OTOÑO DEL CORAZÓN

Cinco inviernos han pasado desde ese día, cuatro desde que la está buscando. Toma la joya entre sus manos, pero como siempre no hay nada.

Un día de verano ella se fue y él no la detuvo, incluso cuando su pecho se sintió pesado como una piedra, él nunca podría darle lo que ella quería y esperaba de él, así que la dejó ir.

Ella no dijo a dónde iba y él nunca preguntó. Fue un error estúpido, lo supo mucho tiempo después. Él la amaba, todavía la ama.

Cierra su puño alrededor de la joya, una memoria regresa a su mente. La sonrisa de ella al encontrar el anillo atlante colgado de la delicada cadena, un regalo misterioso sin remitente, en ese momento debió suponerlo, que ella siempre lo supo.

En su pecho quema el recuerdo de su mirada herida, de su réplica cansada, de la frustración en sus gestos, de la resignación. Pensó que regresaría, siempre lo hacía, pero a la mañana siguiente no regresó, ni la siguiente. Cuatro días después un sobre dirigido a él, sin remitente, llegó. Dentro del sobre la cadena con el anillo atlante. Él lo había comprado pensando en ella, un intento de protegerla de las vibraciones negativas y de los accidentes que parecían seguirla. Una forma de mantenerla a salvo, cuando él no podía. Esa era su forma de amarla.

Su teléfono suena anunciando la llegada de un mensaje. Un mensaje de Hirota. Su última esperanza de encontrarla.

107-0062 Tokyo, Minamiaoyama, 2−32−2 …

Su corazón parece latir fuera de su patrón usual. Mira la dirección y el resto del consecutivo, pero no puede evitar sentir que la dirección se le hace vagamente conocida.

Toma las llaves del auto y guarda la joya en su bolsillo. Llega al lugar indicado, revisa y vuelve a revisar que la dirección que Hirota le enviara fuese la correcta, no hay errores. El frío invade su pecho. Camina en silencio, las flores de cerezo viajan en el viento primaveral y decoran los campos y caminos. Después de varios minutos finalmente la encuentra, su larga búsqueda termina.

Mai Taniyama

Amada amiga

1990 – 2015

Demasiado tarde, aprieta los puños. La tuvo y la dejó ir. La amaba y tuvo miedo de avanzar. Pudo tenerlo todo y no tiene nada. Tuvo la oportunidad y la dejó ir. Ahora su corazón pesa terriblemente en su pecho. Las gotas de lluvia caen una tras otra con fuerza e inclemencia, el agua escurre de su abrigo y de su cabello, pero él no se mueve. Permanece allí por horas. Finalmente cuando el frío y el cansancio son imposibles de soportar saca la joya de su bolsillo con manos temblorosas y la coloca sobre el mármol de la tumba.

Aún te amo, susurra, lo siento.


NA. Si leen curiosidad paterna, lamento la tardanza pero tengo un bloqueo creativo de los mil demonios, espero poder sacar el capítulo en algún punto de esta o la otra semana.