Antifaces

La avenida que había parecido tan concurrida en un principio ahora estaba deshabitada, deshabitada y destruída. Sólo había en ella cerca de cuarenta personas, treinta y cinco magos con túnicas rojas que significaba que eran miembros de la orden del fénix, Dumbledore, con su habitual túnica rara, y dos magos con capa y antifaces, uno tenia la capa negra con bordados plateados en los bordes de las mangas y de la capucha y un antifaz negro con unos extraños dibujos dorados alrededor de los ojos ocultos gracias a un hechizo para que no vieran su color, mientras que el otro tenia la capa negra con bordados dorados y el antifaz negro con los extraños dibujos en color plateado.

Los dos encapuchados estaban espalda con espalda, desmayando, torturando, matando y maldiciendo a cuanto miembro de la orden tenían cerca, parecían estar en un gran problemas pero no era del todo verdad, solamente tenían que saber quienes eran esas personas para saber por que no estaban en problemas…

Algún tiempo antes en el despacho de Lord Voldemort…

Un ruido de alguien pasando hojas era lo único que se escuchaba en esa habitación. Un ruido de hojas y un gruñido que soltaba una persona que ya estaba harta de ese silencio, de ese silencio y de no hacer nada.

- Tom, ¿podemos salir? – preguntó el joven que había soltado aquel gruñido, era un chico de unos diecinueve años, cabello negro algo largo, lo suficiente para taparle los ojos, completamente despeinado y unos grandes ojos verdes. El chico poseía una belleza extraña, se le notaba un aire inocente, pero no poseía ni un gramo de inocencia; ni siquiera la cara de hastió que tenia disminuía aquella belleza.

- No – dijo el hombre que estaba pasando las hojas de varias carpetas, secamente. Este hombre aparentaba una edad entre veinticinco y treinta años aunque en realidad debía tener setenta o tal vez más. Tenía el pelo negro largo hasta los hombros, atado en una coleta baja, los ojos rojos y una fría y letal belleza, una belleza que no podías detenerte a apreciar por que su dueño era capaz de torturarte hasta que olvidaras tú hasta la capacidad de hablar, hasta que perdieras la cordura.

- Por favor, Tom – pidió el chico poniendo cara de perrito a medio morir.

- No – volvió a decir sin dudar ni un momento.

- ¡Tom, me estoy aburriendo, quiero salir y quiero salir ya! – dijo el ojiverde parándose de golpe del sillón en el que estaba recostado y cruzándose de brazos.

El mayor suspiro, ya sabiendo de antemano que cuando el chico se ponía en esa pose él ya había perdido, ya que siempre era mejor evitar que el joven ese se enojara, si se enojaba podían darse por muertos todos los que estaban a un kilómetro a la redonda.

- De acuerdo – dijo dejando las carpetas de lado.

No tuvo que decir nada más que el chico ya había tomado una capa y un antifaz que estaban en otro sillón y se los había puesto. La capa era negra como la de cualquier mortifago pero tenía bordados plateados, denotando que era una capa muy costosa, y el antifaz, también negro, tenía unos extraños dibujos alrededor de los ojos en color dorado. El antifaz se ajustaba perfectamente a su cara gracias a un hechizo y no había manera que se le saliera, a no ser que él mismo se lo sacara.

- Perfecto – dijo sonriendo de una manera que habría causado escalofríos en todos los que lo miraran, pero no en Tom, Lord Voldemort no podía asustarse de una sonrisa tan parecida a la suya propia cuando iba a los ataques y menos una sonrisa de ese chico en particular, estaba mas que seguro que el muchacho antes de matarlo se suicidaba, ya que no entendía porque pero el joven parecía quererlo, cosa que no le había pasado antes con nadie –. ¿Me acompañarás con tu antifaz o te pondrás esa mascara horrorosa de mortifago? – pregunto el ojiverde cambiando la sonrisa macabra por una de lado.

- El antifaz - el chico esbozo una gran sonrisa -, pero solo por que no quiero que comiencen a correr como enajenados solo por que el lord oscuro apareció en medio de una avenida – lo atajó con rapidez, no quería que creyera que le gustaba el antifaz, sino podía obligarlo a usarlo en un futuro.

El ojiverde asintió con rapidez y, mientras Tom se levantaba y rodeaba el escritorio, él corrió a buscar la otra capa y el otro antifaz. Al agarrar las cosas se dio vuelta quedando a escasos centímetros de la cara de lord, el cual sonreía de una manera que al chico le pareció insinuante.

Sin poder resistirse acercó su cara los pocos centímetros que la separaban de los labios de Tom y lo besó, primero lentamente, un beso casi dulce, que después se torno apasionado, furioso, desesperado.

Lucius Malfoy, un hombre de unos cuarenta y tantos de cabello rubio platinado, unos rasgos claramente aristocráticos y un cuerpo más que bien conservado caminaba lentamente hacia una puerta que quedaba al final de ese pasillo, casi como si estuviera yendo a la horca. Pero es que en realidad iba hacia un lugar mucho peor, iba al encuentro del lord y Ares, como le decían todos a aquel muchacho desconocido, que se presentaba usando antifaz para ocultar su rostro en vez de llevar la clásica mascara de mortifago. Y lo peor del caso es que iba hacia el encuentro de los dos hombres más poderosos que conocía y no llevaba lo que se dicen buenas noticias.

Tocó un par de veces la puerta, rogando a todos los dioses existentes que ninguno de los dos hombres estuvieran ahí, y si estaban, que sólo estuviera el lord. Cualquier cosa era preferible a pasar vergüenza frente a ese mocoso que había resultado ser bueno en todo, estrategia, creación de maldiciones, ataque… todos y cada uno de los mortifagos lo conocían y sabían que si veían al muchacho lo mejor era mostrarle respeto, aunque un respeto menor que el que le demostraban a su señor.

Como si los dioses lo hubieran escuchado, nadie le contesto del otro lado de la puerta. Pero un Malfoy siempre cumplía con las tareas que le asignaba, así que abrió la puerta sabiendo que esto podría costarle un par de cruciatus, y por lo que se encontró del otro lado presintió que seria una tortura muy dolorosa.

El lord oscuro estaba besando al muchacho del antifaz y este, lejos de apartarse, le respondía con la misma intensidad.

Estuvo a punto de irse, pero justo cuando estaba por girarse su señor y el chico del antifaz, mejor conocido como Ares, se separaron y voltearon a verlo.

- Malfoy – lo llamó Ares.

El rubio masculló algo por lo bajo que ninguno de los dos lograron entender desde aquella distancia, pero estaban seguros que era una maldición a su mala suerte.

- ¿Sí, Ares? – preguntó Lucius mirándolo a los ojos, el muchacho por mas miedo que diera les había dicho que lo llamaran así y que si le iban a hablar lo miraran a los ojos, claro que sus ojos estaban ocultos tras el antifaz, que ocultaba su color.

- ¿Para qué has venido? – preguntó separándose del lord aun con la capa y el otro antifaz en sus manos.

- Tengo que informarle algo al lord – dijo el rubio queriendo más que nada desviar la vista del antifaz tras el cual estaban ocultos los ojos del chico, ese antifaz negro puesto justo delante de la pálida piel del mocoso daban escalofríos, por alguna desconocida razón.

- Entonces apresúrate porque me va a acompañar a un lugar en unos diez minutos – dijo Ares y se dejo caer en el sillón que estaba atrás de él.

Lucius asintió, sintiéndose un idiota por mostrarle respeto a un mocoso, ya que por la forma delgada de su cuerpo y los rasgos apenas visibles de su rostro se podía notar que era un chico que debía tener unos veinte años, más o menos.

- Mi señor, después de buscar cerca de dos meses, todavía no damos con el lugar en donde se oculta Potter para entrenar, se dice que la casa esta protegida con el fidelio y que el viejo Dumbledore es el guardián secreto, pero no hemos podido confirmar nada, además… - no pudo continuar con el informe ya que Ares había comenzado a reír sin muestras de que fuera a parar en poco tiempo.

En cuanto Ares se calmó, menos de un minuto después, sonrió de una manera bastante burlona.

- Tom, si necesitabas la dirección de Potter podrías habérmela pedido – exclamo Ares divertido –. ¿¡Dos meses buscando algo y no tienen ninguna pista! – exclamó y se rió nuevamente. – Pobrecillos, al menos podrías haberles dado una tarea mas divertida, como entrenar a los nuevos, quienes por cierto sólo saben hacer unos cruciatus que en realidad son cosquillas.

Lucius apretó los labios y se mordió la lengua para evitar soltar un insulto, ese mocoso era tan irritante, sólo decía lo de los nuevos por que sabia que su hijo recién estaba iniciándose, a pesar de que debería haberlo hecho apenas terminara el colegio se le concedió dos años para que nadie sospechara de él, ¡dos años!

Tom negó con la cabeza divertido, sabia que el chico hacia todo eso por molestar a Malfoy, incluso había sido el muchacho quien le había dicho que buscara la dirección de Harry Potter, siendo que ambos la sabían perfectamente desde hacia dos años; claro que nunca admitiría en voz alta que el disfrutaba tanto como Ares el molestar a Malfoy.

- Lucius encárgate del entrenamiento de los recién iniciados y de sus pruebas – dijo el lord, a lo que el rubio asintió y se fue.

- Bien, ahora que ya se fue, - dijo el ojiverde mientras se paraba – ponte las cosas que nos vamos en menos de cinco minutos.

El lord se puso la capa y el antifaz rápidamente y en cuanto ambos se aseguraron de que los hechizos de los antifaces estaban bien puestos, desaparecieron con un suave y casi inaudible 'plop' del lugar con más protecciones mágicas del mundo, después de Hogwarts.

Los dos hombres se aparecieron en una calle muy transitada de Londres, las nubes cubrían el cielo, como si el día no fuera a ser lo suficientemente malo para los muggles.

Un coche frenó en seco para evitar pisarlos y el ojiverde como respuesta movió su varita mandando a volar el coche por los aires e iniciando de este modo un ataque de pánico entre los muggles, los cuales comenzaron a correr desesperados en busca de refugio.

La pareja de encapuchados no dudó dos veces antes de comenzar a torturar o matar a todo el que tuvieran cerca, y por sus sonrisas parecían disfrutarlo mucho.

No había pasado mas de diez minutos, durante los cuales gran cantidad de muggles fueron asesinados, antes de que apareciera la famosa orden del fénix, pero únicamente ellos aparecieron, los aurores debían estar ocupados en cosas mas importantes que encargarse de dos desconocidos que atacaban un lugar repleto de muggles.

Dumbledore miró a los dos magos, los cuales se habían quedado paralizados al verlo aparecer ahí, pero se habían recuperado rápidamente, si de algo estaba seguro era que de mortifagos no se trataban, pero tampoco eran magos normales, había algo raro en ellos y debía averiguar que.

Media hora después los dos hombres estaban espalda con espalda, atacando a cuanto mago se les cruzara en el camino, los miembros de la orden rodeaban a la pareja que había resultado más fuerte de lo esperado.

El líder de la orden del fénix se mantenía alejado y observaba como ambos se cubrían, atacaban y se defendían, se complementaban continuamente, como si lo hubieran ensayado, cuando uno atacaba el otro defendía y viceversa. Eran realmente una pareja excepcional, ni siquiera treinta y cinco magos parecían capaces de derrotarlos, aun cuanto atacaban más de diez al mismo tiempo.

Cuando vio que los hombres, ya cansados de la pelea, comenzaban a tirar las maldiciones mortales, avanzó entre los miembros de la orden y comenzó a ayudar. Aprovechando que ninguno de los dos parecía haber notado su avance le tiro un experlliarmus al que parecía mas joven y el cual, al estar ocupado en otro ataque, perdió su varita.

En cuanto el joven perdió su varita la batalla pareció congelarse, su compañero dejó de atacar y se limitó a crear un poderoso escudo en torno a ambos, pero aun así no se separaron.

- Tom… - susurró el ojiverde, pero no con miedo como habría hecho una persona normal, sino con diversión, gran diversión – ¿lo hago? ¿Quieres que esta sea la batalla final, la última para Dumbledore? – le preguntó en un susurro que nadie más que su compañero escuchó.

Fingiendo terror puso una mueca y tomo la mano del mayor que no tenia la varita, entrelazando sus dedos, en un gesto que decía más que mil palabras.

- Como quieras, Ares… después de todo, eres mi mano derecha, se supone que deberías tomar estas decisiones solo – le susurró Tom de vuelta.

El ojiverde como respuesta sonrió y apretó levemente el agarre de su mano, la sonrisa sólo sirvió para confundir a los miembros de la orden del fénix, los cuales creían que estaban a punto de rendirse, ya que el joven parecía tener miedo.

- En ese caso, que empiece la diversión – le susurró el chico para después soltarle la mano y separarse un par de pasos –. Supongo que ustedes son los miembros de la orden – dijo con un tono de voz normal, mirando directamente al director Dumbledore.

- Supones bien – le espetó Alastor Moody, un auror retirado –. Ahora chico, saquen el escudo y no les haremos daño. – dijo como todo buen auror, o mas bien, ex-auror.

Para la sorpresa de muchos, el muchacho soltó una gran y fría carcajada.

- ¿Has escuchado, Tom? No nos harán daño – dijo el muchacho con gran diversión.

Dumbledore quedó en shock cuando escucho que el chico le llamaba Tom a su compañero, tal vez eso era, por eso se veía tan poderoso el escudo, lo raro era que dejara que lo llamaran con ese nombre y más que se presentara con antifaz.

Tom noto el desconcierto de Dumbledore y sonrió de una forma que le erizó los pelos a media orden.

- Ares, pequeño, creo que el anciano senil ya se dio cuenta, no deberías haber dicho mi nombre – dijo confirmando así las sospechas del director.

- ¿Ya lo notó? – preguntó el ojiverde lo que ya le habían confirmado, pero lo preguntó en un tono como el de un niño pequeño enfurruñado –. Pues en ese caso… - dijo caminando alrededor de la cúpula hasta posicionarse en frente de Dumbledore, aunque con la pared de la cúpula separándolos – tal vez seria mas divertido si también se enteran de quien soy yo, ya que al parecer todavía no lo notan. – dijo y se dio media vuelta caminando hacia el lord. Para sorpresa de muchos y diversión de los dos implicados, el joven le pasó los brazos por alrededor del cuello y acercó sus rostros, comenzando a besarlo ante los atónitos ojos de los espectadores.

Al separarse, el más joven hizo un simple movimiento de muñeca y su varita, la cual estaba en el piso fuera de la cúpula, voló hacia su mano. Una vez que tenía la varita en mano, se posiciono como habían estado antes, su espalda pegada a la del lord y la varita alzada.

Sin esperar más tiempo ambos se sacaron los antifaces al mismo tiempo, como si sus movimientos estuvieran ensayados. Las capuchas cayeron cuando se sacaron los antifaces y los guardaron en sus bolsillos, revelando así la cruel y dura realidad.

Uno de los dos encapuchados era, claramente, Lord Voldemort, y el otro era Harry Potter, el niño-que-vivió y que acababa de demostrar abiertamente que estaba del lado oscuro.

Severus Snape desde el otro lado de la cúpula, dejo caer la varita y se le desencajo la mandíbula por la sorpresa, pero no era él solo quien estaba así, si no varios, por que no decir casi todos los miembros de la orden y el anciano senil, además de los amigos de Potter, quienes estaban ahí por ser miembros de la orden.

- Ha-Harry… - dijo Hermione Granger en un susurro, pero el susurro se escucho por toda la avenida ya que el silencio que había era tal que se escucharía hasta como caía un alfiler. – ¿po-por que? - tartamudeó.

- Oh vamos, Granger, ¿en verdad creías que yo era el niño dorado que los iba a salvar a todos? Esto – sacó el antifaz y lo movió en el aire de un lado a otro – es una representación bastante grafica de lo que fueron para mi todos esos años, todos esos años use una mascara, bueno, no todos, sólo los últimos dos. Pero no me voy a gastar explicándoles esto a ustedes – sin decir mas nada, tomó la mano de Tom como lo había hecho anteriormente y ambos dejaron que su magia fluyera.

Si no hubiera pasado lo que pasó a continuación, este hubiera sido uno de los espectáculos mas extraordinarios que hubieran visto los magos en todas sus cortas y patéticas vidas, pero no lo fue.

La magia de los dos salio como una gran ola e hizo caer a todos los magos a un par de kilómetros a la redonda, no más ya que los que les importaban neutralizar estaban bastante cerca. La ola de magia tenía pedazos rojos oscuros y otros verdes oscuros, pero siempre mezclados, mostrando que ambas magias se aceptaban y complementaban.

Cuando paso la ola los miembros de la orden que estaban concientes se pararon como podían y volvieron a apuntar sus varitas hacia los dos morenos que estaban parados mirando a su alrededor con una sonrisa. Pero, lo más divertido para ellos llegó después, en cuanto Dumbledore quiso hacer un hechizo y descubrió que su varita estaba sobrecargada de magia, por lo tanto, era inutilizable hasta que alguien le drenara la magia sobrante y desconocida que la sobrecargaba.

Sin soltarse las manos Harry caminó hasta posicionarse al lado del lord y se apoyó contra su cuerpo a la vez que levantaba perezosamente la varita.

Los dos morenos apuntaron con ella a Dumbledore y pronunciaron la maldición asesina al mismo tiempo, la cual salió sin problema de sus varitas.

Debido a la sorpresa general, nadie pudo hacer nada para evitar que el haz de luz verde le diera a su querido director y todos vieron como el hombre se desplomaba sobre el piso, muerto, para que después la pareja de magos oscuros desapareciera de ahí con un suave y casi inaudible plop, tal y como habían aparecido en un principio, cuando por esa calle paseaban muggles y sus coches trataban de pasar a través del trafico para llegar antes de que anocheciera a sus casas y así poder descansar después de una larga jornada laboral.

Desde ese preciso momento la guerra se inclinó a favor del lado oscuro, pero no demasiado, ya que ahora varios peleaban con más fuerza que antes, para vengar la muerte de Albus Dumbledore y encargarse de Harry Potter, el-niño-que-vivió-para-traicionarlos.


Segunda Parte Arriba.

Espero que les guste.

SelKar