¿Era correcto?
Tomó su celular, brillando su fondo de piroshkies al encenderlo en medio de la habitación, y el número de dos consonantes vibró al otro lado del mundo.
—¿Yuri? ¿Qué sucede?—, la voz profunda sonaba adormilada.
—Está pasando de nuevo—, el aliento salió caliente, ofuscado—. JJ, ¿qué hago? Mi pene se levanta cada día y el agua fría no sirve de mucho.
El otro lado brilló por la ausencia.
Algunas veces Yuri era propiamente un niño.
—¿Dónde estás?—, esperó un momento y a la respuesta, continuó—, ¿está durmiendo tu abuelo? Te puedo ayudar a que baje algunos días.
—Dime—, aceptó sin pensarlo—, tengo diez para levantarme de la cama.
Sonrió. En su cama, viró, retirando las sábanas y abriendo las piernas. Resonó el elástico de su bóxer, metiendo su mano en ellos y acariciando el bulto de sus testículos. Soltó un gruñido a pesar del teléfono.
—Harás como diga, sin chistar—, ordenó—. Asegura la puerta... Bien, recostado, abre las piernas y acaricia tu pene.
Salió un quejido sin quererlo—. ¿Cómo?—, pensó no haber oído bien.
—Fácil—, descansando en su vientre, el miembro fácil comenzaba acrecentar su tamaño, dejando dibujadas venas en su piel sensible—, tómalo, cerrando el puño, y jala el pellejo que tiene hacia arriba.
Esperó más indicaciones, mas intuyó que debía hacerlo y confirmarlo.
Abrió las piernas: su chándal se levantaba como campanario. Lo retiró, exponiendo el pelambre rubio en la base de su miembro a desarrollar.
El aire frío chocó con la cabeza, dejando a Yuri sin aliento.
Alcanzó, mordiendo su labio para reprimirse. Cerró el puño, subiendo su mano, sintiendo su tronco ser acariciado, meramente jalando su piel en una sensación de placer al llegar a la punta sonrosada, exuberante en su forma retraída a los lados.
Su uretra parecía iluminarse un poco.
—¿Después?
Soltó una risilla—, ahora hacia abajo—, colocó el teléfono entre su hombro y la mejilla, usando ambas manos para sí—. Si puedes, acaricia tu bulto con la otra mano. Juega como si fueran bolas y las meneas en tu palma.
¿Usar ambas manos? Sin saberlo se obtuvo en la misma posición, escalando hacia abajo en su cuerpo y tentar los testículos. En cambio, la palma descendió también, dejando a la vista su carne más fina.
Dejó un momento los testículos, y su dedo acaricio la parte baja de la cabeza. Tembló en el acto.
—Se siente genial, JJ—, maulló lastimero.
—¿En verdad?—, le sonó algo desesperado, como si le faltara la respiración.
Pero entendió cuando desde el fondo, resopló un gruñido.
Afiló la mirada—. ¿Es esto una competencia, a caso?
Conociendo como lo conocía, su voz fue reflejo de sonrisa altanera.
—No es competencia, si sabemos que ganaré.
Preparados ambos, sus manos fueron rápidas, y rápidas fueron las veces posteriores a esas.
Así, entre sábanas, varias líneas calientes fueron dibujadas.
