Nota: Este nuevo fanfic de mi héroe favorito el Zorro lo hice inspirándome en comics españoles, del cual dan buenas ideas para crear historias.

La idea del Zorro solo pertenece a Johnston McCulley; los personajes que puse los invente yo y doy gracias a los autores Pedro Quesada, Juan Llarch y Rafart de los comics El renegado y El Zorro por la inspiración.

Capítulo 1: El despotismo de Anastasio

En la California mexicana, años después de que se haya independizado de España, el soberbio alcalde Anastasio gobernaba despóticamente oprimiendo a los pobres con la ayuda de las fuerzas militares, del cual se encargaban de hacer todo lo que el alcalde lo ordenaba.

Todo esto afectaba en la rutina del joven Gabriel, quien vivía en la hacienda junto con su padrino Eloy y su primo Jorge; el primero era tímido y de modales refinados y los últimos no toleraban que haya tiranía:

-Esto no puede seguir así, muchas personas sufren miseria a causa de estos tiranos, debemos combatirlos-Expresaba con furia el joven Jorge.

-Cálmate sobrino, no debes ser muy impulsivo porque si no te controlas puedes cometer errores-Le decía Eloy.

-Ya no soporto que maltraten a esas personas, muchos de mis amigos han padecido de la opresión de los militares, en especial del capitán Bravo.

-Sé que no toleras la tiranía, que debemos ser precavidos, a veces usar la fuerza puede jugar en contra-Le replicaba el tío.

-Creo que tenemos que escribir cartas y denunciar a las autoridades de la Ciudad de México para que hagan algo con el alcalde-Expreso Gabriel.

-¿Escribir cartas? El correo es confiscado por los soldados, nunca llegaran hacia su destinatario, y además tu no debes estar siempre escribiendo cartas y leyendo libros, deberías empuñar la espada y actuar como hombre-Respondió el primo.

-Ay primo, te debo recordar que a mí no me gusta mucho la violencia y las armas-Le dijo.

-Vaya, si tu padre viviera se sentiría decepcionado de tener a un hijo cobarde-Dijo Eloy.

-Déjalo tío, tal vez tenga algo de suerte con las señoritas, así que lo llevare a pasear un poco.

-Bien hazlo, yo hablare de estas cosas con algunos vecinos-Expreso resignado el tío.

Ambos primos fueron cabalgando hacia el pueblo, y al llegar, desmontaron cerca de la tienda en donde estaba la joven que le gustaba a Gabriel, su nombre era Noelia y solía ser simpática. Aunque teniendo conductas refinadas solía halagar a Noelia con frases poéticas para dibujar una sonrisa en el rostro de la señorita. Mientras que su primo sonreía el verlo, dio media vuelta para ir a ver a Ángeles, la hija de un vaquero del cual andaban saliendo hace meses.

Pero a Noelia también le preocupaba la tiranía del alcalde Anastasio, y estando a solas le contaba:

-No soporto ver a esa pobre gente siendo oprimida por la fuerza militar, a veces temo que los soldados me acosen, ya que ellos hacen lo que quieren con las jóvenes como yo.

-Pero igual Noelia, a mi esas cosas no me interesan, yo soy bueno para otras cosas, y no soy bueno usando una espada-Le respondió.

-¿O sea que eres un joven delicado que no sabe usar un arma?-Pregunto impresionada.

-Bueno si, solo me gusta halagarte con mis poesías.

-Eso no importa, a veces es mejor defender el honor a la fuerza, además debo dejarte, espero que aprendas a defenderte y actuar como un hombre.

Al alejarse, Gabriel la miro resignada y después desvió la mirada a unos campesinos siendo maltratados por unos soldados, seguramente por no pagar los impuestos, y fingió no impresionarle y dirigirse hacia otro lado.

Cuando Jorge apareció, se impresiono al verlo solo y le dijo:

-Ya te dije, si fueras hombre como yo tendrías suerte con ella.

-Lo sé, pero ella quiere que pelee, y a mí no me gusta la táctica de las armas.

-Creo que no cambiaras nunca-Le dijo y montaron a caballo rumbo a la hacienda.

Mientras tanto en el despacho del alcalde, el malvado capitán Bravo le contaba los trabajos que hicieron con los que no pagaron los impuestos, pero cuando le hablo sobre las quejas de los dones, Anastasio le dijo:

-Mejor que no se metan, porque si uno de ellos se rebela contra mi autoridad, no tendré otra que prenderlo y fusilarlo, ya que tenerlo en la cárcel no bastara, nadie debe detenerme.

-Además, se corre el rumor de un grupo rebelde que acampa a las afueras del pueblo, del cual he estado pensando en investigar sobre el tema para saber sobre su paradero-Dijo Bravo.

-He estado oyendo ese rumor, pero si llega a haber una actividad de esos rebeldes tendremos que entrar en acción de forma inmediata.

Al volver a la hacienda, el tío Eloy les dio una noticia desgarradora: uno de los vecinos fue asaltado y agredido por un grupo de bandoleros, del cual se dice que son la misma banda que anda aterrorizando la zona, pero lo más reprochable es que ni los soldados se encargan de prender a los bandidos, del cual se sospecha que tienen complicidad con el alcalde para que cometan sus fechorías.

Por ello, Jorge se puso rígido y le dijo:

-Si esa banda toca a mis amigos se las verán conmigo, no esperaremos a los soldados para que nos protejan, sino que lo hare yo mismo.

Pero Gabriel fingió asustarse y se fue a su habitación a meditarlo. Una vez dentro, hablo solo:

-Mi tío, Jorge y Noelia creen que soy débil, del cual nadie sospechara de mí, ya que vestiré del Zorro para hacer justicia.

Así, estando en el sótano se vistió de negro con capa, antifaz y sombrero circular, y armado con una espada, un látigo y una pistola monta a su corcel negro de nombre Tronido y se lanza a la aventura bajo las estrellas.

Una vez en el pueblo, ingresa al cuartel de forma sigilosa y se dirige hacia el despacho del alcalde que estaba contando el dinero obtenido por los impuestos, y sorpresivamente le apunta la hoja de su espada a Anastasio en el pecho y este le dice:

-¿Quién demonios eres?

-Soy un vengador que hará justicia por el pueblo, soy el Zorro-Le responde y le marca la zeta en su camisa.

Pero como un rayo, se mueve y toma su espada para enfrentar al intruso enmascarado; ambos combaten cara a cara rechazando y esquivando ataques.

Los sonidos de las hojas atraen al capitán Bravo que ingresa al despacho y desenvaina su sable; en ese momento el enmascarado empuja al alcalde tirándolo al suelo y se ocupa del oficial que lo contiene; y antes que llamen a los soldados le marca la zeta en la frente y cuando este se sorprende, el enmascarado aprovecha para huir empujándolo.

En el camino se encuentra con dos soldados, y cuando estos intentan agarrarlo reciben un puñetazo que los deja fuera de combate, y ahí el jinete oscuro monta a su caballo y antes de volver a su guarida marca la zeta en la pared.