Ni Elfen Lied ni sus personajes me pertenecen.
Té rojo a las siete en punto
Tras dar dos vueltas a su taza de té, Kurama observó con agrado como su humeante contenido se removía en pacíficos círculos. El líquido, de un rojo pálido, centelleaba a la luz de una vieja lámpara que –oscilante- colgaba sobre su cabeza. Extasiado, el hombre llevó la taza a sus labios y, justo antes de que el primer sorbo acariciara su garganta…
¡Outo-san¡Outo-san! Dos niñas de mejillas, cabellos y ojos sonrosados entraron o –mejor dicho- irrumpieron en la habitación, en una loca carrera por ser las primeras en recibir los mimos y atenciones de su, antes tranquilo pero ahora ya no tanto, Outo-sama.
La que iba en cabeza, más alta y de cabellos cortos, hizo un barrido de la zona, en busca de posibles enemigos. Encontró para su desdicha un humeante y ominoso horno, cuya larga sombra –nada más por precaución- no se atrevió a pisar. Tras dar un rodeo, y alentada por la visión del frigorífico, continuó con su correteo.
Muy cerca de ella, una pequeña de larga melena y sonrisa malintencionada se esforzaba por no quedar atrás. Tras sortear varias sillas y demás mobiliario alcanzó a su padre. Frenó a tiempo. Su hermana no.
Un instante después una taza de té volaba por los aires, con la misma gracilidad que un pájaro sin alas, esto es, con muy poca. Kurama gritó, como sólo un hombre al que acaban de derramar una bebida hirviente de varios miles de yenes por encima es capaz de hacerlo.
Nuestro sufrido –y casi achicharrado- profesor, ya un poco recuperado, observó las manchas que se congregaban en su antes inmaculado traje azul y, fascinado, vio como éstas iban desapareciendo, absorbidas por el tejido. Y al presenciar como su atuendo de varias decenas de miles de yenes se bebía su té importado, (que sólo le había costado algunos miles) tuvo una revelación: 'el pez grande se bebe al pequeño'. Luego se desmayó.
Divertida por los esfuerzos que, según ella, su padre hacía por entretenerla, Mariko –que era todo menos egocéntrica- se dirigió a la pared donde se había encastado su, ahora inconsciente, hermanita. Rápidamente se percató del delgado hilillo de sangre que manaba de su labio inferior y, curiosa, pasó su dedito por la herida, enrojeciéndolo. La herida, empero, siguió sangrando.
Mariko examinó la gota de sangre que, juguetonamente, se paseaba por su dedo y, a continuación, las manchas rojas que hilvanaban la chaqueta de su desvanecido padre. Repitió este proceso varias veces y, por último, sus ojos se posaron en la –ahora vacía- taza de té que reposaba sobre el suelo. Sonrió; como sólo una niña de cinco años a la que se le acaba de ocurrir una descabellada idea puede hacerlo. ¡Outo-san! Dijo risueña, mientras miraba a su dormida e indefensa hermanita 'voy a preparar té'
Notas del autor: Pues tras un poco (de acuerdo, MUCHO) tiempo de inactividad aquí les traigo un nuevo Drabble, donde trato de responder a la simple pregunta de ¿qué pasaría si pusieramos a Kurama, Nana y Mariko bajo un mismo techo? La respuesta, teniendo en cuenta el desarrolladísimo complejo de Electra que padecen nuestras pequeñas diclonius, y el carácter ingenuo-esquizofrénico de Mariko, no podía ser mas evidente: Nana tenía que acabar mal.
En fin, espero que este pequeño drabble haya sido de vuestro agrado y que le dejéis algunos reviews a la pobre Nana, que ahora mismo se encuentra en el hospital, recuperándose.
Atte, Innominado.
