Disclaimer: Nobunaga concerto y sus personajes son propiedad de Ayumi Ishii

Hola, gracias por entrar n.n

Sigo con mi costumbre de escribir al menos un drabble sobre el animé que haya visto. Este en particular me resultó interesante por el contenido histórico, aunque desde luego todo está parodiado con respecto a la figura y los hechos reales de Oda Nobunaga. La historia de Japón es muy interesante y compleja, series de este tipo, aunque parodien, resultan una buena puerta de entrada.

Disculpen por los posibles fallos que puedan encontrar y gracias por leer :D


De otro mundo


Recién entonces lo entendió.

Como si se abriera una puerta, como si se destrabase un corroído mecanismo, Nobunaga comprendió por fin de qué estaba hecho aquel reflejo suyo, ese hombre que era él por afuera y que cada vez más lo era también desde adentro.

-Ya veo –murmuró para sí con una tenue sonrisa, en parte aliviada y en parte, quizá, resignada.

Un joven con esa voluntad, con esa capacidad, con esa videncia del porvenir no podía haber salido de otro lugar sino del propio tiempo, ese continuum incierto e irrevocable. De algún recodo misterioso, desde algún caprichoso pliegue cósmico, Saburo había caído frente a él con su cara y con su cuerpo, su reflejo, para terminar siendo él mismo, duplicado y mejor. No era el original, no, pero era mejor, mejor porque venía desde adelante, mejor porque venía del tiempo.

El tiempo se lo había ofrecido y Nobunaga lo aceptó.

Sin cuestionar, sin pensar, casi sin asombrarse siquiera, con miedo, él mismo lo había tomado y lo había colocado en el sitio que a ambos les convenía. Y vaya si Saburo supo ocupar el lugar.

-Ya veo –volvió a murmurar, cabizbajo, Nobunaga el verdadero, pero el que ya no podía existir. El Nobunaga desde las sombras, el Nobunaga que no había valido más que para desaparecer.

Tal vez no hubiera hecho otra cosa que aceptar el destino.

Porque el destino de Oda Nobunaga, sea quien sea, ya estaba escrito en el cielo y en el tiempo. Una cara, un cuerpo o un duplicado no iban a modificarlo. En todo caso lo ratificarían, lo ratificaban, lo testimoniaban día tras día delante de sus ojos y de su corazón, ese corazón frágil que nunca se atrevió a ser aquello para lo que estaba destinado. Tuvo que aparecer otro caído de ese misterioso recodo del tiempo para hacerlo por él.

-Ya veo –repitió en voz baja, como un eco. Ya no era él, ya no se trataba de él, sino del otro. ¿Quién podría decir quién era quién en realidad?

He ahí entonces la promesa del destino. Saburo había llegado para quedarse, para conquistar, para convertirse en la gloria de algo que para Nobunaga todavía era un sueño y para el otro, en cambio, apenas el eco de lo que fue. Y él, el eco de lo que podría haber sido, sólo tenía una función: acompañarlo, apuntalarlo, darle sentido.

La conversación que había estado escuchando finalizó y, antes de que se dieran cuenta de su oculta presencia, se alejó a paso lento, silencioso, cabizbajo y todavía sonriente.

Ahora todo estaba claro. Saburo era un regalo del tiempo y Nobunaga una sombra que lo dejaría brillar. No iba triste. Iba, tal vez, resignado. Al igual que la ninfa del mito, lo suyo era languidecer para terminar perpetuándose simplemente en una voz. La voz de otro, cierto, pero la voz, al fin, de Oda Nobunaga.

La ironía no podía ser más extraordinaria.