¡Yōkoso!

Soy Shany, soy nueva por aquí. Les presento mi primer proyecto. ¡Espero que les guste!

Disclaimer: Corazón de melón (Amour sucré, My candy love, etc) y sus personajes, son pertenencia de ChiNoMiko.

Mei Kean (Mi sucrette) y la trama, me pertenecen a mí.

Estuve viendo varios Fic's y noté que muy pocos le dan una oportunidad a Farrés(? XD y quise hacer un fanfic con él.


Agradezco que le den una oportunidad.


Ainotameni

Bajo el bello atardecer, caminaba a paso seguro la única hija de la familia Kean. Iba dispuesta a cumplir la misión más importante y difícil de su vida. ¿Qué pasaría? Nadie lo sabía. El sólo pensar en ello sentía como los nervios se la devoraban por dentro.

Iba segura y con cierta esperanza, aun que principalmente cuidaba de no forjarse una ilusión. Si eso llegaba a suceder, sería demasiado fuerte recibir un rechazo. Para bien o para mal, ese día terminaría todo y Mei era consciente de ello.

Habían muchos chicos en el Sweet Amoris y bastante guapos, más de uno se le había declarado; pero no fue suficiente. Todo hubiera sido más fácil si se hubiera enamorado de un chico de su edad...

Lamentablemente nadie manda en el corazón y no se elige de quién enamorarse. No siempre se elige al correcto, a quién no nos hará sufrir. Aun que si no fuera así, no sería algo que te entusiasmase; ese nervio carcomiendo todo su interior y las maravillosas mariposas en el estómago.

Hoy en día la juventud añora ser guiada por la experiencia. Es por eso que sin duda lo había escogido a él, un hombre diecisiete años mayor.

Se mordía las uñas pensando en qué sucedería en el momento que llegue a su destino. ¿Titubearía? ¿Se arrepentiría en el momento en que lo tuviera en frente? Mei, que siempre se había mostrado segura, decidida y valiente, bajo el crepúsculo temblaba pensando en cómo resultaría su confesión.

Tantas cosas pasaban por su mente. Después de todo, la juventud impetuosa, inexperta e impulsiva, era quien la guiaba en ese momento. Estaba muy nerviosa, pero a la vez iba demasiado feliz. Que loco ¿No? A pesar de sentir que el corazón se le iba a salir del pecho, sonreía. Así es el amor.

Suspiró. Por fin había llegado al lugar donde se encontraba el hombre que la enamoró involuntariamente. ¿Dónde era? ¡Por supuesto! El Sweet Amoris. A esas horas, los únicos que se encontraban en el instituto eran los profesores y el delegado, y más de una vez se quedaba el rebelde de Castiel y su mejor amigo, Lysandro. Aun que ellos no iban al caso, ya que a pesar de ser chicos apuestos, no eran más que buenos amigos de la rubia.

—¿Qué haces aquí, Mei? —Preguntó Nathaniel luego de toparse con ella en el pasillo—

—¿Has visto al profesor Farrés? Necesito hablar con él...

—¿Farrés? Creo que está en su salón.

—¡Gracias, nos vemos! —Dijo la rubia entusiasmada, yéndose a paso rápido antes de que el mayor se marchara—

[•]

Dio unos golpecillos a la puerta y entró con cierta timidez al salón. El mayor estaba frente a su escritorio, revisando las guías que le había dado a sus alumnos; al notar a Mei entrando al salón le sonrió con calidez.

—Mei, ¿Qué haces aquí? Deberías estar en casa... —Dijo el pelinegro volviendo a posar su mirada en las hojas— ¿Necesitas algo?

—No exactamente... quisiera hablar con usted. —Caminaba con nerviosismo, se posó frente al escritorio y observó al hombre que la enamoró desde el primer día que llegó al instituto—

—¿Eh? ¡Claro! Sólo espérame un momento.

Pasó dos o tres guías más, las leyó en silencio y les puso su nota correspondiente. Dio un suave suspiro y observó a su alumna.

—¿Bien? ¿Qué querías decirme? —Preguntó Farrés—

La sonrisa de Mei se desvaneció. De hecho, sus turquesas ojos vacilaron, sintiendo que las dudas que antes parecían haber desaparecido por completo, aplastaban su cabeza nuevamente. ¿Por qué justo en ese momento?

—¿Por qué no te sientas?

—No, gracias. —Rechazó ella, con timidez—

—Vamos, no seas modesta...

Hizo una mueca, ganándose una leve carcajada de la rubia; quien se sentó lentamente frente al escritorio, quedando frente a frente con su profesor.

Un apacible silencio se hizo presente. Mei, empero, comenzó a ponerse nerviosa y su respiración se agitó, aun que no emitía ningún sonido. Lo que cambiaría su destino estaba por suceder y no sabía como afrontarlo. No lograba procesar el cómo confesar sus sentimientos a su profesor. Sus manos sudaban frío, confirmando el ataque de nervios del que era víctima.

Cuánto anhelaba tomarle las manos, esas grandes manos acariciar la piel de las suyas. Quizá, si todo salía bien, ellos podrían... hacerlo en un futuro no muy lejano.

Respiró hondo. ¿Qué cosas estaba pensando?... Sentía miedo, uno desconocido. Aun que eso no la detendría, llegó hasta ese lugar para hacerle frente a sus sentimientos y eso haría, por supuesto.

—Señor Farrés... escúcheme. —Lo miró con ese dulce azul de sus ojos; el momento que cambiaría su vida había llegado— Lo que voy a decir ahora lo sorprenderá mucho, pero es la verdad. Ya no puedo esconderlo más.

—¿Qué es, Mei? ¿Algún alumno te está molestando?

—No, no... No tiene nada que ver con el instituto y sus alumnos. Esto se trata de nosotros.

—¿Nosotros? —Preguntó sorprendido—

Su respiración, su agitado corazón, su forma de mirar, su cuerpo, todo destelló de la emoción que sentía. El momento de decir la verdad a ese hombre que invadió sus pensamientos había llegado. Para bien o para mal, su relación con Farrés cambiaría. Sin querer dilatar más el momento, alzó su mirada con determinación y pronunció las palabras que efectivamente cambiaron su vida:

—Yo... me enamoré de usted, Farrés.

Finalmente lo dijo. Lo logró. Escogió entre la felicidad o el dolor, antes que vivir eternamente sedada por la duda. Podría sufrir con la respuesta o simplemente ser feliz. Se sentía orgullosa del coraje que había adquirido. Una digna heredera de la familia Kean, por supuesto.

El cuerpo de Farrés se inclinó hacia atrás de manera inconsciente, casi como si fuera a caerse de espaldas. Quedó inmovil. Ni siquiera parecía estar respirando, parecía una estatua más que un ser vivo. Llevó las palmas a su rostro, cerró los ojos y masajeó sus cansados párpados con sus dedos. No lograba analizar lo que había escuchado.

—Mei... estás equivocada. —Dijo como un suspiro, justo en el momento que había logrado reaccionar— Eres sólo una niña.

—Ya no soy una niña —Aseveró mirándolo fijamente— Discúlpeme, no debería ponerlo en ésta situación... Ojalá no fuera así, pero es inevitable. Yo no quiero que me vea como su alumna, anhelo más que eso. Me enamoré de usted de una manera que no se imagina... He pasado tantas noches pensando en usted. Sé que ésto suena cursi, pero es la verdad. El amor va de la mano con el sentimentalismo. Lo amo demasiado, Farrés. Sin límites ni complejos. Por fin me atrevo a decir la verdad y dejar de pensar en los demás... sino en lo que yo realmente quiero. En mi felicidad y no en el qué dirán.

A Farrés se le congeló la voz, buscaba peligrosamente una ruta de escape en su cabeza

—Estás confundida —Su corazón latía violentamente— Eres una niña y yo un hombre. No puedo verte de otra manera... sería un pecado, una aberración. Una traición a mi trabajo como educador. Tú eres mi alumna más preciada, desde hace ya tres años que te conocí. Siempre tan atenta y entusiasta. Incluso eres tú quien le daba un sentido a todas las actividades que he tenido con tus compañeros... ¿Cómo podría ver a una alumna como una mujer?

Mei le tomó las manos con afecto mientras que Farrés la miró como si se tratase del mismísimo demonio. La rubia suspiró triste.

—Soy una mujer. Tengo diecisiete años, casi dieciocho. Por favor, míreme... —Hizo un gesto con sus manos señalando su cuerpo desarrollado— ¿Le sigo pareciendo una niña?

Farrés la miró por inercia, pero no contestó.

—Ya crecí. —Dijo Mei. Su voz había comenzado a temblar— Sé lo que siento. No es un capricho... Créame que si no lo sintiera no estaría aquí.

Un jadeo desconsolado surgió de los labios masculinos. Realmente no podía creer que eso estuviera pasando. No era la primera vez que se le declaraban, pero jamás pensó tener que lidiar con una situación así.

—Estás mezclando sentimientos. Tal vez, como es la primera vez que sientes algo distinto piensas que me amas... chiquita, no es así. —Intentó de alguna manera solucionar el problema—

La jovencita bajó su cabeza desilusionada. Su flequillo recto cubría sus ojos y resaltaba los pequeños labios de Mei. Un "No me gustas" hubiera sido menos doloroso. El rechazó venía por que así realmente lo sentía... pero el que cuestionase sus sentimientos la hundió en un océano de dolor.

—Por favor deténgase... no niegue lo que yo siento. Me lastima —Musitó con sus ojos temblorosos—

Él la miró dando un lastimero suspiro

—¿Por qué crees que me amas? No me conoces... he causado daño.

—No me importa lo que haya hecho en el pasado. Lo amo por el cómo me hace sentir... Quién soy yo cuando estoy cerca suyo.

—Eso no es suficiente, Mei. ¿Sabes quién fue mi primer amor? ¿Sabes a cuántas mujeres he dañado? Hay sombras habitando mi alma, tengo un lado oscuro... no, Mei. No te conformes con éste hombre. No me conoces.

—Entonces deme la oportunidad de conocerlo. No me importa su pasado, ya se lo dije... Déjeme conocerlo mejor y le juro que valdrá la pena.

El profesor de historia se rascó la cabeza mientras bajaba su mirada. No quería verla. Sentía que esos turquesas y brillantes ojos desnudaban su alma. Sabía que Mei tenía todo el derecho de enamorarse y que ya no era una niña, pero, ¿Por qué se tuvo que enamorar precisamente de él? Cualquier chico estaría feliz de estar con ella, menos él. Él era el profesor Farrés, un hombre de más de treinta años, que jamás traicionaría la confianza de Madame Shermansky. Jamás podría mirarla de otra manera que no fuera como su más preciada alumna. Mirarla de otra manera sería nefasto. Sería abusar de ella y de su inmaculada inocencia. Considerarla de otro modo sería visto como un pedófilo.

—Aún te falta madurar. Estás confundiendo un cariño de profesor-alumna con el de pareja. Debes aclarar tus sentimientos...

Los ojos de Mei se tornaron brillantes, por las lágrimas que querían escapar de allí.

—Nunca me esperé ésta reacción por parte suya. Esperaba un sí o un no, pero nunca esperé que cuestionara mis sentimientos. ¿Realmente me cree tan infantil? ¿Acaso sabe lo que yo siento? No está en mi interior para saber qué siento y qué no.

El mayor se quedó completamente en silencio. Impresionado por la profundidad de sus palabras.

—Tal vez, si me hubiese rechazado directamente con un "no" me dolería menos. Está cuestionando mis sentimientos sin ninguna base. Que tenga más edad que yo no le da derecho a juzgar lo que siento. Es tan injusto... —Comenzó a lagrimear— Me está faltando el respeto, Farrés.

Enmudecido quedó el susodicho. Él jamás se esperó tal seriedad en su alumna más juguetona. Ella tenía razón. Por supuesto que podía rechazarla, pero, no era necesario llegar a cuestionar de esa manera sus sentimientos.

—De verdad, perdóname... —Se levantó de la silla y se acercó a su alumna, arrodillándose justo frente a ella. Posicionó sus manos en el regazo de la más joven— Tienes razón, ser mayor que tú no me da derecho a juzgar tus sentimientos. Es que me pillaste de sorpresa... No sé cómo reaccionar. Aún estoy conmocionado.

Farrés enjugó sus lágrimas que seguían emergiendo. Mei quitó tranquilamente las consoladoras manos que secaban sus lágrimas.

—¿Le da miedo aceptar que lo amo, Farrés? —Preguntó clavando su mirada—

—Sí... me da mucho miedo.

Las palabras silencio y mutismo se quedan pequeñas para graficar el ambiente.

—Lo siento. No quería incomodarlo y mucho menos molestarlo. Sólo necesitaba decírselo, por que de otra manera, el secreto me hubiera carcomido por dentro. No podía aguantar más —Argumentó cabizbaja—

Mordió su labio inferior, no aguantaba las ganas de abrazarlo... de poder sentir la calidez del cuerpo masculino. Acercó su rostro peligrosamente, las ganas de besarlo eran inmensas, pero no podía hacerlo.

La jovencita suspiró, haciendo evidente los centímetros que la separaban de su amado. Farrés la miró, dilatando sus pupilas por la sorpresa de tenerla tan cerca. Ambos corazones latiendo uno al lado del otro, al mismo nervioso y emocionado compás. La sincronía que se había formado era una muestra de que eran el uno para el otro. Pero eso no debía ser así... El profesor acarició la rubia cabellera de Mei, esa delicada sedosidad que desprendía. La más dócil ternura conquistó todo el semblante de la más joven.

Sin embargo, Farrés lo hizo mil pedazos. Como ilusiones que no dejan de ser más que eso... ilusiones.

—Yo no puedo corresponderte, Mei. Tú eres mi alumna, de la cual no puedo abusar... Si pusiera mis manos sobre ti, me sentiría como un abusador, un pedófilo, un pervertido. No quiero ensuciarte. —Dijo mirándola fijamente— No es correcto.

La chica suspiró, sintiendo cada palabra como una cruel daga.

—¿Es por la edad? —Se atrevió a preguntar, ese corazón estaba hecho pedazos—

El profesor asintió.

Tristeza absoluta. Sufrimiento perenne. Todas las palabras eran demasiado pequeñas para explicar lo que Mei sintió en ese momento. Su ilusión tuvo un triste desenlace. Era una lástima... Aun que no físicamente, sentía como si el hombre que amaba la abofeteó y pisoteó sin compasión, era doloroso.

—Entiendo... —Sólo su orgullo y dignidad le permitían no caer de rodillas y comenzar a llorar con fuerza— Perdón por hacerle pasar este incómodo momento.

—Perdóname tú a mí por hacerte sufrir de ésta manera. Ojalá pudiera evitar ésto. —Dijo posando sus manos en los femeninos hombros— Siento no poder corresponderte, pero hay cosas que son inevitables. De verdad te aprecio demasiado y no podría aprovecharme de ti, de tu inocencia... Prefiero dañarte ahora, a causarte una ilusión y romperla luego en mil pedazos. Jamás podré verte de otra manera, Mei. Eres mi alumna, esa que es siempre tan atenta conmigo y amable.

La más baja secó sus lágrimas con la yema de sus dedos. Tras ésto, recobró el brío de siempre y le lanzó a Farrés una profunda mirada a sus violáceos ojos.

—...Gracias por escucharme y querer lo mejor para mí. Pero soy yo quien decide si salir dañada al intentarlo o no, usted no. —Pausó— Si me está rechazando que sea por que no le gusto, y no por que me pueda causar daño o por que está prohibido... y mucho menos por que soy una niña, cuando ya dejé de serlo hace mucho tiempo.

El hombre no contestó.

El mutismo que se produjo fue acompañado por la angustia que ambos padecían. Estuvieron así por unos minutos, que parecieron horas, hasta que Mei alzó la mirada y decidió volver a hablar.

—Quisiera pedirle un favor... —Mordió su labio inferior. Su faz resaltaba la duda si decírselo o no— No quiero tener contacto con usted. Hablaré con la directora, le diré que sea Takatsuki quien me haga historia y no se preocupe, que no le mencionaré nada que lo involucre a usted para mal... y si tiene que decirme algo, dígaselo a mis papás o a mis amigos. ¿Está bien?

—¿Por qué? —Sintió como si una espada hubiera atravesado su pecho—

—Por que si continúo viéndolo me haré más daño. Jamás podré olvidarle... —Su voz sonó firme— Tendré bastante con verlo en los pasillos, tengo que hacer todo para rehacer mi vida.

El alma de Farrés sintió un temor horrible. Era la primera vez que se sentía así.

—Mei... —Pensó en pedirle que no tomara ese camino, no quería cortar contacto con ella, pero si lo hiciera estaría pensando en él y no en ella. No en su bienestar, sino en el de él. Sería un acto egoísta— Entiendo. Si es lo mejor para ti, te respetaré. Es una promesa. —Su voz salió solemne, le costó demasiado decir esas palabras—

—Gracias, profesor. —Hizo un gesto en su rostro, uno que ni siquiera debería llamarse sonrisa— Adiós.

Se levantó de la silla en la que había estado sentada desde un principio y salió del salón con paso firme. Su declaración había sido un rotundo fracaso, sólo se convirtió en un irremediable dolor. Por más que le doliese, se concentraría en olvidarlo. Debía enfocarse en ella misma.

El profesor, entretanto, cerró los ojos ahogándose en un dolor que hasta ese momento desconocía. Apretó su puño y maldijo por la situación que se había engendrado. Tenía un temor inexplicable. Temía no volver a ver la sonrisa de la rubia. No por un tiempo bien largo, o quizá, hasta por siempre. No escucharía más su linda voz, no conversaría más con ella, no vería más los preciosos ojos llenos de brillo, ni nunca más sería testigo de esa sonrisa llena de vida. Todo se acabó.

Tenía miedo. Estaba perdiendo a su maravillosa alumna... para siempre...


¡Espero que les haya gustado! ●ω●

Dejo en claro que no sé si éste fic tendrá buen final -Aun que en realidad falta bastante para el fin-.

No aseguro 100% que se quedará con Farrés, o tal vez sola, o con otro chico. Eso lo decidirá mi enloquecida mente más adelante, según como vaya avanzando la historia.

Agradecería que me dieran su opinión :D

¿Continuará?

¤Shany