Caminaba a paso normal por la calle, aún quedaban unos minutos para llegar a tiempo, por lo que no se apresuró. No podía negar que sentía bastante frio, y lamentaba no llevar puesta siquiera una bufanda o guantes, pero de todas maneras no estaba acostumbrado. Los rayos del sol comenzaban a asomarse tímidamente, deseando que calentaran su cuerpo conforme el tiempo avanzara.

Llegó a la preparatoria Karasuno y entró en esta, no deseaba llegar tarde a su primera clase del día, matemáticas, en la que de por sí el profesor era un amargado que le haría sacar más de un suspiro de cansancio. Entró a su aula, encontrando esta casi llena. Suga se encontraba sentado en su respectivo asiento. Caminó hasta él y le saludo.

- Hola, Suga – Saludó al peli plateado, sentándose delante del nombrado.

- Hola, Daichi, ¿Qué tal? – Hablaron unos instantes antes de que el profesor. llegara y comenzaran las clases.

El día transcurrió normal. De vez en cuando se encontró con sus compañeros de equipo por los pasillos, pero la mayor parte del tiempo estuvo con Suga, como acostumbraba.

Almorzó junto Suga y Asahi en la azotea, de vez en cuando iban allí. Momentos después llegó Nishinoya y les robó su amigo gigante, que se veía aun mas grande al lado de Noya, pero decidieron omitir comentarios, no acostumbraban molestar al líbero por su estatura.

Una vez terminaba la jornada de clases se estiró y relajó. Era hora de jugar voleibol.

Se cambió ropa en el salón del club y luego espero a sus demás amigos en la primera planta. El golpe de los remates y los balones chocando en el suelo se escuchaban a lo lejos. Ya se encontraba caminando acompañado de Suga y Asahi hacia el gimnasio, conversando. Una vez dentro del lugar donde jugaban, el pequeño líbero corrió hacia ellos.

- ¡Asahi! – Gritó Noya acercándose al nombrado, saludando a los tres integrantes de 3º año.

- ¿Hace cuanto comenzaron a entrenar? – Preguntó Suga a Noya. A lo lejos se escuchaban los gritos de una discusión entre Hinata y Kageyama, sacándole un suspiro a Suga y a Asahi una sonrisa nerviosa, ya que vio al capitán caminar furioso hasta ellos, para hacerlos callar.

- Recién comenzamos, estuvimos calentando un buen rato – Respondió Noya caminando a la cancha para continuar recibiendo los remates de un sumiso Hinata por la bronca que le dio Daichi – Vamos chicos – Incitó Noya llamando a Suga y Asahi a jugar.

El balón estaba en lo alto, aclamando ser golpeado y anotar un punto. Daichi saltó tanto como pudo, encontrándose con el bloqueo de Kageyama y Tsukishima. No acostumbraba hacer remates pero Asahi estaba inhabilitado tras correr por una recepción sacándolo de la cancha, pero Suga no tuvo opción, conocía el ángulo perfecto en el que Daichi golpeaba el balón, y se encontrara cómodo, ahora solo restaba poder anotar frente un bloqueo que sin negarlo, le cohibía. Golpeó tan fuerte como pudo, era el último punto, el que definiría la victoria, y no deseaba darle una oportunidad al equipo contrario de remontar el juego. Las manos de Kageyama se abrieron forzosamente tras el remate de Daichi, no logró dirigir el balón al suelo enemigo, pero el rebote que provocó en Kageyama fue lo suficientemente fuerte para echar a volar el balón, aún cuando el pequeño Hinata corrió y saltó tras él, no logro alcanzarlo. Ganaron.

- ¡Sí! – Gritaron junto a Daichi sus demás compañeros, Suga, Asahi y Ennoshita tras haber ganado.

- Bien hecho, rey – Molestó Tsukishima a Kageyama, tras su débil bloqueo. La verdad ninguno de los dos esperaba un remate tan fuerte del Capitán, parecía haber puesto toda su fuerza en el.

- Cállate – Gritó Kageyama, mientras Tsukishima salía de la cancha, caminando hacia Yamaguchi.

- Cállense los dos – Habló con falso enojo Tanaka, tratando de imponer orden, aunque sinceramente nadie le prestó atención.

- Ese fue un buen remate Dai-san – Elogió el As del equipo.

- Y seria el ultimo, no creía poder volver hacerlo, así que puse todo lo que me quedaba de energía en él – Daichi dijo resignado, pensando en lo malo que habría sido que los chicos lograran seguir jugando y contra atacar.

- No seas llorón – Suga golpeó levemente sus costillas, sacándole un quejido al capitán – ¡Chicos ese era el último partido, ordenemos y pueden retirarse! – Gritó el peli plateado, para luego dirigirle una mirada a Daichi, quien le agradeció silenciosamente por el aviso que debía de dar él, no Suga, pero se veía bastante cansado como para hablar.

- Capitán – Hablaron Hinata y Kageyama, llamando la atención de Daichi – ¿Podemos quedarnos un poco más? Nosotros nos encargaremos del aseo – Dijo Hinata. Kageyama solamente asentía con su cabeza. Al capitán no le costó mucho responder, no hallaba problema en que los chicos quisieran mejorar.

- Está bien – Daichi tomó asiento cerca de la puerta del gimnasio. Los de primero festejaron entre ellos y fueron a continuar jugando.

Los demás se fueron marchando de a poco, quedando solamente Hinata, Kageyama, Daichi y Suga, quien recogió unos pocos balones y los llevo hasta Kageyama, para que continuara dándole pases al peli naranjo, luego se dirigió hacia el capitán.

- Cada vez estas más viejo – Suga puso ambas manos en su cintura, mirándole con una sonrisa burlona.

- Tú haces que me canse – Daichi lo miró hacia arriba, refiriéndose al último pase que Suga le dirigió.

- Eh… - Suga rascó levemente su mejilla, a los ojos de Daichi – Es que Asahi estaba muy lejos – Se cruzó de brazos y levantó su mentón un tanto, dando una razón que de por sí ya era bastante obvia, Daichi solo le estaba molestando. El capitán solo rió, por su cómico y un poco ¿tierno? comportamiento - ¿Nos vamos?

- Me quedare un rato mas, tal vez juegue con los chicos – Daichi se puso de pie, mirando a su amigo. El peli plateado se sorprendió un poco, ya que sabía que su capitán no acostumbraba quedarse más tiempo del necesario a jugar, no desde que iban en primer año.

- Bueno – Sonrió Suga – Adiós chicos – Alzó su mano casi saliendo del gimnasio – Nos vemos, Daichi – Le sonrió a su capitán, corriendo hacia el cuarto del club.

- Adiós, Suga – Sonrió para sí mismo. Observando la silueta de Suga alejarse entre la oscuridad hasta llegar al salón del club.

Una ola de recuerdos invadió su mente. Suga. Triste. Perder el puesto de armador oficial del equipo. Confesar al entrenador Ukai que sea cual sea la situación, él estaría allí para jugar momentáneamente por Kageyama en caso de cualquier emergencia. No podía evitarlo, se había preocupado por Suga, es decir, es su amigo.

Pero debía admitir que por sobre todo, admiraba la valentía y determinación que Suga desprendía en aquellos momentos, siempre pensando en lo mejor para el equipo, lo que le convenía, aún si eso lo llevaba a estar en las bancas.

Notó algunas veces lo decaído que Suga se veía, no era el mismo, era un Suga falso que puso un par de corazas evitando demostrar como verdaderamente se sentía. Pero él no era nadie para hablar, había guardado silencio, casi haciendo la vista gorda tras lo que pasaba justo frente sus ojos, pero… ¿Qué podía hacer él? Vamos, Suga nunca admitiría que no se encontraba bien, así era él, de los que cargan con todo ellos mismo. ¿Acaso le daba vergüenza señalar lo triste que estaba por dentro?, ¿era humillante? Daichi no lo sabía, no recordaba haber estado en aquella posición en la que el armador estuvo hace unos meses.

Pero ahora, últimamente, Suga se había demostrado radiante más de alguna vez, casi parecía superar todo el mar de emociones – que supuso Daichi – que Suga vivió. Él tampoco podía evitarlo. Sentía un peso de encima caer de una vez por todas, evitando preocuparse demás por su amigo armador, pero agregando la culpa de su indiferencia frente al estado un tanto depresivo de Suga, volvía casi al mismo hoyo del que creyó haber escapado. El debió actuar, ayudar a Suga, aun cuando este era un cabeza dura que se negaría a recibir ayuda diciendo; "no pasa nada, estoy bien", debió actuar. Se repetía eso a si mismo muchas veces, aunque ahora con menos frecuencia.

Decidió despejar su mente, de nada le servía pensar en todo aquello, ya todo estaba mejor - Vamos Hinata – Daichi se posicionó en el lado contrario de la cancha donde se encontraban los otros dos, a hacer las recepciones.

Secó su rostro con la blanca toalla, sacando el sudor, luego bebió agua y se dirigió afuera del gimnasio. Los chicos harían el aseo, ellos mismo le dijeron que podía retirarse, sacando una sonrisa en el capitán, parecían ser ellos los líderes.

Abrió la puerta del salón del club, entrando en este, para luego cerrar la puerta tras de sí. Tomó su bolso en el que se encontraba su ropa de colegio, sacó de este la sudadera del uniforme deportivo, poniéndoselo en el proceso.

Echó un último vistazo a su alrededor, cerciorándose si algo se le quedaba, cuando de pronto algo llamo su atención. Se inclino recogiendo lo que reconoció como un celular, era de Suga, conocía su móvil. Seextrañoó del descuido del armador, él siempre lograba ser bastante cuidadoso con sus pertenencias. Desbloqueó la pantalla, percatándose de que no tenía algún sistema de seguridad, solamente debía deslizar su dedo por la pantalla e ingresaría al móvil de Suga. Tragó duro, sintiendo unos pequeños nervios en el estomago. Él no era chismoso ni nada, prefería mantenerse al margen de esto y entregar el móvil a Suga, pero sentía el pequeño bichito de la curiosidad en su mente. No era correcto, estaba invadiendo la privacidad de su amigo. Repetía una y otra vez en su mente que Suga era bastante descuidado al no tener alguna seguridad en su celular, algún código de bloqueo o un patrón.

La puerta se abrió de improviso dando paso al pequeño Hinata y al gruñón de Kageyama. En ningún momento escucho sus pasos por afuera del salón. Sin saber por qué lo hizo, guardó el móvil de Suga sigilosamente en el bolsillo de su pantalón, como si le hubieran pillado en algo malo.

- Daichi-san, pensé que te habías ido – Habló el pequeño con el Capitán. Kageyama pasó desinteresado a recoger sus cosas.

- Ya me iba, adiós chicos – Daichi salió del salón, con el corazón en la mano. ¿Por qué razón se comportaba así?, no estaba haciendo nada malo.

Una vez fuera del establecimiento se sintió un poco más cómodo, por alguna razón se había puesto nervioso tras casi ser descubierto con el móvil de Suga. La situación pudo haberse dado para varios mal entendidos, aunque dudaba que los chicos de primero lo acusaran de algo. Él solamente había pillado el móvil de su amigo, y no dudaría en hacerlo llegar a sus manos, sin husmear en el. El día de mañana se lo devolvería, aunque deseaba que el peli plateado no se alterara mucho tras la pérdida de su móvil siendo que lo tenía él mismo. De todos modos, sería una manera de enseñarle una lección sobre el cuidado de sus cosas.

Llegó a su casa, recibiendo el saludo de su madre que se encontraba en la cocina preparando la cena al parecer. Le devolvió el saludo y subió a su habitación. Deseaba darse una ducha.

Entró a su dormitorio, dejando su bolso en el suelo, cerca de su escritorio. Se sacó la sudadera, dejándola colgada la silla de su escritorio. Por último, metió la mano en el bolsillo de su pantalón deportivo, encontrándose con el móvil propio y el de Suga. Sacó ambos, dejando el suyo en su velador y el del armador lo tiró en su cama.

Una pequeña luz parpadeaba en el móvil de Suga, tal vez anunciaba la llegada de un mensaje, o una notificación. Su mirada quedó con toda la atención de la lucecilla, invitándolo a que lo revisara. Se cuestionó si lo que pensaba hacer era correcto o no, cuerdo o loco, normal o anormal, pero con un par de dudas, caminó hacia su cama, tomando asiento al lado del móvil.

Debería llamar a la mamá de Suga y anunciar el paradero del móvil de su amigo, que estaba a salvo y sin ni un rasguño. Sí, eso haría.

Ya teniendo una excusa para ingresar en el móvil de Suga, lo tomó con su mano derecha, cuidadosamente, con miedo a romperlo aun cuando ya sabía que era imposible romperlo con solo tocarlo.

Prendió la pantalla del aparato presionando el pequeño botón que se encontraba en el lado lateral derecho. La imagen de un cielo estrellado se presentó, a un lado estaba la hora y la fecha de hoy. Leyó detenidamente lo que decía abajo; "desliza para desbloquear". Frunció el ceño, dudando. Su dedo índice se arrastro por la pantalla, dejando otra imagen de un pequeño gato color naranjo claro de fondo. Daichi sonrió levemente, a Suga le gustaban los gatos.

Sus ojos instintivamente fueron a dar con el ícono nombrado "Contactos", preparado para hacer la llamada a la madre de Suga. Pero su dedo índice, totalmente en desacuerdo, se dirigió hacia la famosa red social llamada "Facebook".

Soltó un suspiro. Había hecho aquello por inercia, casi como si en realidad, muy en lo profundo de sí mismo, deseaba saber qué cosas tenía Suga en su móvil. ¿Qué podría contener?, ¿Suga tendrá secretos?, ¿Con quién hablara?, ¿Tendrá novia?, ¿Qué buscara en el navegador?, ¿Qué fotos tendrá? Preguntas y más preguntas nacían inconscientemente en su cerebro, obligándolo a hacer más fuerte la curiosidad que sentía en aquellos instantes.

Sintiendo una opresión en el pecho y un sentimiento de asco hacia sí mismo. Estaba en la cuenta de Facebook de Suga, lo cual era obvio. Con su dedo temblando levemente, ingreso a conversaciones con personas que él no conocía y una que otra sí, pero a la mayoría no. Conversaciones corrientes, con amigos y – al parecer – familiares. Nada de otro mundo. No prestaba mucha atención, más que nada las leía por encima, tratando de terminar pronto y satisfacer el bichito de la curiosidad que comenzaba a nutrirse descubriendo un par de cosas de Suga. Cuando terminó - o mejor dicho, se aburrió - cerró la aplicación, soltando un suspiro cansado. No había hallado nada raro o interesante.

Bloqueó el móvil ajeno, recapacitando. Se sentía… raro, no muy bien, después de todo, era como si traicionara la confianza de Suga, algo así. Podría definirse mejor como… ¿culpa? No lo sabía muy bien pero era lo que más se aproximaba respecto a su estado anímico.

Comenzó a temblar su pierna derecha, pero era un movimiento programado que hacia cuando se hallaba nervioso u ansioso. El móvil en su mano aun seguía invitándolo a que entrara en él.

Se tiró hacia atrás, recostándose en su cama, con el móvil de Suga en su mano derecha. La luz de la ampolleta le molestaba ya que le daba de lleno en los ojos, cegándolo, por lo que cubrió su vista con su mano izquierda.

¿Por qué tenía el leve interés en saber qué tenía Suga en su celular? Era como si de pronto la curiosidad hubiera tomado el control de su cuerpo. Él no era así, nunca, con nada ni con nadie. Le daba igual lo que hiciera la gente, eran sus vidas, sus problemas, sus secretos, ¿Quién era el para revisar cosas ajenas?

Una batalla mental dio inicio. ¿Qué sería lo peor que podría encontrar? No dudaba el que Suga sea un tipo bastante "limpio" y hallaba casi escasa la probabilidad de hallar algo interesante o sospechoso. Pero, por esa misma razón era que la curiosidad lo invadía. No podía no tener secretos, todos tienen, ¿Verdad? Y solo la única posibilidad de encontrar algo nuevo sobre el pulcro de Suga, le emocionaba.

Neutralizó sus pensamientos. Dejó de sentir y callaron las voces en su mente. Levantó su cuerpo, con clara determinación a continuar en su osadía. Con la mente fría, relajado, pero con su cuerpo caliente y temblando, presionó el ícono de la "galería". Era algo que desde hace un buen rato tenía ganas de revisar, sinceramente.

Habían varias carpetas, entre ellas: "Familia", "Gatos", "Karasuno", "yo", "salidas", "fondos".

En la carpeta "familia" no era necesario explicar mucho, fotos de Suga junto a su madre, su padre, alguna que otra persona que conocía y otras no. Una vez finalizó la revisión de esta sección de imágenes, soltó un suspiro pesado. Sentía en sus hombros crecer la culpa, poco a poco.

Descartó por completo la carpeta "gatos", ya sea porque no era de su interés y dudaba encontrar algo interesante.

En "fondos", solamente halló fondos de pantalla.

En la carpeta "salidas", dudó que clase de fotos hallaría. Pronto, la respuesta fue visible para sus ojos. Imágenes de Suga junto a unas chicas – que no conocía, aunque no era la gran cosa -, estaba él mismo junto a Asahi en una que otra, algunas en Tokio de cuando fueron al partido de práctica contra Nekoma. También estaban los chicos de Karasuno junto a los de Nekoma. Sonrió levemente, Suga apreciaba incluso a personas que conocía poco pero le agradaban.

Suspiró. La ultima carpeta era "yo", refiriéndose Suga a él mismo. Ingresó en aquel conjunto de fotos, encontrándose en casi todas con el rostro de Suga. Presionó la primera imagen y comenzó a deslizar su dedo hacia el lado izquierdo de la pantalla, mirando todas las fotografías.

Una que otra imagen le causaba gracia. Suga haciendo caras raras, comiendo algunas cosas, jugando con un pequeño gato naranjo claro – que parecía ser el felino que Suga tendría como fondo de pantalla – y algunas donde probaba estilos de peinados, que fueron los que más carcajadas le sacaron al moreno metiche.

Aún con la sonrisa boba que tenia mientras miraba los peinados de Suga, siguió deslizando su dedo, esperando encontrarse con otra imagen graciosa. Grave error. De pronto, y sin esperárselo, se encontró con algo que detuvo su corazón. Su boca se abrió inconscientemente, sintió como sus ojos se abrían cada vez más y su respiración se detenía. Su mandíbula comenzó a tiritar, su agarre al móvil casi cesó peligrando la caída del aparato. No sabía cómo reaccionar, que hacer, que decir, que pensar o como actuar frente a esto, por lo que bloqueó el móvil y lo dejo a un lado suyo.

Fue como una cachetada o un balde de agua fría caer sobre su cuerpo, él mismo se había buscado aquello, ¿no le gustó husmear en el móvil de Suga?, ahora debía quedarse callado y aguantar.

Golpeó sus mejillas con sus manos, como siempre lo hacía cuando se hallaba nervioso o con falta de confianza. No podía ser real, tal vez vio mal la imagen y se hizo ideas erróneas en su cabeza, sí, eso debía ser. Creyendo sus – obviamente falsas – excusas respecto a lo que en ese momento pensaba, tomó el móvil nuevamente, y lo desbloqueó. Comprobó que el protagonista de la imagen era nadie más que Suga. El rostro de Daichi ahora tenía una expresión de sorpresa y ¿terror?, no lo sabía muy bien, pero podía afirmar que nunca pensó encontrarse con tales imágenes en el móvil de su querido amigo.

Respiró tratando de calmarse, pero no pudo. ¡Es que no podía ser!, era imposible, no lo creía, se arrepintió enormemente haber desbloqueado el móvil recientemente.

No se sentía capaz de mirar el aparato, por lo que su mirada estaba hacia arriba, mentalizándose para echar un último vistazo. Bajó la mirada, solamente necesitaba comprobarlo una vez más, y en definitiva, sí, era Suga quien aparecía en aquella imagen.

Un trasero blanco, mostrando el anillo rosado hacia la cámara, como si lo saludara, estaba posado en la pantalla, para Daichi. El rostro de perfil de Suga se observara mirando sobre su hombro izquierdo, tratando de mirar a la cámara, en una extraña posición, doblándose para posar o asegurarse de que la imagen saliera bien.

¿Por qué Suga fotografiaba sus partes intimas?, hacía dudar mucho a Daichi y un montón de preguntas se agolpaban en su mente, pero la que mas destacaba era… ¿Suga era gay? Sonó tan mal y solamente lo había mencionado en su cabeza. Él no juzgaría al peli plateado, era su mejor amigo, casi como su hermano, pero era la única suposición que podía hacer tras las osadas fotografías que Suga guardaba en su móvil.

Para Daichi sería normal – si eso fuera posible o fuera la decisión más cuerda – fotografiar su hombría y no su trasero, era cosa de ¿sentido común?, no lo sabía, pero que el armador fotografiara esas partes de su cuerpo, ¿querrá indicar algo? Tal vez solamente tenía curiosidad de cómo se vería su trasero, o se dañó tras quien sabe algún accidente y trataba de inspeccionar su retaguardia. Inconscientemente trataba de engañarse a sí mismo, pero la única respuesta que se repetía en su mente era: Suga es gay o en el mejor de los casos, bisexual. Se sorprendió de sí mismo, ¿Por qué decía aquello como si fuera un alivio o la opción correcta?, sea cual sea la orientación sexual de su mejor amigo, le daba igual, él le apoyaría. Sacudió su cabeza tras pensar cosas innecesarias.

Su dedo se deslizó pasando a la siguiente imagen, casi con miedo.

La mano del moreno con el que sujetaba el móvil apretó un tanto fuerte el aparato, mientras mordía su mejilla por dentro.

Suga estaba de perfil, levantando su pierna izquierda y afirmándola en su cama, resaltando su trasero, mientras que miraba sobre su hombro izquierdo nuevamente. Todo esto frente a un espejo.

El capitán tragó duro. La cámara lograba tapar un poco el rostro de Suga, lo que Daichi agradecía mentalmente ya que no creía poder reconocer al amador en tales posiciones y tan… desnudo. No sabía si agradecer o maldecir la buena cámara que tenía el móvil. La imagen estaba bastante detallada aún cuando Suga se encontraba alejado del espejo.

El trasero de Suga lograba sobresalir bastante, no sabía si el armador lo hacía apropósito o realmente tenía el trasero tan… ¿grande? No sabía muy bien cómo definir aquello, era como dos par de cerros cubiertos por la nieve – haciendo alusión a la blanca piel del armador – que era lo que más resaltaba en la imagen, ya que ese era el propósito de Suga, ¿no?

Deslizó el dedo nuevamente, esta vez con un poco mas de determinación, no esperaba encontrar algo más impresionante o inesperado de lo que ya había visto. Grave fue su error al pensar eso.

La imagen que tenía frente sus ojos lo había dejado un poco turbado. Suga se hallaba recostado en su cama, pasando sus brazos por debajo de su espalda, llegando a su trasero y abriéndose los glúteos, dejando completamente a la vista su agujero, que dejaba a la imaginación del receptor el qué se sentirá entrar en aquel seductor lugar. Aquello lo había dejado un tanto perturbado, tras el efecto que causaba la imagen en él, pero había otra cosa que lo perturbó más. Y era la sonrisa de Suga mientras miraba a la cámara. Aquella sonrisa que algunas veces le dedicaba a él mismo, estaba en una imagen envuelta en perversidad que le daba cierto toque de malicia, seducción, provocación, y a la vez un lado dulce, tierno, amable e inocente.

De pronto, no sabía cómo o porque razón, ah maldición ¿a quién engañaba?, claro que sabia la razón. Sabia la razón de por qué en ese preciso, maldito, inadecuado, desesperante, erróneo momento, se encontraba con un bulto en su pantalón. No era cierto, ¿verdad? Se angustio y asusto un poco. ¿Se excitó mirando las imágenes de Suga?, no podía ser, imposible. Estaba aterrado, creyendo casi nula la posibilidad de sentir atracción sexual por un hombre, no estaba en sus planes, ni hoy ni nunca, menos con Suga. Era impensable, simplemente ridículo, no tenía lógica. No lo aceptaba.

Sacudió su cabeza, negando. Apartó el móvil de Suga moviendo su mano a la derecha, dejando a su vista su entre pierna marcado. Tragó duro. Suga… ¿se lo provocó? Suga… el chico que estaba desnudo en aquellas fotos y que sin pensarlo le revoloteó las hormonas aun nivel que nunca había llegado.

Está bien, era humano, un adolescente común que como todos tenia las hormonas a flor de piel. Pero ese no era el caso. Él no era así. Nunca se encontraba en estas situaciones. Era rara la vez que desahogaba sus deseos sexuales masturbándose, y clara era la razón ya que nunca lo necesitaba, no acostumbraba tocarse, pero cuando lo hacía, debía ser muy urgente o era porque su límite de abstinencia sobrepasaba sus límites.

Le costó ser sincero consigo mismo, pero de alguna manera, debía admitir que Suga no estaba para nada mal, es decir, se veía bastante atractivo en aquellas imágenes, más aún al descubrir una faceta bastante seductora de parte del armador.

Presionó su bulto contra sí mismo, provocándole una corriente eléctrica en aquella parte y un escalofrió subir por su espina dorsal. Mordió su mejilla interiormente, y gruñó, reprimiendo siquiera un suspiro.

Asustado, cerró las aplicaciones del móvil de Suga, dejándolo junto al de él. Preparó sus cosas para ducharse y se dirigió al baño.

Se desnudó, dejando su ropa sudada en el cesto de la ropa sucia.

El agua comenzó a caer y su cuerpo entró a la ducha, refrescándose por las primeras gotas tibias que ligeramente bajaban la temperatura de su cuerpo. Después de unos segundos el agua tomó una temperatura un tanto elevada, que Daichi decidió disminuir, dejándola en el punto exacto para su gusto.

En ese preciso momento no sentía nada, pero a la vez sentía todo. ¿Cómo debería sentirse en ese momento? Tenía un mar de emociones y sentimientos en lo profundo de su pecho, negándose a estudiar cada uno de ellos para saber que tan mal se encontraba.

Miedo. Vergüenza. Culpa. Tristeza. Rabia.

El miedo lo atribuía a su extraño comportamiento. Se había asustado de sí mismo. Primero por su insistente, infantil y estúpida curiosidad. ¿Quién lo mandó a meter las narices donde no debía? Luego fue por su inesperado ¿gusto? – Si se puede definir así – hacia las fotos de Suga. ¿Ver a su amigo desnudo le había provocado una erección?, se preguntaba, aun sabiendo la clara respuesta, obviamente Suga le había provocado aquello.

Lo que más le aterraba y no hallaba la forma de definirlo era… ¿Excitarte con un hombre te hace gay? No sabía mucho respecto al tema, lo que pensaba era que sí, te hace gay, pero más de alguna vez había escuchado que por ejemplo; besarte con un hombre no te hace gay. Entonces, excitarte con uno tampoco lo haría, ¿verdad? Además, no faltaba agregar que el caso empeoraba tras ser su mejor amigo quien lo había excitado.

Desde aquel sentimiento pasábamos a la vergüenza, y ¿cómo no? Era infaltable, inevitable, sentir vergüenza por todo lo que había visto. Recordaba las imágenes y un calor encendía su rostro de inmediato, pero claro, hace unos momentos estaba disfrutando del show, ya no tenía oportunidad de quejarse. Sentía vergüenza de sí mismo faltaba decir. Fue tan… raro, nuevo, pero no se atrevía a decir repugnante porque sinceramente no lo sentía. Bufó cansado.

Pero no todo era felicidad, aunque dudaba que en algún momento luego de desbloquear el móvil de Suga lo fuera. Este podía ser el peor sentimiento que por dentro lo carcomía. La culpa. De alguna manera había traicionado la confianza de su amigo, así se sentía. Invadir algo tan privado, no debió haberlo hecho, aun cuando se lo repitió en su mente una y otra vez la parte cuerda de su consciencia, hizo oídos sordos y continuo husmeando. No podría mirar a Suga a la cara, este no lo juzgaría mientras no supiera la verdad, pero se hundiría más y más si le mentía a su amigo, volvía a sentir más culpa. ¿Cómo se supone que funcionaba este sentimiento?, ¿siendo sincero? Dudaba poder serlo, con suerte era sincero consigo mismo y ¿lo seria con Suga?

Aquello de alguna manera le entristecía, no sabía exactamente que hacer o que estaba haciendo. Se sentía un poco sucio, mas no asqueado, y no lo decía respecto a Suga, se refería a él mismo. Estaba perdido. ¿Qué haría de ahora en adelante?, ¿Suga era gay?, ¿Por qué nunca se lo conto? – Si ese fuera el caso – Pero era inevitable no sentirse un poco traicionado por su amigo.

Mordió su labio inferior con impotencia. Si tan solo no hubiera recogido el móvil, si tan solo no hubiera husmeado, si tan solo hubiera callado la curiosidad de su mente nada de esto estaría ocurriendo, no se encontraría en esta posición ahora mismo. Era todo tan nuevo, ver así a Suga, de alguna manera lo había herido y tuvo que enterarse de la peor manera, en contra de la voluntad de Suga.

Todo ocurrió tan rápido, que no le daba tiempo a procesar todo y a consciencia, solamente se sentía el peor tipo del mundo, sin exagerar. ¿Era para tanto escándalo lo que le ocurría?, no lo sabía, ni sabía si la respuesta llegaría a sus manos.

Giró la llave del agua, cortando el paso de esta. Tomó su toalla y saliendo de la ducha comenzó a secarse. Todo aquello en silencio. Se preguntó si cuando uno se ducha el cerebro te obliga a recordar tus problemas hasta el punto de hacerte llorar, pero parecía ridícula su pregunta.

Ya en su habitación y vestido con ropa para dormir, se acostó, aun sin haber cenado, le daba igual.

La luz que el móvil de Suga emanaba en la oscuridad le distraía de alguna manera. Había dejado ambos móviles, el suyo y el de Suga cargando, solo porsiacaso.

Se le olvidó por completo llamar a la madre de Suga, pero de cierta forma, le daba miedo y desconfianza tomar el móvil del armador, por lo que se resignó y prefirió dormir.

Cerró sus ojos, en plena penumbra. Soltó el último suspiro del día. Agradeció el que no le doliera la cabeza respecto a lo último que había vivido. Había pensado demasiadas cosas, y todas sin un propósito más que sentirse arrepentido.

Vaya día.