LA CARTA
Señorita V. Prince
Calle de la Hilandera
Cokeworth
Inglaterra
Ya había llegado el momento. Ya había llegado la carta. Un sobre amarillento, con mi nombre en tinta verde esmeralda. Seguramente la carta más esperada por la mayoría de los niños de once años. Pero para mi solo significaba ver a mi padre, no solo en los meses de verano, sinó también durante las clases.
Dejé la carta de Hogwarts, todavía sin abrir, sobre la mesilla de noche y me tumbé en la cama, pensativa. Me quedé mirando el techo y sentía cómo los párpados se volvían cada vez más pesados. Odiaba esta casa, era gris, y más que una casa parecía una celda oscura, con las paredes recubiertas por miles y miles de libros de cuero negro o marrón. Más bien parecía una casa abandonada que un hogar donde vivían un hombre de unos treinta y un años y su hija, de once. Ir a Hogwarts significaría dejar este polvoriento y oscuro lugar para trasladarme a otro de piedra, enorme, asistir a clases, y lo peor de todo: rodeado de hijos de muggle. Si queréis mi opinión, me quedo la casa abandonada, en la que yo soy dueña y ama de cada rincón… hasta que llega verano y el verdadero dueño regresa a casa. En esa época mi único hogar es mi cuarto, algo más ordenado que el resto de la casa.
Miré la hora: 18:57. Genial. Mi padre ya estaría al caer. Me levanté no sin antes realizar un gran esfuerzo mental. Guardé la carta en el cajón de la mesilla de noche, y al darme la vuelta lo vi de pie, mirándome.
- Buenos días, padre – saludé, intentando disimular mi decepción.
- ¿No tienes nada que decirme? – me preguntó, arrugando su puntiaguda nariz.
- No – me encogí de hombros. Mi padre entornó los ojos, se abrió paso en mi habitación y fue directamente al cajón donde escasos segundos antes había guardado la carta. La sacó y la sostuvo a la altura de su pecho, inquisidor – Oh, eso. Sí, bueno, pensaba ir uno de estos días al Callej-
- ¡Ni siquiera la has abierto! – me cortó. Si las miradas matasen…
- ¿Para qué? Ya sé lo que tengo que hacer, papá. No tienes que preocuparte.
- No lo hacía. – me lanzó la carta y salió de mi habitación dando un portazo, visiblemente molesto por el insinuamiento a su preocupación por mí. Me reí por lo bajo y me senté en la cama para abrir la carta.
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
Director: Albus Dumbledore
(Orden de Merlín, Primera Clase,
Gran Hechicero, Jefe de Magos,
Jefe Supremo, Confederación Internacional de Magos).
Querida señorita Prince:
Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.
Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.
Muy cordialmente, Minerva McGonagall
Directora adjunta
Junto a la carta venía la lista de los materiales del curso. Suspiré. No me quedaba otra que mandar una lechuza con la confirmación de que asistiría este año al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Profesor Severus Snape,
He recibido la carta de Hogwarts. Estaré ahí el 1 de septiembre.
Cordialemente, Victoria Prince.
Doblé el pergamino y me dirigí al cuarto de la lechuza. Até el rollo de pergamino a una de sus patas y esta salió volando por la ventana. Volví a encerrarme en mi cuarto y no tardé nada en oir las fuertes pisadas de mi padre.
- ¡¿Te parece divertido?! – entró bruscamente en mi cuarto, con el pergamino sostenido en el aire al lado de su grasiento pelo negro - ¡¿Crees que puedes hacer lo que te venga en gana?!
- ¿Qué pasa? – pregunté, poniendo cara de inocente – No han especificado a quién tenía que mandarle la lechuza. Y bueno, está claro que tú estás más cerca.
Arrugó el pergamino y se fue maldiciendo por lo bajo. Yo en cambio no pude evitar reirme.
No podía evitar esto. Tenía que planear una excursión a Londres para todo lo necesario para mi primer año en Hogwarts. A ver como se lo planteo a mi querido padre.
