Nuevo fic, sí. Es una tabla de una comunidad de Livejournal (lacomuna) y hay diez palabras que deben compartirse con otra persona; es decir, yo hago "Luz" y la chica con la que comparto la tabla hace "Oscuridad". Si queréis leer las suyas podéis ir a su Livejournal, .com. El mío ya lo sabéis, está en mi perfil. Madre mía, cuánto spam he soltado en un momento.
Espero que os guste la viñeta =).
Disclaimer: Si Battlestar Galactica fuera mía, creedme, no estaría publicando esto aquí. Estaría publicándolo... en todas partes. Hasta en la base de datos del FBI.
NOTHING BUT THE RAIN
1. Luz
Las cosas siempre fueron difíciles para Kara Thrace, y solía complicárselas a los demás. Starbuck ha sido especial, a pesar de que diga lo contrario. Incluso ahora que está a punto de desaparecer en la oscuridad del espacio, bendito hogar, piensa en todos ellos; las personas que ha querido, las que quiere, las que seguirá queriendo. Una maraña de recuerdos gigantesca que dura menos de treinta segundos.
Su vida pasando delante de ella y Lee llamándola con voz desgarrada.
Recuerda…
Su madre haciéndole tanto daño que creyó romperse (mucho más, incluso, que el día que le partió los dedos); sentada en la mesa con la mirada implacable, los cigarrillos amontonándose frente a sí y tan cargada de rencor que le hubiera preguntado, de haberse sentido capaz: ¿qué te he hecho, mamá? Después la mano apartándose bruscamente cuando la quiere rozar. Kara le había chillado que no regresaría.
Y no regresó, y su madre esperó, completamente sola durante cinco semanas, esperándola a ella hasta que llegó su hora. Y por todos los dioses…
Kara no se arrepiente; ya no.
La primera vez que subió a la Galactica, aquel mastodonte metálico viejo, frío y gastado, tuvo la sensación de que esos pasillos helados y oscuros nunca serían un hogar, a pesar de que el corazón se le hinchaba de orgullo y de honor por poder estar ahí. Fue irónico que tardara menos de un suspiro en amar la Battlestar Galactica; menos de un parpadeo tardó en llamarla su casa y defenderla con la vida si hiciera falta. El uniforme azul oscuro convirtiéndose en lo más importante; desde luego, el uniforme puesto y ella, leyenda Starbuck, podía echar a volar, acechando en el espacio, la mejor piloto que había habido; los cylons más valía que corrieran porque no había piedad para nadie. Quedan historias de naves y batallas y cylons y sufrimiento pero joder, todo ha valido tanto la pena.
No fue solo la Galactica. También estaba Adama en ella; al que quiso como un padre. El viejo comandante Adama, el viejo almirante Adama. Él y sus discursos que te ponían la piel de gallina. Él y sus abrazos cuando los necesitabas. Sus conversas sobre lluvia y gatos…
El reencuentro con Lee después de dos años sin Zak: ella en la celda –en el fondo, piensa absurdamente, echaría de menos hasta al cretino borracho de Tigh y sus estúpidos gritos y su estúpida e infinita borrachera que compartieron durante eternidades donde nadie los entendía– y él en su uniforme. Lee, Lee Adama, aferrándose a nuevos rangos, seguramente, como había hecho toda la vida…
Unos meses y su corazón latía, bombeaba por Sam –ahora tienes algo por que lo vivir, había dicho Helo, el buenazo de Helo, el héroe, y su esposa, tan valiente como él, más humana de lo que muchos humanos serían jamás– pero ahí estaba Lee, diciendo que esto no es una carrera, Kara, más despacio y él encima y ella besando, mordiendo, y el rubor dejando de ser provocado por el alcohol para ser algo distinto, caliente, enfermizo, y ella solo quería (solo quiero un polvo, le había gritado) olvidarse de Lee (¿o de Sam?, ni siquiera importa a estas alturas) pero Lee, Lee siempre siendo suave, y entonces no era un polvo sino…
Lee gritando que la quería con la garganta ronca, que Lee Adama quiere a Kara Thrace, y ella gritando que lo quería también y joder, eso (eso no va a olvidarlo nunca porque probablemente aquella sensación que sintió debe ser lo que llaman felicidad; todavía a día de hoy el pecho se le hincha cuando lo recuerda), eso…
Mucho después las cosas saliéndose de quicio y hubo un combate de boxeo donde sangró hasta el alma. Dolor físico y mucho más adentro, dolor del que no se cura con pomadas y aspirinas. Acabaron abrazados y aún…
Lee sigue llamándola, la voz herida de desesperación. Ella le pide que la deje ir, se lo pide más suave de lo que realmente ha sido jamás. Quedan tantísimas cosas por recordar pero el tiempo ya se acaba, se acaba, se acaba…
Cruza el punto de no retorno.
Dedica un último pensamiento a Adama, no sabe por qué, pero siento que se lo debe, y oh, desde luego que se lo debe, por haberla querido como una hija. Casi puede oír su voz, susurrando. ¿Qué oyes, Starbuck? Nada, señor; no oigo nada…
