando a que Roxas estuviese acercándosele, pero no vio a nadie venir, por lo que suspiró y se levantó. Recogió sus zapatillas y volvió a su casa, en silencio, para que nadie notara su cabello y dedujera la bochornosa escena por la que pasó.

Tomó una ducha y lavó su roja cabellera para que toda esa asquerosidad saliera. Pero, aunque intentase liberarse de ello, en su cabeza quedaba el asqueroso recuerdo de Roxas humillándolo sin reservas, y en su corazón permanecía el dolor de aquella acción, aumentando en magnitud con el que ya sentía por ser ignorado o segundo en la lista de importancia de su rubio amigo.

El timbre sonó mientras se secaba el cabello. No escuchó hasta que apagó el secador. El insistente llamado hizo enojar a Axel, pero éste abrió la puerta y su rostro cambió nuevamente a una amargura total.

-¿Qué haces tú aquí?

-Axel, yo…- Roxas estaba nervioso frente a su amigo. Se avergonzaba de él mismo por lo que había hecho, pero le dificultaba sacar las palabras de su boca.

-Si vienes a burlarte de mí otra vez, entonces vete porque no dejaré que entres. –añadió Axel sin dejar al rubio terminar su frase. Lo miró desde arriba con desprecio. –Ya es suficiente con tus inconcientes acciones y tus estúpidas ideas.

-¡No entiendo por qué te molesta tanto! Si tienes algo que decir, dímelo y ya. –insistió Roxas, acercándose a Axel e intentando entrar a la casa.

-Mira quien habla. –respondió el pelirrojo con burla. –Déjame, ¿quieres?

Axel dio media vuelta y caminó por el pasillo de su departamento hasta su habitación, donde se encerró. Roxas entró al hogar y cerró la puerta de entrada. Siguiendo los paso de Axel, con lentitud, se acercó a la puerta que los dividía y apoyó su rostro en la tabla de madera, intentando escuchar lo que sucedía al otro lado.

-Oye, lo siento. –dijo finalmente el rubio, cerrando los ojos y suspirando. –De verdad no entiendo qué me sucedió y por qué reaccioné de esa manera. No quise hacerlo (de hecho, quería terminarme mi helado…) Por favor, Axel. ¡Lo siento!

-¡No! –gritó Axel desde el otro lado.

-¡Si lo deseas, puedes verter helado en mi cabeza también!

-¿Hablas en serio?

-Si. ¡Te lo juro!

Axel abrió la puerta repentinamente. Roxas tendió a irse con ella por inercia, pero logró mantener su cuerpo estable y miró a Axel a los ojos.

-Tonto, no creas que te saldrás de ésta. –dijo Axel con una traviesa sonrisa en su rostro.

-¡Ah, Vamos! Axel, no puedes hacerme esto.

-¡Claro que puedo! Me lo acabas de jurar.

Ambos se miraron por un segundo y comenzaron a reír.

Llegó la noche y el oleaje aumentó en magnitud. Las estrellas brillaban junto a la Luna, iluminando cada grano de arena en la playa. Pocos caminaban cerca de la orilla por temor a que las olas crecieran aún más. Pero ambos, Roxas y Axel, permanecían juntos sentados frente al mar.

-No puedo creer que me hayas hecho eso… -Axel miraba al cielo con tristeza.

-No sigas. Me haces sentir mal. –refunfuñó Roxas, dándole un suave golpe en la espalda al pelirrojo. Se recostó en la arena, apoyando su cabeza en ambas manos, y miró hacia el cielo. -¿Por qué me gustará tanto?

-¿El qué? –preguntó Axel, mirando de reojo al rubio. -¿Hablas del Universo y sus misterios?

-Si. De eso… -Roxas parecía estar en un completo transe. Pocas veces pestañeaba para no perder ni una pequeña centésima de segundo del maravilloso espectáculo.

Controlando sus emociones, Axel retiene sus manos unidas para no hacer ninguna estupidez. Pero tiembla tan solo pensar que, en cualquier momento, por no sujetar esas suaves manos, el rubio escapará.


Wuuuju, terminó este primer chap. Se, se... es corto, pero es ke no se me viene nada mas en la cabeza por ahora -_- Y si se viniera algo, sería lo que escribiré para el segundo cap. Y si eso ocurriese, no tendía más cap y sería un fic de dos o tres ._.

Gracias Kami por el título del capitulo... no sabia que poner :)

Estaré un tanto lenta con esto, debido a que estoy transformando Colorful Season en un lindo doujinshi (ke espero terminar D:)

Bue :P Que la fuerza esté contigo