Luz de Luna paseaba por los jardines del inmenso palacio del rey Thranduil, escuchando el suave cante que proferían los pajarillos de colores que danzaban a su alrededor.

El día era soleado, magnífico. Se respiraba tanta alegría que Luz de Luna empezó a cantar una romántica balada y a bailar con las terribles arañas que habían salido del bosque atraídas por su melodía. Al principio habían sentido ganas de matarla - pues eran unas bestias carnívoras sedientas de sangre humana- pero al ver a una joven tan bella, se quedaron encandilados de ella.

La belleza de la muchacha era prácticamente indescriptible.

Su cabello era largo, liso y rubio como el oro y caía en cascada por su delicada espalda. Sus ojos eran verdes como esmeraldas y brillaban como el sol del mediodía. Sus labios eran intensamente rojos y carnosos como la fruta prohibida del Edén. Su nariz era respingona pero sin llegar a chata: era perfecta, como toda ella.

Tenía una figura esbelta y frágil; su piel era blanca como el marfil y su textura recordaba al terciopelo.

- Soy feliz como un regaliz bebiendo anís… - cantaba mientras una mariposa se posaba en su delicado dedo y uno de los jilgueros le adornaba el pelo con una flor.

- Mi amor, ¿dónde estás? - gritó, aunque con su voz pareció más bien el canto de los ángeles, Legolas con preocupación.

- ¡Aquí estoy, elfito mío! Ven, canta conmigo - le dijo con una sonrisa que casi hace desfallecer al príncipe, tendiéndole los brazos.

Se acercaron el uno al otro corriendo, levantando una suave brisa a cada paso que daban por el mullido césped hasta que se fundieron en un abrazo y se pusieron a cantar los dos a la par.

- Esto es amor del bueno, ¡esto es amoooooooor, amoooooor!

Él la cogió en volandas y, mientras cantaban, comenzó a darle vueltas.

Ambos juntos parecían dos amantes salidos de algún cuadro renacentista y eran la envidia de todo el palacio.

El elfo con su lisa y brillante melena rubia, sus ojos con esa extraña tonalidad entre azul y verde, únicos, y sus labios rectos, finos, que le conferían una apariencia seria en su justa medida, sin arrebatarle belleza alguna.

- ¡Amooooooooooor! - terminaron los dos al unísono, antes de besarse.

- Cariño… - dijo Luz de Luna cuando se separaron, con los labios todavía húmedos.

- Espera, amor mío, deja que bese esos perfectos y preciosos labios una vez más.

La muchacha rió de manera estúpida y se dejó hacer.

Al cabo de unos instantes se separaron de nuevo y ella le volvió a hablar.

- Ay, elfito lindo, tenemos que irnos a cambiar para la cena de esta noche. Yo me quedaré aquí un poco más para recoger flores para el centro de mesa, ¿de acuerdo?

- Déjame ayudarte, querida mía.

- ¡No, no! - contestó, levantando un poco la voz - Ups, siento mucho haberte gritado, Legy, ¿me perdonas? - preguntó en tono de súplica casi al borde del llanto.

- Por supuesto que sí, Lucecita.

- Es que no puedo permitir que alguien tan perfecto como tú se estropee los dedos cortando los tallos de las flores. Anda, ve al palacio y espérame allí.

- Está bien, pero dame otro beso antes de irme.

Volvieron a posar sus labios sobre los del otro y, después de estar un momento abrazados, él se dirigió al palacio.

Sin embargo, ésa sería la última vez que él la vería, pues en cuanto Luz de Luna se dio la vuelta para coger las flores y echó la vista atrás para ver alejarse a su amado, se calló de culo en la hierba, rodó como un saco por el suelo y se rompió el cuello.

FIN


¿Muy macabro o exagerado? Naaaaah, yo creo que es diferente.

En el próximo capítulo... otra "Lucecita" será la víctima. ¿Estáis preparads para contemplar su final?

Mary Sues del mundo, ¡os llevo en el corazón!^^