Pareja: Pruk. Gilbert Beilschmidt / Arthur Kirkland
Advertencias: Sobrecarga de asombrosidad. Y un posible mini capítulo único sin continuación -oséase, este mismo-.
Disclaimer: Ambos personajes son creación de Himaruya Hidekaz, no mía. Pero ya todos sabemos eso, ¿Verdad?
–¡¿Qué demonios…?! ¡Ahhh! Scheisse! –Y así mismo, entre insultos, nuestro prusiano favorito bajó las escaleras para ir del baño hasta la cocina, donde su querido anglosajón preparaba -quemaba- un delicioso desayuno. –Ahh, verdammt! ¡Arthur!
–¿Qué sucede? ¿El agua no estaba calien…? –Se interrumpió a si mismo al verse abrazado posesivamente por la espalda; nada nuevo en realidad, salvo por esos gruñidos quejumbrosos que apenas conseguía distinguir contra su cuello. –Estás mojado aún, ¿Por qué bajaste así de pronto?
–¡Tú eres mío y de nadie más! ¿Escuchaste bien? ¡Mío!
Aunque se extrañó por esa "aclaración", no pudo contener una sonrisa, una llena de diversión y hasta cierto punto, ternura. –Me aseguraré de pedirle a mi secretario que escriba un recordatorio al respecto, ¿A qué viene esto? –Intentó voltearse y apartarlo, y aunque lo segundo fue inútil, al menos pudo girarse lo suficiente para echar un vistazo rápido al cuerpo de piel blanca tras de si. –…sigues desnudo… Y estás mojando todo. Cielos, Gilbert, ¿Por qué haces tanto escándalo a estas hor…? Bloody hell!
Arthur por poco perdió el aliento -en parte por el asombroso, en parte por la presión en su abdomen debido a que los brazos alrededor de su cintura lo estrujaron como a una almohada-. Frente a él, apareciendo por la puerta, estaba Gilbert. Otro Gilbert. Uno que lucía exactamente igual al que lo abrazaba; cabello platinado, ojos carmesí, hombros anchos, pectorales firmes, abdomen trabajado, vientre plano, cinco metr… –¡Ese estafador! ¡Él! ¡Échalo de la casa!
–…ah, ¿Qué? –No culpen al inglés por distraerse con semejante imagen, que además de pasmarlo y deleitarle la vista, le trajo a la mente ciertos buenos recuerdos de la noche anterior.
–¡Deja de llamarme impostor! –Se quejó el recién llegado, que se sobaba una mejilla enrojecida. –¡No me culpes por tener mi asombrosa presencia aquí de pronto! ¡Yo no hice nada!
–¡Sólo hay una persona que debe ser asombrosa en esta casa! … ¡Y Arthur! Que lo es casi tanto como yo.
–Pues conmigo ahora la asombrosidad va al cuadrado. –Se frotó la mandíbula con una mueca de dolor. –El golpe en la cara estuvo de más.
–Te lo merecías, impostor.
–¡No soy…! –¡¿Podría alguien explicarme qué demonios pasa aquí?! –Arthur interrumpió la discusión sin sentido tras volver en si, parecían dos niños peleando. Dos enormes, egocéntricos, testarudos niños… desnudos. –¿Cómo es esto de Gilbert al cuadrado? ¿Por qué… hay… otro tú?
–Pregúntaselo a tu horrible amiga, esa hada fea que me jala el cabello cada vez que puede porque no puedo verla, ¡Todo es su culpa! –Bufó ante el recuerdo de una lucecita extraña que flotó en su dirección. –Yo estaba tranquilamente mirándome al espejo luego de ducharme cuando apareció y me ahogó con un polvo extraño. De pronto, ¡Puff! Éramos tres en el baño, ¡Y lo peor fue…!
–¡¿Tres?! ¡¿Quieres decir que hay un tercero?!
–Si, y debe seguir arriba. –Se incluyó en la conversación el albino aún bajo el marco de la puerta, en donde se apoyó de brazos cruzados, impúdico. –Ese salvaje lo noqueó. –Y como corroborando el adjetivo, el aludido le gruñó desde su posición tras el inglés; porque el grandioso (ex) Reino de Prusia se ama a si mismo, ¡Pero esto era el colmo! –Tú estarás acostumbrado a este tipo de cosas extrañas y "mágicas", pero yo… ¡A-arthur!
Y así, señoras y señores, el hombre británico que esperaba tener un día libre en paz, se desvaneció perdiendo el conocimiento por un momento. Otra vez por la estupefacción, y los brazos que accidentalmente terminaron de sacarle el aire a sus pulmones.
